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Cueva de los Patriotas



La cueva de los patriotas es un conjunto de excavaciones realizadas en el siglo XVIII, durante el mandato del Virrey del Perú José Antonio Manso de Velasco, ubicadas en la bahía Cumberland de la isla Robinson Crusoe (antiguamente llamada Más a Tierra o Más Atierra), perteneciente al archipiélago de Juan Fernández, Región de Valparaíso.

En un comienzo, fueron utilizadas para albergar a prisioneros condenados por la Real Audiencia de Santiago y Quito.[2]​ Tras la derrota experimentada por las fuerzas independentistas en la Batalla de Rancagua de 1814, diferentes autoridades de la Patria Vieja fueron desterrados a la isla, quienes hicieron uso de las excavaciones para resguardarse de las inclemencias del clima.

Durante el siglo XVIII, la isla Robinson Crusoe fue considerada por la Corona Española un buen lugar para la creación de una cárcel que pudiera albergar a los presos condenados por la Real Audiencia de Santiago y Quito. De esta forma, se cumplía un doble propósito: sacar de la sociedad aquellas personas indeseables debido a su comportamiento al margen de la ley y, por otra parte, poblar la isla para mantenerla fuera del alcance de los enemigos de la corona, ordenado mediante una real cédula de 1749.[2]

Debido a lo anterior, el Capitán general de Chile Domingo Ortiz de Rozas, hizo las gestiones para cumplir con lo decretado. Es así que un día 11 de marzo de 1750, zarpó desde Concepción el buque Las Caldas con la primera comitiva que poblaría el lugar. En la instancia no iba ninguna autoridad que representara al rey en la remota isla, por lo cual se le ofreció al Teniente Coronel Juan Navarro Santaella el cargo de Gobernador.[2]

Benjamín Vicuña Mackenna relata el desarrollo del asentamiento de la siguiente manera:

Por otra parte, la reacción de España para no perder este lugar estratégico se condecía también con el comercio que se podía desarrollar por agentes externos en la isla:

Tras la Batalla de Rancagua, entre el 7 y el 9 de noviembre, las fuerzas realistas tomaron prisioneros a quienes participaron en la revolución de independencia del país, sin ningún juicio previo que explicara los motivos de tales iniciativas. Estos no sabían que mediante la orden del Virrey del Perú, don José Fernando de Abascal, y llevada a cabo por Mariano Osorio, serían desterrados a la isla el día 12 de noviembre en la corbeta Sebastiana. Es así que destacados personajes de la Patria Vieja fueron enviados a Robinson Crusoe, que para comienzos de 1814 se encontraba casi desierta.[5]

Manuel de Salas describe en sus diarios:

El 21 de noviembre arriban los detenidos en la corbeta Sebastiana, que posteriormente sería el medio de transporte por el cual, cada 2 meses, se enviarían víveres a la isla para suministrar las necesidades biológicas de los desterrados.[2]

Los patriotas no eran los únicos detenidos en la isla. Junto a ellos se encontraban condenados por insurgencia y presos comunes, detenidos por asaltos o crímenes menores.[2]

Por otra parte, en 1816 el Rey de España indultó a la población presidiaria de la isla esperando generar apoyo a la causa Española en la Gobernación de Chile, que vislumbrada un resurgimiento de las ideas independentistas. Sin embargo, el Gobernador Casimiro Marcó del Pont hizo caso omiso pues encontraba que la situación del momento era demasiado complicada para, además, liberar a aquellos que lucharon por la Independencia de Chile. Luego de que los patriotas ganaran la Batalla de Chacabuco en febrero de 1817, el gobierno chileno envió a la isla al bergantín Águila para liberarlos y traerlos al continente en marzo del mismo año.[7]

Bernardo O'Higgins le informa a José de San Martín:

El 13 de julio de 1979 mediante Decreto Supremo, se declara Monumento Histórico Nacional de Chile en conjunto al Fuerte Santa Bárbara.[8]

Se consideran Monumentos Históricos:

Entre las personas que llegaron a Robinson Crusoe, también se encuentran hijos e hijas que quisieron acompañar a sus progenitores, por ejemplo, Rosario y Santiago Rosales; otros como José María Álamos fueron enviados recién en 1817 a la isla; también hubo criados que debieron acompañar a sus patrones, como es el caso de Atanasio de Blanco Encalada, Carlos de Encalada, Manuel y Pedro de Larraín y Mateo de Cienfuegos; Por lo pronto, también frailes y presbíteros como Pedro Amasa, Diego Espinoza de los Monteros y Gregorio Miranda terminaron detenidos.

En la siguiente lista se enumera a cada uno de los desterrados que fueron liberados en 1817:[2]



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