x
1

De la naturaleza de las cosas



De la naturaleza de las cosas[nota 1]​ (en latín, Dē rērum natūra) es un poema didáctico, dentro del género de los periphyseos cultivado por los filósofos atomistas griegos, escrito en el siglo I a. C. por Tito Lucrecio Caro; dividido en seis libros, proclama la realidad del hombre en un universo sin dioses e intenta liberarlo de su temor a la muerte. Expone la física atomista de Demócrito y la filosofía moral de Epicuro. Constituye posiblemente la mayor obra de la poesía de Roma y, sin duda, uno de los mayores intentos destinados a la comprensión de la realidad del mundo y de lo humano.

Literalmente el título se traduce del latín como Sobre la naturaleza de las cosas, aunque a veces se llega a traducir como la Sobre la naturaleza del Universo, quizás para reflejar la escala real que se trata en el libro, o La naturaleza simplemente. La visión de Lucrecio es bastante austera, sin embargo incita a unos cuantos puntos importantes que permiten a los individuos un escape periódico de sus propios deseos y pasiones para observar con compasión a la pobre humanidad en su conjunto, incluyéndose a sí mismo, pudiendo observar la ignorancia promediada, la infelicidad reinante, e incita a mejorar aunque sólo sea un poco más todo aquello que nos rodea. La responsabilidad personal consiste en hablar sobre la verdad personal que se vive. De acuerdo con Sobre la naturaleza de las cosas la proposición de verdad de Lucrecio está dirigida a una audiencia ignorante, esperando que alguien le escuche, le comprenda y de esta forma le pase la semilla de la verdad capaz de mejorar al mundo.

La estructura del poema es la siguiente:[1]

El poema está compuesto por los siguientes argumentos.

Martin Ferguson Smith señala que el amigo íntimo de Cicerón, Tito Pomponio Ático, era un editor epicúreo, y es posible que sus esclavos hicieran las primeras copias de De rerum natura.[5]​ Si este fuera el caso, entonces podría explicar cómo Cicerón llegó a familiarizarse con el trabajo de Lucrecio. En c. 380 d. C., San Jerónimo sostendría en su Chronicon que Cicerón enmendó y editó De rerum natura,[3]​ aunque la mayoría de los eruditos argumentan que esta es una afirmación errónea;[6]​ el clasicista David Butterfield sostiene que este error probablemente fue cometido por Jerónimo (o sus fuentes) porque la primera referencia a Lucrecio se encuentra en la carta de Cicerón antes mencionada.[7]​ Sin embargo, una pequeña minoría de estudiosos sostiene que la afirmación de Jerónimo puede ser creíble.[8]

Los supuestos fragmentos más antiguos de De rerum natura fueron publicados por K. Kleve en 1989 y constan de dieciséis fragmentos. Estos restos fueron descubiertos entre la biblioteca epicúrea en la Villa de los Papiros en Herculano. Debido a que, como señala W. H. D. Rouse, "los fragmentos son tan diminutos y llevan tan pocas letras identificables", en este momento "parece perdonable y prudente cierto escepticismo sobre la autoría propuesta".[9]​ Sin embargo, Kleve sostiene que cuatro de los seis libros están representados en los fragmentos, lo que, según él, es una razón para suponer que el poema completo se guardó una vez en la biblioteca. Si el poema de Lucrecio se colocara definitivamente en la Villa de los Papiros, sugeriría que fue estudiado por la escuela epicúrea napolitana.[10]

Se conservaron copias del poema en varias bibliotecas medievales, y los primeros manuscritos existentes datan del siglo IX.[11]​ El más antiguo, y, según David Butterfield, el más famoso, es el Codex Oblongus, a menudo llamado O. Esta copia data de principios del siglo IX y fue producida por un scriptorium carolingio (probablemente un monasterio conectado a la corte de Carlomagno).[12]O se encuentra actualmente en la Universidad de Leiden.[13]​ El segundo de estos manuscritos del siglo IX es el Codex Quadratus, a menudo llamado Q. Este manuscrito probablemente fue copiado después de O, en algún momento a mediados del siglo IX.[14]​ Hoy, Q también se encuentra en la Universidad de Leiden.[15]​ El tercer y último manuscrito del siglo IX, que comprende el fragmento de Schedae Gottorpienses (comúnmente llamado G y ubicado en la Kongelige Bibliotek de Copenhague) y los fragmentos de Schedae Vindobonenses (comúnmente llamados V y U y ubicados en la Biblioteca Nacional de Austria en Viena), fue bautizada por Butterfield como S y data de la última parte del siglo IX.[16][17]​ Los estudiosos consideran que los manuscritos O, Q y S son descendientes del arquetipo original, al que denominan Ω.[18]​ Sin embargo, aunque O es un descendiente directo del arquetipo,[19]​ se cree que Q y S se derivaron de un manuscrito (Ψ) que a su vez se derivó de una versión dañada y modificada del arquetipo (ΩI).[20][21]

Si bien existe un puñado de referencias a Lucrecio en fuentes románicas y germánicas que datan entre los siglos IX y XV (referencias que, según Ada Palmer, "indican un conocimiento tenaz, aunque irregular, del poeta y algún conocimiento de [su] poema" ), actualmente no sobreviven manuscritos de De rerum natura de este lapso de tiempo.  Más bien, todos los manuscritos lucrecianos restantes que existen actualmente datan del siglo XV o después.  Esto se debe a que De rerum natura fue redescubierto en enero de 1417 por Poggio Bracciolini, quien probablemente encontró el poema en la biblioteca benedictina de Fulda. El manuscrito que descubrió Poggio no sobrevivió, pero sí una copia (el "Codex Laurentianus 35.30") del amigo de Poggio, Niccolò Niccoli, y hoy se conserva en la Biblioteca Laurenciana de Florencia.

Maquiavelo hizo una copia temprano en su vida. Molière produjo una traducción en verso que no sobrevive; John Evelyn tradujo el primer libro.

El erudito italiano Guido Billanovich demostró que el poema de Lucrecio era bien conocido en su totalidad por Lovato Lovati (1241-1309) y algunos otros prehumanistas paduanos durante el siglo XIII. Esto prueba que la obra era conocida en círculos selectos mucho antes del redescubrimiento oficial por parte de Bracciolini. Se ha sugerido que Dante (1265-1321) pudo haber leído el poema de Lucrecio, ya que algunos versos de su Divina Comedia exhiben una gran afinidad con De rerum natura , pero no hay evidencia concluyente para esta hipótesis.

La primera edición impresa de De rerum natura se produjo en Brescia, Lombardía, en 1473. Poco después siguieron otras ediciones impresas. Además, aunque solo se publicó en 1996, la traducción de Lucy Hutchinson de De rerum natura fue con toda probabilidad la primera en inglés y probablemente se completó en algún momento a fines de la década de 1640 o 1650.

De las múltiples descripciones que se han hecho del poema, pocas son tan luminosas como la realizada por el filósofo y físico Michel Serres. En su libro El nacimiento de la física en el texto de Lucrecio, Serres sostiene que el poema de Lucrecio no es un texto de metafísica, ni de filosofía moral, sino exactamente una física. Es más, no se trata simplemente que el poema sea una física matemática y experimental como la nuestra - con modelos, experiencias y aplicaciones-, se trata de que es exactamente nuestra física, no tanto la que se inaugura con Galileo y culmina con Newton, sino más bien la que estamos comenzando a hacer hoy mismo, a partir de experiencias como las de Einstein, Heisenberg o Prigogine.

Hay algunos rasgos que han hecho pensar que la obra quedó inacabada, sobre todo por la repetición de pasajes. El propio proemio es una repetición casi exacta de una digresión poética intercalada en el libro I (926-950). Las repeticiones en Lucrecio son comunes pero esta repetición es algo excepcional por su extensión desusada y la ausencia de motivación: probablemente en una última revisión hubieran sido eliminados. Además el enlace entre el proemio y el cuerpo presenta unas repeticiones e incoherencias a primera vista inexplicables. Durante mucho tiempo se pensó que esto se debía a unos fallos de los copistas.[23]​ Pero Mewaldt (1908) postuló que ahí no había nada que retocar. Lo que ocurría era que la primera redacción (v. 26-44) enlazaba el libro IV con el III, mientras que la segunda (v. 45-53) lo hacía con el libro II. La explicación natural sería que Lucrecio había escrito dos exordios diferentes, en diferentes etapas de su trabajo. Aunque el trabajo de Mewaldt tardó unos años en llegar a las ediciones de De rerum natura, inició una nueva era en los estudios lucrecianos.

Stephen Greenblatt, en su libro El giro: de cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno,[24]​ ganador de la edición de 2012 del Premio Pulitzer General de No-Ficción y en 2011 del Premio Nacional del Libro de no ficción,[25][26]​ cuenta la historia de cómo Poggio Bracciolini, un enviado papal del siglo XV, bibliófilo y buscador de libros, descubrió la última copia de la obra del poeta romano Lucrecio, De la naturaleza de las cosas, lo que supuso la reintroducción de las ideas importantes que provocaron la edad moderna.[27][28][29]​ Según Greenblatt: "La reaparición del poema fue un viraje, una desviación imprevista de la trayectoria directa, en este caso, hacia el olvido, en la que ese poema y su filosofía parecían estar viajando." La ​​recuperación del texto antiguo se ve como su renacimiento, es decir, un "renacimiento". El reclamo de Greenblatt es que fue un "momento clave" en una historia más grande ... de cómo el mundo se desvió en una nueva dirección."[30]

El carácter ateo del poema didáctico de Lucrecio hizo su traducción al español sumamente difícil y peligrosa para los humanistas. Se animaron a ello a fines del siglo XVIII Santiago Saiz o Sáez, rey de armas de Su Majestad, del que ha quedado su versión en prosa manuscrita, así como José "Abate" Marchena, en endecasílabos blancos, muy impresa hasta hoy, aunque sus méritos literarios son discutibles. A fines del siglo XIX se hizo una versión rigurosa y completa, la de Manuel Rodríguez-Navas (Naturaleza de las cosas. Versión en prosa del poema De rerum natura, Madrid: Agustín Auvrial, 1893), en prosa. Se han perdido o están ilocalizables[cita requerida] las versiones que en ese siglo realizaron Matías Sánchez (1832), la del presbítero Antonio Llodrá, anterior a 1812, y la de Javier de Burgos. Por otra parte hay que mencionar también a Gabriel Císcar y Císcar entre los astrónomos y humanistas estudiosos del poema y eso se nota en su propia obra, el Poema físico-astronómico (1828). De la distancia entre estas traducciones y su acomodación a cada época puede bastar esta observación: el vocablo religio es traducido por el afrancesado Marchena como fanatismo y por Císcar, más moderadamente, como superstición.[31]

Ya en el siglo XX, pueden mencionarse la versión bilingüe de Lisandro Alvarado (De la naturaleza de las cosas, Caracas: Ávila Gráfica S.A., 1950; 2.ª ed. Ministerio de Educación, 1958 y 3.ª Editorial de la Universidad Simón Bolívar, 1982), los dos volúmenes de la versión bilingüe de Eduardo Valentí Fiol (De la Naturaleza, Barcelona: Alma Mater, 1961), es también muy notable la versión rítmica del poeta mexicano Rubén Bonifaz Nuño de 1984; la de Ismael Roca Meliá (La naturaleza, Madrid: Akal, 1992), la crítica y rítmica (en hexámetros acentuales) de Agustín García Calvo (De rerum natura. De la realidad, Zamora, Editorial Lucina, 1997, 2ª edición corregida, 2019), la de Miguel Castillo Bejarano (La naturaleza de las cosas, Madrid: Alianza Editorial, 2003) y la de Francisco Socas Gavilán (La naturaleza, Madrid: Editorial Gredos S. A., 2003 y 2010).




Escribe un comentario o lo que quieras sobre De la naturaleza de las cosas (directo, no tienes que registrarte)


Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)


Aún no hay comentarios, ¡deja el primero!