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Decretos polacos



Los decretos o directrices polacas (en alemán: Polen-Erlasse y en polaco: Dekrety polskie) fueron unos decretos establecidos el 8 de marzo de 1940 por el Gobierno del III Reich durante la II Guerra Mundial para regular las condiciones laborales y de vida de los trabajadores polacos (Zivilarbeiter) utilizados como mano de obra esclava.[1]

Dicha regulación favorecía la discriminación étnica.[1][2]

Dichas directrices supusieron un paso importante para imponer las políticas nacionalsocialistas germanas.[1]​ Estas proveían una base legal para discriminar a la población polaca al mismo tiempo que se aplicaba la ideología nazi y las políticas económicas del III Reich.[1]

Una de las principales características fue la noción racista de la inferioridad de los esclavos y prisioneros de guerra polacos en comparación con los alemanes.[2]

Los decretos también recomendaban una serie de castigos severos dirigidos a los esclavos para que madrugasen debido al inicio de la campaña laboral.[3]

Los trabajadores polacos debían portar un distintivo con la letra "P" además de un permiso de trabajo y una foto.[2]​ El distintivo tenía forma de rombo y debía ir cosida a la altura del pecho derecho de cada pieza de ropa. Aquellos que no obedecían la normativa se enfrentaban a sanciones de 150 reichsmarks y a una posible pena de seis semanas de arresto.[4]​ También debían alejarse de la "vida cultural" alemana así como de los lugares de ocio o templos religiosos.[2]

Las relaciones sexuales entre polacos y alemanes fueron prohibidas por la Rassenschande. En su lugar se establecieron varios burdeles.[2][5]​ Con el fin de mantenerlos separados de la población germana, estos eran realojados en barracones cercados por una alambrada de espino.[6]​ La movilidad de los trabajadores también se vio afectada, puesto que tenían que residir lo más lejos posible de los alemanes aparte de que tenían prohibido utilizar el transporte público.[2]​ También se vieron afectados por los toques de queda.[2]​ Los salarios debían ser inferiores al del resto de los obreros alemanes, incluso trabajando más horas sin tener derecho a días festivos. En cuanto a la nutrición, recibían una parte menor.[5][6]

Aquellos que desobedecieran las normativas eran enviados a campos de concentración mientras que otros serían ejecutados.[3][5]​ Esta directriz también se aplicaba a la población alemana que bien ayudaba o simpatizaba con los esclavos.[3]

Tras la invasión de Polonia en 1939, la población polaca de más de 14 años residente en el Gobierno General estuvo sujeta a trabajos forzados.[8]​ Por aquel entonces había alrededor de 300.000 prisioneros trabajando en territorio alemán.[9]​ En 1944 ya eran 2,8 millones de trabajadores civiles (10% de la mano de obra del Gobierno General) y otros tantos de diferentes nacionalidades.[10][9]​ Los esclavos trabajaban principalmente en la agricultura y manufacturación.[11]

En caso de no llegar al número necesario de "voluntarios", se aplicaban sanciones (confiscación de propiedades y de bienes) que posteriormente terminaron en łapankas.[12]

En diciembre de 1941 se añadió a los decretos la Regulación Criminal Polaca que permitía la celebración de juicios rápidos para los polacos. En febrero de 1942 se aprobaron los decretos orientales (Ostarbeitererlasse) dirigidos a los territorios ocupados a la Unión Soviética.[13]



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