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Deglución



La deglución (del latín deglutĭo) es el paso de los alimentos u otras sustancias desde la boca hacia el estómago. Este proceso de ingestión de los alimentos comienza en la boca, donde son masticados por los dientes, amasados por la lengua y humedecidos por la saliva. La comida se transforma así en una masa de consistencia pastosa llamada bolo alimenticio. Una vez que adquiere la consistencia adecuada, la lengua empuja el bolo alimenticio hacia atrás para que ingrese a la faringe. Desde allí, el bolo alimenticio continúa su camino hasta llegar al esófago. La acción de deglutir implica la intervención de diversos músculos que actúan de manera integrada.[1]​ Es una respuesta refleja desencadenada por impulsos aferentes de los nervios trigémino, glosofaríngeo y vago.

La deglución es uno de los actos instintivos del ser humano al nacer. En este mecanismo complejo intervienen coordinadamente estructuras de distintos sistemas, como el sistema digestivo, el sistema respiratorio y el sistema neurológico, entre otros. [2]

La fase voluntaria se produce una vez que los alimentos se encuentran preparados para la deglución. Entonces, la lengua comprime el bolo alimenticio contra el paladar y lo empuja voluntariamente hacia la faringe. Es decir, inicia por la acción voluntaria de juntar el alimento que ha sido masticado y propulsarlo hacia la faringe. A partir de esta fase, las demás son involuntarias.

Es la primera fase de la deglución, que es completamente consciente y voluntaria. Comprende la masticación de alimentos y la formación del bolo alimenticio, para lo que se necesita la propulsión de la lengua. Requiere de la indemnidad de la corteza cerebral, los nervios craneales V, VII y XII y del aparato masticatorio y la articulación temporomandibular o ATM, además de las estructuras musculares orales y linguales.

Esta fase puede ser alterada por la insuficiencia del estado de alerta del individuo, apraxias orolinguales (alteración del esquema mental del movimiento) y de insuficiencias musculares.

La fase oral se divide en:

a) Oral preparatoria: se lleva a cabo cuando preparamos el alimento mordiéndolo y masticándolo, para que sea transformado en una masa homogénea y, así, facilitar la deglución. Esta fase finaliza con la estabilización mandibular en oclusión dentaria.

b) Oral propulsiva: se caracteriza por una combinación de movimientos linguales de tipo ondulatorios y peristálticos que permiten el pasaje del bolo alimenticio desde su posición preparatoria en el dorso de la lengua hacia la entrada de la faringe.

Esta fase comienza con el paso del bolo alimenticio desde la base de la lengua hasta la pared faríngea posterior. El velo del paladar se eleva para cubrir las fosas nasales; la cavidad bucal se cierra, las cuerdas vocales se contraen y causan el cierre de la glotis. Inmediatamente los músculos faríngeos se retraen y causan el movimiento del bolo. La fuerza ocasionada por el movimiento del bolo hace que la epiglotis cubra la laringe para que el alimento no pase al tracto respiratorio. Luego el esfínter esofágico superior se relaja y permite que el bolo entre al esófago.

Esta fase es involuntaria y controlada por el centro de deglución en la médula oblongada, ya que los impulsos nerviosos para activar los reflejos de este proceso vienen directamente desde el centro de deglución hacia los eferentes en la faringe. Estos impulsos viajan por medio del nervio vago para activar directamente los músculos estriados requeridos y no hay intervención del sistema nervioso entérico en estos reflejos.

Comienza con la relajación del EES (duración menor de un segundo) como consecuencia de la llegada de la onda de contracción faríngea. Esta onda se produce como consecuencia de una inhibición no colinérgica ni adrenérgica que determina la relajación muscular (evidente a su llegada a la región esfinteriana), seguida de una onda de contracción del músculo circular. Esta onda de contracción o peristaltismo primario tiene una velocidad de progresión en la región anterior al EES de 9 a 25 cm/s. Al inicio del esófago baja a 3-4 cm/s, aumenta a 5 cm/s y después cae a 2 cm/s. El responsable de esta respuesta peristáltica es el sistema nervioso entérico, a diferencia de la región anterior al esfínter, donde son motoneuronas craneales. No obstante, no se descarta la participación del vago en la coordinación de dicho movimiento (reflejo vago vagal) con la Ach como estimulador mientérico de la contracción por detrás del bolo y no VIIP como transmisores mientéricos de relajación por delante del bolo. También parecen muy implicadas las células intersticiales de Cajal. Además de este tipo de movimiento se observa un acortamiento del esófago generado por la estimulación del músculo liso longitudinal.

El tiempo invertido en el tránsito depende de la naturaleza de los alimentos. Los líquidos tardan en atravesar el esófago unos tres segundos (la onda peristáltica tarda en recorrer el esófago unos ocho segundos), mientras que los sólidos invierten unos ocho segundos. También influye la gravedad. Junto a esta onda peristáltica primaria suelen aparecer ondas peristálticas secundarias en aquellos puntos del esófago donde se produce distensión. Las características de estas ondas son muy similares a la primaria y su origen es entérico.

En el mismo momento que se produce la relajación del EES, se produce en menos de un segundo una fuerte contracción del esfínter que vuelve después a los valores basales (cuyo significado es evitar el reflujo del bolo alimenticio). Coincidiendo con la relajación del EES, se produce la relajación del EEI, el cual se mantiene relajado hasta que llega la onda peristáltica. En esta región se genera una fuerte contracción de cierre que vuelve después a su valor de reposo y se evita así el reflujo gástrico. El contenido de la comida también influye en su forma; si es rica en proteínas acentúan más el tono. La presión en este esfínter se disminuye por VIP, secretina, CCK, NO, GIP y progesterona, y aumenta con la Ach, gastrina, motilina y la presión intraabdominal.

Una deglución incorrecta se engloba bajo el nombre de disfagia. La disfagia puede presentar síntomas como una masticación que se extiende demasiado en el tiempo, la expulsión involuntaria de saliva, el dolor en el momento de tragar, la regurgitación de la comida o la tos.[3]

Estos problemas pueden diagnosticarse mediante estudios médicos como la endoscopia gastrointestinal alta o esofagogastroduodenoscopia. [4]

Un inconveniente frecuente derivado de los problemas en la deglución es la toma de medicamentos.

Esta anomalía se da cuando, al tragar, los dientes de la arcada superior e inferior no están en contacto. Además, la lengua no se posiciona en el paladar sino entre los dientes de ambas arcadas. Al existir este problema de masticación el bolo alimenticio no se forma de manera correcta. Esto lleva a realizar un movimiento habitual con la cabeza, normalmente echándola hacia atrás para favorecer el paso del bolo a la faringe. [5]

Está relacionada muchas veces con alteraciones en el desarrollo de las estructuras orofaciales. Algunas de las amplias causas, además, tienen que ver con malos hábitos dentales con consecuencias negativas para la salud oral. También en la infancia existen costumbres que se pueden evitar en este sentido, como, por ejemplo, uso del biberón o del chupete a edades más avanzadas de lo recomendable (más allá de los 18 meses).

Existen alteraciones orgánicas que se presentan en el desarrollo anómalo de los huesos maxilares, lo cual genera problemas de mordida, por la ausencia de las piezas dentales debido a diversas causas: la caída temprana de los dientes anteriores temporales, la dificultad para mover la lengua (anquiloglosia), la limitación en el movimiento de la lengua debido a un frenillo lingual corto o a que esta tenga un tamaño superior en comparación con el resto de estructuras bucales (macroglosia) e hipotonía, es decir, reducción del tono de los músculos que inciden en el proceso de masticación.[6]

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