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Deus ex machina



Deus ex machina[1]​ es una locución latina que significa «el dios [que baja] de la máquina»,[2]traducción de la expresión griega «ἀπὸ μηχανῆς θεóς» (apò mēchanḗs theós). Se origina en el teatro griego y romano, cuando una grúa (machina) o cualquier otro medio mecánico introducía desde fuera del escenario a un actor que interpretaba a una deidad (deus) para resolver una situación o dar un giro a la trama.[3]

Actualmente se utiliza para referirse a un elemento externo que resuelve una historia sin seguir su lógica interna. Desde el punto de vista de la estructura de un guion, deus ex machina hace referencia a cualquier acontecimiento cuya causa viene impuesta por necesidades del propio guion, a fin de que mantenga lo que se espera de él desde un punto de vista del interés, de la comercialidad, de la estética o de cualquier otro factor, incurriendo en una falta de coherencia interna.[4]

El deus ex machina fue usado originalmente en el teatro griego, ya Esquilo y Sófocles lo usaron, aunque con moderación, el primero en Euménides y el segundo en su Filoctetes. No sería sino a partir de Eurípides cuando se convertiría en un recurso común en las obras helénicas usándolo en nueve de dieciocho obras conocidas y atribuidas a él.[5]

Ya en esa época se lanzaron críticas contra este recurso. Es famoso el reproche realizado por Aristóteles sobre la falta credibilidad del deus ex machina, al realizar un análisis de cómo debe ser la tragedia:

No es necesario investigar demasiado en los guiones para encontrar ejemplos de deus ex machina. Bien sea la llegada del héroe en el último momento, la inesperada carga de caballería, el oportuno eclipse, o la sorprendente necedad del villano perdiendo el tiempo al contarle los planes a los protagonistas, es muy difícil evitar la aparición de estos elementos. El motivo en general es simple: en muchos guiones, la trama es el hilo primario de creación al que se tienen que adaptar todos los demás elementos.

El principal problema de este tipo de acontecimientos es que, al percibirse la falta de coherencia interna, puede producir incomodidad, ya sea entre lectores, espectadores, o actores, dependiendo de la obra. La cantidad justa de causalidad impuesta por la narración es un ingrediente difícil de manejar para el guionista: por una parte, es un método fácil para obtener la trama deseada, pero también puede hacer que el conjunto no resulte creíble o que incluso roce en el absurdo.

Una de las formas de evitarlo es recurriendo a las técnicas narrativas conocidas como planting y pay-off. Planting es la introducción de un elemento o escena para desenlazarlo mediante un pay-off que lo vincula al primer elemento.[7]

Otra forma es demostrar o reconocer abiertamente lo improbable o azaroso que resulta. En la película Casablanca, tras un encuentro en un recóndito lugar del mundo, el propio protagonista exclama:[7]



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