La dictadura de los Hermanos Tinoco, Dictadura tinoquista o peliquista, o Dictadura de los Tinoco es el período histórico de Costa Rica en que se implantó la dictadura militar liderada autoritariamente por Federico Alberto Tinoco Granados como presidente de facto y su hermano José Joaquín Tinoco Granados como ministro de Guerra. Inició tras el golpe de Estado de Costa Rica de 1917 el 27 de enero de 1917 y culminó con la salida de Tinoco de Costa Rica hacia Francia el 13 de agosto de 1919 tres días después del asesinato de su hermano y tras una serie de insurrecciones armadas y masivas protestas civiles conocidas como la Revolución de Sapoá y el Movimiento cívico estudiantil de 1919.
Alfredo González Flores es designado presidente de Costa Rica por el voto del Congreso como estipulaba la Constitución entonces vigente tras el acuerdo político entre los candidatos que participaron en la elección de 1913 Máximo Fernández Alvarado y Carlos Durán Cartín. Poco después de iniciado su gobierno el 8 de mayo de 1917, da comienzo la I Guerra Mundial causando una grave crisis económica por la dependencia costarricense a la exportación de productos a las grandes potencias ahora en guerra.
González aplicó además una serie de medidas progresistas que generaron la ira de la poderosa oligarquía empresarial costarricense, incluyendo la creación del primer banco público (la banca era monopolio privado de la oligarguía) el Banco Internacional de Costa Rica, una reforma tributaria que gravaba con 15% el gran capital, la Ley de Catastro que buscaba cuantificar adecuadamente el valor de las propiedades y su veto a la concesión petrolera Pinto-Greulich suscrita entre el Secretario de Fomento Enrique Pinto y el magnate estadounidense Leo Greulich que permitiría a su compañía la West India Oil Company explotar los pozos petrolíferos costarricenses.
El descontento popular por la crisis económica y la furia por parte de las clases poderosas permitió al ministro de Marina de González, Federico Tinoco efectuar un golpe de estado el 27 de enero de 1917 con pleno apoyo (al menos originalmente) de la oligarquía, la Iglesia y el Ejército.
Pasado el golpe, Tinoco intentó darle legitimidad a su gobierno convocando a la elecciones presidenciales de 1917, aunque con él como candidato único y su partido, el Partido Peliquista (formado para sostener el régimen y único legal) como partido único. Convocó también a una Asamblea constituyente que discutió una nueva constitución redactada por una junta conformada por destacados expresidentes (aunque no todos los expresidentes aceptaron participar).
Terminado este proceso y promulgada la nueva constitución, el régimen convocó a elecciones para llenar los recién creados Senado y Cámara de Diputados de Costa Rica, aunque nuevamente los comicios se dieron en un ambiente de autoritarismo político y sin oposición.
La policía secreta creada por Cleto González Víquez para la seguridad interna se utilizó por Tinoco para reprimir a la oposición y aterrorizar a la población civil. Apodados «los esbirros» los agentes tinoquistas tenían bajo su labor identificar y arrestar a los opositores, aplicarles torturas y en algunos casos ejecutarlos.
El gobierno del presidente demócrata Woodrow Wilson se niega a reconocer al gobierno golpista e incluso bloquea la participación de Costa Rica en la I Guerra Mundial con la cual Tinoco buscó infructuosamente congraciarse con Washington.
No obstante, el bloqueo estadounidense y el apoyo de la administración Wilson a la oposición antitinoquista, sumado a la declaratoria de guerra que hizo Costa Rica al Imperio alemán, sirvió a Tinoco para justificar la aplicación de la ley marcial y encarcelar sin habeas corpus a cientos de opositores.
La presentación de dos polémicos proyectos de ley por parte de Tinoco; la restauración de la pena de muerte y la eliminación del voto directo comenzaron a restar apoyo al régimen. Hasta entonces la oposición había logrado hacerse oír mediante medios opositores como Diario de Costa Rica, Acción Social y El Liberal que fueron cerrados por el régimen incrementando la animadversión popular.
Las primeras manifestaciones antitinoquistas se realizaron entre el 12 y 13 de noviembre de 1918 en medio de las conmemoraciones por el fin de la guerra. El opositor Stewart Johnson incluso compara la derrota del Káiser alemán con la inminente derrota de Tinoco y se escuchan gritos de «¡muerte a Tinoco!» y «¡abajo el gobierno!». La policía reprime violentamente las manifestaciones.
El régimen tinoquista fue particularmente represivo. Además del cierre de medios opositores y el encarcelamiento de otros se llevaron a cabo torturas y ejecuciones extrajudiciales.
Los principales presidios de opositores fueron el Cuartel Bellavista y la Penitenciaria Central. Entre las torturas que se aplicaron se incluían azotes con «el palo» y la «verga» (un músculo secado al sol), el uso del cepo en dos variantes; la alta que dejaba los pies en suspenso causando cortaduras en cuello y muñecas y a veces la muerte, y el bajo que provocaba agotamiento por la incómoda posición. Además las celdas estaban en condiciones infrahumanas; sucias, con poca ventilación, húmedas, repletas de ratas, cucarachas y chinches, y un tipo particular de celda conocida como «el claustro» donde el preso no podía sentarse y moría por extenuación. Estos tormentos eran reservados para opositores políticos y presos indisciplinados.
Los hermanos Alfredo y Jorge Volio y el intelectual Rogelio Fernández Güell intentaron insurrecciones armadas contra Tinoco en el sur del país que fueron derrotadas. Güell fue asesinado junto a Carlos SanchosJeremías Garbanzo, Ricardo Rivera, Salvador Jiménez y Joaquín Porras en Buenos Aires por los esbirros. El docente salvadoreño Marcelino García Flamenco presencia el crimen y huye a Panamá donde denuncia los hechos a la prensa. Flamenco regresaría al país junto a otros jóvenes para intentar una malograda insurrección que fracasa en la llamada Batalla del Arriete el 19 de julio de 1919, y sería macheteado, arrastrado aun vivo por un caballo y rociado con querosén antes de ser incendiado vivo por los esbirros tinoquistas. Su muerte heroica aun se conmemora tanto en El Salvador como en Costa Rica especialmente en el cantón de La Cruz.
El asesinato de Marcelino incendió los ánimos y la indignación. Julio Acosta García lidera la oposición armada antitinoquista que se organiza desde Sapoá, Nicaragua y se conoce como «revolución de Sapoá», que aunada a las protestas populares desembocan en el asesinato de José Joaquín Tinoco y la hudía del país de Pelico Tinoco juntio a su familia e incondicionales. Tinoco moriría en el exilio el 7 de diciembre de 1937.
Depuesto Tinoco asume el poder Juan Bautista Quirós Segura, quien sin embargo sigue sin ser reconocido por Washington. Se abroga la constitución tinoquista restableciendo la Constitución Política de Costa Rica de 1871 y se convoca a elecciones generales que son ganadas fácilmente por el líder de la oposición antitinoquista Julio Acosta García del Partido Constitucional. Su contrincante fue el médico tinoquista y hermano del expresidente Bernardo Soto Alfaro, José María Soto Alfaro cuya candidatura no tenía posibilidades pero que permitió dar legitimidad a la elección de Acosta.
La figura de Tinoco pasó a convertirse en emblemática del autoritarismo y la dictadura y se convirtió en algo así como el villano de la historia costarricense, al punto de que incluso la presencia de su retrato en el Salón de Presidentes de la Asamblea Legislativa de Costa Rica ha sido polémica. Es prácticamente la única dictadura que recuerdan los costarricenses a pesar de la existencia de otros gobiernos autoritarios previos especialmente en el siglo XIX (Samuel Stone asegura que sólo dos gobiernos podrían considerarse genuinamente dictaduras en Costa Rica; el de Tomás Guardia y el de Tinoco). Aunque se dio una ruptura más del orden constitución con la guerra civil de 1948 el subsecuente gobierno de facto de José Figueres no suele considerarse dictadura por cuanto entregó el poder 18 meses después como fue pactado. Tinoco pasó a ser el único dictador de la historia costarricense en todo el siglo XX, algo inusual en Latinoamérica. Sin embargo, a diferencia de otras dictaduras como la dictadura militar de Chile, de Guatemala, de Argentina y de Uruguay, la dictadura de Tinoco y sus hechos no son estudiados ni conmemorados a fondo en la sociedad costarricense, quizás por su lejanía en el tiempo.
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