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Disolución de la Unión Soviética



La disolución de la Unión Soviética o la disolución de la URSS (en ruso распа́д Сове́тского Сою́заromanización raspád Sovétskogo Soyúza)[1]​ fue la desintegración de las estructuras políticas federales y el gobierno central de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que culminó con la independencia de las quince Repúblicas de la Unión Soviética entre el 11 de marzo de 1990 y el 25 de diciembre de 1991. El Tratado de Belavezha (en ruso, Беловежские соглашения, en bielorruso, Белавежскія пагадненні, en ucraniano, Біловезькі угоди) fue un acuerdo internacional firmado el 8 de diciembre de 1991 por los presidentes de la RSFS de Rusia, RSS de Ucrania y RSS de Bielorrusia (Borís Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkévich, respectivamente) en la reserva natural de Belovézhskaya Puscha.[2]​ La firma del Tratado fue comunicada por teléfono al presidente de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov por Stanislav Shushkévich.[3][4][5]​ Estos acuerdos declaran la disolución oficial de la URSS poniendo fin a la vigencia del Tratado de Creación de la URSS y el establecimiento de Estados en las antiguas Repúblicas de la Unión Soviética. La disolución del Estado socialista más grande del mundo también marcó el fin de la Guerra Fría.[6]

En resumen, en 1991 la Unión Soviética, que era la superpotencia del bloque socialista, se derrumbó económica y territorialmente debido a las reformas (Perestroika) llevadas a cabo por Mijaíl Gorbachov a la vista del colapso económico de la Unión Soviética, que consistían en pasar rápidamente de una economía planificada socialista para convertirse en una economía de mercado libre similar a China, a las cuales se oponía la parte más conservadora del Partido Comunista. Este rápido intento de transición provocó la dislocación de todo el entramado industrial y agrícola de la URSS, el país virtualmente se paralizó, la inflación se disparó y aumentó la pobreza y las consiguientes protestas sociales se canalizaron a través del nacionalismo.[6]

La desintegración de la Unión Soviética está claramente relacionada con el contexto surgido tras el fin de la Guerra Fría y la disolución de otros países del bloque oriental, como la disolución de Yugoslavia y la disolución de Checoslovaquia.[7]​ A diferencia de Checoslovaquia, no fue una disolución totalmente pacífica y prueba de ello es la existencia todavía de conflictos latentes, como los de Abjasia, Osetia del Sur, Nagorno Karabaj, Transnistria, Chechenia o Crimea. Pero a diferencia de Yugoslavia, tampoco degeneró en una guerra abierta, como fueron las Guerras Yugoslavas.[7]

Durante la última parte de los años 1980 se agudizaron ciertos problemas económicos en la Unión Soviética y, en un lapso relativamente corto, la economía de la Unión Soviética sufrió drásticos cambios. Con el fin de dejar de lado el estancamiento de la economía soviética, el líder soviético Gorbachov inició un proceso de apertura política (glásnost) y reestructuración económica (perestroika) en el que había sido un Estado totalitario unipartidista. Las Revoluciones de 1989 llevaron a la caída de los Estados socialistas aliados a la Unión Soviética, del llamado Bloque del Este, e incrementaron la presión sobre Gorbachov para implementar una mayor democracia y autonomía para las repúblicas constituyentes de la Unión Soviética.[6]

Bajo el liderazgo de Gorbachov, el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) introdujo elecciones directas, formó una nueva legislatura central y puso fin a la prohibición de partidos políticos. Las legislaturas de las repúblicas soviéticas empezaron a promulgar leyes que disminuyeron el control del gobierno central y ratificaron su soberanía. En 1989 Mijaíl Gorbachov declaró que los países miembros del Pacto de Varsovia podrían resolver libremente su porvenir.[6]

El 15 de marzo de 1990, Gorbachov es elegido presidente de la Unión Soviética en el III Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética. Gorbachov propone la firma de un Nuevo Tratado de la Unión para así salvar al país de la crisis. A pesar de los resultados del Referéndum de la Unión Soviética de 1991, Ucrania y Armenia, entre otras repúblicas, exigen su independencia mientras el resto apoya el Nuevo Tratado de la Unión. El 11 de julio de 1990, durante la celebración del XXVIII Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, Borís Yeltsin anuncia su baja en el PCUS.[8]​ En las elecciones presidenciales de junio de 1991 Borís Yeltsin, presentándose como independiente, saldría elegido presidente de la RSFS de Rusia.

El 12 de junio de 1990, el Congreso de los Diputados del Pueblo de la RSFS de Rusia aprobó la Declaración de Soberanía Estatal de la RSFS de Rusia.[9]​ El 16 de julio de 1990, la Rada Suprema de la RSS de Ucrania aprobó la Declaración de Soberanía Estatal de Ucrania.[10]​ En 1991 se reconoció la independencia de Estonia, Letonia y Lituania.[11]

Las crecientes reformas políticas llevaron a un grupo de miembros del gobierno y el Comité de Seguridad del Estado (KGB), encabezado entonces por Vladímir Kryuchkov, a intentar un golpe de Estado para derrocar a Gorbachov, el entonces Presidente de la Unión Soviética, y volver a establecer un régimen central autoritario en agosto de 1991. Si bien fue frustrado por las protestas populares recogidas por Borís Yeltsin, el entonces presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFS de Rusia), el intento de golpe aumentó el temor de que las reformas fueran revertidas. La mayoría de repúblicas soviéticas empezó a declarar su independencia absoluta.[6]

El 8 de diciembre de 1991, los presidentes de las repúblicas soviéticas de RSFS de Rusia, RSS de Ucrania y RSS de Bielorrusia se reunieron en secreto firmando el Tratado de Belavezha por el que se disolvía la Unión Soviética y se remplazaba por una forma de unión voluntaria conocida como la Comunidad de Estados Independientes (CEI); el 21 de diciembre en Almá-Atá, Kazajistán, los presidentes de 11 de las 15 repúblicas de la Unión Soviética (salvo Georgia y los Estados bálticos) ratificaron la creación de la CEI mediante la firma del Protocolo de Almá-Atá.[12][13]​ Cada vez más impotente frente a los eventos, Gorbachov renunció a su cargo y la Unión Soviética dejó de existir formalmente el 25 de diciembre de 1991.[14][15]​ El Soviet Supremo reconocería al día siguiente la extinción de la Unión,[16]​ disolviéndose y asumiendo Rusia los compromisos y la representación internacional del desaparecido Estado, siendo reconocida como el Estado sucesor de la Unión Soviética en el derecho internacional.[14]

Como ya se ha indicado, durante la última parte de los años 1980 se agudizaron ciertos problemas económicos en la URSS y en un lapso relativamente corto, la economía de la Unión Soviética sufrió drásticos cambios. Tanto en la URSS como en la mayor parte de países independientes, se instauraron políticas de transición relativamente rápida al capitalismo. Bajo esas políticas, todos ellos experimentaron severas contracciones de sus economías.[6]

Este colapso posterior a la disolución de la URSS ha recibido varias interpretaciones. Es cierto que en algunos sectores relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación, fuera de las aplicaciones militares, estaban relativamente poco desarrolladas. Esto afectaba particularmente a las telecomunicaciones y el tratamiento de la información. Muchos países tardarían prácticamente una década en recuperar los niveles previos existentes en los últimos años del régimen socialista.[6]

La disolución de la Unión Soviética fue una de las pérdidas territoriales más repentinas y dramáticas que haya acaecido a algún Estado en la historia. Entre 1990 y 1992, el Kremlin perdió el control directo sobre un tercio del territorio soviético (la mayor parte había sido adquirida entre 1547 y 1945) que albergaba alrededor de la mitad de la población soviética al momento de la desintegración.

Vladímir Putin se expresó acerca del desmantelamiento de la URSS de la siguiente manera:

La disolución de la Unión Soviética y la consecuente ruptura de lazos económicos tuvieron como consecuencia una severa crisis económica y una caída catastrófica de los niveles de vida en los años 1990, tanto en las antiguas repúblicas soviéticas como en todo el Bloque del Este, aún peor que con ocasión de la Gran Depresión.[19][20]​ Incluso antes de la crisis financiera rusa de 1998, el producto bruto interno de Rusia era la mitad de lo que había sido a inicios de los años 1990.[20]

En una carta fechada el 13 de diciembre de 1992, el presidente de la Federación de Rusia, Borís Yeltsin, informó al Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, que la membresía de la URSS en el Consejo de Seguridad y todos los demás organismos de la ONU serían continuadas por la Federación de Rusia, con el apoyo de los 11 miembros de la Comunidad de Estados Independientes.

Los otros catorce Estados independientes creados a partir de las antiguas repúblicas soviéticas fueron también admitidos en las Naciones Unidas:



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