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Educación diferenciada



La educación separada por sexos es un modelo educativo que separa a los alumnos por sexos, a diferencia de la educación mixta, el modelo mayoritario en los países occidentales.[1]

Los partidarios la denominan educación diferenciada,[2]​ y argumentan que con la separación se facilitan las mejores oportunidades para cada sexo, tratando específicamente a cada uno.[3]​ Con frecuencia eso supone la diferenciación por sexos de todas o algunas de las clases, aun manteniéndose un mismo currículo para niños y niñas. En cambio los detractores la denominan educación segregada, ya que la consideran discriminatoria y sexista.[4]

Según la socióloga Marina Subirats los que defienden la educación separada por sexos recurren básicamente a dos tipos de argumentaciones:[5]

En cuanto al primer argumento, en España, la autora más conocida por sus escritos teóricos sobre la superioridad de la escuela diferenciada es María Calvo Charro, profesora de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III. Su razonamiento básico es el siguiente: «Sería ideal que el modelo mixto huyera del igualitarismo neutralizante de los sexos. Pero es muy difícil. Si se enseña de manera razonada, lenta y analítica, las niñas se aburren; mientras que si se enseña de manera explícita y ágil, son los niños los que se pierden. El ritmo de maduración y desarrollo en los varones es mucho más lento que el de las niñas. Solucionar eso es muy complicado».[6]​ En una entrevista lo explicó de forma más detallada:[7]

En apoyo de sus tesis recurren a las conclusiones de determinados estudios de psicología:

El segundo tipo de argumentos se basan en la afirmación de que la educación diferenciada permite alcanzar un mejor rendimiento escolar y un mejor aprendizaje a los niños y a las niñas. María Calvo también ha recurrido a este segundo tipo de argumentos para defender la educación diferenciada:[8]

En Estados Unidos los que defienden la educación diferenciada afirman que lo importante no es la igualdad «formal» sino la «sustancial», es decir, buscar igualar los resultados docentes.[9]

Por otro lado, los defensores de la educación diferenciada, sostienen que la posibilidad de optar por la educación separada que se ofrece a los padres sería enriquecedora y, al proporcionar varios modelos educativos, más democrática.[10]​ En este sentido a mediados de la década de 2000, el primer ministro de Escocia, Jack McConnell, se habría mostrado a favor de la experimentación con clases de un solo sexo.[11]

Los que se oponen a la «educación segregada» y defienden la educación mixta afirman que «falta aun mucho para un conocimiento completo y exhaustivo del funcionamiento y desarrollo cerebral de los humanos» para que basemos en ello la separación de niños y niñas, y de que, por otro lado, de las diferencias biológicas «no tiene porqué derivarse la afirmación de destinos sociales diferentes». «El estudio del cerebro y la detección de las diferencias de funcionamiento no implican condiciones que hagan imposible un aprendizaje compartido». «Ya desde la biología ha quedado claro que ésta no es independiente del entorno, y que los estímulos sociales moldean nuestros comportamientos y hábitos favoreciendo o dificultando el desarrollo de determinadas capacidades».[12]

En cuanto al argumento de que las niñas y los niños obtienen mejores rendimientos académicos en escuelas separadas, los defensores del mantenimiento de la coeducación, llaman la atención de que en lo que se refiere a las escuelas de chicas, hay que tener en cuenta que «a menudo este tipo de escuelas se han creado como centros destinados a mujeres de clase alta, y son centros que cuentan con unos recursos y un profesorado por encima de lo común, además de unas alumnas procedentes de familias de un nivel cultural muy alto», lo que explicaría sus mejores rendimientos en matemáticas, por ejemplo.[13]

Sobre el argumento de que en la educación mixta se da un mayor grado de violencia que en la segregada, los detractores de la educación segregada destacan «la diferente percepción que chicos y chicas tienen de la violencia en los centros educativos». «Determinados tipos de gestos y actitudes no son considerados violentos por los chicos: constituyen, de hecho, su forma normal de relacionarse, casi un juego, dado que los besos o abrazos están culturalmente proscritos para ellos, al generar de inmediato la sospecha de poca virilidad; los mismos gestos son leídos en cambio por las chicas como violentos: las expresiones de camaradería o de cariño suelen tomar entre ellas unas formas distintas, y los golpes, patadas, insultos, provocaciones, son interpretados como formas de agresión, no como expresiones de un vínculo afectivo».[14]

Para Marina Subirats, socióloga de la educación partidaria de la coeducación, «los intentos de regreso a una escuela segregada» responden a «una reacción contra los avances de las mujeres y los cambios que ellos han generado en la sociedad. Reacción que vemos aparecer en distintos ámbitos en este momento, pero que parece tener especial virulencia en las grandes religiones, y especialmente en la Iglesia Católica y en el Islam».[15]​ Marina Subirats concluye defendiendo la coeducación «más que nunca»:[16]

Los detractores de la educación diferenciada basan su apoyo a la coeducación en que fomenta «la igualdad efectiva entre hombres y mujeres». De esta forma, sostienen que las diferencias cognitivas entre hombres y mujeres no son superiores a las que existen en relación con cualquier otro grupo en una sociedad cada vez más diversa, por lo que la educación separada por sexos sería igual de retrógrada que tener escuelas para inmigrantes, para hijos de familias monoparentales o para discapacitados.

Por otra parte, se sostiene que la educación en la heterogeneidad (cualquiera que sea la razón para la diversidad) es beneficiosa, al tratarse de la heterogeneidad que encontrarán en su vida diaria. También se argumenta que la educación separada puede dificultar la naturalidad en las relaciones entre sexos. Finalmente, se afirma que no es la opción preferida por los propios alumnos.

El sistema educativo franquista estableció la estricta separación de los niños y las niñas en la escuela y su formación diferenciada. En una Orden del 1 de mayo de 1939 se decía que el «sistema pedagógico de coeducación» era «contrario enteramente a los principios religiosos del Glorioso Movimiento Nacional y, por tanto, de imprescindible supresión por antipedagógico y antieducativo para que la educación de los niños y las niñas responda a los principios de sana moral y esté de acuerdo con todos los postulados de nuestra gloriosa tradición».[17]​ El artículo 14º de la Ley de Enseñanza Primaria de 1945 volvía a insistir en lo mismo: «El Estado por razones de orden moral y de eficacia pedagógica, prescribe la separación de sexos y la formación peculiar de niños y niñas en la educación primaria». Y el artículo 11 de esa misma ley establecía la educación diferenciada para los niños y las niñas: «La educación primaria femenina preparará especialmente para la vida del hogar, artesanía e industrias domésticas».[17]

Como destacó la socióloga Marina Subirats, «la escuela franquista estuvo marcada, desde sus orígenes, por su antifeminismo profundo, que hay que entender en relación al papel atribuido a la mujer y al conjunto de rasgos ideológicos del régimen». Así la educación de las niñas en la escuela franquista se caracterizó por un «nivel educativo inferior al de los niños», por una «educación ‘diferente’, encaminada a que asuman su rol de ama de casa»; por la «desvalorización continua de su espontaneidad y su modo de ser, puesto que, haga lo que haga, la niña es considerada por definición [en negrita en el original], inferior al niño, que constituye el modelo general del individuo».[17]​ La separación de sexos implicó también la introducción de asignaturas especiales para las niñas siguiendo el criterio establecido en una Orden de marzo de 1938, todavía en plena guerra civil española: «En las escuelas de niñas brillará la femineidad más rotunda, procurando las maestras, con labores y enseñanzas apropiadas al hogar, dar carácter a sus escuelas, tendiendo a una contribución práctica a favor de nuestro glorioso ejército». La separación de sexos también afectó al profesorado que sólo podrá impartir clases a alumnos de su mismo sexo.[18]​ En el preámbulo de la Ley de 20 de septiembre de 1938 por la que se establecía un nuevo Bachillerato se señalaba como uno de los síntomas de decadencia el «afeminamiento» contrapuesto al «viril heroísmo de la juventud en acción».[17]

En la transición democrática se volvió a la educación integrada de los niños y de las niñas, como ya había iniciado la República —en el año 1936 aproximadamente un 30% de las escuelas públicas eran ya de niñas y niños, pero la guerra impidió completar ese proceso—[19]​, y la coeducación se convirtió en uno de los principios del sistema educativo español. Sin embargo, algunos colegios vinculados a organizaciones religiosas como el Opus Dei mantuvieron la educación diferenciada entre los dos sexos.[19]​ Con el segundo gobierno de José María Aznar (2000-2004) comenzaron a recibir subvenciones del Estado, al eliminarse la separación por sexos como una de las causas de la exclusión de los conciertos educativos.[20]​ Los conciertos con este tipo de colegios quedaron expresamente reconocidos en la LOMCE de 2013, aprobada únicamente con los votos del Partido Popular aprovechando la mayoría absoluta de la que disfrutaba en el Congreso de los Diputados. El PSOE, principal partido de la oposición, presentó un recurso de inconstitucionalidad pero el Tribunal Constitucional en una sentencia del 10 de abril de 2018 consideró constitucional la educación separada por sexos, por lo que los centros educativos que la impartían podían seguir recibiendo subvenciones del Estado.[21]​ Sin embargo, la LOMLOE, aprobada en diciembre de 2020 con los votos de los partidos nacionalistas y de los partidos de izquierda (PSOE y Unidas Podemos, que habían formado un gobierno de coalición presidido por el socialista Pedro Sánchez), prohibió expresamente que los colegios «segregados» pudieran recibir dinero público.[22]​ El Partido Popular (PP), entonces en la oposición, anunció que iba a presentar un recurso de inconstitucionalidad contra la LOMLOE. El partido de ultraderecha Vox tomó la misma iniciativa.[23]



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