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Emilia Serrano de Wilson



¿Qué día cumple años Emilia Serrano de Wilson?

Emilia Serrano de Wilson cumple los años el 3 de enero.


¿Qué día nació Emilia Serrano de Wilson?

Emilia Serrano de Wilson nació el día 3 de enero de 1834.


¿Cuántos años tiene Emilia Serrano de Wilson?

La edad actual es 190 años. Emilia Serrano de Wilson cumplió 190 años el 3 de enero de este año.


¿De qué signo es Emilia Serrano de Wilson?

Emilia Serrano de Wilson es del signo de Capricornio.


¿Dónde nació Emilia Serrano de Wilson?

Emilia Serrano de Wilson nació en Granada.


Emilia Serrano de Wilson (Granada, 3 de enero de 1834? - Barcelona, 1 de enero de 1923), conocida también como Emilia Serrano de Tornel, de soltera Emilia Serrano García fue una escritora y periodista, gran viajera por el continente americano, que mantuvo correspondencia con importantes escritores de la época, siendo imprescindibles sus cartas para el conocimiento de la vida literaria del siglo XIX.[1]

Nació en Granada, probablemente en 1834, aunque en algunos lugares figura 1843.[2]​ Sus padres, María Purificación García Cano y Ramón Serrano García, que procedían de familias acomodadas de Valladolid, se encontraban allí, porque probablemente Serrano había sido enviado en apoyo de la reina regente María Cristina de Borbón, a la que eran afín, en esa ciudad. Serrano había sido oficial de la Guardia de Corps del rey Fernando VII.[3]

La familia se trasladó a vivir a París, acompañando en el exilio a la reina regente, y allí Serrano empezó sus estudios en el Colegio del Sagrado Corazón. Mostró desde un principio una gran afición a la lectura, por lo que sus compañeras de colegio la apodaron Madame Minerva; a los catorce años ya publicaba poemas y escribía en distintas revistas.[3]

La proximidad con la familia real, hizo que al padre, Ramón Serrano García, lo incluyeran en el cuerpo diplomático de Isabel II, lo que facilitó a toda familia la posibilidad de viajar por Europa, y a la hija que pudiera completar su formación con el dominio de varios idiomas.[3]

La llegada a París de José Zorrilla propició el encuentro con la joven Serrano García, ya que conocía a sus padres de Valladolid. A Zorrilla le llamó la atención su talento y estrechó su relación con la familia Serrano, acudiendo con frecuencia a su casa a recitarles poemas. El poeta la convirtió en su Leila particular, inspirándole versos y dedicándole algunas obras. Serrano García se mostraba receptiva a los galanteos del poeta, por lo que la familia, ya que Zorrilla estaba casado, intentó apartar a la joven de él, llevándosela de viaje. Fue el tiempo en que el poeta escribió La Rosa de Alejandría y la Serenata a Leila, ambos libros inspirados y dedicados a la joven.[3]

La joven se prometió, con tan solo catorce años, a Heinrich Wilson, un barón inglés de origen alemán, con el que posteriormente contrajo matrimonio. No obstante, Zorrilla seguía frecuentándola y finalmente Serrano García dio a luz una niña a la que bautizaron como Margarita Aurora, que según declaró la propia Serrano, en 1918 al biógrafo de Zorrilla, Narciso Alonso Cortés, fue fruto de su relación con el poeta. Zorrilla marchó a México en 1855, pero ese mismo año le dedicó otra obra: Leila (La flor de los recuerdos). El día de la despedida, Emilia acudió al muelle con la niña en brazos. Tiempo después le remitió una fotografía, que Zorrilla guardó durante toda su vida y apareció en su escritorio cuando falleció en 1893. La fotografía se la había hecho el año 1854, cuando presuntamente la dejó embarazada.[3]

El Barón de Wilson falleció a los tres años de matrimonio. Serrano García, que contaba 18 años, recibió en herencia el apellido de su marido, pasó a llamarse de Wilson, y una considerable fortuna. Poco tiempo después falleció la pequeña Margarita Aurora.[3]

Serrano García, mujer culta y de buena posición social, había tenido ocasión de conocer personalmente a algunos escritores, que luego serían sus colaboradores: Alfonso de Lamartine, Alejandro Dumas o Francisco Martínez de la Rosa. Tras ser redactora de El Eco Hispano-Americano, fundó la Revista del Nuevo Mundo, apoyada políticamente por el barón de Guilmaud, y dirigió en Madrid la revista La Caprichosa y más tarde La Nueva Caprichosa.[1]​ T

Con el pretexto de distraerse, tras la muerte de la hija, Serrano y su madre comenzaron a viajar por Europa, acrecentándose en ella su vocación de escritora. Fue entonces, al recalar en Madrid, cuando fundó La Caprichosa y publicó todo tipo de crónicas en periódicos de París y Madrid. Empezó a sonar el nombre de una mujer escritora-periodista. No era habitual que la mujer fuese aceptada en el mundo del periodismo, pero Serrano contaba con buenos apoyos. Firmó con su nombre, pero también como Baronesa de Wilson, Gil Paz, Leila, Leilach, Manuel Lescano y Angulo, In Nova, etc.[3]

Entre 1859 y 1860 su madre y ella viajaron por Galicia y Andalucía. Recalaron en Granada, quizás por vez primera desde que se ausentaron en 1840. En Granada dio a conocer el himno guerrero La Granadina, compuesto para arengar a las tropas españolas en la guerra contra Marruecos (1859-60) emprendida por O´Donnell. Serrano vindicó entonces su nacimientos granadino.[3]

Coincidiendo con esta etapa también, en los años finales de la década de los cincuenta y primeros de los sesenta, tuvo un fecundo periodo creativo, publicando obras de casi todos los géneros literarios: el poema en verso Las siete palabras de Cristo en la Cruz (1858), la novela El ángel de la paz (1859), el poema en verso El camino de la Cruz (1859), el poema histórico Alfonso el Grande (1860), el ensayo educativo femenino Almacén de las señoritas (1860), dos libros de viajes, Manual, o sea Guía de los viajeros en Francia y Bélgica (1860) y Manual, o sea Guía de los viajeros en Inglaterra, Escocia e Irlanda... para uso de los americanos (1860) y la leyenda histórica ¡¡Pobre Ana!! (1861).[1]

En 1865, tras el fallecimiento de su madre, viuda y sola, encontró el momento oportuno para cumplir sus sueños de adolescente de viajar a América. Se embarcó rumbo a Buenos Aires dispuesta a vivir experiencias y a escribir sobre América, sus gentes y, sobre todo, sus mujeres anónimas. Siguió viajando por distintos países de América, desde Canadá a la Patagonia, durante treinta años. Hizo un total de seis travesías entre Europa y América y vivió en América periodos que sumaron más de catorce años, que alternó con periodos en Europa. No viajaba como una mera turista, sino que trataba de conocer los países a fondo. Conoció y se codeó con la mayoría de presidentes de las jóvenes repúblicas americanas; estudió su historia, sus costumbres, sus personajes y los hechos más importantes, y todo ello lo fue publicando en la prensa europea. Gracias a ella comenzaron a conocerse muchas características americanas en Europa.[3]

Entre los libros que salieron de su pluma en relación con estos viajes, pueden citarse: La ley del progreso. Páginas de instrucción pública para los pueblos sud-americanos (1880), Una página en América. Apuntes de Guayaquil a Quito (1880), Americanos célebres (1888), América y sus mujeres (1890), De Barcelona a México (1891), América en fin de siglo (1897), El mundo literario americano (1903) y Maravillas americanas (1910).[1]

Alternó viajes por Europa, visitó en París a la reina Isabel II, que estaba en el exilio tras la Revolución de 1868 y de vuelta a Sevilla, tiene ocasión de conocer a la escritora Fernán Caballero. Entre tanto, siguió publicando libros de creación literaria, entre ellos: La familia de Gaspar (1867), El ramillete de pensamientos (1868), La senda del deber (1869), Sembrar para recoger (1870), El árbol sano y el vicioso, o Rosas y abrojos (1870) o La miseria de los ricos (Historia de dos millones) (1872).

En 1873 instaló su residencia en Madrid, donde colaboró en revistas como La Guirnalda, asistiendo además a las reuniones de la sociedad femenina Las Hijas del Sol, que presidía la condesa de Priegue. En 1874 contrajo matrimonio en segundas nupcias con el doctor Antonio García Tornel, cuyo apellido unió a su firma. Así, publicó sus obras como Emilia Serrano de Tornel, o bien como Baronesa de Wilson, título que continuó utilizando toda su vida.

Mientras alternaba viajes por Europa y América fue publicando nuevas obras: Los pordioseros del frac (1875), Leyenda árabe (1883), Del cielo a la tierra (1896), Las perlas del corazón (1911), Cuatemoc o el Mártir de Izancanac. Novela histórica, etc.[1]

Además, llevó a cabo abundantes traducciones, sobre todo de autores franceses. Sus numerosísimas colaboraciones en revistas, periódicos y obras colectivas resultarían imposibles de enumerar, destacándose las de El Eco Ferrolano, El Último Figurín, El Correo de la Moda, Las Hijas del Sol, La Primera Edad, El Gato Negro, La Ilustración Artística y Álbum Salón. También fue socia de honor de diversas instituciones, como la Sociedad de Escritores y Artistas de Madrid, la Unión Iberoamericana, la Casa de América de Barcelona, la Academia de Declamación y Bellas Letras de Málaga, el Ateneo de Lima, etc. Fue, asimismo, distinguida con numerosos galardones, entre los que se podrían mencionar la Medalla de Oro de la Cruz Roja o la distinción de Comendadora de la Orden del Libertador Bolívar, en Venezuela.[1]

Mantuvo correspondencia con numerosos escritores, entre ellos Guillermo Fernández Shaw, [4]Juan Eugenio Hartzenbusch,[5]Pedro Antonio de Alarcón,[6]​ etc.

A finales de los ochenta fijo su residencia en Barcelona, donde siguió trabajando hasta el último momento. De hecho, algunos de sus últimos artículos se publicaron meses antes de su muerte en la revista sevillana La Semana Gráfica. El fallecimiento se produjo el 1 de enero de 1923, a consecuencia de una bronquitis crónica.[1]

Entre su prolija obra, que se destaca en el cuerpo del artículo, sobresale América y sus mujeres es su libro más conocido, un libro propio de la literatura de viajes de su época. En él cuenta sus viajes en Brasil, Uruguay, Argentina, Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, México, Venezuela, Chile, Panamá, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Canadá, Estados Unidos, etc. sobre todo sus encuentros con los hombres de esos lugares y, sobre todo, con las mujeres más importantes de todos esos países, aunque también con los indígenas y campesinos. En él anotó y dejó constancia de las costumbres, industrias, edificios, monumentos, vegetación, alimentación, paisajes, fauna, transportes, etnias, historia y pensamientos de los lugares que visitó.



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