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Emisiones de CO2



Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) tienen dos orígenes, naturales y antropogénicas, teniendo estas últimas un fuerte crecimiento en las últimas décadas (ver IPCC). La concentración actual de CO2 en el aire oscila alrededor de 416 ppm (2020), o 0,0415%, con algunas variaciones día-noche, estacionales (por la parte antrópica) y con picos de contaminación localizados. El contenido de CO2 nunca ha sido tan elevado desde hace 2,1 millones de años.[1]

La concentración de CO2 en la atmósfera está aumentando desde finales del siglo XIX y el ritmo de aumento se aceleró a finales del siglo XX, pasando de 0,5 ppm/año en 1960 a 2 ppm/año en año 2000 (valor mínimo de 0,43 en 1992 y máximo de 3 ppm en 1998). Desde 2000, la tasa anual de aumento apenas ha cambiado.[2]

Las emisiones antropogénicas mundiales están aumentando cada año: en 2007 las emisiones de CO2 eran 2,0 veces mayores que en 1971.[3]​En 1990 fueron emitidas 20.878 Gt/año de CO2 y en 2005 (26.402), o sea un aumento del 1,7% por año durante este período. La combustión de un litro de gasolina genera 2.3 kg de CO2[4]​ y la de un litro de gasóleo 2,6 kg de CO2.

A pesar de la entrada en vigor del Protocolo de Kioto en algunos países en la década de 1990, las emisiones de dióxido de carbono han seguido aumentando.[5]​En 2008, los países «menos desarrollados» representaron más del 50% de las emisiones mundiales. Estos países representan el 80% de la población mundial pero solo fueron con el 20% de las emisiones desde 1751 a 2007...

Debido al incumplimiento del Protocolo de Kioto en 2009 se realizó la Cumbre de Copenhague, Conferencia sobre el cambio climático de la ONU 2009, donde participaron 119 líderes mundiales con el objetivo de llegar a acuerdos realistas sobre el cambio climático y emisiones de CO2 [6]

Según la Agencia Internacional de Energía, las emisiones de CO2 aumentarán el 130% de aquí a 2050.[7]​La inversión necesaria para reducir a la mitad las emisiones y desarrollar una "revolución internacional de las tecnologías energéticas" se elevaría a 45.000 millones de dólares de aquí a 2050.

Además del hecho de que las emisiones de CO2 generalmente van acompañadas por diversas emisiones de hollín, humo, metales pesados y otros contaminantes que afectan a la mayoría de los organismos vivos, las nanopartículas tienen efectos muy poco estudiados aún, pero parecen ser importantes.

En los animales de sangre caliente: el CO2, a diferencia del monóxido de carbono (CO), no es tóxico en dosis bajas, pero mata por asfixia a partir de un cierto umbral y de una cierta duración a la exposición. Sus propiedades químicas lo hacen capaz de atravesar rápidamente muchos tipos de membranas biológicas (es aproximadamente 20 veces más soluble en los fluidos del cuerpo humano que el oxígeno). Por lo tanto, produce efectos rápidos en el sistema nervioso central.

En los humanos: el CO2 solo es tóxico en altas concentraciones.[8][9][10]

Nuestro sistema respiratorio y circulatorio es muy sensible al CO2: un pequeño incremento en la concentración de CO2 en el aire inspirado, acelera casi inmediatamente el ritmo respiratorio, que es normalmente de 7 litros por minuto (con el 0,03% de CO2 en el aire inspirado), y que pasa a 26 litros/minuto (con el 5% de CO2 en el aire inspirado).

En las plantas: a dosis bajas, el CO2 estimula el crecimiento, pero los experimentos en el invernadero y en un entorno natural enriquecido en CO2 han demostrado que esto es válido sólo hasta un cierto límite, más allá del cual el crecimiento se mantiene relativamente estable o disminuye. Este umbral varía según las especies vegetales consideradas. No se sabe si este efecto es duradero. Después de unos años, fenómenos de acidificación del medio ambiente podrían posiblemente actuar en la dirección opuesta.[11]

Las emisiones de CO2 causadas por el hombre suelen tener unas fuentes bastante obvias, siendo estas los medios de transporte que utilizan derivados del petróleo como combustible (como por ejemplo aviones, automóviles, camiones, motocicletas, etc.), también están las grandes industrias y fábricas, aunque se estima que la contaminación atmosférica que producen los vehículos es mayor

Por el lado de la naturaleza, las mayores emisiones de CO2 se dan cuando hay incendios forestales, y también durante erupciones volcánicas, sobre todo las que tuvieron ciertos volcanes hace millones de años, llegando a cambiar el clima de la Tierra. Obviamente todo esto acarrea consecuencias. ¿Cuáles son? Principalmente dos: -Contaminación de los océanos, lo que lleva a la acidificación del mar, afectando así a muchas especies. -Contaminación atmosférica, lo que deriva en el efecto invernadero.[12]

Según el New York Times, «China va a suplantar a los Estados Unidos como el mayor emisor de CO2 antes de 2009»,[13]​debido principalmente a la proliferación de centrales eléctricas alimentadas con carbón.

Sin embargo también es el país más poblado del mundo y su tasa de CO2 por habitante es muy inferior a la de los Estados Unidos, Canadá, Australia, los Países Bajos así como de Rusia y de Alemania.

El conjunto de los océanos absorbe un tercio de las emisiones humanas de CO2. Así se convirtieron en parte del medio ambiente marino 9x109 de toneladas de CO2 en 2004, y desde el comienzo de la era industrial, un total de 120x109 de toneladas de CO2 procedentes de la combustión de combustibles fósiles. Consecuencias de emisiones de CO2 en los medios marinos

El aporte masivo de CO2 en los océanos provoca una disminución del pH del agua haciéndola más ácida, disminuyendo la concentración de carbonatos, y afectando al ecosistema marino, ya que es uno de los componentes esenciales en la fabricación del carbonato de calcio utilizado por crustáceos y moluscos para fabricar su exoesqueleto calcáreo.

La acidificación del mar tiene un efecto inmediato en diversas especies. La decoloración de los corales está vinculada a una disminución de la calcificación, pero también en el Atlántico Norte la explosión de los cocolitóforos bajo el efecto de la luz primaveral debida a una mayor presión de CO2. Peor aún, la acidificación tiene un efecto mayor en el agua fría que en los mares cálidos; en la peor situación, a finales del siglo la calcificación llegaría a ser imposible en el Océano Austral y en la costa de la Antártida, haciendo imposible la fabricación de aragonita, una forma de piedra caliza encontrada en la concha de los gastropodos, que constituyen la dieta básica del zooplancton, él mismo un alimento básico de muchos peces y mamíferos marinos.

Una de las consecuencias del calentamiento global podría bloquear (o ralentizar) la circulación oceánica. Si las corrientes oceánicas se paran, las capas superficiales de agua se saturarán de CO2 y no podrán capturarlo como en la actualidad. Peor aún, la cantidad de CO2 que puede absorber un litro de agua disminuye, a medida que se calienta el agua. Por lo tanto, el CO2 atmosférico podría acumularse más rápidamente si el agua de los océanos no circulara según las pautas actuales. Sin embargo, la hipótesis de una interrupción de determinadas corrientes oceánicas se considera como «muy improbable» en el informe de 2007 de los expertos del IPCC.

La Agencia de los Países Bajos para el Control del Medio Ambiente ha hecho una estimación inicial de 31,6 millones de toneladas de CO2 lanzadas en 2008, incluyendo 7,55 millones de China y 5,69 millones de los Estados Unidos (en disminución a causa de la crisis).

Varios factores explican la importancia de las emisiones de CO2 de los Estados Unidos:

El rápido desarrollo industrial y urbano de China provoca un aumento de la contaminación del aire, especialmente en las grandes aglomeraciones urbanas del país. China emite más CO2 (6,2 Gt), que los Estados Unidos desde 2006 (5,8 Gt).[15]

China es también un país en desarrollo. Considera, de acuerdo con otros países, que son los países desarrollados los que deben actuar con prioridad, ya que tienen una responsabilidad histórica en el aumento de las concentraciones actuales de gases de efecto invernadero (ver Protocolo de Kioto).

El país produjo en 2007 un 3% de las emisiones mundiales de CO2.

En junio de 2008, Alemania aprobó la segunda parte de su plan sobre el clima, un programa integral para reducir en un 40% sus emisiones de CO2 en 2020, en comparación con las de 1990. Esta serie de medidas, centradas principalmente en la economía energética y una apuesta decidida en favor de las energías renovables, se resume en las siguientes:

La reforma del impuesto de matriculación está aplazada hasta el 2010. De hecho, el gobierno dijo que la barrera del 20% se alcanzó en el 2008, pero el plan presentado en el estado actual permitirá una reducción del 35%.

Pasan a través de la sensibilización, educación y formación, con el objetivo de un comportamiento más sobrio y racional de todos y cada uno. Las subvenciones, los bonos, o los sistemas voluntarios de medidas compensatorias, o las medidas restauradoras o de conservación, posiblemente basadas en sistemas de ecotasas son las herramientas más utilizadas en los años 1990 a 2005. Los enfoques varían: la donación, las compensaciones de carbono voluntario, apoyo al comportamiento y al consumo sostenible y la asignación de los créditos de carbono (sistema de cuotas).[16]
Las cuotas y el mercado de los derechos de contaminación son más recientes. Se basan en los mecanismos «clásicos» de la economía y del mercado. Programas de tarjetas individuales se están estudiando o probado localmente.[17]​ Consisten en medir el impacto medioambiental de los individuos, animándoles a atenuarlo o reducirlo por completo (en términos de valoración global) a través de medidas compensatorias. Estas tarjetas contabilizan generalmente (cuantitativa y eventualmente cualitativamente) las emisiones de personales, para alentar al individuo, por instrumentos financieros (premios, prima, multa por importe de la cuota de emisiones de gases de efecto invernadero en la huella ecológica individual...). En el año 2009 docenas de tarjetas de crédito han podido proporcionar un seguimiento más detallado de las emisiones, con donaciones voluntarias compensatorias a algunas ONG.

Varios países (incluyendo EE. UU.) controlan la tasa real de CO2 de sus atmósferas, a sabiendas de que no expresa la contribución del país, sino de la de todo el planeta y la de las actividades humanas. Estas medidas son poco frecuentes en Europa.

La tasa de CO2, así como la de dioxígeno no se miden por los sistemas de alerta y de medición, cuyos sensores están generalmente colocados verticalmente para evitar el vandalismo.

En 1999, el Protocolo de Kioto, firmado por todos los países excepto Estados Unidos, estableció un calendario para reducir las emisiones de este gas.

http://www1.hcdn.gov.ar/proyxml/expediente.asp?fundamentos=si&numexp=2004-D-2013

http://es.goldenmap.com/Emisiones_de_CO2

http://es.cyclopaedia.net/info/Emisiones-de-dioxido-de-carbono (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última).



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