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Especies (biología)



En taxonomía, se denomina especie (del latín species) a la unidad básica de clasificación biológica. Una especie es un conjunto de organismos o poblaciones naturales capaces de entrecruzarse y producir una descendencia fértil, aunque —en principio— no con miembros de poblaciones pertenecientes a otras especies. En muchos casos los individuos que se separan de la población original y se aíslan del resto pueden alcanzar una diferenciación suficiente como para convertirse en una nueva especie, por lo tanto, el aislamiento reproductivo respecto de otras poblaciones es crucial. En definitiva, una especie es un grupo de organismos reproductivamente homogéneo, aunque muy cambiante a lo largo del tiempo y del espacio.

Mientras que en muchos casos esta definición es adecuada, es a menudo difícil demostrar si dos poblaciones pueden cruzarse y dar descendientes fértiles (por ejemplo, muchos organismos no pueden mantenerse en laboratorio suficiente tiempo). Además de que es imposible aplicarla a organismos que no se reproducen sexualmente (como las bacterias u organismos extintos conocidos solo por sus fósiles). En la actualidad suelen aplicarse técnicas moleculares, como las basadas en la semejanza del ADN.

Los nombres comunes de las plantas y los animales corresponden algunas veces con su respectiva especie biológica (por ejemplo, «león», «morsa» y «árbol del alcanfor»), pero con mucha frecuencia no es así: por ejemplo, la palabra pato se refiere a una veintena de especies de diversos géneros, como el pato doméstico. Por ello, para la denominación de las especies se utiliza la nomenclatura binomial, mediante la cual cada especie queda inequívocamente definida con dos palabras —por ejemplo Homo sapiens, la especie humana—. En esta nomenclatura, el primer término corresponde al género: el rango taxonómico superior en el que se pueden agrupar las especies.

La determinación de los límites de una especie es puramente subjetiva y, por tanto, expuesta a la interpretación personal. Algunos conceptos usuales son antiquísimos, muy anteriores al establecimiento científico de esta categoría taxonómica. Por el contrario, existen otros de límites muy vagos, en los cuales los sistemáticos están en completo desacuerdo. Si las especies fueran inmutables, se podría definir fácilmente cada una de ellas diciendo que es el conjunto de individuos (que fueron, que son y que serán, de no extinguirse) de caracteres cualitativamente idénticos. Una entidad así determinada no es realmente una especie, sino lo que usualmente se llama una línea pura o un clon.

La delimitación de especies afecta directamente a aspectos tan importantes y actuales como la Biología de la conservación, o a campos aplicados como la modelización de distribuciones, de las que se puede obtener información muy valiosa.

El número de especies presentes en algún territorio es una forma de estimar la riqueza, complejidad y aportación al patrimonio natural de sus habitantes.[1]

Subdividiendo, se encuentran las siguientes categorías:

El término especie se refiere a tres conceptos distintos, aunque relacionados. El rango especie, que es el nivel más básico de la taxonomía de Linneo; los taxones especie, que son un grupo de organismos descritos y asignados a la categoría especie, y las especies biológicas, que son entes capaces de evolucionar. Respecto a esto, debemos decir que la idea de evolución ya se encontraba en la antigüedad clásica. Anaximandro afirmó que las primeras criaturas habían surgido del agua para pasar a tierra; mientras que Empédocles aseguró que eran partes separadas que, en un momento dado, llegaron a juntarse, lo que nos recuerda la teoría de la simbiogénesis.[2][3]​ Cicerón escogió el término latino species, 'aspecto característico, forma', para traducir el término griego ἰδέα (idéa) 'aspecto, apariencia, forma', relacionado con εῖδος, (eîdos) ‘vista, visión, aspecto’, término platónico cargado de connotaciones dialécticas y lógicas.

Para el biólogo Ernst Mayr, Platón fue "el gran antihéroe del evolucionismo" por causa de su creencia en el Mundo de las ideas.[4]Aristóteles, en cambio, se mantuvo en una posición ambigua: aportó lo que él consideraba "pruebas" de una generación espontánea, pero habló de una "causa final" de toda especie,[5]​ su entelequia, y rechazó explícitamente la idea de Empédocles que decía que las criaturas vivientes se habrían originado por casualidad.[6]Zenón de Citio, según Cicerón, siguió en esta línea.

De los datos que nos aporta Lucrecio, extraemos que Epicuro se anticipó a la ley de la selección natural.[7]​ El degradacionista Agustín de Hipona dice, en cambio, que el Génesis debe interpretarse y que no hemos de suponer que Dios creara las especies que vemos ahora con sus imperfecciones. Este hecho y el proceso contra Galileo fue clave, siglos más tarde, para la rápida aceptación por la Iglesia católica de la teoría de la evolución. Durante la Edad Media, en una época de indeterminación fomentada por la inestabilidad política, se confundieron frecuentemente los términos "especie" y "género". Esto podría justificarse con base en el texto de la Vulgata:

Se dejó abierta la posibilidad de que hubiera especies y géneros no creados por Dios o no descubiertos por el hombre europeo. El nominalismo tuvo sus raíces en el siglo XIV con Guillermo de Ockham. Esta doctrina señalaba que no existía ninguna entidad entre el término y los individuos a los que este se refería, es decir, solo existían los individuos. Según esta doctrina, las especies son fruto de nuestra razón y el concepto especie se utiliza solo con el fin de agruparlos por su parecido y darles un nombre. En pocas palabras, el nominalismo no reconoce a las especies como entidades reales.

Linneo y John Ray, por su parte, afianzaron la idea del carácter discreto y de la posesión de atributos objetivos de las especies que permitían su delimitación; es decir, la realidad de las especies. A partir de la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin en 1859, se comenzó a considerar a la especie como un agregado de poblaciones morfológicamente variables y con la capacidad de evolucionar. El concepto aristotélico-linneano fue gradualmente reemplazado por una concepción evolutiva basada en la selección natural y en el aislamiento reproductivo.

John Ray definió a la especie como un grupo de individuos semejantes, con antepasados comunes. Igualmente, expresó que "una especie nunca nace de la semilla de otra especie", es decir, los conejos no nacen de monos, ni las arvejas dan rosas.

A mediados del siglo XX se plantearon dos posturas respecto a las especies: el realismo evolutivo y el nominalismo. El último sostuvo que en la naturaleza solo existen los organismos individuales y, según los taxónomos evolutivos, las especies son entidades reales de la naturaleza y constituyen unidades de evolución. A partir de la década de 1980, se afianzó la postura realista con respecto a las especies biológicas, conjuntamente con el enfoque filogenético de la clasificación.[8]

De acuerdo con Häuser (1987), los atributos generales del concepto especie deben ser universalidad, aplicabilidad práctica y criterio decisivo.[9]​ La mayoría de los biólogos que se ocupan de la sistemática de plantas y animales usan el CBE en conjunto con la descripción de la morfoespecie (King, 1993).

Existen multitud de definiciones de especie:

Los nombres de las especies son binominales, es decir, formados por dos palabras, que deben escribirse en un tipo de letra distinto del texto general (usualmente en cursiva; de las dos palabras citadas, la primera corresponde al nombre del género al que pertenece y se escribe siempre con la inicial en mayúscula; la segunda palabra es el epíteto específico o nombre específico y debe escribirse enteramente en minúscula y debe concordar gramaticalmente con el nombre genérico). Así, en Mantis religiosa, Mantis es el nombre genérico, religiosa el nombre específico y el binomio Mantis religiosa designa esta especie de insecto.

En el nombre científico asignado a las especies, el nombre específico nunca debe ir aislado del genérico ya que carece de identidad propia y puede coincidir en especies diferentes. Si se ha citado previamente el nombre completo y no cabe ninguna duda de a qué género se refiere, el nombre del género puede abreviarse a su inicial (M. religiosa).

En los libros y artículos académicos, a veces, no se identifican intencionalmente las especies plenamente y se recurre a utilizar la abreviatura "sp." en singular o "spp." en plural, en lugar del epíteto específico, por ejemplo: Canis sp. La abreviatura plural "spp." se utiliza generalmente para referirse a todas las especies individuales dentro de un género. Para una especie concreta cuyo epíteto específico es desconocido o carece de importancia se utiliza "sp.".

Esto ocurre comúnmente en los siguientes tipos de situaciones:

En los libros y artículos, los nombres de géneros y especies generalmente se imprimen en letra cursiva. Las abreviaciones como «sp.», «spp.», «subsp.», etc., no deben estar en cursivas.

El número real de especies es muy impreciso y varía notablemente según las fuentes. Algunas estimaciones abarcaban un total de entre 1,5 y 2 millones de especies, aunque un estudio de 2011 aumenta esa cifra hasta una horquilla entre los 7,5 y los 10 millones.[19]​ Las especies colocadas en la siguiente lista son especies conocidas y existentes actualmente. No se han incluido fósiles (pues se podría añadir gran número, principalmente de artrópodos, invertebrados menores, peces y reptiles).

Cada año se describen alrededor de 10 000 nuevas especies, de las cuales, solo una decena son vertebrados, y, estadísticamente, solo 0,4 anuales son mamíferos.

Tamaño relativo de los grandes grupos de animales.

(Fuente de datos animales: Brusca, R. C. & Brusca, G. J. 1990. Invertebrates. Sinauer Associates, Sunderland.)

Reeder T. et al. 2002. Amer. Mus. Novit.



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