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Facultad de Filosofía y Letras (UNAM)



¿Dónde nació Facultad de Filosofía y Letras (UNAM)?

Facultad de Filosofía y Letras (UNAM) nació en UNAM.


La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es la dependencia encargada de realizar docencia e investigación, la enseñanza y la extensión en Humanidades.[2]​ Su objetivo es prolongar el legado histórico de la cultura humanística por medio del estudio y la comprensión de sus obras, además de impulsar la reflexión crítica sobre temas relacionados con el pensamiento, la educación y la creación artística. Fue fundada en 1924 y tiene su antecedente directo en la Escuela Nacional de Altos Estudios de la misma universidad, fundada en 1910 a iniciativa de Justo Sierra.[3]

Escritores, dramaturgos, filósofos y poetas, entre otros, egresados y egresadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM han recibido reconocimientos como el galardón literario "Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores" y el "Premio Nacional de Ciencias y Artes", e incluso el Premio Nobel de Literatura; también algunos literarios son miembros de la Academia Mexicana de la Lengua, o han ganado el Premio Nacional de Periodismo de México.

El fundamento humanístico-filosófico de la Facultad de Filosofía y letras nace en la época colonial con la Real y Pontificia Universidad de México fundada el 25 de enero de 1553.[4]​ Dentro de la Universidad, la Facultad de Artes se instauró como centro fundamental para el estudio de las artes y la teología. El 13 de junio de 1553 se matricularon los primeros alumnos en la carrera de filosofía. Las clases dieron inicio el 3 de julio del mismo año, con la oración latina pronunciada por el gran humanista Francisco Cervantes de Salazar.[5]​ La enseñanza filosófica estuvo basada en la escolástica; los Doctrinales de Prisciano; los Summulae Logicales de Pedro Hispano; y en los conceptos aristotélicos. Uno de los primeros profesores fue Fray Alonso de la Vera Cruz quien impartió clases sobre teología abordando diversos temas morales, abstractos y mostró un profundo interés por los temas filosóficos, la lógica, la ética y la filosofía social. “Trató temas tan concretos como los problemas de la moralidad de la guerra hecha a los indios, de las encomiendas, de los tributos, de los diezmos, de los matrimonios indígenas; pero también de temas tan abstractos y elevados como los contenidos en sus libros de filosofía, producto de su docencia en colegios agustinos como el de Tiripitío, en Michoacán”.[6]​ Sus tres obras filosóficas fueron fundamentales para el curso de Artes: Recognitio Summularum, Dialectica Resolutio y Phisica Speculatio.[7]​ Dentro de la Universidad, las humanidades propugnaban por el fortalecimiento de las ideas de la fe católica en los naturales y en los hijos de los españoles. La expansión filosófica fue realizada por importantes filósofos españoles entre los que destacan Francisco de Vitoria, Melchor Cano, Domingo de Soto y Francisco Suárez .

Durante casi tres siglos, la enseñanza humanística estuvo sustentada en la religión y se encontraba bajo el dominio clerical.

En el siglo XIX surgen diversas inquietudes respecto al papel de la educación en un México que había sufrido diversas trasformaciones políticas e ideológicas; por ello, el gobierno de Valentín Gómez Farías buscó impulsar la cultura nacional entre las clases populares y desligar al sistema educativo del clero, por medio de una nueva reforma educativa sustentada en las nacientes ideas positivistas que se desligan de toda concepción y enseñanza teológica.

En 1833, el dr. José María Luis Mora Lamadrid, quien pertenece al comité de enseñanza, pugna por la creación de establecimientos de educación superior que permitan un adecuado desarrollo intelectual en el país. El decreto del 23 de octubre de 1833 establece la abolición de la antigua universidad que es suplantada por seis Escuelas: “la primera de estudios preparatorios, la segunda de estudios ideológicos y humanidades, la tercera de estudios físicos y matemáticos, la cuarta de estudios médicos, la quinta de estudios de jurisprudencia y la sexta de estudios sagrados; a todas estas escuelas se les dio el nombre de Establecimientos. El ex-convento de San Camilo fue destinado, inicialmente, como marco de la enseñanza de las humanidades en ese 1833. Al año siguiente, las humanidades, aquellas, las que siempre de menor a mayor medida han estado presentes en la Universidad Mexicana, fueron ubicadas en el antiguo Hospital de Jesús”[8]​ en donde se impartían clases de historia, economía, metafísica, moral y literatura.

Un año después de iniciado el intento de reforma educativa y con Santa Anna bajo la poderosa influencia del clero, el partido Conservador logró que el Supremo Poder Ejecutivo, mediante circular del 3l de julio de 1834, exhibiera, criticara y reprobara las medidas adoptadas por Valentín Gómez Farías. Como consecuencia de ello, se restablecieron "... al estado en que se hallaban antes de los decretos suspendidos, los colegios de San Ildefonso, San Juan de Letrán, San Gregorio y el Seminario de Minería. Los fondos destinados a los establecimientos creados por el gobierno del Sr. Gómez Farías volvieron igualmente al estado que tuvieron antes de la aplicación que se les dio por el decreto del 24 de octubre de 1833 y siguientes. Se reinstala la Universidad Nacional y Pontificia el 12 de noviembre de 1834 en la que se promueve el estudio de las gramáticas castellana, latina, francesa e inglesa; la retórica, la filosofía (lógica, metafísica, ética) y la literatura, excluyendo la enseñanza de la historia.[8]​ Tras diversas reorganizaciones, la universidad desaparece y reaparece con nuevos enfoques, dentro de los cuales el cultivo de las humanidades siempre está presente.

El 7 de abril de 1881, Justo Sierra presentó ante la cámara de Diputados la propuesta sobre la creación de una escuela de altos estudios que, como centro especializado, permitiera el impulso de la investigación. Este proyecto fue concebido con la idea de introducir a México al mundo moderno, además de promover la formación de profesores. Con la Escuela Nacional de Altos Estudios se buscaba otorgar distinciones de grados académicos en donde los estudios superiores fueran reconocidos. “Sierra ambicionaba que en esa Escuela se enseñase a investigar y a pensar, investigando y pensando, con la esperanza de que la substancia de la investigación y el pensamiento no se cristalizase en ideas dentro de las almas, sino que esas ideas constituyesen dinamismos perennemente traducibles en enseñanzas y en acción, pues sólo así las ideas pueden llamarse fuerza".[9]

El 17 de diciembre de 1908 surge la Ley Constitutiva de la Escuela Nacional de Altos Estudios que nacería con tres secciones en la ciudad de México: Humanidades; Ciencias Exactas, Físicas y naturales; así como la sección de Ciencias Sociales, Políticas y Jurídicas. En el decreto de Porfirio Díaz se establece que la división de Humanidades tendría como objetivo el estudio de lenguas clásicas y lenguas vivas; diversas literaturas, filología, pedagogía, lógica, psicología, ética y estética, además de filosofía e historia de las doctrinas filosóficas.[10]

El 23 de septiembre de 1924, el presidente Álvaro Obregón decreta la reestructuración de la Escuela Nacional de Altos Estudios para establecer en el artículo 3° la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras.[11]​ El primer año de vida de la Facultad de Filosofía y Letras no fue fácil. A cuatro meses de haberse instituido, se le suspendió por Decreto Presidencial el subsidio económico y su director don Balbino Dávalos así como los profesores, la mantuvieron trabajando como "Facultad libre", sin percibir sueldo alguno.

En 1934, la facultad adquiere la denominación de Facultad de Filosofía y Bellas Artes y quedó conformada por la Escuela Nacional de Arquitectura, la Escuela Nacional de Artes Plásticas, la Escuela de Filosofía y Letras y la Escuela Superior de Música. En 1936, la facultad cambia su nombre y es conocida como Facultad de Filosofía y Estudios Superiores. En 1938 la facultad tiene como sede el edificio Mascarones y retoma el nombre de Facultad de Filosofía y Letras.[10]

Para el año de 1939, diversos filósofos, literatos, historiados, antropólogos y poetas del exilio español, se incorporan como maestros en la facultad. Hacia 1943 se crea el profesorado de Carrera como reconocimiento al valor de la vida académica. En 1954, la facultad cambia su sede del edificio Mascarones a Ciudad Universitaria.[12]

Durante el siglo XX sus directores fueron:[13]Daniel M. Vélez (1924), Balbino Dávalos (1925-1928), Mariano Silva y Aceves (1929) , Pedro de Alba Pérez (1928-1929), Antonio Caso (1929-1933, 1938-1940), Enrique O. Aragón (1933-1938), Julio Jiménez Rueda (1938, 1942-1944, 1953-1954), Eduardo García Máynez (1940-1942), Pablo Martínez del Río (1944-1955), Samuel Ramos (1945-1953), Salvador Azuela (1954-1958), Francisco Larroyo (1958-1966), Leopoldo Zea (1966-1970), Ricardo Guerra Tejada (1970-1978), Abelardo Villegas (1978-1982), José G. Moreno de Alba, Arturo Azuela (1986-1990), Juliana González Valenzuela (1990-1994, 1994-1998) y Gonzalo Celorio Blasco (1998-2000).

En la primera década del siglo XXI se crearon las licenciaturas en Letras Portuguesas y de Desarrollo y Gestión Intercultural. En 2011 se inauguró el Edificio Anexo "Adolfo Sánchez Vázquez"[14]​, ubicado detrás del Estadio Olímpico Universitario.

Y en 2017 se aprobó la implementación de la licenciatura en Administración de Archivos y Gestión Documental en la Facultad, dada la demanda de profesionales en archivística que se tenía en diversas instituciones[15]​; dicha licenciatura ya se impartía en la ENES Morelia, de modo que se analizó el Plan de Estudios de la misma y se implantó en Filosofía y Letras.

En el siglo XXI han sido directores de la Facultad: Ambrosio Velasco (2000-2008), Gloria Villegas Moreno (2008-2016), Jorge Linares Salgado (2016-2021) y Mary Frances Teresa Rodríguez Van Gort (en el cargo, período 2021-2025)

El emblema de la Facultad de Filosofía y Letras tiene su origen en los ideales de Justo Sierra: La Escuela Nacional de Altos Estudios representaba un templo promotor del pensamiento y de la investigación con la promesa de acciones sociales. Para Sierra, cualquier idea cristalizada en aprendizaje y en acción, se convertía en una fuerza social real. El 22 de septiembre de 1910, Justo Sierra establece la importancia de “adorar no a una Atenea sin ojos para la humanidad y sin corazón para el pueblo", sino "a la Atenea Promakos, a la ciencia que defiende a la Patria"[9]​ y que representa la búsqueda del conocimiento orientado al bienestar social.

La facultad cuenta, para sus fines académicos, con:

La Facultad de Filosofía y Letras ofrece 12 programas de licenciatura (8 de ellos también en modalidad semipresencial o abierta) y participa en 14 programas de posgrado de la UNAM, junto con otras entidades universitarias.[16][17]

Actualmente, la Facultad de Filosofía y Letras edita cinco revistas de investigación: Anuario de Letras Modernas, Nuevas Glosas. Estudios Lingüísticos y Literarios, Nuevas Poligrafías. Revista de Teoría Literaria y Literatura Comparada, Theoría. Revista del Colegio de Filosofía y Tlalli. Revista de Investigación en Geografía.[18]​ Adicionalmente, edita tres revistas de divulgación: Filosofía y Letras,[19]Revista Assequor,[20]​ y Reflexiones Marginales.[21]



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