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Fundamentalismo de mercado



El fundamentalismo de mercado (también conocido como fundamentalismo de libre mercado) es una fe exagerada en la capacidad ilimitada del laissez faire, o de los puntos de vista o políticas económicas de libre mercado, para resolver los problemas económicos y sociales.[1]​ La expresión es usualmente rechazada como peyorativa por las personas y organizaciones a quienes se aplica.[2]

Diversos críticos del extremismo de libre mercado han usado el término para denotar lo que perciben como una creencia equivocada, o un engaño deliberado, de que el libre mercado provee la máxima equidad y prosperidad posible,[3]​ y que cualquier interferencia con el proceso de mercado disminuye el bienestar social. El término es utilizado por partidarios de posiciones intervencionistas, proteccionistas y de economía mixta,[4]​ así como capitalistas como George Soros[5]​ y por economistas como el Premio Nobel Joseph Stiglitz.[6]​ Los críticos citan como fundamentalista la creencia inquebrantable de que los mercados sin trabas maximizan la libertad individual, y son la única vía al crecimiento económico, y que la sociedad debe adherirse a esa idea suya del progreso.[7][8][9]​ Entre las ideas adscritas a los fundamentalistas, se encuentra la creencia de que los mercados tienden hacia un equilibrio natural, y que el mejor interés en una sociedad dada es alcanzado al permitirle a sus participantes buscar su propio interés financiero con poca o ninguna supervisión reguladora.[1][10]

Según el economista John Quiggin, los rasgos característicos de la «retórica económica fundamentalista» son aseveraciones «dogmáticas», junto a la afirmación de que cualquiera que defienda perspectivas contrarias no es un verdadero economista.[11]John Ralston Saul sostiene que es simplemente una forma de bullying.[12]​ Este enfoque dogmático deriva de la creencia en que la economía neoclásica proporciona una explicación científica del fenómeno económico, una explicación que algunos fundamentalistas afirman posee un estatus de verdad científica. No obstante, como señala Kozul-Wright en su libro The Resistible Rise of Market Fundamentalism, esta «'inevitabilidad' de las fuerzas de mercado» que los políticos neoliberales y conservadores tienden a subrayar, y su confianza en su política preferida, descansa en una «mezcla de asunciones implícitas, mitos sobre la historia del desarrollo económico de sus propios países, e intereses particulares camuflados en su retórica como bien general».[13]

La expresión "fundamentalismo de mercado" fue popularizada por George Soros en su libro La crisis del capitalismo global(1998),[14]​ en el cual afirma que «esta idea fue llamada laissez faire en el siglo XIX... He encontrado un mejor nombre: fundamentalismo de mercado.»[15]Palagummi Sainath cree que fue el periodista Jeremy Seabrooke quien usó por primera vez el término.[16]

Actualmente, la expresión es utilizada por varios autores que escriben sobre temas económicos para significar un creencia presuntamente injustificada en la habilidad de los mercados para resolver todos los problemas en una sociedad.[17]​ El término ha sido usado, peyorativamente, para criticar a algunos grupos que son vistos mayormente como detractores de cualquier regulación del Estado y defensores de un mercado totalmente libre.[17]​ También es usado para menospreciar los argumentos de los partidarios de las "virtudes de la economía de libre mercado radical" o, en las palabras de Soros, contra la "ideología" que "ha colocado al capital financiero en el asiento de conductor."[15]

Joseph E. Stiglitz usó el término en su ensayo autobiográfico de aceptación del Premio en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel para criticar algunas políticas del Fondo Monetario Internacional: «Más extensivamente, el FMI estaba defendiendo una serie de políticas, a las que se refieren generalmente como el Consenso de Washington, las doctrinas neoliberales o fundamentalismo de mercado, sobre la base de una comprensión incorrecta de la teoría económica y (lo que observé) como una interpretación inadecuada de datos históricos.»[18]

Mientras que el término fundamentalismo de mercado es relativamente nuevo (el uso de la palabra "fundamentalismo" es en sí mismo reciente), el concepto de liberalismo económico no lo es. Las ideas fueron tomadas en el siglo XVIII en los trabajos de Adam Smith y de Jean-Baptiste Say.[20]​ Fue recién en el siglo XX cuando la relativa sofisticación encontrada en el trabajo de Smith sería reformulada por economistas tales como Friedrich Hayek, Joseph Schumpeter y Milton Friedman (provenientes de diferentes escuelas económicas), resultando en una receta para una economía de libre mercado: negocios y comercio desregulados, intervención restringida del Estado y dejar que el espíritu empresarial genere bienestar para todos aquellos que participaran de la economía.

Bajo la influencia de Friedman y de los Chicago Boys (economistas chilenos educados en la Universidad de Chicago) en el Milagro de Chile durante el régimen de Augusto Pinochet en la década de 1970s, modelos similares fueron adaptados por la primera ministra Margaret Thatcher en el Reino Unido (Thatcherismo y por el presidente Ronald Reagan en los Estados Unidos (Reaganomics a comienzos de los años 1980.[21]

A fines de la década de 1980s, las instituciones financieras basadas en Bretton Woods Washington D.C. (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos se adhirieron al Consenso de Washington, una serie de prescripciones políticas para naciones con crisis económicas, las cuales incluían medidas tales como la eliminación de subsidios estatales, redirección de gasto social en desarrollo de infraestructura y reducción de impuestos.[22]​ o, como Stiglitz resumió, promovió el proselitismo de un conjunto universal de recomendaciones de política económica: "estabilizar, liberalizar y privatizar"[23]

A lo largo del último par de décadas en los Estados Unidos, cada vez que la expansión del crédito llevaba a problemas, las autoridades financieras intervenían inyectando liquidez y estimulando la economía.[10]​ Este sistema de 'incentivos asimétricos' (también conocido como "riesgo moral") estimulaba cada vez mayores expansiones del crédito.[10]​ Desde 1980, las regulaciones financieras han sido progresivamente relajadas hasta que han prácticamente desaparecido.[10]​ Según George Soros,



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