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Guasca (Cundinamarca)



Guasca es un municipio colombiano del departamento de Cundinamarca. Forma parte de la provincia del Guavio. Cuenta con una población de 14 759 habitantes para el año de 2005. Tiene una temperatura promedio de 15 °C y se encuentra a una altitud de 2700 m s. n. m., situándose entre los pisos térmicos frío y páramo. Se sitúa a 50 kilómetros al nordeste de Bogotá.

Según se encuentra en la gramática del idioma muisca de fray Bernardo de Lugo, impresa en 1619, Guasca es un topónimo de origen muisca compuesto de dos vocablos: gua ‘sierra’ y shuca ‘falda’

Según otra versión, del historiador Joaquín Acosta Ortegon, Guasca significa ‘cercado de Cerros’.

En la época precolombina, el territorio del actual municipio de Guasca estuvo habitado por indígenas muiscas. Guasca pertenecía al territorio dominado por el Cacique de Guatavita, del cual era tributario el de Guasca. El poblado indígena estaba asentado en el cerro de Choche.

Guasca habría sido fundado en el mes de junio de 1600 por el Oidor de la Real Audiencia de Santafé, don Luis Enríquez, y repoblado el 7 de octubre de 1639 por el Oidor don Gabriel de Carvajal, el resguardo indígena en ese momento estaba dividido en dos poblaciones y estas a su vez en capitanías o "barrios familiares" que se enumeran a continuación.

Quincha, Guatiba y Nibia

Quilquintiba,

Ganchona, Caxamarca, Zitiva, Gualencipa

Chique,

y de acuerdo a sus actividades como, Sacristan, Panadero, Molinero entre otros; y sus

características Cantor, Largo, Manco entre otros

Guasca a diferencia de otros pueblos vecinos, durante mucho tiempo estuvo administrado por la Real Corona igual que Fontibon y Cajicá. [5]

El pueblo fue consagrado a San Jacinto, su santo patrón, y luego lo fue a Nuestra Señora del Rosario. El empadronamiento de ese año dio un total de 1.049 indígenas. El primer cura doctrinero de la población fue Fray Agustín de Pedraza, de la orden de Santo Domingo, quien también fue prior del convento de San Jacinto de Guasca.

En Guasca vivió y comenzó a escribir su obra El Carnero el cronista Juan Rodríguez Freyle; parte de la obra estuvo basada en relatos de su amigo don Juan, Cacique de Guatavita, en 1537. En 1672, Fray Pedro de Aranda comenzó a firmar los libros de bautizos, entierros y casamientos.

El 14 de enero de 1758 inició visita el oidor de Joaquín Aróstegui y Escoto, siendo cura Fray Manuel de Velasco; había 622 indígenas, de los cuales 314 eran tributarios. Por auto final de 18 de enero de 1758 se asignó para parcela del Llano de Colorados para hacer una casa hospital que atendiera a pobres, enfermos y viudas. El padrón de vecinos, verificados el 17, dio 123 cabezas de familia con 616 personas. En la visita el Fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandón de 16 de febrero de 1779, se registraron 638 indígenas. Dentro del resguardo vivían 15 blancos y, según fray José López del Pulgar, había 174 familias de vecinos mestizos, con 1.050 personas en total. En 1760 fue construida una iglesia con buena estructura, que fue demolida a principios del siglo XX para la construcción de la actual, a cargo del padre Jerónimo Camacho.[6]

En la población existían dos parcialidades o Uta importantes Guasca que se encontraba en el cerro Choche y Siecha cerca a la actual Capilla de Siecha, pero más tarde trasladó sus actividades doctrinarias y administrativas al lugar en que se encuentra actualmente el centro urbano. Guasca fue erigida en Parroquia en el año 1778.

A comienzos del S. XIX en el pueblo convivían indígenas, mestizos y criollos como se puede evidenciar en un pleito de 1795 y 1803, contra el cura Eusebio Ramírez de Arellano que involucro a todo el pueblo. Entre los principales figuraban los Tovar y Garzón (descendientes de los Tobar de la Calera) que a lo largo del siglo se unirán a los Rodríguez, Acosta y Avellaneda. En segundo lugar los Ospina, que adquirirán más relevancia después de la independencia. En menor medida los: Díaz, Sarmiento, Osorio, Peña, Pedraza, Murillo, Muñoz, Sandoval, Casas, Galvis, que venían de otros pueblos, y sirvieron como jornaleros o arrendatarios de los primeros y se mezclarían poco a poco, entre los indígenas se destacarían y mantendrían hasta hoy en día: Botiva, Sastoque, Colorado y Gantiva principalmente.

Guasca tuvo un papel importante en la configuración de la república, en 1819 poco después de la batalla de Boyacá, el 10 de agosto de 1819 cuando por allí pasaban los españoles derrotados. Según el historiador Joaquín Acosta Ortegón [7]​ su bisabuelo Luis Acosta, organizó a los Guascas, y “armados de garrotes, machetes, hachas y rejos de enlazar, arremetieron contra el resto del ejercito del Rey, ocasionándoles no pocas bajas y obteniendo muchos prisioneros, y más que todo la dispersión y el aniquilamiento completo del tirano que por varios siglos usufructúo de sus victimas cruel y torpemente”.

Luego en la "Conspiración Septembrina", el guasqueño Don Mariano Ospina Rodríguez fue acusado del complot, viéndose obligado a huir de Bogotá y esconderse en el páramo de su pueblo natal, Guasca, donde había nacido en 1805 en la vereda que hoy lleva su nombre (que entonces se llamaba "La Sauceda"). Después junto con su hermano Pastor, otros familiares, amigos y peones crearía otra guerrilla al servicio de los conservadores con la que participaría en la Guerra civil colombiana de 1851 contra el gobierno de José Hilario López, quien había realizado reformas de carácter liberal que afectaban los intereses de terratenientes, principalmente la abolición de la esclavitud y la separación entre iglesia - estado. Los Ospina descienden de los primeros conquistadores del nuevo reino, que se convertirían en encomenderos y terratenientes en Neiva y otras partes del virreinato, una de las ramas familiares terminaría estableciéndose en Guatavita, Gacheta y Guasca, dedicándose principalmente a la agricultura y participando de la política local hasta la mitad del siglo XX.

En una finca en Guasca se preparó el coche bomba del atentado del 30 de enero de 1993 en el centro de Bogotá.[8]

En enero de 2019 la Parroquia de San Jacinto de Guasca, que pertenece a la Diócesis de Zipaquirá, fue proclamada por el Papa Francisco como Basílica Menor, en virtud de su imponente arquitectura y su legado histórico. La Santa Misa de Proclamación fue celebrada por Monseñor Héctor Cubillos Peña, Obispo de Zipaquirá, y por otros tres Obispos invitados. En la Basílica se venera al Santo Cristo Milagroso de Guasca, imagen tallada por Eladio Montoya, la cual fue entronizada en el altar mayor a principios del siglo XX. La dignidad de Basílica le da al templo de Guasca el privilegio de usar umbráculo (una especie de sombrilla ubicada en el altar mayor), y una campana llamada tintinábulo, que en la antigüedad servía para anunciar la llegada del Papa en las procesiones.[9]

La Basílica de San Jacinto junto con la Catedral de la Santísima Trinidad, San Antonio de Padua y Nuestra Señora de la Asunción de Zipaquirá y la Basílica del Santo Cristo, Divino Salvador y San Diego de Ubaté son los templos más grandes y más importantes de la Diócesis de Zipaquirá.

El municipio de Guasca está dividido en un casco urbano y catorce veredas:

Los tres ríos que corren de oriente a noroccidente, se unen antes de entrar a los municipios de Tocancipá y Guatavita para formar el río Tominé, el cual desemboca en la Represa de Tominé, que rodea el área urbana de Guatavita. Los tres ríos son:

El municipio en su mayor parte es rural y los renglones más importantes de la economía son la agricultura, la ganadería, la floricultura y la piscicultura;en la parte agrícola se destacan los cultivos de papa, cebolla, zanahoria y fresas; en la ganadería en su mayoría se dedica a la producción de leche y la floricultura emplea un alto porcentaje de la población debido al gran número de empresas de rosas y claveles.



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