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Guerra de las galaxias



La Iniciativa de Defensa Estratégica (en inglés: Strategic Defense Initiative, o por sus siglas, SDI) es el programa militar del Departamento de Defensa de los Estados Unidos cuyo objetivo es construir un sistema defensivo con armas espaciales capaz de prevenir un ataque nuclear ante territorio norteamericano contra armas nucleares estratégicas (misiles balísticos intercontinentales y misiles balísticos lanzados desde submarinos). El concepto fue anunciado públicamente por primera vez el 23 de marzo de 1983 por el Presidente Ronald Reagan,[1]​ y un crítico vocal partidario de la doctrina de la destrucción mutua asegurada describió el proyecto como un "pacto suicida", e instó a los científicos y a los ingenieros norteamericanos a que desarrollaran un sistema que hiciera obsoletas las armas nucleares.

La Organización de la Iniciativa de Defensa Estratégica se creó en 1984 dentro del Departamento de Defensa de los Estados Unidos para supervisar el desarrollo del proyecto. Fueron estudiados una amplia gama de conceptos avanzados de armas, que incluyeron: láseres,[2][3]​ armas de haces de partículas y sistemas de misiles con base en tierra y en el espacio; junto con varios sensores, comandos y controles, así como sistemas informáticos de alto rendimiento, imprescindibles para poder controlar un sistema que abarcaría cientos de satélites y centros de combate que se extenderían por todo el mundo y participarían en una batalla muy breve. Varios de estos conceptos se probaron a finales de la década de 1980 y los esfuerzos de seguimiento y las derivaciones de los mismos continúan hasta el día de hoy.

Bajo la denominada Oficina de Ciencias y Tecnologías Innovadoras[4][5][6]​ de la Organización de la Iniciativa de Defensa Estratégica, encabezada por el físico e ingeniero, el Doctor James Ionson,[7][8][9][10]​ la financiación fue promovida predominantemente para investigaciones básicas en laboratorios nacionales, universidades y en la industria. Estos programas han seguido siendo fuentes clave de inversión para los mejores científicos de investigación en los campos de la física de las altas energías, computación y supercomputación, materiales avanzados y muchas otras disciplinas críticas de ciencia e ingeniería—financiación que indirectamente ayuda a contribuir en otros trabajos de investigación realizados por los científicos mejor cualificados, y que era políticamente más viable de financiar dentro del entorno presupuestario de defensa de los Estados Unidos.

En 1987, la American Physical Society determinó que las tecnologías que estaban considerándose se hallaban, como mucho, a décadas por delante de estar listas para su utilización, y se requirió al menos otra década de investigación para saber si tal sistema era posible.[11]​ Después de la publicación del informe de la American Physical Society, el presupuesto de la Iniciativa de Defensa Estratégica se recortó repetidamente. A finales de 1980, el esfuerzo se había vuelto a centrar en el concepto "Brilliant Pebbles" utilizando pequeños misiles en órbita, no muy diferentes de un misil aire-aire convencional, el cual se esperaba que fuera mucho menos costoso de desarrollar y desplegar.

La Iniciativa de Defensa Estratégica sostuvo algo de polémica en algunos sectores y fue criticada por amenazar con desestabilizar el enfoque de la destrucción mutua asegurada, así como la posibilidad de volver a reavivar "una carrera armamentista ofensiva".[12]​ A principios de 1990, con la finalización de la Guerra Fría y la rápida reducción de los arsenales nucleares, el apoyo político a la Iniciativa de Defensa Estratégica se derrumbó. SDI terminó oficialmente en 1993, cuando la administración de Bill Clinton reorientó los esfuerzos hacia los misiles balísticos de teatro y cambió el nombre de la agencia por el de Organización de Defensa Contra Misiles Balísticos.

George Shultz, Secretario de Estado bajo la presidencia de Reagan, asistió en 1967 a una conferencia impartida por el físico Edward Teller (el llamado "padre de la bomba de hidrógeno") en donde habló acerca de la idea de una defensa contra misiles nucleares mediante la utilización de explosivos nucleares. Reagan asistió a dicha ponencia celebrada en los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore, poco después de convertirse en gobernador de California. En 1979, Ronald Reagan visitó el comando central del NORAD bajo Cheyenne Mountain donde se le instruyó por primera vez en los extensos sistemas de seguimiento y detección que se extendían por todo el mundo y el espacio. Sin embargo fue criticado por sus comentarios, ya que si bien podían rastrear un ataque enemigo ante objetivos individuales, no había ningún remedio para evitar detenerlo. Reagan consideró que en caso de ataque, esto podría colocarle en una terrible posición, bien sea mediante un contraataque inmediato o mediante el intento de absorber el ataque y mantener una cierta ventaja durante la era post-ataque. Shultz hizo hincapié en que este sentimiento de desamparo, junto con las ideas defensivas propuestas por Teller una década antes, se combinaron para formar la impetuosa Iniciativa de Defensa Estratégica. En el otoño de 1969, a petición de Reagan, el Teniente General Daniel O. Graham concibió un concepto que denominó High Frontier (Alta Frontera), una idea de defensa estratégica para utilizar sistemas de armas basados en tierra y en el espacio, teóricamente posibles debido a las tecnologías emergentes. Fue diseñado para reemplazar la doctrina de Destrucción Mutua Asegurada, una doctrina que Reagan y sus asesores describieron como un pacto suicida.

El enfoque inicial de la iniciativa de defensa estratégica eran unos láseres de rayos X generados por explosiones nucleares diseñado en los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore por un científico llamado Peter L. Hagelstein que trabajó con un equipo llamado 'O Group' (El Grupo O), haciendo gran parte del trabajo a finales de 1970 y principios de los 80. El Grupo O estaba encabezado por el físico Lowell Wood, un mentor y amigo de Edward Teller.

Ronald Reagan fue informado del avance de Hagelstein por Teller en 1983, lo que llevó a Reagan el 23 de marzo de 1983 a pronunciarse sobre el Programa "Star Wars". Reagan hizo público: "Hago un llamamiento a la comunidad científica que nos ha proporcionado de armas nucleares y que hicieron de sus esfuerzos una buena causa para el bien de la humanidad y la paz mundial; para darnos los recursos necesarios para hacer ese tipo de armas nucleares impotentes y obsoletas". Este discurso, junto al impartido por Reagan el 8 de marzo de 1983 en Florida, cuando hizo alusión a la frase Imperio del mal, marcó el comienzo de la gran escalada final en la retórica de la Guerra Fría antes del derretimiento de las relaciones a finales de los 80.

El concepto para la porción basada en el espacio era el utilizar láseres para derribar misiles balísticos intercontinentales Soviéticos armados con ojivas nucleares. El físico Hans Bethe, ganador del Premio Nobel de Física, fue a Livermore en febrero de 1983 para una reunión informativa sobre los láseres de rayos X durante dos días, y "Aunque impresionado por su novedad científica, Bethe se mostró muy escéptico por algo que no podría contribuir en nada a la defensa de la nación".

Frances Fitzgerald afirmó que Reagan pudo también haber sido inspirado al crear la Iniciativa de Defensa Estratégica con base en un arma secreta ficticia que aparece reflejada en la película de 1940 llamada Murder in the Air, un rayo que puede paralizar corrientes eléctricas.

Aunque los alemanes pusieron un considerable esfuerzo en los primeros misiles tierra-aire después de 1943, no tuvieron el tiempo suficiente para desarrollar armas de nivel operacional antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Sus investigaciones resultaron valiosas para equipos de Estados Unidos y de la Unión Soviética, donde los programas de misiles fueron desarrollándose lentamente durante la repentina era de la posguerra. En cuanto dio comienzo la Guerra Fría, los Soviéticos se encontraron ante masivas flotas de bombarderos de la RAF Británica y de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y bajo una vaga esperanza de no poseer el suficiente potencial para contrarrestarlo de forma aérea. En respuesta a tales acontecimientos, comenzaron a aumentar drásticamente sus esfuerzos en el desarrollo de misiles tierra-aire, implementando así el misil guiado S-25 Berkut alrededor de Moscú a principios de 1955. Esto dio como resultado a un posterior diseño perfeccionado de un misil superficie-aire S-75 Dvina, un arma que se mantuvo en servicio durante la década del año 2000. Posteriormente se diseñaron armas similares por Gran Bretaña y Estados Unidos. A finales de la década de 1950, como los misiles se fueron desarrollando tanto en número como en calidad, la capacidad de la flota aérea norteamericana para penetrar el espacio aéreo Soviético fue incrementándose en gran riesgo.

En respuesta, ambos bandos aumentaron sus esfuerzos para desarrollar misiles de largo alcance. Los Soviéticos, sin ninguna fuerza de bombarderos efectiva, puso un gran ahínco en su programa y enseguida pudieron construir su básico sistema R-7 Semiorka, puesto en funcionamiento en 1959. El primer misil balístico intercontinental SM-65 Atlas puesto operativo por Estados Unidos casi inmediatamente después. Estos prematuros proyectos solamente eran útiles para atacar grandes objetivos como ciudades o puertos, aunque con una relativa vulnerabilidad y bajo costo que estaba posesión de ambos bandos con una increíble fuerza en una era que predominaba una cierta falta de rigidez en las defensas aéreas.

El programa SDI supuso un giro en la política nuclear de Estados Unidos y contribuyó de nuevo a una carrera armamentística y a reavivar las tensiones entre los dos bloques. El presidente Carter ya había iniciado un incremento armamentístico con la expansión del sistema anti-satélite, pero la propuesta SDI supuso un cambio en la retórica que benefició a la presidencia de Reagan desde muchos ángulos.

Hasta ese momento, la estrategia de las dos potencias mundiales había sido la disuasión nuclear, a través de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD, por sus siglas en inglés). La MAD, de carácter ofensivo, aseguraba que ninguna potencia pudiera atacar por las consecuencias letales que su contraofensiva desencadenaría. Por así decirlo, las potencias mantenían a sus poblaciones rehenes en una estabilidad de amenazas. La posibilidad de que Estados Unidos llegara a conseguir protegerse de un ataque rompía el equilibrio al disminuir los propios costos de atacar a la Unión Soviética.

El argumento de la administración Reagan, que siempre fue un detractor de la política de disuasión y de la détente, se basaba en la idea de presionar a la Unión Soviética y desarrollar tecnología tan superior a la potencia roja que esta tuviera que aceptar la derrota.

Pese a que el programa nunca llegó a desarrollar las capacidades planteadas, oficiales de la administración Reagan arguyeron con posterioridad que el objetivo siempre había sido el de presionar la URSS para negociar una limitación de armamento. Sin embargo, no fue esta la versión oficial en 1983.

Tras la caída de la URSS se especuló mucho sobre el impacto que la SDI tuvo sobre el final del bloque del este. Muchos analistas argumentaron que la presión en el presupuesto de defensa ruso para igualar la estrategia causó daños letales a la economía soviética y poco menos que provocó la disolución de la URSS. Sin embargo, otros análisis han mostrado que, mientras el presupuesto de defensa norteamericano aumentó, el porcentaje de defensa en el presupuesto soviético se mantuvo relativamente estable a lo largo de los años 80 y, por lo tanto, el impacto de la SDI fue más político que económico.[13]

La nueva política nuclear estadounidense que suponía la SDI y el incremento armamentístico y de gasto en defensa son un ejemplo claro del irracional militarismo que generó la Guerra Fría y el desarrollo de las técnicas publicitarias y de marketing en la política. Ronald Reagan consiguió hacerse pasar casi por un pacifista o abolicionista, alineándose con discursos cristianos y vendiendo la SDI como una protección: «Pues, ¿no sería mejor salvar vidas que vengar su pérdida?». La inclusión del espacio y el desarrollo de nueva tecnología militar que tanto podía ser ofensiva como defensiva consiguió presentarse ante muchos como una apuesta por la paz.

Otro elemento que cabe destacar en el desarrollo de la SDI es la popularidad del movimiento Freeze en Estados Unidos. Dos meses después de la propuesta de Reagan, la Cámara de Representantes adoptó la resolución Freeze, en el momento álgido de la campaña con el mismo nombre. El cambio de estrategia de Reagan, pese a su irrealidad, redujo drásticamente el miedo a la guerra nuclear, y con ello consiguió desinflar el popular movimiento. Así, la SDI sirvió a los halcones de Washington para frenar el movimiento contra las armas nucleares, proporcionando una alternativa aparentemente abolicionista.

Lo cierto es que la SDI fue el programa central que llevó a Estados Unidos a gastar más de 38.000 millones de dólares en producción, test y desarrollo del programa nuclear de la presidencia Reagan, un aumento del 39% en relación al periodo anterior.[14]​ Tras más de 139.000 millones de dólares gastados, el programa sigue en marcha con la Agencia de Defensa de Misiles, aunque ahora su misión se centra oficialmente en preservar la defensa contra ataques balísticos de estados menores.



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