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Guerra del Yaqui



La guerra del Yaqui fue el enfrentamiento armado entre el gobierno mexicano y el pueblo yaqui de Sonora entre las décadas de 1870 y 1880. En esa época, los gobiernos liberales habían desconocido la posesión comunal de los pueblos indígenas como un primer paso hacia la colonización de amplios terrenos que se consideraban «improductivos». Esta tendencia se intensificó durante el gobierno de Porfirio Díaz, entre 1876 y 1910. La resistencia de los yaquis a la colonización se remontaba a la época colonial, pero durante el gobierno de Díaz fueron objeto de abierto etnocidio.

La guerra del Yaqui es uno de los conflictos armados más largos de la historia de México. Los yaquis se enfrentaron a las fuerzas armadas del gobierno federal, del estado de Sonora y a las guardias blancas de los terratenientes. Después de la Batalla de Mazocoba en 1900, en la que murieron alrededor de 400 combatientes yaquis y fueron capturados otros 800 hombres, mujeres y niños prisioneros, se definió la derrota yaqui. A partir de este momento comenzó la deportación de yaquis a Yucatán para someterlos a trabajos forzados en las haciendas henequeneras. Otros pueblos indígenas, como los pimas, ópatas y mayos también padecieron deportaciones al ser confundidos con los yaquis. Las deportaciones continuaron hasta 1908. En esa época los yaquis fueron esclavizados.

Este recibimiento, aunque bueno, ni fue entusiasta ni concernía a la totalidad de la etnia. Los misioneros fueron bien aceptados en las rancherías situadas río arriba, no obstante el temor que las mujeres experimentaban ante el bautizo de sus hijos.

En 1825, luego de la Independencia de México, el jefe Yaqui Juan Banderas proclamó la unión de los pueblos del noroeste en un solo gobierno y el exterminio de los yoris, como eran llamados los colonos españoles o mexicanos. A la rebelión se adhirieron los caciques ópatas Virgen y Dolores Gutiérrez, misma que fue instigada por misioneros desafectos con el sistema federal establecido en el México independiente. La rebelión impidió que los estados de Sonora y Sinaloa promulgaran sus respectivas constituciones locales. En 1829, Juan Banderas vuelve a levantarse en armas por ciertas diferencias con José María Madrid, con quien disputó el mando de su pueblo. Con el inicio de la nueva insurrección, la asamblea legislativa del estado se trasladó a Cosalá en busca de seguridad. Juan Banderas logró ejercer una gran influencia sobre los indígenas, promoviendo la unión de los pueblos con la promesa de reintegrarles sus tierras y concibiendo la idea de coronarse rey y enfrentarse a los blancos. Las sublevaciones de Juan Banderas enseñaron al pueblo Yaqui a manejar las armas de fuego. En 1831, con la separación de Sonora y Sinaloa en dos diferentes entes federativas, el Congreso de la Unión concedió el indulto a los sublevados Yaqui de 1825 y 1829, ofreciéndoles el autogobierno y como autoridad a Juan Banderas. Este recibió el grado de General de la Nación pagado por el erario. En 1832, Juan Banderas vuelve a sublevarse por tercera vez en alianza con los ópatas. El gobernador de Sonora Manuel Escalante y Arvizu salió a batirlo, sitiándolo en Torín. Al cabo de varios enfrentamientos, Escalante derrotó a los guerrilleros Yaqui en Soyopa. Con la derrota Yaqui, los caciques Juan Banderas y Dolores Gutiérrez fueron fusilados en 1833. En 1838 el general indígena Juan Ignacio Jusacamea, apoyó al gobierno mexicano, rompiendo la unidad Yaqui y reprimiendo cualquier alzamiento. Además, algunas facciones políticas de Sonora lograron convertir a algunos grupos indígenas en sus seguidores. Finalmente, con la represión del gobierno mexicano del general Juan Urrea hace replegar a los últimos bandos de rebelión.

En 1865, José María Tranquilino, quien fuera prefecto imperial de Álamos, logró que un gran número de Yaquis se agregarán a las fuerzas imperiales. En Álamos, Antonio Rosales es vencido y muerto en combate contra los Yaqui, a pesar de aquella gran victoria, el general Ángel Martínez recupera la población y derrota a los indígenas en Cahinaui, decretando el indulto a todos los insurrectos de El Fuerte y Sinaloa. En 1867 los Yaquis vuelven al combate; la campaña en su contra, fue comandada dirigida por el coronel Próspero Bustamante. El 18 de febrero de 1868, se llevó a cabo la matanza de Bácum, que aplicaron la ley fuga, con el fin de liquidar los indígenas, con Próspero Bustamante al frente, autorizado por Benito Juárez. En 1875, mientras el estado de Sonora se debatía en una guerra civil que provocaba la imposición del coronel José J. Pesqueira como gobernador, José María Leyva (Cajeme), quien era capitán general de los ríos Yaqui y Mayo, se levantó en armas, fusilando a los desafectos a su insurrección con el fin de reintegrar la unidad de sus pueblos. Expulsó a los blancos de Cócorit y Santa Cruz, reduciendo las poblaciones a cenizas. Atacó La Mesita de Guajari, en la sierra del Bacatete, manteniendo a las poblaciones en constante amago. Con ello el pueblo Yaqui y los mayos no volvieron a hostilizar a lugares fuera de su dominio, aunque se mantuvieron independientes, sin reconocer otra autoridad que la de su propio cacique. En 1882, y siendo gobernador Carlos R. Ortiz, él mismo tuvo interés en adquirir mayores terrenos para hacienda en Navojoa, por lo que en octubre, su hermano, Agustín Ortiz, con 300 soldados de Navojoa partió a enfrentar a las fuerzas de Cajeme, que había acudido en auxilio de los Mayos en la Batalla de Capetamaya.

En 1885 Loreto Molina, junto a un grupo de indígenas, asaltó la casa de Cajeme en Los Guamúchiles, atropellando a su familia, incendiando la finca y aprehendiendo a varios de sus generales. Como respuesta, las fuerzas de Cajeme secuestraron e incendiaron 22 lanchas en el río, asaltaron los ranchos aledaños para abastecerse de granos y ganado para la guerra. El gobierno federal y estatal emprendieron una campaña formal contra los Yaquis, reuniendo 2,200 soldados en dos columnas, una al mando del general José Guillermo Carbó, jefe de la zona militar, y otra al mando del general Bonifacio Topete. Guillermo Carbó llegó hasta El Médano, y Topete a Torin. En El Añil, cerca de Vicam se encontró Topete con un foso que rodeaba el lugar, con empalizadas y parapetos. A pesar de su ataque con la artillería y con la infantería, Topete es rechazado. Cajeme, que por primera vez había usado la guerra defensiva en puntos fortificados, acentúa su prestigio, manda fortificar otras poblaciones, dando instrucciones a sus hombres de batirse solo detrás de las trincheras. Al arreciar el calor en la zona y aproximarse las lluvias, las fuerzas del gobierno abandonaron la zona.

En 1886, Marcos Carrillo Herrera, con 1,200 soldados, atacó El Añil y al cabo de una feroz batalla, logró desalojar a las fuerzas indígenas. Ángel Martínez con 1,500 hombres, a su vez, derrotó a los mayos. Las fuerzas de Cajeme se concentran en Buatachive, en la sierra del Bacatete. Dentro de una cordillera se formó un punto de apoyo Yaqui, a espaldas del campamento, a los lados y al frente, varios cerros unidos por cercas de piedra constituyeron un exitoso sistema de trincheras, dejando inscrito un recinto donde se concentraban 4 mil levantados. El problema comenzó cuando los víveres Yaquis comenzaron a escasear, extendiéndose una grave epidemia de viruela. Martínez concentró sus fuerzas para terminar la campaña con un golpe decisivo. 300 soldados al mando del coronel Lorenzo Torres rodearon el fuerte y se batieron contra los Yaquis. Los Yaquis se defendieron, pero al fin de cuentas pocos escaparon hacia lo profundo de la sierra, dejando 200 muertos y unas 2,000 personas entre ancianos, niños y enfermos, dando por concluida la campaña de Martínez. Los pueblos de Huíribis, Pótam, Bacum, Cócorit fueron amnistiados, dándole a su gente ropas y víveres. Sin embargo, pocos entregaron las armas y Cajeme no se había sometido. Este reapareció al frente de l,500 soldados que se dirigieron a El Médano, con el fin de atacar el destacamento y hacerse de pertrechos y provisiones. Lorenzo Torres se ve obligado a detener su marcha, sin embargo, tuvo un saldo de 62 muertos. Los Yaquis se vieron imposibilitados a hacer la guerra en puntos fortificados, por lo que volvieron a esconderse en la sierra, sistemáticamente siendo perseguidos y diezmados. Cajeme le envió una nota al general Juan Hernández diciendo:

La respuesta del gobierno fue acentuar la persecución, llegando inclusive a las islas de Seari, El Piano y Lobos. En 1887, habiendo agotado todos sus recursos de combate, Cajeme se refugió en casa de un amigo suyo en Guaymas. Luego de dos meses alguien lo delata, por lo que Cajeme es aprehendido y en Cócorit, es pasado por las armas. Anastasio Cuca, quien fuera segundo de Cajeme, también es fusilado, sometiéndose con ello a las autoridades 1,683 mayos y 3,984 Yaquis.

Los Yaquis, aparentemente en paz ya que volvieron a labrar en las haciendas y ranchos de los estados, volvieron a arrasar Cócorit luego de que el general Martínez evacuara las tropas mexicanas del Territorio Yaqui. Los Yaquis compraron armas y emplearon tácticas guerrilleras, evitando encuentros frontales, disparando desde los bosques, matorrales y cerros por la noche y en pequeños grupos. Es entonces que se da el nombramiento de gobernador y vicegobernador de Sonora a Lorenzo Torres y a Ramón Corral, declarando el general Julio M. Cervantes, de nueva cuenta un armisticio. En 1890, el general Marcos Carrillo volvió a iniciar la persecución Yaqui en la sierra, refugiándose muchos Yaquis en Ures y Hermosillo. Los alzados, cuyo sector beligerante apenas llegaba a los 400 hombres combatieron con dureza, a pesar de que cada vez se iba poblando más y más el valle de "yoris" protegidos por el ejército Mexicano. En 1896, el coronel Francisco Peinado, entró en contacto con Tetabiate, valiéndose de un joven indígena llamado Juan Buitimea. Gracias a la autorización del gobierno, Peinado envió diversos víveres a los indígenas, además de respetar sus tierras e intereses. En 1897, se reunieron ambos jefes en La Cieneguita para concertar la paz. En Guaymas se celebró el cese de hostilidades con participación de las autoridades civiles, Tetabiate y 400 hombres, y Peinado, quien llevó una avanzada de 400 dragones. En el acta se declaraba que Juan Maldonado Tetabiate reconocía la soberanía del supremo gobierno de la Nación y del Estado, que el general Torres aceptaba la sumisión de Tetabiate y sus compañeros de armas. El gobierno les ofrecía terrenos en el Territorio del Yaqui, y los ejidos desocupados de los originarios del Yaqui. El general ofrecía de igual forma recursos y provisiones para dos meses. La comisión repartía y titulaba de igual forma las tierras; 4.5 hectáreas por adulto, entregando 6 mil predios. Más tarde los indígenas recibieron terrenos de pastoreo y la concesión para explotar las salinas. Se encargaba a las hermanas josefinas en Bacum de la educación de los niños. En 1899, los ocho pueblos del Yaqui enviaron una nota al general Lorenzo Torres, gobernador de Sonora:

Los combates fueron numerosos. Advertido el general Lorenzo Torres que el grueso de los efectivos de Tetabiate se habían reunido en Mazocoba, asaltó con tres columnas la zona en la que se efectuó la Batalla de Mazocoba. Los indígenas construyeron trincheras. Muchos Yaquis se arrojaron a los barrancos con tal de no ser capturados, otros salieron por una cañada y otros en cambio fueron abatidos por los batallones mexicanos. Los informes del ejército hicieron a los Yaquis 400 muertos, mil prisioneros, mujeres y niños. En 1901, el gobierno porfirista tenía 8 destacamentos militares en el norte de la región Yaqui, 12 en el centro, 6 en el sur y 6 en el sureste. Otras 9 secciones volantes recorrieron la sierra, el valle y los ríos, en total 4,800 federales.

Las fuerzas de Loreto Villa encontraron a 8 indígenas, mismos que se colocaron detrás de una peña y corrieron a parapetarse para hacer resistencia. El herido Yaqui, que tenía la pierna izquierda destrozada, disparó dos veces antes de que un sargento le diera un tiro en el pecho, así murió Tetabiate. Su cadáver fue llevado al campamento del Bacatete y allí, frente a la tropa formada, recibió sepultura. Se había terminado la campaña. En 1902, se volvió a generalizar un alzamiento bajo el mando de Luis Bule, por lo que centenares de indígenas Yaqui son acorralados y deportados al estado de Yucatán con el propósito de desarraigarlos definitivamente. El gobierno tomó la decisión de expulsar totalmente a la nación Yaqui de Sonora, y ante esa situación, Bule se sometió incondicionalmente con los suyos. Le fue conferido el grado de capitán general del Yaqui, cargo que desempeñó hasta su muerte.

En 1910, al estallar la Revolución mexicana, los yaquis formaron batallones auxiliares del Ejército Mexicano, batiéndose contra los revolucionarios. Bajo el gobernador José María Maytorena, se formó una columna para hacerle frente a los rebeldes de Pascual Orozco, con 150 soldados auxiliares yaquis. Luego, al mando de Salvador Alvarado se incorporaron a las fuerzas de Álvaro Obregón y lucharon en Nogales, Cananea, Naco, Santa Rosa, Santa María y el asedio a Guaymas. Venustiano Carranza le confirió el cargo de jefe del noroeste a Obregón, formando a pasar parte los yaquis. Aun así, las facciones del ejército constitucionalista le hicieron guerra a los yaquis que se mantenían alzados en su territorio, aunque ocasionalmente se unieron para hacerle combate a los federales sitiados en Guaymas, haciéndose de pertrechos para continuar su lucha.

En 1914, los yaquis desempeñaron un importante papel en las batallas de Orendáin y El Castillo, abriendo a los constitucionalistas las puertas de Guadalajara, y en el asalto y toma de Mazatlán. Cuando Francisco Villa rompió con Carranza, y las fuerzas de Obregón —con los yaquis entre ellas— lograron derrotar a los villistas. Cuando Maytorena se pronunció por el villismo, distanció a los jefes Yaquis Francisco Urbalejo y Miguel M. Acosta Guajardo del general Salvador Alvarado al que pone preso, emprendiendo la ofensiva contra Naco y Agua Prieta, último reducto de los carrancistas bajo el mando de Plutarco Elías Calles. Los villistas —ya con destacamentos yaquis— fueron derrotados en varias ocasiones. Frustrada la toma de Hermosillo en la batalla de la hacienda El Alamito, los batallones yaquis, a las órdenes de los coroneles Chávez y Buitimea, abandonaron el campo para los cerros en busca de subsistencia. Los demás cuerpos se desbandan y Villa con unos cuantos hombres se internó en la sierra rumbo a Chihuahua. Cuando los Yaquis se presentaron a rendir sus armas a los carrancistas, el general Manuel M. Diéguez ordenó su fusilamiento, más Obregón mandó detener la ejecución y formó con ellos una brigada en Pótam.

En 1915, los yaquis atacaron una guarnición al sur de Guaymas. Al siguiente día Obregón ordenó una nueva campaña del Yaqui, empleando en ello por más de un año sus efectivos de combate. En el combate de yaquis contra yoris, la guerra no ofrecía perspectivas de victoria para ninguna de las partes. En 1917, el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, aceptó el desalojo del Valle por los soldados y habitantes no yaquis, ya que era la única manera de pacificar al pueblo y de concentrar a los yaquis en sus pueblos. A fines de año, sin embargo, los destacamentos militares regresaron al Valle, invadiendo los sembradíos de Matus y haciendo fuego de ametralladora contra los asistentes de una pascola, matando a 60 entre hombres, mujeres y niños. Cometen muchos otros actos de provocación y remitieron a México a varios indígenas como recogidos en combate. En diciembre los yaquis asaltaron la Estación Esperanza para rescatar a los prisioneros, pero sin conseguirlo, desataron la guerra en todo el territorio, volviendo a practicar la deportación masiva. En 1919, Adolfo de la Huerta concretó la paz y la devolución de familias a su pueblo. De 1926 a 1929 ocurrió otra revuelta que fue aplacada principalmente por el uso de aviones de la Fuerza Aérea Mexicana.

En 1937, Ignacio Lucero, gobernador del pueblo yaqui, mandó un comunicado al general y presidente Lázaro Cárdenas del Río, detallando los terrenos de los que habían sido despojados, pidiendo su restitución. Contestando Cárdenas lo siguiente:

El mandatario dictó mandamientos dotatorios de 13 pueblos de la zona, concediendo a los Yaquis extensiones de terrenos a lo largo de los ríos Yaqui y Mayo, proporcionando educación, asistencia y salubridad a la comunidad indígena. Cárdenas concedió en usufructo los bosques y las salinas, así como que los destacamentos militares que aún cubrían algunos puntos se concentraran a sus matrices.

El ejército de Estados Unidos libró la última batalla de las guerras contra los indios americanos. En enero de 1918, un pequeño grupo de unos treinta indígenas fueron interceptados por soldados del Décimo de Caballería de Buffalo, justo al otro lado de la frontera internacional, cerca de Arivaca, Arizona. En la escaramuza de treinta minutos que siguió, el comandante yaqui fue asesinado y un puñado de otros indios fueron hechos prisioneros. El último suceso importante de las guerras yaquis ocurrió casi diez años después en 1927 en la batalla de Cerro del Gallo. Después de algunos enfrentamientos menores la guerra continuó hasta 1929, pero la violencia fue sofocada principalmente por los bombardeos de la Fuerza Aérea Mexicana. El Ejército Mexicano también estableció puestos de control en todos los asentamientos del Yaqui y esta acción finalmente detuvo el conflicto.

En la actualidad, a pesar de que aparentemente el conflicto podía darse por terminado desde los acuerdos del presidente Lázaro Cárdenas, se reactivaron los problemas en 1997 con Ernesto Zedillo en el poder por un asunto de linderos del territorio y en la 2004 Vicente Fox catalogó como "Foco rojo" el conflicto yaqui. También, los yaquis han protestado contra los acueductos que se llevan el agua del río Yaqui a Hermosillo y contra el paso del Gasoducto Sonora por sus tierras. Octaviano Jécari presentó en el año 2005 una denuncia ante la Organización de las Naciones Unidas contra el presidente Vicente Fox.

“Que en reunión celebrada con fecha 11 de junio del año en curso en esta guardia tradicional, se analizó la problemática de seguimiento que guarda nuestra demanda por el territorio.

“Territorio que se nos ha tratado de despojar con la acción agraria de 1997. La estrategia de dividir el gobierno tradicional yaqui con dualidades al margen de nuestros estatutos o también reconocidos constitucionalmente por usos y costumbres, permitió que actualmente el Gobierno Federal declare fundamentos legales de ‘inamovilidad jurídica’ dentro de un proceso ilegal.

“El oficio que nos envía el subsecretario Gilberto Hershberger Reyes, de la Secretaría de la Reforma Agraria, denota su participación y una profunda preocupación en el blindaje jurídico que se le dio a dicho proceso ilegal para convertirlo en legal y arbitrariamente consumado en contra de nuestro pueblo, que es rebatible política e históricamente párrafo por párrafo y que rechazamos categóricamente.

“Agregamos que dicha forma atentó y continúa siendo de carácter injerencista en nuestra armonía interna de gobierno y una violación al marco de derechos basados en nuestros usos y costumbres, al nombrar conjuntamente Estado y Federación a los representantes del gobierno tradicional de dos de nuestros pueblos.

“Al respecto declaramos firmemente nuestra posición de ‘inamovilidad político-histórica’ con respecto a nuestro gobierno tradicional y territorio, por lo anterior le expresamos:

“Que este Gobierno Yaqui de acuerdo con los distintos sectores de nuestro pueblo hemos acordado solicitarle su intervención para que en un término de 72 horas, se suspendan todos los trabajos y se retire la maquinaria de las granjas acuícolas posesionadas en nuestro territorio: Ejido Liliba, Álamo Hueco y Cármen Vázquez entre otros.



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