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Igualitarista



El igualitarismo es un conjunto de teorías de tipo ético y político que consideran que la igualdad es mejor o justa.

Para sus diferentes detractores, el igualitarismo es filosóficamente el rechazo de la alteridad, pues la busca la Unidad y niega la complejidad y las contradicciones inherentes a la vida.

En un sentido ético el igualitarismo o igualdad se refiere a imparcialidad y no discriminación, a considerar los intereses de todos por igual.

En un sentido político, el igualitarismo es una doctrina que sostiene que todos los seres humanos deben ser tratados como iguales socialmenteigualdad ante la ley, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados— con los mismos derechos políticos, económicos, sociales y civiles.[1]​ Generalmente, se aplica a la igualdad que se celebra en virtud de la ley y la sociedad en su conjunto. Difiere el alcance o el ámbito de esta igualdad dependiendo del punto de vista a ser tratado, por lo que es un concepto controvertido.

El igualitarismo busca la igualdad de todas las personas sin importar su género, etnia, creencias, ni ninguna otra característica humana.

En un sentido axiológico el igualitarismo considera que aumentar la igualdad social y económica mediante la redistribución de bienes y de la renta mejora las sociedades y aumenta el valor del estado del mundo.

El igualitarismo beneficiaría no solamente a los sectores más desfavorecidos, sino también a los más ricos, ya que los problemas sociales y sanitarios repercuten en todos.[2]

El igualitarismo consiste en considerar a cada ser humano como igual, sin importar su raza, etnia, religión, sexo, orientación sexual, etc. En ese sentido, el igualitarismo significa reconocer las diferencias que existen en el otro sin discriminarlo por ellas. Por lo tanto, cada ser humano debe tener los mismos derechos en la sociedad.

Las distinciones solo deben basarse en la utilidad social (Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano). Así, por ejemplo, un menor de edad no posee el derecho al sufragio.

Para Karl Popper, "el igualitarismo quiere que todos los ciudadanos sean tratados imparcialmente, sin que se tenga en cuenta su nacimiento, sus relaciones o su fortuna. En otras palabras, no reconoce ningún privilegio como natural."[3]​ En ese contexto, el igualitarismo es una doctrina que considera que las personas son iguales por naturaleza y lleva a tratarlas a todos como iguales.

Otra de las ampliaciones del igualitarismo es aquella que reclaman los defensores de los derechos de los animales e incluiría el rechazo a la discriminación especista. En este sentido, Peter Singer ha defendido el 'Principio de Igual Consideración de Intereses', según el cual "intereses iguales deben ser considerados por igual", independientemente del sexo, raza, especie, etc. de quien sea el interés. A su vez, el profesor de la Universidad de Santiago de Compostela Oscar Horta ha defendido la aplicación no solo del Principio de Consideración de Intereses, sino también del principio de justicia distributiva igualitarista al conjunto de los animales sintientes.[4]

Para sus diferentes detractores, el igualitarismo es filosóficamente el rechazo de la alteridad, pues la busca la Unidad y niega la complejidad y las contradicciones inherentes a la vida.

Según Alberto Benegas Lynch (h), para Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, el igualitarismo es un atentado a la libertad que impide a la persona surgir y la reduce a una masa impedida de luchar por sus aspiraciones naturales de excelencia. Así, ven en el igualitarismo una fuente de nivelación «hacia abajo».[5]

Una sociedad que cumple con el objetivo meritocrático de igualdad de oportunidades podría seguir siendo un entorno hostil para aquellos que carecen de las capacidades físicas o mentales para competir.[cita requerida] Se ha argumentado que las políticas que van más allá de los ideales meritocráticos son ineficaces.[6]​ Aunque la igualdad de oportunidades es necesaria para hablar de mérito, pues si alguien compite económicamente contra otros partiendo con una ventaja económica entonces el mérito se ve reducido o anulado por dicha ventaja.

Se han presentado otros puntos de vista anti-igualitarias, entre otros en el debate sobre la distribución de los ingresos. El filósofo John Rawls rechazó el igualitarismo de resultados, y vio las ventajas de la desigualdad en las recompensas, sin embargo también argumentó por la igualdad económica del punto de partida pues para él el bienestar de una sociedad depende del bienestar de la peor situación individual porque la sociedad es tanto mejor si mejora el bienestar de los demás.[7]

También el filósofo Friedrich Nietzsche fue contrario al igualitarismo, tanto del igualitarismo implícito en el punto de vista cristiano, como al igualitarismo defendido por el movimiento socialista cada vez más pujante a partir de la segunda mitad del siglo XIX, alegando que se impulsa mediante estas doctrinas un deber impersonal donde se deja de lado el desarrollo del propio pensamiento.[cita requerida]




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