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Inanna



En la mitología sumeria Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios Inanna se sincretiza con la diosa Ishtar. Su representación era un haz de juncos verticales con la parte superior curvada.

Asociada con el planeta Venus, se la identifica con la diosa griega Afrodita y con la Astarté fenicia. Entre los acadios fue conocida como Ishtar. Según la mitología sumeria era hija de Nannar (Sin en acadio, dios de la Luna) y Ningal (la Gran Dama, la luna) y hermana gemela de Utu, conocido en acadio como Shamash. Su consorte fue Dumuzi (semidiós y héroe de Uruk). Ishtar o Inanna representa el arquetipo de la Diosa madre.[2]

Inanna encuentra una semilla, a la que cuida hasta que crece y se convierte en un gran árbol. Este, sin embargo, es atacado por tres seres: una serpiente, un ave y la diosa Lilith. Inanna pide ayuda a Gilgamesh, quien sacude el árbol de tal forma que aleja a las criaturas. De este modo, Gilgamesh puede hacer con la madera de ese árbol un trono para Inanna, quien a su vez, obsequia a Gilgamesh con el tambor con que luego reuniría a los guerreros.

Según este mito sumerio, Enki —una de las deidades más importantes— ocultaba los Me (normas a seguir para gobernar la creación). Inanna quiso tenerlos en su ciudad y para ello viajó por los cielos en su barca hacia el Apsu (hogar de Enki). Este, advertido de las intenciones de Inanna, preparó una fiesta para recibirla. Pero Inanna aprovechó el convite y emborrachó al dios y le quitó los Me. Cuando se repuso, Enki mandó emisarios para recuperarlos, pero Inanna los venció y, finalmente los llevó a Uruk, donde se difundieron.[1]

En la tradición mesopotámica, otoño e invierno son épocas en las que la tierra recupera su fuerza y su pureza en contraposición con la primavera y el verano, épocas de florecimiento y fertilidad. En Sumeria, esta época (otoño e invierno) se usaba con el mismo fin religioso, recuperar la fuerza y mejorar internamente. Irkalla (tierra del no retorno) es el lugar al que van las impurezas, los malos hábitos, los recuerdos que se pierden y los muertos. La muerte es un estado de purificación y mejora que conduce a una nueva vida.

En ese contexto cuenta la mitología sumeria que Inanna decidió bajar al inframundo para enfrentarse a su hermana y deidad opuesta, Ereshkigal. En la lucha Inanna muere, tras lo cual ningún ser en la Tierra tenía deseo de aparearse: ni hombres ni animales. Ante esto, Enki crea a unas criaturas sin género que engañan a Ereshkigal consiguiendo que les entregue el cadáver de la diosa al que aplican el "agua de la vida". Así Inanna revive, pero tiene que encontrar un sustituto que ocupe su lugar en el inframundo. Al volver a la Tierra encuentra que Dumuzi ha ocupado su puesto, por lo cual es a él a quien envía al inframundo.[1]

Como consecuencia, Dumuzi reina durante el otoño y el invierno, mientras Inanna, durante la primavera y el verano.

Tuvo siete templos, a los que se pueden añadir otros ocho, aunque el mayor estaba en Uruk (Eanna, dedicado a ella y Anu).

Uruk, tenía entre sus celebraciones varias de carácter sexual y violento. Se conservan fragmentos del poema babilonio a Erra, en el cual se critica duramente la actitud de un rey de Uruk, que no trata con suficiente amabilidad a las prostitutas, cortesanas y busconas [...] a los chicos alegres que cambiaron su masculinidad por feminidad así como a los portadores de dagas, navajas, cuchillas y pedernal, ya que estos, con sus actos, agradan al corazón de Ishtar.

Parece que el hecho de que los jóvenes durmieran en sus camas era algo preocupante y la copulación en las calles era una práctica habitual.

El papel de la prostitución no está claro y su posible función ritual ha sido discutida.[1]



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