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Incendios del 6 de septiembre de 1952 en Bogotá



Los incendios del 6 de septiembre de 1952 en Bogotá, Colombia, fueron una serie de conflagraciones de origen criminal perpetradas por manifestantes contrarios al Partido Liberal Colombiano en el contexto del periodo conocido como La Violencia.

Los ataques afectaron a los periódicos liberales, la sede de la Dirección Nacional del Partido Liberal y las residencias de los jefes de dicha colectividad, Alfonso López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo.[2]

La caída del poder civil derivó de la crisis que vivía el país desde el 9 de abril de 1948, día que por el caos que se vivió en la capital del país a raíz del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y que se le llamó El Bogotazo.

Los partidos políticos tradicionales colombianos, liberal y conservador, estaban enfrascados en un enfrentamiento que agravó el periodo conocido como La Violencia a principios de la década de 1950, en el que el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez y posteriormente Laureano Gómez, impuso el terror en las zonas rurales dominadas por liberales por medio de las policías políticas conocidas como Chulavitas en el centro del país y el grupo de ultraderecha conocido como Los Pájaros en el Valle del Cauca. En respuesta los liberales crearon guerrillas liberales y grupos de autodefensa campesinas conocidos como los cachiporros, y los comunistas que se veían también afectados crearon autodefensas comunistas.

Además de lo anterior, los mismos partidos estaban fracturados por luchas internas e intrigas, que les quitaron el apoyo popular.[3]​ Por ejemplo, el sector gaitanista estaba enfrentado con el oficialismo liberal dirigido por Eduardo Santos, y los conservadores estaba divididos entre ospinistas y laureanistas. Esta última facción era leal al presidente Laureano Gómez, quien sucedió a Ospina en unas elecciones sin rival ni garantías políticas ni de seguridad.[4]

Finalmente, la incapacidad de gobernar de Gómez, que controlaba el gobierno a través del designado Roberto Urdaneta (ya que en octubre de 1951 sufrió dos infartos que lo llevaron a ceder el poder), derivó en el apoyo creciente a un levantamiento militar. Gómez era tremendamente impopular por sus medidas dictatoriales y la radicalidad de sus ideas.

Con la experiencia de haber sido ministro de Guerra, Urdaneta destinó importantes ingresos a la modernización de las fuerzas armadas colombianas, a pesar de que intentó realizar acuerdos de paz con los insurgentes.

El 27 de agosto de 1952, seis agentes de policía murieron en un ataque perpetrado por la guerrilla liberal contra estaciones de Antioquia. El 2 de septiembre, otros cinco agentes fueron asesinados en Tolima durante otro ataque por parte también de guerrilleros liberales. En medio de la violencia bipartidista que existía en Colombia, los cadáveres de los cinco uniformados fueron trasladados a Bogotá y colocados en capilla ardiente en una división de la policía ubicada frente al Palacio de la Carrera sede del gobierno. Durante varios días se rindió homenaje a las víctimas.[8]

El 6 de septiembre, en presencia del presidente designado Roberto Urdaneta, se realizó el sepelio de los cinco funcionarios.[9]​ Después de asistir a las exequias,[10]​ un grupo encabezado por varios policías retornó al centro de la ciudad y la emprendió contra las instalaciones del diario El Tiempo de la avenida Jiménez con carrera Séptima. Cuando concluyó el ataque contra el periódico, el grupo buscó un nuevo blanco en la sede de la dirección del Partido Liberal Colombiano.[9]

Luego los manifestantes asaltaron las instalaciones del diario El Espectador utilizando dinamita y gasolina. Tras este tercer incendio, la jornada continuó con ataques a la casa del expresidente Alfonso López Pumarejo, situada en la calle 24 con carrera quinta, y la residencia Carlos Lleras Restrepo en carrera Séptima con calle 70. Ambos políticos eran miembros del partido liberal.[11]

El 7 de septiembre, Urdaneta manifestó que no había estado al tanto de lo sucedido ya que había viajado a su casa de campo en Funza. Entretanto, López y Lleras se asilaron en la embajada de Venezuela y luego salieron hacia el exilio.[11]

El Tiempo volvió a circular el 10 de septiembre y El Espectador 16 del mismo mes.[12][9]

La muerte violenta del guerrillero Saúl Fajardo el 2 de diciembre de 1952, sumada a los incendios del 6 de septiembre demostraron que los desmanes de las fuerzas del estado hasta entonces solo imputadas en regiones distantes sometidas al control militar, podían suceder también en las calles de Bogotá.[13]​ La repercusión de estos crímenes figura como una de las causas que meses después contribuyeron al derrumbamiento del gobierno de Urdaneta.[14][15]



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