La invasión francesa de Sevilla tuvo lugar el 1 de febrero de 1810 en el contexto de la invasión francesa de España y de la Guerra de la Independencia. Esta se prolongaría hasta el 27 de agosto de 1812, cuando es ganada por los españoles con ayuda británica en la Batalla del Puente de Triana. El expolio artístico que sufrió la ciudad fue notable. El 13 de octubre de 1817, por el notable papel que tuvo Sevilla en la guerra, le fue concedido el título de Muy Heroica por Fernando VII.
Francia firmó con España el Tratado de Fontainebleau (1807) que permitió la entrada en España de tropas francesas para invadir Portugal. Las tropas entraron en España en octubre de 1807, pero los acontecimientos políticos posteriores dejaron claro que se trataba de una invasión de la península por parte de las tropas de Napoleón. El 2 de mayo de 1808 militares españoles se sublevaron en Madrid contra los franceses dando comienzo la Guerra de la Independencia. El 6 de junio de 1808 José Bonaparte, hermano de Napoleón, pasó a ser nombrado por Francia como rey de España con el nombre de José I. Los franceses reprimen la resistencia con dureza extrema y llevan a cabo un saqueo de obras de arte y todos los tesoros nacionales. Ciudades como Zaragoza habían resistido hasta 1809 un durísimo asedio. Se constituyeron juntas en todas las provincias de España.
La Junta de Sevilla se constituyó el 27 de mayo de 1808, con el nombre de Suprema Junta de Gobierno de España e Indias.
Tras esto, comenzó a organizarse la resistencia desde el sur de España.A nivel internacional, decidieron enviar a Adrián Jácome, adepto al duque de Kent, y al jefe de escuadra, Juan Ruiz de Apodaca, a Londres a buscar la alianza con los ingleses. Estos salieron el 17 de junio del puerto de Cádiz en el navío inglés La Venganza. Al mismo tiempo envió a Cádiz a Eusebio de Herrera y Rojas, Pedro de Creus y Enrique Macdonel para hablar con el almirante Cuthbert Collingwood. También se estudió que Inglaterra ayudase a evacuar a los soldados españoles de la expedición española a Dinamarca, que habían sido enviados allí hace meses para ayudar a Napoleón. En el barco La Venganza iba también Rafael Lobo, al que se le dio la orden de pasar al Báltico para intentar ayudar a las tropas en territorio danés.
El 14 de enero de 1809 el almirante Apodaca firmó con George Canning la alianza anglo-española contra Napoleón. Entre los términos del tratado estaba que España proveería el elemento humano y bélico para la guerra y todos los elementos necesarios, desde armas hasta suministros, e Inglaterra daría el apoyo de sus generales. El precio de la alianza fue el libre comercio entre la América española e Inglaterra. Además, el General Castaños se reuniría con el Presidente de la Junta para planear la derrota de los franceses en el Sur, que culminaría en la batalla de Bailén en julio de 1808.
El 25 de septiembre se creó la Junta Central con representantes de las juntas de todas las provincias. Esta Junta tendrá su sede en el municipio madrileño de Aranjuez, aunque en diciembre de 1808 esta sede se trasladó a Sevilla.
La Junta se reunía en la iglesia del antiguo convento de San Hermenegildo, en la plaza de la Concordia de Sevilla, a escasos metros de la céntrica plaza del Duque.
El 22 de enero de 1810 se corrió la voz de la entrada en Córdoba del ejército francés, lo que generó mucha inquietud en Sevilla. El día 23 la gente supo que la comunidad de frailes capuchinos de la ciudad había embarcado con varias cajas de lienzos de Murillo de su iglesia, que muchas hermandades y cofradías estaban montando su plata y sus joyas en barcos y que los ricos de la ciudad hacían lo mismo sacando de la capital sus riquezas. La junta notó esta huida y decidió marcharse también, haciéndolo a la una de la madrugada y en silencio para que nadie se diera cuenta de que se marchaban. Dicha Junta Suprema Central se trasladó a la Isla de León (San Fernando, provincia de Cádiz), el 23 de enero de 1810.
La ciudad de Sevilla no estaba mal defendida en cualquier caso, ya que contaba con unas murallas bien conservadas y con 300 cañones, por tanto existían posibilidades de éxito.
El 24 de enero de 1810, el pueblo se percató de la ausencia de la junta y decidieron congregarse en la Maestranza de Artillería, donde solicitaron de forma asamblearia una organización para enfrentarse a las huestes de Napoleón. Liberaron al conde de Montijo y al general Palafox (hermano de José de Palafox, que participaría en los sitios de Zaragoza, y marqués de Lazán), que se encontraban arrestados por posibles intrigas. El general Palafox quiso crear una regencia compuesta por él, el conde de Montijo y el marqués de La Romana y Saavedra, creando así una nueva Junta Suprema en el Alcázar de Sevilla. El pueblo se soliviantó al ver que estaban haciendo lo mismo que la Junta anterior y ocupó el Alcázar.
Al acercarse las tropas francesas, toda la Junta sevillana decide marcharse, pero al no ser seguras las vías hacia Cádiz deciden tomar otro camino y dejan Sevilla por el puente de Triana.
El 30 de enero las tropas de Napoleón se encuentran ya en Alcalá de Guadaíra. Los vecinos forman pelotones armados de fusiles y piezas de artillería, se improvisan fortificaciones, etc. Sin embargo, estas acciones defensivas no estaban lo suficientemente organizadas para resistir al grande y bien armado ejército invasor.
El Cabildo General de la ciudad se reunió el 31 de enero en la sala capitular del ayuntamiento para acordar las capitulaciones de la ciudad de Sevilla con el ejército francés, que estaba ya a las puertas. Se designó una comisión compuesta por el gobernador militar Eusebio de Herrera, que no había huido de la ciudad, el asistente interino Joaquín Leandro de Solís y el procurador mayor Joaquín Goyeneta y Jacobs.
En estas circunstancias, Nicolás Jorge Arespacochaga Bonilla, Maestre y Joaquín Goyeneta y Jacobs fueron hasta Torreblanca de los Caños, el actual barrio de Torreblanca, y pactaron unas capitulaciones con los franceses, que fueron en su mayor parte incumplidas por los invasores, pero que evitaron derramamientos de sangre. El 1 de febrero los franceses llegan a la ciudad, dirigidas por el mariscal Claude-Victor Perrin y por el propio José Bonaparte.
Napoleón Bonaparte declaró:
Goyeneta fue nombrado corregidor de Sevilla, equivalente a alcalde, por José Bonaparte de 1810 a 1812. Bajo su mandato se demolió el convento de la Encarnación para construir un mercado de abastos, donde se encuentra actualmente el Metropol Parasol. En 1811 se cerraron la iglesia parroquial de la Magdalena, que trasladó la sede de la parroquia a la iglesia del convento de San Pablo, y la iglesia parroquial de Santa Cruz, que trasladó la sede de su parroquia a la iglesia del convento del Espíritu Santo. Las dos iglesias fueron derribadas siguiendo los planes urbanísticos del francés Mayer y en su lugar se construyeron plazas. Goyeneta fue además hermano mayor del Gran Poder y tiene una calle estrecha de Sevilla a su nombre.
José Bonaparte incluyó Sevilla en su lista de ciudades conquistadas y acudió a un baile de gala en su honor en el Archivo de Indias, tapándose sus estanterías con tapices y colocándose lujosas lámparas de araña.
Sevilla terminó gobernada por el mariscal Jean de Dieu Soult, que abandonó sus intentos de tomar Cádiz para asentarse en el palacio arzobispal de Sevilla, en la plaza Virgen de los Reyes, a dirigir la ciudad y al saqueo de obras de arte.
En 1793 se creó un museo en el palacio del Louvre de París. Napoleón Bonaparte le cambió el nombre en 1803 por Museo Napoleón y lo puso a cargo de Vivant Denon. En este museo se expusieron muchas de las obras expoliadas en las guerras napoleónicas. Los franceses almacenaron 999 cuadros en el Alcázar de Sevilla. El Alcázar estuvo a cargo de Eusebio de Herrera y Rojas, un español que siguió a José I y se hizo mariscal de campo del ejército francés. En 1812 los 150 cuadros considerados de mejor calidad fueron llevados a París. Algunas obras fueron llevadas a Madrid, a disposición de las autoridades francesas y el mariscal Soult y otros generales terminaron con algunas de estas obras en sus colecciones particulares.
En la Iglesia del Hospital de la Santa Caridad, cuatro de las seis las pinturas alegóricas de Miguel de Mañara atendiendo a los desamparados, pintadas por Murillo, fueron expoliadas por el mariscal Soult al huir de Sevilla y fueron a parar a su domicilio de París. Estos cuadros fueron vendidos por sus herederos y hoy se encuentran en diferentes museos del mundo.
De distintos edificios religiosos se saquearon cuadros de Zurbarán, Herrera el Viejo, Juan de Roelas, Francisco Pacheco o Alonso Cano. La Iglesia de Santa María la Blanca, el Convento Casa Grande de San Francisco, la Iglesia de San Buenaventura, la Iglesia de Santa Isabel, la Iglesia de Santa María de Gracia y la Catedral de Sevilla fueron obligadas a entregar sus mejores obras artísticas.
Los capuchinos del convento de las Santas Justa y Rufina empacaron sus cuadros de Murillo y se los llevaron a Cádiz antes de la llegada de los franceses. Tras la expulsión de los franceses de la ciudad en 1812 estos cuadros regresaron al convento y, tras la desamortización de 1835, fueron a parar al Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Las obras que finalmente saquearon los franceses estuvieron expuestas en el Museo que se formó en el Alcázar de Sevilla y custodiadas por Eusebio de Herrera y Rojas, Gobernador del Alcázar y Hermano Mayor de la Hermandad de la Caridad, gracias al que se salvaron dos cuadros de Murillo del Hospital de la Caridad y el Sagrario de la Cartuja de las Cuevas entre otras cosas, tal y como lo explica Gómez Imaz en el "Inventario de cuadros sustraidos por el gobierno intruso en Sevilla 1810" y en "Un manuscrito inédito procedente del Monasterio de Santa María de las Cuevas".[cita requerida]
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