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Jael Unger



Premio APES a la mejor actriz de teatro
1975 - Mi adorada idiota
1978 - Lo crudo, lo cocido, lo podrido '
Premio APES a la mejor actriz de televisión
1981 - La madrestra
1994 - Rojo y miel
1995 - Estúpido cupido

Julia Gabriela Unger Kremer, conocida artísticamente como Jael Unger (Montevideo, Uruguay, 4 de julio de 1941) es una actriz chilena de origen uruguayo, con una larga trayectoria en teatro y televisión.

Reconocida por sus intervenciones en telenovelas como La sal del desierto (1972), María José (1975), La madrastra (1981), La noche del cobarde (1983), La trampa (1985), Trampas y caretas (1992), Ámame (1993) y Rojo y miel (1994), entre otras.

Se convirtió en la primera mujer en ser considerada la intérprete más rentable de la década de 1980 por las cadenas de televisión chilena, gracias a los éxitos de telenovelas de autoría de Arturo Moya Grau,[1][2]​ manteniendo el liderato femenino durante quince años hasta que Claudia Di Girolamo lo consiguió gracias a Estúpido cupido (1995).

Ha sido reconocida por su trayectoria artística en los diversos premios otorgados por los críticos y medios de espectáculos, logrand ser la ganadora de cinco premios APES en las categorías de mejor actriz de teatro, mejor actriz de televisión y un premio Laurel de Oro a la mejor actriz de teatro de 1975.[3]

En 2003 anunció su retiro de la actuación para transformarse en una guía espiritual de sistema Isha.[4]​ Sin embargo, en 2014 retomó exclusivamente su carrera artística para reestrenar la obra Cartas de Jenny.[5]

Jael Unger nació en Montevideo, Uruguay, el 4 de julio de 1941 y fue bautizada como Julia Gabriela Unger Kremer. Sus padres eran judíos de origen húngaro y llegaron a Sudamérica huyendo del holocausto. En 1947 cuando Unger tenía cinco años de edad, su familia emprendió el viaje a Chile.

De adolescente, Ünger se unió a un grupo juvenil judío. La organización era similar en su estructura a la de los boy scouts, con divisiones por subgrupos y monitores al mando. Pero el objetivo era distinto: ir a vivir a un kibutz para construir la patria. Los kibutz, eran comunidades agrícolas israelíes autosustentables. Fueron esenciales en la creación del Estado de Israel, ya que el entrenamiento militar de sus miembros les permitía patrullar y defender las zonas fronterizas en las que se establecían. El padre de Unger se opuso terminantemente a que se fuera, antes debía terminar la escuela.

Realizó sus estudios en la escuela Liceo Experimental Manuel de Salas, donde se despertó su vocación por el teatro, gracias a una representación de El príncipe feliz, del dramaturgo irlandés Oscar Wilde, donde interpretó a la golondrina. Ünger partió a Israel en 1960 y se quedó cinco años, dos de los cuales vivió en un kibutz. Los primeros seis meses se quedó con su abuela y dos tías, hermanas de su mamá. Con facilidad para aprender idiomas –español, húngaro, inglés, portugués y un poco de francés–, estudió un semestre de hebreo en Jerusalén. Luego regresó al kibutz, donde se reencontró con su novio Gregorio Rosenblum y el resto del grupo. Al poco tiempo se casó con él y quedó embarazada de Dafna. El deseo de una vida más privada, o la partida de muchas parejas jóvenes fue lo que motivó a Unger y su marido a dejar la comunidad. En Jerusalén las cosas cambiaron: el matrimonio andaba mal y Unger volvió, ahora con Dafna, a Chile en 1965.

Ünger amaba el teatro, pero guardó esa pasión en un cajón y la enterró por un tiempo para ir a Israel. Una vez en Chile se le presentó una oportunidad cuando la Universidad de Chile abrió cupos para un curso nocturno. Por un año trabajó durante el día y por las noches realizaba los talleres de actuación. Más tarde decidió entrar a la Escuela de Teatro Experimental en la misma universidad. Coincidió que su marido –que había regresado de Israel– también estaba en esa escuela, un año más adelante que Unger. Así, ambos volvieron a vivir juntos con Dafna, y buscaron un trabajo que calzara con sus horarios de estudio.

Egresó de teatro, en 1969, Ünger comenzó una relación sentimental con el director teatral Gustavo Meza en Concepción. Junto al actor Tennyson Ferrada, en 1974 la pareja fundó la compañía Teatro Imagen. El proyecto surgió como una forma de enfrentar y darle un sentido al momento político que se vivía en Chile: la dictadura de Augusto Pinochet.

Antes de incursionar en la actuación y dadas sus raíces judías decidió cambiar su nombre artístico a Jael ("Julia" en hebreo).

La sorpresa como actriz, la dio en las tablas. El salto que se pegó en teatro fue muy importante, ahí fue donde evolucionó, se perfeccionó, mejoró la voz y se barajó fantásticamente bien en análisis de personajes. Durante este período se consolidó como actriz de teatro y ganado varios premios y reconocimientos por sus distintas interpretaciones. Sus obras más destacadas fueron El día que soltaron a Joss, Te llamabas Rosicler y Cartas a Jenny, producciones realizadas por Teatro Imagen.

Grabó su primera serie audiovisual en 1972, La sal del desierto, posteriormente le vendrían los éxitos María José y J.J. Juez de Canal 13. Pero, fue su rol protagónico en La Madrastra, de Arturo Moya Grau, el que la consagró entre los televidentes en 1981. En la historia interpretaba a Marcia, una mujer que estuvo en prisión durante 20 años por un asesinato que no cometió. Su marido le dijo a sus hijos que su madre estaba muerta. Por eso, cuando Marcia fue liberada, obligó a su esposo a casarse nuevamente con ella, transformándose en la madrastra de sus propios hijos. Compartió créditos con Walter Kliche, Claudia Di Girólamo, Marés González, Gloria Münchmeyer, Jaime Vadell, Silvia Santelices, entre otros.

Jael se convirtió en la primera mujer en ser considerada la intérprete más rentable de la década de 1980 por las cadenas de televisión chilena, gracias sus papeles protagónicos en La madrastra (1981), La noche del cobarde (1983), La trampa (1985) y La última cruz (1987), todas ellas telenovelas de autoría de Arturo Moya Grau, manteniendo el liderato femenino durante quince años. En casi todas las teleseries ella siempre fue protagonista, Moya Grau la denominaba como "La Sempiterna Yael Unger", su actriz favorita y siempre le daba un rol protagónico en sus telenovelas.

En la década de 1990, Unger firma contrato con la televisión pública, Televisión Nacional de Chile, y protagoniza junto a Claudia Di Girolamo la telenovela Trampas y caretas, de Lauro Cesar Muniz. Unger interpretó a la madre millonaria y manipuladora de Francisco Reyes y Bastián Bodenhöfer. La telenovela marcó el primer éxito para la televisión pública. Posteriormente siguió incursionando exitosamente con Ámame (1993), Rojo y miel (1994), Estúpido cupido (1995), Juegos de fuego (1995), Loca piel (1996), Borrón y cuenta nueva (1998), Aquelarre (1999) y Santo ladrón (2000).

En el año 2000, junto a otros 25 actores, participó en el proyecto "Un actor se desnuda", a cargo de la artista Elizabeth Patiño en Museo Nacional de Bellas Artes (Chile).

En 2001 anunció su retiro del teatro y las telenovelas para dedicarse por completo a ejercer como terapeuta de reiki y bioarmonía. El último trabajo teatral al que se dedicó fue la obra Anatomía de un caballo, dirigida por Ana María Zabala y apareció en treintas capítulos de El circo de las Montini (2002), como una doctora que trata a un hombre con VIH.

Comenzó la práctica del “sistema” Isha en 2003 y pronto decidió hacer la maestría. Dejó todo lo que tenía en Chile y partió a Santa Marta (Colombia), donde estaba el Centro Isha. Cuando se convirtió en maestra, cambió nuevamente su nombre por Ishani: “reina del paraíso, diosa imperial, la perfecta encarnación de la conciencia crística en la forma femenina”.



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