Jorge Juan y Santacilia (bautizado en Monforte del Cid, Alicante, España, 5 de enero de 1713-Madrid, 21 de junio de 1773) fue un humanista, ingeniero naval y científico español. Midió la longitud del meridiano terrestre durante la Misión geodésica francesa demostrando que la Tierra está achatada en los polos. Reformó el modelo naval español.
Hijo de Bernardo Juan y Canicia y de Violante Santacilia y Soler, nació el 5 de enero de 1713, entre las dos y tres de la tarde.Monforte del Cid, siendo esta localidad la que figura en el único escrito que se halla acerca de la natalidad del mismo, la carta de ingreso a la Orden de Malta, en donde figura de su puño y letra que «Soy natural de la Universidad de Monforte».
Con motivo del III centenario de su nacimiento se desarrollaron multitud de argumentaciones en torno a la procedencia de su nacimiento. Lo cierto es que a pesar del nacimiento en su casa natal de El Fondonet, su bautismo se realizó enTenía tres años de edad cuando quedó huérfano de padre, estudiando las primeras letras en el colegio de la Compañía de Jesús de Alicante bajo la tutoría de su tío don Antonio Juan, canónigo de la colegiata. Poco después, su otro tío paterno don Cipriano Juan, Caballero de la Orden de Malta, condición que implicaba el celibato durante toda la vida, que por entonces era Bailío de Caspe, se encargó de su educación enviándole a Zaragoza para que cursara allí los estudios de Gramática, que en aquel tiempo constituían una enseñanza preparatoria para otros estudios superiores. La ciencia matemática era una de las materias más importantes en la educación de un guardiamarina del siglo XVIII. En 1729, con dieciséis años de edad, regresó a España para solicitar su ingreso en la Real Compañía de Guardias Marinas, escuela naval militar fundada por Patiño en 1717 en Cádiz. Tras seis meses de espera asistiendo como oyente, ingresó en 1730 en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, donde se impartían modernos estudios técnicos y científicos con asignaturas como geometría, trigonometría, observaciones astronómicas, navegación, cálculos de estima, hidrografía, cartografía, etc., completando una formación humanística con otras clases de dibujo, música y danza. Pronto adquirió fama de alumno aventajado, siendo conocido por sus compañeros con el sobrenombre de Euclides. Las avanzadas teorías de Newton eran conocidas y divulgadas en esta academia, de la que habrían de salir técnicos muy cualificados para la Armada. Cádiz era una puerta abierta a la Europa ilustrada, a las corrientes enciclopedistas y al comercio con América, en una España dieciochesca que se resistía al avance de las nuevas ideas. El mismo Voltaire tenía una casa comercial de vinos en Cádiz.
Todo esto debió de influir en la formación del joven Jorge Juan que en 1734, con 21 años de edad, finaliza sus estudios de Guardia Marina, tras haber navegado durante tres años por el Mediterráneo, participando en numerosas expediciones, bien para castigar a los piratas, o en la campaña de Orán, o en la escuadra que acompañó a Nápoles para sentar en el trono al entonces infante don Carlos, que más tarde sería Carlos III de España. Entre otros maestros en el arte de navegar tuvo como general al marqués de Mari, su capitán en la Academia de Cádiz, y como comandantes al Conde de Clavijo, al célebre don Blas de Lezo y a don Juan José Navarro, después marqués de la Victoria.
Como cadete participó en la expedición contra Orán (1732) y en la campaña de Nápoles (1734). En 1734, todavía estudiando, se embarcó junto con Antonio de Ulloa en la expedición organizada por la Real Academia de Ciencias de París a las órdenes del astrónomo Louis Godin para medir un grado del arco de meridiano terrestre en la línea ecuatorial en América del Sur, específicamente en la Real Audiencia de Quito (actual Ecuador). En la expedición se determinó que la forma de la Tierra no es perfectamente esférica y se midió el grado de achatamiento de la Tierra.
Jorge Juan permaneció diecinueve años en América estudiando la organización de aquellos territorios por encargo de la corona. A su regreso, Fernando VI lo ascendió a capitán de navío.
Consciente de que la armada española comenzaba a estar anticuada, en 1748 el marqués de la Ensenada le encargó viajar a Inglaterra como espía para conocer las nuevas técnicas navales inglesas.
Su misión consistía en informar de los avances británicos en construcción naval e importarlos, contratando, además, a expertos de los astilleros del Támesis que quisieran hacer escuela en España. Adoptó la falsa identidad de Mr. Josues. En menos de una semana logró lo que el inexperto embajador no había conseguido en años. Incluso conoció al almirante George Anson y al primer ministro John Russell, IV duque de Bedford, y compartió mesa con ellos. Este último ordenará poco después a la policía darle caza por espía. Sus informes, por medio de cartas cifradas, convencieron aún más a Ensenada de la necesidad de cambiar de política y centrar el esfuerzo en construir una flota poderosa y moderna. Jorge Juan intuyó, como él, que tarde o temprano se dirimiría contra la flota inglesa la supremacía de los mares y, sin un cambio en la Armada, no habría América. Informó sobre la construcción naval, que se demostró más anticuada que la de Antonio Gaztañeta usada en España, y la división moderna del trabajo cualificado, copió pieza a pieza los diseños de barcos y las investigaciones sobre el lacre y las primeras aplicaciones de máquinas de vapor para limpiar puertos entre otros usos preindustriales. También informó de planes concretos de los ingleses para atacar América.
En España el gasto en madera era enorme contra el eficiente sistema inglés y la calidad y resistencia de sus jarcias, velas y otros componentes. Jorge Juan incluso realizó sus propias mejoras al sistema. Pero la policía inglesa empezó a recibir informes y alguno de sus contactos allí fue detenido por el propio ministro Bedford. Antes de escapar aún tuvo que vivir mil peripecias y planificar el viaje de decenas de importantes ingenieros navales y obreros cualificados a España con sus familias para trabajar para la Corona, convenciéndoles de que aquello no pondría en peligro la industria naval británica y en junio de 1750 logró cruzar el Canal de incógnito en un barco, el Santa Ana de Santoña, y llegó a París.
A su vuelta comprobó que ya trabajaban en España cuatro de los mejores constructores ingleses, medio centenar de técnicos y decenas de obreros cualificados. Protegido por Ensenada, fue nombrado en 1752 Director de la Academia de Guardias Marinas de Cádiz. Allí terminará de experimentar todas sus teorías sobre la construcción naval sustentadas matemáticamente. Los resultados incluso impresionaron a los ingleses. Inspeccionaba desde la tala de árboles hasta la modernización de arsenales y astilleros, empezando por Cartagena. Él mismo se hizo cargo de la construcción naval española, renovando los astilleros. Su actividad tuvo tan buenos resultados que pocos años después los ingleses devolvieron la visita para estudiar sus mejoras. Pero las intrigas triunfaron en el verano de 1754 y provocaron la caída y destierro del marqués de la Ensenada, gracias al empeño del sagaz embajador británico en Madrid, Benjamin Keene. Con el tiempo, sus ideas y las de Jorge Juan serían desechadas en favor del tipo de construcción naval francesa de Gautier, mucho más atrasado, pero defendido con denuedo por los nuevos ministros y sobre todo por Julián de Arriaga, secretario de Marina.
Entre 1751 y 1754 estuvo en Ferrol donde, con el ingeniero militar Francisco Llobet, planeó y construyó el arsenal y poco después realizó los primeros planos del que sería el barrio de la Magdalena, que quedaría en manos de Llobet.
En 1757 fundó por encargo del rey Carlos III el Real Observatorio de Madrid. También propuso al marqués de la Ensenada la creación de otro observatorio en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, idea que llevó a cabo más adelante el marqués de Ureña, fundando el Real Observatorio de la Armada, en San Fernando (Cádiz).
En 1760 fue nombrado jefe de escuadra de la Armada Real. Su competencia y buen valer hicieron que en 1767 se le nombrara Embajador Extraordinario de Su Majestad en Marruecos y logró firmar un primer tratado de 19 artículos que no ignoraba ninguna de las ambiciones importantes de la Corona. Allí también recabó información secreta y relevante para el Monarca; el rey le honró con la dirección del Seminario de Nobles de Madrid en 1773.
En los últimos años, elaboró un plan para la expedición que realizaría el cálculo del paralaje del Sol, es decir, la medición exacta de su distancia a la Tierra. El fenómeno astronómico que mejor podría contribuir a la finalización del problema era el tránsito de Venus por el disco solar. Así, la expedición dirigida por Vicente Doz salió de Cádiz en 1769 y el 3 de junio midieron desde la costa de California el fenómeno astronómico. Los resultados entre las diferentes mediciones fueron perfectos y pusieron fin al problema de la determinación exacta de la escala del sistema solar.
Estuvo muy vinculado (desde los doce años) a la orden de los Caballeros de Malta de la mano de su tío, que ocupaba uno de los más altos cargos de la orden. Jorge Juan acabaría recibiendo el título de Comendador de Aliaga de la orden de los Caballeros de Malta
Sus restos mortales fueron inhumados en el Panteón de Marinos Ilustres, de San Fernando (Cádiz) el 2 de mayo de 1860.
En 1734, Felipe V recibió la solicitud de su primo el rey Luis XV de Francia para que una expedición de la Académie Royale des Sciences de París, formada por Louis Godin, Pierre Bouguer y Charles Marie de La Condamine, viajase a Quito, en el Virreinato del Perú, a medir un arco de meridiano y obtener el valor de un grado terrestre que pudiese ser comparado con otras mediciones practicadas por Maupertuis en Laponia. De estas mediciones se obtendrían distintas medidas de la distancia de un cierto ángulo sobre la tierra a distintas latitudes, lo que permitiría determinar con exactitud la forma no perfectamente esférica de la Tierra. Este problema, que venía planteándose desde los griegos, se convirtió en el siglo XVIII en una agria polémica que duraba casi un siglo, sobre si tenía forma elongada (en los polos) como decían académicos como Cassini, partidarios además de la mecánica cartesiana, o achatada como defendían Maupertuis y otros sabios como Newton, Halley y Huygens, apoyándose en la teoría de la gravitación universal (los cuerpos pesaban menos en el Ecuador), o en las experiencias del péndulo (no oscilaba con la misma frecuencia en diferentes lugares). La expedición acabaría la polémica dando la razón a estos últimos.
Felipe V era admirador de los sabios franceses y quiso participar en la empresa. En una Real Orden del 20 de agosto de 1734 ordenaba elegir a dos de sus más hábiles oficiales, para que acompañasen y ayudaran a los científicos franceses en todas las operaciones de la medición, asumiendo la mitad de los gastos de la expedición. Sorprendentemente eligieron a dos jóvenes guardias marinas, Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral, que no tenían más que veintiuno y diecinueve años y carecían de graduación militar, por lo que se les ascendió directamente a tenientes de navío. Jorge Juan sería el matemático, Antonio de Ulloa el naturalista.
Partieron de Cádiz el 26 de mayo de 1735 en compañía de José Antonio de Mendoza Caamaño, marqués de Villagarcía de Arosa, que acababa de ser nombrado virrey del Perú, a bordo del navío El Conquistador, Jorge Juan, y en la fragata Incendio, Antonio de Ulloa. Llegaron el 7 de julio a Cartagena de Indias, pero hasta el 15 de noviembre no lo hicieron los franceses, y juntos emprendieron la ruta por Guayaquil hacia Quito.
La medición del grado de meridiano se prolongó desde 1736 hasta 1744. El sistema seguido consistía en una serie de triangulaciones que requerían poner señales en puntos o bases elegidas, tanto en el llano como en las cumbres de 5000 metros de altitud. Las ciudades de Quito y Cuenca limitaron los extremos de la triangulación; entre ambas, una doble cadena de montañas paralelas facilitaba la elección de vértices a una y otra parte del gran valle que las une. Decidieron separarse en dos grupos, Godín con Juan, La Condamine y Bouguer con Ulloa; ambos grupos efectuarían las medidas en sentido contrario, con el fin de comprobar su exactitud. La medida empleada era la toesa, equivalente a 7 pies de Burgos o 1,98 metros. Después de varias comprobaciones, había que completar estas observaciones físicas con las astronómicas.
En 1748 Ulloa describe en su Relación Histórica del Viaje a la América meridional muchas de las dificultades y sufrimientos que tuvieron que soportar. Por tres veces tuvieron que interrumpir su trabajo y andar el largo camino desde Quito a Guayaquil por orden del Virrey de Lima, para solucionar cuestiones relacionadas con la defensa marítima del Virreinato en sus costas y plazas, fortificándolas contra los ataques ingleses.
Juan estableció como valor del grado de Meridiano contiguo al Ecuador, 56 767 788 toesas, en un cálculo que resultó el más aproximado de todos los de la expedición. Sobre la base de esta medición, cincuenta años después, el metro pasó a ser definido como la nueva unidad de medida, y con ello el sistema métrico decimal fue adoptado universalmente.
Finalmente, después de nueve años, regresaron en navíos distintos con el fin de asegurar que uno de los duplicados de las notas y cálculos llegara a su destino. Embarcaron en el puerto de El Callao en las fragatas francesas Lys y Délivrance, el 22 de octubre de 1744. Jorge Juan llegó a Brest con la Lys el 31 de octubre de 1745. Desde allí se dirigió a París para cambiar impresiones sobre su obra y contrastar algunas particularidades observadas por él y Godín en sus observaciones astronómicas, conociendo a los célebres astrónomos Marian, Clairaut y La Caille, autores de las fórmulas que tantas veces habían empleado. Conoció a Réaumur, inventor del termómetro, y a otros célebres científicos que, en compañía de La Condamine y Bouguer, reintegrados a sus actividades, le votaron como miembro correspondiente de la Académie royale des Sciences.
Antonio de Ulloa tuvo más dificultades. Apresada su fragata por los ingleses, que habían declarado la guerra a Francia durante la travesía, tuvo que arrojar al mar la documentación comprometedora, no así lo referente a la medida del grado, observaciones físicas y astronómicas, y noticias históricas. Le llevaron preso cerca de Portsmouth. En sus estudios sobre la minería fue el primero en hablar de la platina o platino, como mineral diferente de la plata y el oro.
Al regresar a Madrid había muerto Felipe V y fueron recibidos con indiferencia en Marina y en la Secretaría de Estado.marqués de la Ensenada, quien vio en ellos a las personas ideales para desarrollar su política naval y de armamentos. A partir de entonces se inicia una etapa de trabajo fecunda y una relación de amistad con el marqués, que duraría toda la vida y permanecería inalterable aún después de su caída.
Jorge Juan consideró pedir destino en su Orden de Malta, pero el general de la Armada, Pizarro, viejo amigo de Chile, les presentó alFernando VI aceptó de buen grado la elección y les nombró capitanes de fragata, interesándose por el informe Memorias secretas, la parte reservada de la misión que les llevó al Ecuador, por tratarse del estado político de aquellas provincias, redactadas con una madurez y espíritu liberal sorprendente por su juventud. Por otra parte, Ensenada decidió publicar las Observaciones y los cuatro volúmenes de la Relación Histórica, comprendiendo que el trabajo de los dos jóvenes no estaría terminado hasta su pública presentación, que fue en 1748, en una tirada de 900 ejemplares (la edición francesa de La Condamine no aparecerá hasta 1751). 1749 es la fecha en la que se publica Disertación Histórica y Geográfica sobre el Meridiano de Demarcación entre los dominios de España y Portugal, de Ulloa y Juan, donde como consecuencia de los conocimientos adquiridos en su viaje a América y la circunstancia de ser conocidas las dimensiones de la Tierra, se pudo zanjar científicamente la cuestión de determinar el meridiano que el Papa Alejandro VI había señalado como demarcación para los descubrimientos de ambas naciones, y que todavía se negociaba desde el Tratado de Tordesillas.
Las Observaciones de Jorge Juan suscitaron reparos, al aceptar este por evidente el sistema de Copérnico, que todavía provocaba rechazo en Roma. Pero el jesuita padre Burriel defendió sus escritos, y para evitar la censura, se acordó que figurase en la segunda edición de 1773, un preámbulo de Jorge Juan titulado "Estado de la Astronomía en Europa".
En marzo de 1749 Jorge Juan fue enviado a Londres con el nombre de Mr. Josues con varias misiones secretas,Royal Society de Londres, al igual que lo fue Ulloa. Al cabo de 18 meses tuvo que escapar ganando la costa francesa disfrazado de marinero, no sin antes haber conseguido llevarse a España 50 técnicos navales.
por encargo del marqués de la Ensenada, que para sus planes de reforma de la Armada necesitaba información acerca de todo lo relacionado con la construcción naval, y traer a España expertos constructores de barcos, velas, cordajes, etc. Las cartas de Juan con Ensenada se escribían en clave numérica. La actividad secreta del espionaje industrial no impidió que Jorge Juan fuese admitido, recién llegado el 6 de abril, como miembro de laEs ascendido a capitán de navío y a partir de 1750 su carrera es imparable. Ensenada ha descubierto cuán útil es para sus fines. En el siglo XVIII el transporte marítimo y la defensa naval son decisivos; el país que disponga de mejores navíos será el que domine. Conscientes del retraso de España, centrarán sus esfuerzos en este sector puntero. Pero Juan, desilusionado por el sistema de construcción naval inglés, a su regreso de Londres ideó un nuevo plan español que, aprobado en 1752, se implantó en los astilleros de Cartagena, Cádiz, Ferrol y La Habana, organizando arsenales, construyendo diques en Ferrol y Cartagena, contratando constructores como Bryant y Tournel. Allí se trabajaba con un moderno criterio industrial de división del trabajo en los diques, astilleros, hornos, fábricas de jarcia y lonas, etc. Con estas normas se construyeron navíos como el Aquilón y el Oriente.
En 1752 es nombrado director de la Academia de Guardias Marinas, cargo de mucha responsabilidad, donde Jorge Juan implantará las enseñanzas más avanzadas de la época, contratando a profesores competentes y relegando a quienes no consideraba capacitados. Fundará el Observatorio Astronómico de Cádiz, dotándolo con los mejores aparatos de la época y manteniendo correspondencia de sus observaciones con las Academias de París, Berlín y Londres.
En Cádiz tendrá ocasión y tiempo para los nuevos estudios, experimentando con cálculos matemáticos la manera de construir navíos ligeros y veloces pero seguros. Las directrices que impondrá serán que el navío se ha de construir optimizando la cantidad de madera y herraje. Así mismo, estudia la fuerza del mar y del viento, construyendo modelos de naves que remolcaba para comparar sus distintas resistencias, y comprobando con cometas la acción del viento sobre las velas. Todos estos estudios trascendieron, hasta el punto que en 1753 el almirante Richard Howe vino a comprobarlo personalmente, quedando sorprendido de la velocidad y maniobrabilidad de los navíos. Supervisó la construcción de los diques y organizó los arsenales, se ocupó de la tala de árboles para la construcción de las naves, solucionó los problemas en las minas de Almadén y Linares, en los canales de riego de Murcia y Aragón, en la fábrica de cañones de Santander; sentó las bases para una moderna cartografía de España. En junio de 1754 el rey le nombra ministro de la Junta General de Comercio y Moneda.
Jorge Juan funda en Cádiz la Asamblea Amistosa Literaria, que reunía los jueves en su casa, donde se discutían temas de interés que aportaban eruditos como Louis Godin, José Aranda, Gerardo Henay, Diego Porcel, José Infante, Francisco Canivell y Vila, José Nájera, Francisco Iglesias, Pedro Virgili y José Carbonell, en lo que pretendía ser el embrión de una futura Academia de Ciencias. Disertando sobre astronomía, artillería, navegación y construcción, surgió la idea de escribir su gran obra Examen Marítimo, que se publicaría en Madrid catorce años más tarde, en 1771. Esta obra sería la piedra angular de la teoría de la construcción naval, la primera escrita con cálculos matemáticos. Analiza la dinámica del buque, su estabilidad, su relación con el empuje de las olas, esfuerzos a que está sometida la arboladura, etc., basándose en la experimentación. Tan pronto como apareció, fue conocida y traducida en toda Europa.
Pero desgraciadamente, en España, tras la caída de Ensenada y por cuestiones políticas, poco a poco fue sustituido el modelo de construcción estudiado por Juan por el modelo francés, y los planes de recuperación naval de España quedaron estancados. Poco antes de morir Jorge Juan, escribió una dura carta a Carlos III por su subordinación ciega al modelo naval francés, vaticinando graves pérdidas, como ocurriría en Trafalgar 32 años después, cuando los ligeros navíos ingleses, seguramente inspirados en los estudios de Juan, dieron al traste con la pesada y vetusta flota hispano-francesa.
El rey Carlos III le nombra Embajador Extraordinario en la Corte de Marruecos para una difícil misión política; otra vez la confianza en el sabio humanista le señala como la persona ideal. Durante tres reinados fue Jorge Juan indispensable. Salió el 15 de febrero de 1767 en compañía de Sidi-Hamet-el-Garcel, embajador de Marruecos, con regalos para el soberano musulmán y con unas instrucciones concretas acerca de su misión.
Tras más de seis meses de actividad diplomática regresó habiendo firmado un Tratado de 19 artículos, en el que las aspiraciones españolas quedaban aseguradas en muchos puntos, salvo en algunos que no mermaron el éxito de la misión. De todos los detalles y curiosidades del viaje dejó constancia en un diario manuscrito.
De regreso a Madrid fue nombrado para la dirección del Real Seminario de Nobles, su último puesto de servicio.
Su imagen figuraba en el reverso de los antiguos billetes de 10 .000 pesetas.
La Corporación Municipal de Ferrol instaló junto al Palacio de la Capitanía una estatua dedicada a Jorge Juan.
También está dedicada a su memoria la calle de Jorge Juan, en el distrito de Salamanca de la ciudad de Madrid (España).
En la ciudad de Valencia (España), se le dedicó una calle en el primer ensanche de la ciudad como homenaje a su trayectoria.
La ciudad de Denia (Alicante) le tiene dedicada una plaza muy cerca de su puerto.
La capital de la provincia donde nació, Alicante (España), le honró con una de sus calles más importantes, la que conecta el Ayuntamiento con la Basílica de Santa María.
Llevaba su nombre un destructor de la Armada de la Clase Churruca, el Jorge Juan
En 1974, España emitió un sello en homenaje a Jorge Juan y Santacilia
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