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Tratado de Tordesillas



El Tratado de Tordesillas (en portugués: Tratado de Tordesilhas) fue un compromiso suscrito en la localidad de Tordesillas —situada en la actual provincia de Valladolid, en España—, el 7 de junio de 1494,[1]​ entre los representantes de Isabel y Fernando, reyes de Castilla y de Aragón, por una parte, y los del rey Juan II de Portugal, por la otra, en virtud del cual se estableció un reparto de las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo (América) mediante una línea situada a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde para evitar un conflicto de intereses entre la Monarquía Hispánica y el Reino de Portugal. En la práctica, este acuerdo garantizaba al reino portugués que los españoles no interfirieran en su ruta del cabo de Buena Esperanza, y viceversa, los primeros no lo harían en las recientemente descubiertas Antillas.

Aunque por tratado de Tordesillas se conoce al convenio de límites en el océano Atlántico, ese día se firmó también en Tordesillas otro tratado por el cual se delimitaron las pesquerías del mar entre el cabo Bojador y el Río de Oro, y los límites del Reino de Fez en el norte de África.

La Unesco le otorgó la distinción de Patrimonio de la Humanidad en 2007 dentro de su categoría «Memoria del mundo» como documento compartido entre España y Portugal.[2][3][4]

El Tratado de Tordesillas tuvo como antecedente al Tratado de Alcáçovas, firmado el 4 de septiembre de 1479 entre los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón y el rey Alfonso V de Portugal, por el cual se selló la paz que puso fin a la guerra de Sucesión Castellana. Además de servir para formalizar el fin de la beligerancia, el pacto contenía otras cláusulas concernientes a la política de proyección exterior, en un momento en que castellanos y portugueses competían por el dominio del océano Atlántico y de las costas de África. A través del reparto de este tratado la Corona de Castilla recibió las islas Canarias mientras que el Reino de Portugal obtuvo el reconocimiento de su dominio sobre las islas de Madeira, Azores y Cabo Verde, y sobre Guinea y en general sobre la costa africana «todo lo que es hallado e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos, allende de que es hallado ocupado o descubierto».

En 1492 los reyes de Castilla y de Aragón autorizaron a Cristóbal Colón a realizar una expedición marítima navegando por el océano Atlántico hacia el oeste hasta las Islas de la Especias. Participaron dos carabelas: la Pinta, y la Niña y la nao Santa María, al mando de Martín Alonso Pinzón, Vicente Yáñez Pinzón y Juan de la Cosa, respectivamente.

A finales del siglo XV se sabía de la medición de Eratóstenes de la circunferencia de la Tierra, pero algunos consideraban válidos los cálculos de Claudio Ptolomeo de 180 000 estadios, lo que confería una circunferencia de 28 350 km. La circunferencia real de la Tierra es de 40 120 km, con una diferencia respecto al cálculo de Ptolomeo de 11 770 km, y entre las costas americana y asiática hay un arco máximo de 11 200 km aproximadamente. Teniendo en cuenta este error de medida, y que desde la llegada de Marco Polo a China se tenía conocimiento en Europa de los perfiles costeros orientales de Asia, Colón esperaba encontrar la costa de Cipango exactamente en la ubicación actual de las Antillas. No hay que olvidar que también se conocía la medición de Eratóstenes, de 252 000 estadios, mucho más ajustada a la realidad, medición que fue esgrimida en el informe pedido a la universidad de Salamanca para dictaminar que el viaje de Colón era imposible.

Evidentemente Colón se aferró a la medición de Ptolomeo, por lo que las naves partieron de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492 y se dirigieron a las islas Canarias.[5]​ El 16 de septiembre las embarcaciones alcanzaron el mar de los Sargazos y el 12 de octubre llegaron a la isla de Guanahani, en el archipiélago americano de las Bahamas. Colón siguió con su periplo por el mar Caribe llegando a Cuba el 28 de octubre y a La Española el 6 de diciembre. El 24 de diciembre la Santa María encalló en las costas de La Española y con sus restos se construyó el Fuerte Navidad.

La expedición emprendió el regreso el 16 de enero de 1493 y unos días más tarde una tormenta separó las dos naves. La Pinta, al mando de Pinzón, llegó a Bayona (Galicia) a finales de febrero y anunció a los reyes Isabel y Fernando el descubrimiento.[6]​ Entre tanto, la Niña, en la que viajaba Colón, hizo escala el 17 de febrero en la isla portuguesa de Santa María, en las Azores, y el 4 de marzo recaló en Lisboa, tras 7 meses y 12 días de viaje. Allí fue interrogado por el rey Juan II y lo puso al corriente de sus descubrimientos. Inmediatamente el monarca portugués reclamó la pertenencia de las nuevas tierras alegando derechos derivados del Tratado de Alcáçovas. Isabel y Fernando, por su parte, negaron tal pretensión aduciendo que la navegación se había efectuado siempre al oeste, «y no al sur de Canarias». El día 15 Colón regresó al puerto de Palos y el mes siguiente fue recibido en Badalona por los reyes.

Para afirmar la soberanía castellana sobre los territorios recién hallados por Colón, Isabel y Fernando solicitaron ayuda al papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia), que había sido elegido en agosto de 1492 y con el que tenían una larga relación de favores mutuos. El papa emitió cuatro bulas, conocidas como bulas Alejandrinas, fechadas entre mayo y septiembre de 1493: la primera Inter caetera, la segunda Inter caetera, la tercera Eximiae devotionis y la cuarta y última Dudum siquidem. En ellas estableció que pertenecerían a la corona de Castilla las tierras y mares al oeste del meridiano situado a 100 leguas al oeste de las Azores y Cabo Verde. Se decretaba la excomunión para todos aquellos que cruzasen dicho meridiano sin autorización de los reyes de Castilla.

Tras el regreso de Colón y su paso por Lisboa en marzo de 1493, el rey Juan II de Portugal afirmó que las islas descubiertas estaban al sur de las Canarias e interpretaba que el Tratado de Alcáçovas se las adjudicaba, aunque según otras interpretaciones ese tratado solo se refería a las costas africanas. Juan II ordenó preparar una escuadra para verificarlo, para lo cual retuvo a dos pilotos portugueses que habían regresado con Colón desde las Indias.[7]​ La llegada de un emisario de los Reyes Católicos pidiéndole que enviara embajadores a Barcelona para discutir el asunto hizo que suspendiera provisionalmente la expedición. No obstante, en una carta escrita en agosto de 1493 Colón informó a los reyes que los portugueses habían enviado una carabela desde Madeira hacia el oeste.[7]

Juan II envió a sus monarcas rivales al doctor Pero Dias y a su secretario Rui de Pina, mientras en mayo de 1493 se conocían las bulas Inter Caetera, las cuales —en especial la segunda— eran muy favorables a los castellanos y consternaron al rey portugués. Portugal quedaba excluido en la práctica de las empresas americanas, toda vez que la línea imaginaria de demarcación trazada por designio papal lo relegaba a las costas africanas, quedando el Nuevo Mundo de forma privativa para el rey y la reina de Castilla y de Aragón. Estos pasaron a tener una actitud intransigente ya que contaban con el apoyo papal y la paz firmada con el rey de Francia.

Posteriormente, los Reyes Católicos y el monarca lusitano negociaron un tratado bilateral. Las delegaciones diplomáticas se reunieron durante varios meses en Tordesillas. Según el cronista portugués García de Resende, Juan II disponía de una red de espionaje muy eficaz formada por personas cercanas a los Reyes Católicos, cuya identidad no se conoce, y por un sistema de correos a caballo que llevaban rápidamente las noticias a Lisboa.[7]​ Los embajadores portugueses recibían desde Lisboa informes secretos sobre cuál iba a ser la posición negociadora de los castellanos junto a instrucciones directas del rey Juan.[8]

Finalmente los delegados de ambas monarquías alcanzaron un acuerdo que se plasmó en un tratado, firmado el 7 de junio de 1494, hoy denominado Tratado de Tordesillas. Por parte de los Reyes Católicos firmaron Enrique Enríquez de Guzmán, mayordomo mayor de los reyes, Gutierre de Cárdenas, comendador mayor de la Orden de Santiago y contador real, y el doctor Rodrigo Maldonado; por el lado portugués firmaron Ruy de Sousa, su hijo Juan de Sousa y el magistrado Arias de Almadana. Se fijó un plazo de cien días para su ratificación por los respectivos monarcas; los Reyes Católicos lo refrendaron el 2 de julio de 1494 en Arévalo, y Juan II lo hizo el 5 de septiembre siguiente en Setúbal. Los originales del tratado se conservan en el Archivo General de Indias en Sevilla (España) y en el Archivo Nacional de la Torre do Tombo en Lisboa (Portugal).[9]

El Tratado indicaba que se solicitaría su confirmación por la Santa Sede pero también estipulaba claramente que ninguna de las partes podría ser dispensada de cumplirlo alegando el «motu proprio» papal.[10]​ El papa Alejandro VI nunca confirmó el Tratado y hubo que esperar a que Julio II lo hiciese por medio de la bula Ea quae pro bono pacis en 1506.

La esencia del Tratado consistió en el convenio de una nueva línea de demarcación, siendo esta la que, teniendo sus extremos en ambos polos geográficos, pasase a 370 leguas[11]​ al oeste de las islas de Cabo Verde.[12]​ La gran diferencia con la demarcación establecida en las bulas pontificias fue que la parte oriental de América del Sur, el extremo este de Brasil, quedaba ahora adscrito al área de acción de Portugal, lo que posibilitó el sometimiento a su soberanía cuando en 1500 Pedro Álvares Cabral arribó a las costas brasileñas.

En su Historia de España Ramón Menéndez Pidal calificó el Tratado de Tordesillas como el primer tratado moderno de la historia europea pues, por primera vez, al lado de los diplomáticos que llevaban las conversaciones había dos grupos de peritos (españoles y portugueses) que asesoraban técnicamente a los primeros.

El motivo del tratado fue expresado como:

El límite fue establecido de la manera siguiente:

La asignación de jurisdicciones fue:

Las partes se comprometieron —con obligación de entrega si lo faltasen— a no enviar expediciones hacia la jurisdicción de la otra:

A los barcos españoles se le reconoció la libre navegación por las aguas del lado portugués para viajar a América:

Teniendo en cuenta que se estaba desarrollando el Segundo viaje de Colón, se acordó también que si hasta el 20 de junio de 1494 los navegantes de Castilla y Aragón descubrían alguna isla o tierra firme entre las 250 y 370 leguas de polo a polo desde Cabo Verde, debían quedar para los reyes españoles. Lo cual no ocurrió ya que Colón no se acercó a Sudamérica en sus primeros dos viajes.

El segundo tratado firmado en Tordesillas el 7 de junio de 1494 fijó una veda de 3 años a los españoles durante la cual no podían pescar en las aguas entre el cabo Bojador y Río de Oro y más al sur, pero sí podían asaltar la costa musulmana adyacente. Al norte del cabo Bojador ambos países podían pescar y asaltar la costa. Las zonas de influencia en el Reino de Fez fueron delimitadas en el pueblo de Cazaza hacia el levante.

El Tratado de Tordesillas solo especificaba la línea de demarcación como una raya derecha de polo a polo a 370 leguas derechas al poniente de las islas de Cabo Verde. No especificaba la línea en grados de meridiano, ni cuantas leguas entraban en un grado, ni identificaba la isla desde la que debían contarse las 370 leguas.[13]​ El tratado declaraba que esas materias serían establecidas por una expedición conjunta que nunca se llevó a cabo.

Expirado el plazo acordado de diez meses sin que se reunieran los expertos de ambas partes, el 15 de abril de 1495 se acordó que la reunión se efectuara en julio de 1495 en algún punto fronterizo, pero tampoco se llevó a efecto. La demarcación del límite nunca se realizó y cada parte interpretó el tratado a su conveniencia.

Los navegantes de la época no se ponían de acuerdo respecto de cuántas leguas había en un grado de meridiano, entre los españoles se encontraban opiniones entre: 14 y 1/6, 15, 16 y 2/3, 17 y 1/2 y 21 y 3/8 leguas por grado. Lo mismo ocurría entre los portugueses, entre los cuales había opiniones de 18, 20 o 25 leguas por grado. No era entonces conocido exactamente el tamaño de la esfera terrestre y por lo tanto la distancia entre cada meridiano variaba de acuerdo a la longitud que se le atribuía a la esfera, esto hacía que aunque se estuviera de acuerdo en cuantas leguas había en un grado de longitud, su distancia en kilómetros variaría de acuerdo al tamaño atribuido a la Tierra, y a la latitud a la que se midieran. En esa época era posible para determinar la latitud mediante la observación de la estrella polar con un cuadrante o un astrolabio, pero para la determinación de la longitud la única manera de poder fijar distancias en el mar y la única forma muy imprecisa de determinarla era por medio del tiempo empleado en recorrer una distancia determinada. Esto requería velocidades constantes y además no había relojes precisos.

Aunque los portugueses sabían navegar determinando la latitud, Colón y los demás navegantes españoles navegaban utilizando la brújula. Entonces se creía que, si se navegaba sobre la superficie terrestre manteniendo una dirección fija con la brújula, la trayectoria recorrida era un círculo máximo, y un navío que siguiese un rumbo fijo llegaría a dar la vuelta al mundo volviendo al punto de partida. Este concepto se refleja en la utilización de la palabra derecha en el tratado. Pedro Nunes fue el primero en señalar la falsedad de esa creencia y descubrir las líneas loxodrómicas, que presentó al publicar en 1537 en los volúmenes: Tratado sobre navegación marítima y Tratado sobre algunas dudas de la época sobre navegación marítima. Al seguir un rumbo fijo no se puede regresar al punto de partida y la trayectoria se acerca a uno de los polos asintóticamente. Los mapas de la época muestras las distorsiones provocadas por este error trazando una raya que solo pasaba por los polos en el meridiano de origen, por ejemplo el Planisferio de Cantino de 1502, que es la más antigua representación portuguesa conocida en la que aparece la línea de Tordesillas. La línea de demarcación estaba situada a mitad de camino entre el cabo San Roque, punto extremo nordeste de América del Sur, y el estuario del río Amazonas, aproximadamente a los 42°30'O y se distorsiona dejando en el hemisferio portugués toda Groenlandia, Terranova y parte de Labrador. Por el sur se interna más al occidente en Sudamérica dejando el cabo de Santa Marta al oriente. El error de dibujar los mapas con base en los rumbos magnéticos, que es el conocimiento existente al firmar el tratado, era favorable a los portugueses, que ampliaban así sus territorios en Brasil, por lo que fue sostenido en sus mapas y reclamaciones.

La primera opinión española sobre la posición de la línea del tratado fue la del catalán Jaume Ferrer de Blanes en 1495, realizada a solicitud de los reyes de Castilla y Aragón. Ferrer consideró que la línea de demarcación debía establecerse desde 18° (de 20 y 5/8 leguas por grado) al occidente de la más central de las islas de Cabo Verde, la isla de Fogo (que según él estaba a 15°O), estableciendo que la línea del tratado estaba a los 42°25'O, pero creía que el tamaño de la esfera terrestre era un 21,1 % más grande que el que en realidad es. Ferrer también estableció que la legua debía ser de 32 estadios olímpicos (6,15264 km), de esta manera la línea de Ferrer coincidía con el meridiano 45°37'O.[14]​ Para resolver el problema proponía un viaje en forma triangular, pero que no conocía que calculaba por línea loxodrómica y no por un arco de círculo máximo.[15]

En el mapa de Juan de la Cosa de 1500 aparece una línea de polo a polo titulada liña meridional que pasa por las islas Cabo Verde. Algunos especulan que podría tratarse de la primera representación gráfica conocida referida al Tratado de Tordesillas, en caso de que fuera la línea de origen desde donde contar las 370 leguas.

En 1518 el español Martín Fernández de Enciso localizó la línea a los 47°24'O, pero creía que la esfera terrestre era un 7,7 % más pequeña de lo que es, por lo que su línea pasaba a los 45°38'O.[16]

En razón de la disputa por las islas Molucas, entre el 1 de marzo y el 31 de mayo de 1524 se reunieron peritos de ambas coronas, entre ellos por España los navegantes Tomás Durán, Sebastián Gaboto y Juan Vespucio, quienes dieron su opinión a la Junta de Badajoz-Elvas que fue establecida para fallar en la disputa. Ellos especificaron que la línea debía estar a los 22° desde 9 millas al occidente del centro de la isla de San Antonio, la más al occidente de las del Cabo Verde (sostenían que en un grado entraban 17,5 leguas). La esfera terrestre considerada entonces era 3,1 % más pequeña que la actual, por lo que la línea fijada a los 47°17'O corresponde en realidad a los 46°36'O. El mapa utilizado por la parte española fue el Totius Orbis Descriptio Tam Veterum Quam Recentium Geographorum Traditionibus Observata Novum de Juan Vespucio, impreso en Italia en 1524. Los portugueses presentaron a la Junta de Badajoz-Elvas un mapa en el que la línea fue marcada a los 21°30' al occidente de San Antonio. Las reuniones terminaron sin alcanzar un acuerdo.[17]

El Tratado de Tordesillas no señalaba una línea como círculo máximo meridiano, solo una recta desde el polo norte al polo sur. No se conocía entonces el concepto de antípoda ni de hemisferio contrario, pero años después ambas partes intentaron usar el tratado para delimitar sus zonas de influencia en Asia. El Tratado de Zaragoza fue firmado el 22 de abril de 1529 entre España y Portugal, donde reinaban Carlos I y Juan III respectivamente, y fijaba las esferas de influencia de Portugal y España a 297,5 leguas al este de las islas Molucas. Esta línea de demarcación se encontraba por lo tanto cerca del meridiano 135°E.

Cuando los portugueses fundaron la Colonia del Sacramento en la margen izquierda del río de la Plata en 1680, el gobernador de Buenos Aires reaccionó arrasando la colonia, por lo que Portugal reclamó ante la Corona española. El 17 de mayo de 1681 se firmó un tratado provisional en Lisboa que reprodujo las juntas de Badajoz y Elvas de 1524, ya que debían nombrarse comisionados de ambas partes que se reunirían alternativamente en Badajoz y Elvas para que en el plazo de dos meses emitir un dictamen sobre la posición de la línea de Tordesillas, sometiéndose a un laudo del papa Inocencio XI en caso de no hallarse una solución.[18]

La junta deliberó entre el 4 de noviembre de 1681 y el 22 de enero de 1682. Los comisarios portugueses pretendieron que las 370 leguas debían contarse desde el extremo occidental de la isla de San Antonio y los españoles desde el centro de la de San Nicolás. Se acordó que debían verificarse los puntos por donde pasarían cada una de las dos líneas propuestas y una vez determinadas, se procedería a establecer la isla de origen.

La segunda dificultad se presentó al no ponerse de acuerdo sobre qué cartas servirían de referencia, los españoles pretendían que fuesen las realizadas por cartógrafos holandeses, mientras que los portugueses pretendían valerse de sus propias cartas, las hechas por Pedro Nunes, Juan Texeira y Juan Texeira de Albornoz. De acuerdo a las cartas holandesas, Colonia del Sacramento quedaba en territorio español, pero según las portuguesas, la línea podía pasar: 13 leguas al occidente (si se tomaba la isla San Antonio) o 19 al oriente (si se tomaba San Nicolás).

No habiendo acuerdo, se dispuso trasladar al papa la decisión. España envió a Roma al duque de Jovenazo, pero Portugal no envió a nadie y el papa dejó transcurrir el plazo de un año fijado para laudar.[19]

Portugal transgredió en su colonización del continente americano la demarcación del Tratado de Tordesillas al avanzar paulatinamente desde el Brasil hacia el oeste y sur de América del Sur antes del Tratado de Madrid de 1750 que anuló la línea de Tordesillas.

En 1532 el rey portugués Juan III creó el sistema de capitanías hereditarias para colonizar Brasil, donó a Pero Lopes de Sousa la capitanía de Santana que se extendía desde la isla de Mel en el grupo de Cananéia hasta Laguna, que mucho después fue considerada en Portugal como el punto extremo de su territorio en América del Sur, es decir por donde creían que pasaba la línea de Tordesillas.

Aunque gran parte esto fue debido a la dificultad existente en el siglo XV para la determinación de la longitud, los portugueses transgredieron con creces las fronteras que les señalaba la línea de Tordesillas justificando su actitud en la dificultad para fijar las longitudes (ubicación de los meridianos) debido a la imprecisión de los instrumentos de la época (entonces para señalar las longitudes o meridianos se hacían cálculos aproximativos en los cuales el recurso más apropiado solía ser la corredera; hasta mediados del siglo XVIII Inglaterra no desarrolló cronógrafos precisos (cronómetro de Harrison inventado en 1765) que, unidos a los sextantes, dieron la posibilidad de ubicar con bastante precisión la posición de los meridianos).

Estas dificultades hicieron que en diversos mapas portugueses la boca del Río de la Plata e incluso del estrecho de Magallanes aparecían como situadas al este de la línea de Tordesillas, es decir, como territorios del Brasil. En otros casos, los mapas se falsificaban corriendo la tierra hacia el este para incluirla en la zona portuguesa, como pudo haber ocurrido en el Planisferio de Caverio dibujado entre 1504-1505.[20]

Además, durante sesenta años el tratado dejó de tener sentido legal, puesto que entre 1580 y 1640 España y Portugal tuvieron un mismo monarca español en una unión dinástica aeque principaliter bajo la Casa de Austria,[21]​ y los reyes otorgaron a exploradores portugueses capitanías y concesiones en la cuenca amazónica. Así, a partir de 1580 los comerciantes y colonos portugueses podían establecerse sin preocupaciones más allá del citado meridiano, penetrando profundamente en la selva brasileña. De este modo, cuando en 1640 se produjo la independencia de Portugal, retuvo consigo las posesiones adquiridas hasta entonces mucho más al oeste de la demarcación del Tratado de Tordesillas en virtud del precepto uti possidetis ite possideatis.

Durante el tercer viaje de Américo Vespucio al Nuevo Mundo, el 15 de febrero de 1502 la expedición portuguesa que iba al mando de Gonzalo Coelho, al alcanzar la latitud aproximada de 25º 35' S, que corresponde a la isla del Cardoso en el grupo de Cananéia, celebró una junta que decidió si se continuaría el viaje a través de los dominios españoles, allí asumió el mando de la expedición Américo Vespucio. En 1767 fue hallada en la playa de Itacuruçá en la isla de Cordoso una pieza de mármol de 80 por 40 por 20 centímetros enclavada en el suelo y esculpida con el escudo de armas de Portugal. Magnaghi cree que la columna solo pudo ser puesta por la expedición de Vespucio de 1502 para señalar la línea de Tordesillas, aunque otros suponen que fue Martim Afonso de Sousa en 1531. El marco permaneció en la isla hasta 1841, cuando el ministro del Imperio de Brasil, el Barón de Capanema, lo retiró y lo llevó al Museo Imperial en Río de Janeiro.[22][23]​ Existe una réplica en el mismo lugar en donde fue hallada la pieza original a 25°06′27.44″S 47°53′43.43″O / -25.1076222, -47.8953972.[24]

El Tratado de Madrid de 1750, suscrito entre el Reino de España y el Reino de Portugal anuló el Tratado de Tordesillas y cualquier otro complementario:

Sin embargo, el Tratado de Madrid fue anulado por el Tratado de El Pardo de 1761, que restableció la línea de Tordesillas hasta que fue abandonada definitivamente por el Tratado de San Ildefonso del 1 de octubre de 1777.

La mayoría de los mapas históricos actuales brasileños muestran la línea de demarcación a 48° 42'O pasando cerca de las ciudades de Belén de Pará y de Laguna.[25]​ En esta fue construido en 1975 un monumento conmemorativo o marco del tratado.[26][27][28]​ La línea corresponde a donde finalizaba la capitanía de Santana de acuerdo a la carta de donación del 21 de enero de 1535.

Los mapas hispanoamericanos muestran en general la línea pasando por Cananéia, coincidente con la capitulación firmada el 21 de agosto de 1536 entre la reina Juana y Gregorio de Pesquera Rosa, por la cual se le otorgaron beneficios sobre 50 leguas de costa: la tierra adentro que comienza desde donde dicen la Cananea hazia el rio de Santa Catalina.[29]

En 2007 España y Portugal inscribieron al tratado en la Unesco como patrimonio documental recomendado para su inclusión en el Registro de la Memoria del Mundo del Programa Memoria del Mundo.[30]​ Junto con el Archivo General de Simancas, que obtuvo este reconocimiento en 2017, son los dos únicos patrimonios históricos documentales vallisoletanos que forman parte de dicho registro.



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