José Echegaray y Eizaguirre (1832-1916) fue un ingeniero, dramaturgo, político y matemático español, hermano del comediógrafo Miguel Echegaray.
Fue un polifacético personaje de la España de finales del siglo XIX, con excelentes resultados en todas las áreas en las que se involucró. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1904, siendo el primer español en conseguir dicho galardón, y desarrolló varios proyectos en ejercicio de las carteras ministeriales de Hacienda y Fomento. Realizó importantes aportaciones a las matemáticas y a la física. Introdujo en España la geometría de Chasles, la teoría de Galois y las funciones elípticas. Está considerado como el más grande matemático español del siglo XIX. Julio Rey Pastor afirmaba: «Para la matemática española, el siglo XIX comienza en 1865 y comienza con Echegaray». En 1911, fundó la Real Sociedad Matemática Española.
Nació en Madrid España, el 19 de abril de 1832. Su padre, médico y profesor de instituto, era de Aragón y su madre de Navarra. Pasó su infancia en Murcia, donde realizó los estudios correspondientes a la enseñanza primaria. Fue allí, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Murcia, donde comenzó su afición por las matemáticas. «Obtenido el grado de bachiller», se trasladó a Madrid y tras conseguir el título en el Instituto San Isidro, ingresó en 1848 en la primitiva Escuela de Caminos. Cumplidos los veinte, salió de la Escuela de Madrid con el título de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que había obtenido con el número uno de su promoción, y se tuvo que desplazar a Almería y Granada para incorporarse a su primer trabajo. En unión de Gabriel Rodríguez fundó El Economista, revista en la que escribió numerosos artículos, iniciando de esta manera una actividad periodística que no abandonaría a lo largo de toda su vida. Asimismo, participó en el establecimiento, en abril de 1850, de la Asociación para la Reforma de los Aranceles.
En su juventud leía a Goethe, Homero y Balzac, lecturas que alternaba con las de matemáticos como Gauss, Legendre y Lagrange.
José Echegaray mantuvo una gran actividad hasta su muerte, ocurrida el 14 de septiembre de 1916 en Madrid.
Su extensa obra no dejó de crecer en la vejez: en la etapa final de su vida escribió 25 o 30 tomos de Física matemática. Con 83 años comentaba:En 1854 comenzó a dar clase en la Escuela de Ingenieros de Caminos haciéndose cargo de la secretaría de la misma. Allí dio clases de matemáticas, estereotomía, hidráulica, geometría descriptiva, cálculo diferencial y física desde ese año hasta 1868. De 1858 a 1860 también fue profesor de la Escuela de Ayudantes de Obras Públicas.
Diez años más tarde, cuando contaba treinta y dos años de edad, fue elegido miembro de la Real Academia de las Ciencias Exactas. El discurso de ingreso, titulado Historia de las matemáticas puras en nuestra España, en el que hizo un balance, exageradamente negativo y con determinadas lagunas, de la matemática española a través de la historia y en el que defendía la «ciencia básica» frente a la «ciencia práctica», fue fuente de una gran polémica, tal como indican los periodistas Luis Antón del Olmet y Arturo García Carraffa en su libro Echegaray:
José Echegaray murió el 14 de septiembre de 1916 en su ciudad natal.
En su carrera como científico y profesor publicó muchas obras sobre física y matemáticas. Algunas de ellas, publicadas en su primera etapa, son las siguientes (si bien Echegaray estuvo escribiendo hasta el final de sus días):
De Ingeniería:
Tras la Revolución de 1868 y la entrada de Prim en Madrid, Ruiz Zorrilla, con el que había participado activamente en la fundación del Partido Radical, nombró a Echegaray director general de Obras Públicas, cargo que ocuparía hasta 1869, cuando fue nombrado ministro de Fomento (1870 y 1872 ) y de Hacienda entre 1872 y 1874. En 1870 formó parte de la comisión que recibió al rey Amadeo de Saboya en Cartagena. Como ministro de Fomento realizó la Ley de Bases de Ferrocarriles.
La abdicación de Amadeo de Saboya el 11 de febrero de 1873 hizo que el gobierno de Ruiz Zorrilla fuera destituido y se formara un nuevo gabinete republicano que sería depuesto con la entrada del ejército en el congreso en enero de 1874 al mando de Pavía. Al golpe siguió la formación de un gobierno de concentración, el cual volvió a requerir los servicios de Echegaray como ministro de Hacienda, desde donde se le daría al Banco de España el carácter de banco nacional con el monopolio de emisión de billetes.
Dejó el Ministerio de Hacienda para dedicarse a la literatura. En 1905, regresó de nuevo al Ministerio de Hacienda durante el reinado de Alfonso XIII, desaparecido su fervor republicano. Fue además senador vitalicio y presidente del Consejo de Instrucción Pública.
En 1865, comenzó su actividad literaria con La hija natural, aunque no llegó a estrenarla en esa época. Luego, en 1874, escribió El libro talonario, considerada el comienzo de su producción como dramaturgo, con el pseudónimo anagramático de "Jorge Hayeseca". Estrenó 67 obras de teatro, 34 de ellas en verso, con gran éxito entre el público de la época, aunque desprovistas de valores literarios para la crítica posterior. En 1896 fue elegido miembro de la Real Academia Española. En su primera época sus obras estaban inmersas en la melancolía romántica, muy propia de la época, pero más adelante adquirió un tono más social con una evidente influencia del noruego Henrik Ibsen.
En 1904, Echegaray compartió el Premio Nobel de Literatura con el poeta provenzal Frédéric Mistral, convirtiéndose así en el primer español en recibir un premio Nobel. El premio le fue entregado en Madrid, el 18 de marzo de 1905, por el rey y la comisión sueca organizadora. La concesión del Nobel de Literatura escandalizó a las vanguardias literarias españolas y, en particular, a los escritores de la generación del 98. En ese tiempo Echegaray no era considerado un dramaturgo excepcional y su obra era criticada muy duramente por escritores de tanto relieve como Clarín o Emilia Pardo Bazán, aunque de un modo no siempre consecuente. En el propio Clarín pueden leerse críticas elogiosas. Él mismo mantuvo siempre una actitud distante con sus obras, no obstante contaba con la admiración de autores como Bernard Shaw o Pirandello. Pero Echegaray tenía un gran prestigio en la España de principios del siglo XX, un prestigio que alcanzaba los campos de la literatura, la ciencia y la política y una asentada fama en la Europa de su tiempo. Sus obras triunfaron en ciudades como Londres, París, Berlín y Estocolmo.
Fue presidente del Ateneo de Madrid (1898-1899); presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles durante el periodo 1903 a 1908; miembro de la Real Academia Española donde ocupó el sillón "e" minúscula entre 1894 y 1916; senador vitalicio (1900) y dos veces presidente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1894–1896 y 1901–1916); primer presidente de la Sociedad Española de Física y Química, creada en 1903; catedrático de Física matemática de la Universidad Central de Madrid (1905); presidente de la sección de Matemáticas de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (1908); y primer presidente de la Sociedad Matemática Española (1911). En 1907, a propuesta de Ramón y Cajal, la Academia de Ciencias creó la Medalla Echegaray y se le concedió a José Echegaray la primera de ellas.
De su enorme producción teatral, El gran galeoto ha merecido la atención del cine universal con seis adaptaciones, mientras que otras tres obras de Echegaray también recibieron su correlato fílmico (De mala raza, A fuerza de arrastrarse y Mancha que limpia) en la etapa del cine mudo español. De este conjunto de adaptaciones, únicamente se puede visualizar El gran Galeoto de Rafael Gil; el resto son películas desaparecidas de las que solo podemos hacernos una idea aproximada atendiendo a las crónicas periodísticas y archivos.
En el cine mudo, el cine español solo se fijó en tres de ellas: Mala raza, antes de su fallecimiento; las dos siguientes, Mancha que limpia de José Buchs en 1924 y A fuerza de arrastrarse, adaptaciones póstumas.
Mala raza fue la primera adaptación al cine que se realizó de una obra de José Echegaray, De mala raza (1904). Sin embargo, la puesta en imágenes de esta sin los pertinentes derechos, unido al notable éxito que alcanzó la película, llevó a la Sociedad de Autores, en representación del dramaturgo, a demandar por plagio a Gelabert, quien, gracias a la inteligente labor de su abogado, ganó el pleito – Echegaray obtuvo una pírrica victoria al ver cómo el título original se modificaba por el de Mala raza – (Pozo, 1984: 23; Porter, 1985: 49). Sin poder acceder al visionado del filme, parece ser que las concomitancias entre obra teatral y adaptación cinematográfica eran más que evidentes.
En el referente literario, Echegaray disocia valores suprahumanos como la dignidad y la honra de los ciudadanos de clase alta por el simple hecho de pertenecer a ella por nacimiento. Por boca del personaje Prudencio se insiste en la transmisión de las leyes de la herencia de padres a hijos, de tal forma que todo lo malo o bueno que hizo el ascendente redundará de manera irrevocable en su descendencia, la "fatalidad orgánica" para caracterizar a Adelina, de tal suerte que, en el momento crítico, ninguna prueba en contrario valdrá para anular su fatalidad y las sospechas que recaen sobre ella de adulterio son sinónimo de amarga realidad.
Ocho años después del fallecimiento de José Echegaray el cine español adaptaría de nuevo su obra. En 1924, Film Española, una productora de nueva creación que se especializaría en zarzuelas y melodramas, encargó dos nuevos proyectos a su director estrella, el cántabro José Buchs – que el año anterior había filmado los primeros títulos de la productora: Rosario la Cortijera, Curro Vargas y El pobre Valbuena – para que adaptara al cine dos de las obras del dramaturgo madrileño de mayor éxito: Mancha que limpia y A fuerza de arrastrarse.
Con estos filmes, Film Española pretendía continuar la tradición iniciada por Film-Art francés de transponer una obra de prestigio al lenguaje fílmico, aun manteniendo muchos de los mimbres que caracterizan al teatro, como la puesta en escena, los decorados o célebres intérpretes de la escena, con el ánimo de ampliar el espectro de población que podía acceder al conocimiento de la obra y que no podían permitirse el lujo de asistir al teatro, al tiempo que, simultáneamente, prestigiaban el medio cinematográfico que necesitaba del vehículo que le proporcionaba el teatro para dar renombre a sus propios productos.
Presidente de la Real Sociedad Matemática Española
1911-1916
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