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Las estrellas, mi destino



Las estrellas, mi destino (en inglés, The Stars My Destination) es una novela de ciencia ficción del escritor estadounidense Alfred Bester. Ambientada en el siglo XXIV o XXV, que varía entre las ediciones del libro, cuando los humanos han colonizado el Sistema solar, cuenta la historia de Gully [Gulliver] Foyle, un teletransportador impulsado por un ferviente deseo de venganza. Su primera publicación fue en forma de libro en junio de 1956 en el Reino Unido, donde se tituló Tiger! Tiger! (¡Tigre! ¡Tigre!), llamado así por el poema de William Blake de 1794 El tigre, cuyo primer verso aparece en la primera página de la novela.[1]​ El libro sigue siendo ampliamente conocido bajo ese título en los mercados en los que se ha distribuido esta edición. Posteriormente fue publicado en la revista Galaxy en cuatro partes a partir del número de octubre de 1956.[2]

En la época en que se desarrolla la historia, el jaunting (teletransportación personal) ha alterado tanto el equilibrio social y económico que los Planetas interiores están en guerra con los Satélites exteriores. Gully Foyle, tripulante de la nave mercante Nomad, propiedad de Presteign, un hombre inculto, incompetente y sin ambiciones cuya vida está en un callejón sin salida, queda abandonado en el espacio cuando la nave es atacada y solo él sobrevive. Después de seis meses de espera por su rescate, una nave que pasa, la Vorga, también propiedad del poderoso clan industrial Presteign, ignora su señal y lo abandona. Foyle se enfurece y se vuelve un hombre consumido por la venganza, el primero de muchos cambios.

Foyle repara la nave, pero es capturado por un culto cargo en el Cinturón de asteroides que le tatúa una horrible máscara de tigre en la cara. Se las arregla para escapar y es devuelto a Terra. Su intento de hacer estallar la Vorga fracasa, y es capturado por Presteign. Sin que Foyle lo supiera, la Nomad llevaba "PyrE", un nuevo material que podría marcar la diferencia entre la victoria y la derrota en la guerra. Presteign contrata a Saul Dagenham para interrogar a Foyle y encontrar la nave y el PyrE.

Protegido por su sed de venganza, Foyle no puede ser abatido, y es puesto en una prisión a prueba de jaunting. Allí se encuentra con Jisbella McQueen, que le enseña a pensar con claridad y le dice que debe averiguar quién dio la orden de no rescatarlo. Juntos escapan y se quita los tatuajes, pero no en su totalidad: las cicatrices subcutáneas se hacen visibles cuando Foyle se emociona demasiado. Se dirigen a la Nomad, donde recuperan no solo el PyrE, sino también riquezas en platino. Jisbella es capturada por Dagenham, pero Foyle escapa.

Las estrellas, mi destino anticipó muchos de los elementos básicos del posterior movimiento ciberpunk, por ejemplo las megacorporaciones tan poderosas como los gobiernos, una oscura visión general del futuro y la mejora cibernética del cuerpo. Bester añadió a esta mezcla el concepto de que los seres humanos podrían aprender a teletransportarse de un punto a otro, siempre que conozcan los lugares exactos de su partida y llegada y hayan visto físicamente el destino, similar a Gilbert Gosseyn de A. E. van Vogt en la novela de 1948 El mundo de los No-A. Hay un límite absoluto general: nadie puede viajar por el espacio exterior (un viaje de mil millas es el máximo que cualquier viajero puede alcanzar, e incluso eso es extremadamente raro). En la superficie de un planeta, el jaunte domina de manera absoluta; sin embargo, la humanidad sigue restringida a la maquinaria. En este mundo, la telepatía es extremadamente rara, pero existe. Un personaje importante es capaz de enviar pensamientos pero no de recibirlos. Hay menos de media docena de telépatas completos en todos los mundos del sistema solar.

La novela puede ser vista como una adaptación de ciencia ficción de El conde de Montecristo de Alexandre Dumas.[3]​ Es el estudio de un hombre completamente falto de imaginación o ambición, Gulliver Foyle, que se presenta con "Estaba muriendo ciento setenta días y aún no estaba muerto...". Foyle es un enigma, un hombre con potencial pero sin motivación, que de repente se encuentra abandonado en el espacio. Ni siquiera esto es suficiente para incentivarlo a encontrar aire y comida en el naufragio. Pero todo cambia cuando una aparente nave de rescate lo ignora, sacándolo inevitablemente de su pasividad. Foyle se convierte en un monstruo monomaníaco y sofisticado decidido a vengarse. Usando muchas máscaras, aprendiendo muchas habilidades, este hombre "inútil" persigue sus objetivos sin descanso; ningún precio es demasiado alto a pagar.

Como Edmond Dants en El conde de Montecristo, Foyle es enviado a una prisión a prueba de jauntes ubicada en las cavernas. Establece una relación secreta con otra prisionera, Jisbella McQueen, y gracias a ella es instruido hasta que puede concebir un plan para escapar y ejecutar su venganza. Al escapar con ella y localizar el naufragio de la Nomad, utiliza su tesoro, como lo hizo Dantès, para reinventarse como Geoffrey Fourmyle.

La situación del náufrago ignorado por los barcos que pasaban provenía de una historia de la revista National Geographic que Bester había leído, acerca del marinero náufrago Poon Lim que había sobrevivido cuatro meses en una balsa en el Atlántico Sur durante la Segunda Guerra Mundial, y los barcos habían pasado por delante de él sin recogerlo, porque sus capitanes temían que la balsa fuera un señuelo para atraerlos al alcance de los torpedos de los submarinos alemanes.

Bester contó una vez que usó una narración amena en un momento dado para captar la atención del lector.




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