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Lenguaje inclusivo



El lenguaje no sexista, de género neutro o lenguaje inclusivo es un lenguaje que evita prejuicios hacia un sexo o género en particular. Esto incluye sustantivos que no son específicos de género para referirse a roles o profesiones,[1]​ formación de frases de manera coigual y discontinuación del uso de términos masculinos como genéricos.[2]​ Por ejemplo, palabras como azafata[3][4]​ son títulos de trabajo específicos de género; los términos neutrales de género correspondientes son por ejemplo auxiliar de vuelo.[5][6]​ Otros términos específicos de género, como actor y actriz, suelen ser reemplazados por el término originalmente masculino; por ejemplo, actor suele utilizarse independientemente del género.[7][8][9]​ Algunos términos, como el de chairman[10][11] en inglés, que contienen el componente -man (hombre en ese idioma), pero tradicionalmente se han usado para referirse a personas independientemente del sexo, ahora son vistos por algunos como específicos de género.[12][13]

Las expresiones del lenguaje no sexista se emplean en diversas disciplinas que investigan los efectos del sexismo y del androcentrismo en el lenguaje. El estudio de la teoría del lenguaje sexista es paralelo al del lenguaje no sexista y cae dentro del ámbito de la filosofía, la sociología del lenguaje, la antropología lingüística, la sociolingüística y la etnografía de la comunicación.

Varios movimientos feministas en el siglo XX, desde el feminismo liberal y el feminismo radical, también incluidos el feminismo posmoderno y la teoría queer, han considerado el lenguaje en su teorización. La mayoría de estas teorías han mantenido una postura crítica sobre el lenguaje que exige un cambio en la forma en que los hablantes usan su lenguaje. Al mismo tiempo, el vínculo entre el lenguaje y las ideologías (incluidas las ideologías de género tradicionales) se estaba haciendo evidente en el campo académico de la lingüística.[14]

En 1975, el Consejo Nacional de Maestros de Inglés (NCTE en inglés) publicó un conjunto de directrices sobre el uso de lenguaje "no sexista".[15][16][17]​ En 1983, Nueva Gales del Sur, Australia requirió el uso de la expresión en plural "ellos" en lugar de "él" y "ella" en las legislaciones aprobadas a partir de ese momento.[18]​ En 1985, la Corporación Canadiense de Estudios de Religión (CCSR en inglés) aprobó una moción para que todas sus publicaciones posteriores incluyan un lenguaje "no sexista".[19]​ En 1995, las instituciones académicas de Canadá y Gran Bretaña habían implementado un lenguaje "no sexista".[19][20]​ Más recientemente, se hicieron revisiones a las publicaciones de Women's Press de The Handbook of Non-Sexist Writing y The A–Z of Non-Sexist Language para desradicalizar las obras originales.[20]

Se considera que existe sexismo en el lenguaje cuando el lenguaje devalúa a los miembros de un cierto género.[21]​ Las lingüistas feministas han señalado que el lenguaje sexista, en muchos casos, promueve la superioridad masculina,[22]​ ya que codifica la perspectiva de ese género. Algunos ejemplos son:

Algunos enfoques consideran que el sexismo en el lenguaje afecta la conciencia, las percepciones de la realidad, la codificación y la transmisión de los significados culturales y la socialización,[21]​ según una postura determinista del lenguaje. Los investigadores han señalado la regla semántica en funcionamiento en el lenguaje del hombre como norma general.[23]​ Esto resulta en sexismo cuando el hombre se convierte en el estándar y aquellos que no son hombres son relegados a un nivel inferior.[23]​ El sexismo en el lenguaje se considera una forma de sexismo indirecto, ya que no siempre es abierto.[24]

Los términos peyorativos específicos de género intimidan o lastiman a otra persona debido a su género. El sexismo se puede expresar en el lenguaje con implicaciones negativas orientadas al género,[25]​ como la condescendencia. Por ejemplo, uno puede referirse a una mujer como una «niña» en lugar de una «mujer», lo que implica que están subordinados o no están completamente maduras. Otros ejemplos incluyen lenguaje obsceno. Algunas palabras son ofensivas para las personas transgénero, como «transexual», «shemale» (ella-varón, en inglés) o «he-she» (él-ella en inglés). El mal uso intencional (asignar el género equivocado a alguien) y el pronombre «eso» también se consideran peyorativos.[26][27]

Algunos lingüistas, como George Lakoff, han señalado que ciertas palabras tienen un significado diferente de un género a otro, generalmente con matices negativos cuando se refieren al femenino. Un ejemplo de esto es el uso de tramp (inglés), que aplicado a un hombre significa «vagabundo», mientras que si se aplica a una mujer es sinónimo de prostituta. Según Castillo Fadić, esto sucede en el español de Chile con el adjetivo maduro, que dicho de hombre tiende a centrarse en una cualidad mental positiva, mientras que dicho de mujer da cuenta preferentemente de una condición física negativa.[28]​ Un caso similar es la existencia de palabras cuya versión femenina tiene connotaciones negativas, mientras que su versión masculina es positiva: considérese el uso de master y mistress.

En el caso del idioma inglés no es intrínsecamente sexista en su sistema lingüístico, sino que la manera en que se usa se convierte en lenguaje sexista y neutro en términos de género.[29]​ Al mismo tiempo, otras críticas opuestas al sexismo en el lenguaje con explicaciones de que el lenguaje es descriptivo, más que prescriptivo, e intenta controlarlo, puede ser infructuoso.[30]

Las lenguas romances como el francés[31]​ y el español[32]​ pueden verse un reforzamiento del sexismo, en el sentido de que la forma masculina es la forma predeterminada. La palabra «mademoiselle», que significa «señorita», fue declarada desterrada de las formas administrativas francesas en 2012 por el primer ministro François Fillon.[31]​ La presión actual requiere el uso del pronombre masculino plural como el predeterminado en un grupo de sexo mixto para cambiar.[33]​ En cuanto al español, la Secretaría de Gobernación de México publicó una guía sobre cómo reducir el uso del lenguaje sexista.[32]

Los hablantes de alemán también han planteado preguntas sobre cómo el sexismo se cruza con la gramática. El idioma alemán está muy flexionado por género, número y caso; casi todos los sustantivos que denotan las ocupaciones o los estados de los seres humanos están diferenciados por género. Para construcciones más neutras en términos de género, a veces se usan sustantivos de gerundio, ya que esto elimina por completo la distinción de género gramatical en plural, y la reduce significativamente en singular.[34][35]

En el caso del idioma chino, algunos escritores han señalado el sexismo inherente a la estructura de los caracteres escritos. Por ejemplo, el carácter para el hombre está vinculado a las cualidades positivas, como el coraje y el efecto, mientras que el carácter para la esposa se compone de una parte femenina y una escoba, considerada de bajo valor.[36]

En la actualidad existen varias estrategias retóricas de lenguaje inclusivo y algunas de ellas plantean desde lo binario la implementación de duplicaciones, de hacer visible a las mujeres y en cuanto a las estrategias no binarias intervienen la desinencia masculina genérica por los morfemas: x, @ y últimamente la E y de esa forma se pretende visibilizar el tercer género en la sociedad.[37]

Algunos grupos han pedido que se haga una reforma lingüística para eliminar estos usos de las diferentes lenguas, ya sea que provengan de las instituciones que rigen el idioma (como la Real Academia Española) o de los mismos individuos. En este sentido, al 2019, la Real Academia Española no había cambiado su recomendación sobre el uso genérico del masculino, pues lo considera un término no marcado: «"los alumnos" es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones».[38]

Existen diversas propuestas que pretenden erradicar el uso sexista y androcéntrico dentro de las lenguas naturales que históricamente han estado sujetas al cambio lingüístico en el que el papel de la cultura ha tenido tradicionalmente cierto peso:

Las personas interesadas en promover un «lenguaje inclusivo» consideran que la tendencia de las lenguas a cambiar en su desarrollo natural a través de la historia, permite potencialmente lograr una mayor inclusión social, cuando cierta conciencia social influye sobre los cambios de las lenguas. Como señala Francesca Graziani:

Una de las propuestas en español ha sido la sustitución de la marca gramatical de género (-o, -a) por una x o @, es decir, en lugar de todas o todos, usar 'todxs' o 'tod@s', sin embargo, este uso no se ha generalizado y ha estado sujeto a controversia.[41]​ Otra propuesta es el uso de un lenguaje neutro, especialmente en textos de gran relevancia social; como ejemplo, está la revisión de la Constitución Española en enero de 2019.[42]

En el debate académico se discute la posibilidad de hacer un uso del lenguaje que no produzca el efecto que se denomina androcentrismo y que se conoce como sexismo. Estos efectos no deben confundirse. El androcentrismo conlleva el silencio, la omisión o la invisibilización de las mujeres, así como la ginopia. El sexismo, por otra parte, es una forma de desprecio hacia las mujeres.[39]​ Para entender la manera en que el lenguaje masculino se ha impuesto como universal y el efecto sexista y androcéntrico del lenguaje, es preciso un abordaje interdisciplinar que incluya el estudio de la relación entre poder y lenguaje.[43]

Las investigaciones sobre las relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad, han puesto de manifiesto la infravaloración y degradación de la mujer en el lenguaje. En concreto, se ha constatado que el universal masculino, género «no marcado» o no excluyente, en realidad lo que expresa es la subordinación de la mujer a través del lenguaje. En consecuencia, la investigación se dirige a hacer un uso inclusivo del lenguaje, en lugar del masculino no excluyente. Estas investigaciones proponen medidas que son objeto de polémica discusión en entornos académicos, en particular en torno a las conclusiones de la RAE. Las instituciones públicas, en su caso, deciden la adopción de las medidas políticas que estiman necesarias.[43]

Mercedes Bengoechea, sociolingüista, catedrática de Filología Inglesa y referente en la defensa del uso del lenguaje no sexista desde una fundamentación académica, señala con claridad las consecuencia del uso del lenguaje sexista sobre la construcción de estereotipos y sobre la identidad de cada género, y cómo ello forma parte de la estructura patriarcal de las lenguas. Así mismo, Bengoechea llama la atención sobre el hecho de que la lengua es una institución más, como otras, y por tanto, una construcción social y, como tal, sujeta a mejoras y modificaciones. En este sentido, Mercedes Bengoechea se ha significado en la defensa de la evolución del lenguaje que visibilice a la mujer, frente a las resistencias de instituciones como la RAE.[44][45]​ Señala, así mismo, la necesidad de «reivindicar los usos que se conocen como "lenguaje no sexista". Para las mujeres son necesarios como instrumento de afirmación del Yo femenino, y, para los hombres, como fórmula de reconocimiento de la alteridad, de la diferencia; sin fórmulas anti-sexistas, las mujeres desaparecemos en la lengua y los hombres acaban olvidando nuestra existencia» (Jornadas sobre micromachismos, 2014)[46][47]

El lenguaje no sexista aborda el estudio de la perspectiva de género en el lenguaje. Surgió en los años 1960 como rama del giro lingüístico en las ciencias sociales, y nace de una exigencia del feminismo para terminar con la invisibilización de la mujer en el habla y la escritura, es decir, con el androcentrismo y la ginopia:

Ludwig Wittgenstein, principal influencia en el giro lingüístico en la filosofía, propone una relación íntima entre el pensamiento y el lenguaje en Tractatus Logico Philosophicus. La teoría del lenguaje inclusivo es una contrapostura al purismo lingüístico, que forzadamente excluye e invisibiliza al género femenino del lenguaje y, teóricamente, de la cultura y de la historia del pensamiento. Igualmente desde la lingüística antropológica se propuso en su momento la hipótesis de Sapir-Whorf por la cual las categorías lingüísticas limitaban o condicionaban el pensamiento, aunque el trabajo lingüístico posterior ha criticado muy severamente estas propuestas, que en realidad hacen afirmaciones de un tipo similar a las usadas por muchos autores dentro de la crítica feminista.[49]

La forma tradicional en que se usa el género gramatical en español está plasmado en el Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española:

Evitar el uso del masculino universal

Visibilización de las mujeres

Cuando se habla de grupos integrados por varones y mujeres y con el objetivo de visibilizar a las mujeres, se utilizan las siguientes estrategias:

Visibilización de expresiones de género neutro o no binario

Junto con la visiblización del uso del género femenino en el discurso, también se ha propuesto el uso de términos que no denoten género, utilizando para ellos diversos mecanismos. Esto permitiría no solo incorporar a grupos de personas que no necesariamente se identifican en el espectro binario masculino-femenino, como transexuales, transgéneros, intersexuales, travestis y personas que se auto-perciben con un género no binario; también permitiría mantener la intención de no comunicar el género por diversos motivos o para traducir términos de idiomas donde el género no es obligatorio.[57]

Para ello, se ha propuesto el reemplazo de las desinencias que sirven tradicionalmente para denotar el género gramatical. (usualmente «a» u «o» en el español) por otros grafemas. Dentro de los primeros usos no binarios estuvo la adopción de la arroba (@), por su forma parecida a la superposición de las letras «a» y «o» y su amplia disponibilidad en teclados; también se ha utilizado la equis («x») para reemplazar el «a» u «o» finales. El uso del asterisco («*») con los mismos fines fue promovido por el poeta Mauro Cabral.[58][59]​ Tanto en el uso de la arroba y de la equis, se utilizan también como una deliberada “desobediencia lingüística” respecto al género,[60][61][62]​ pero tienen la dificultad de que no tienen equivalentes sonoros que permitan su pronunciación y por ende, es más común en ámbitos escritos.[63]​ También tienen el problema de no adaptarse fácilmente para el uso en personas con discapacidad visual que utilizan sistemas electrónicos de comunicación (los que no reconocían estos formatos) y personas con dificultades de aprendizaje como la dislexia.[64][65]

El uso de «e» como desinencia de género neutro, en reemplazo de los específicos «a» y «o», fue propuesto al menos desde 1976.[66]​ Esta opción comenzó a expandir su uso varias décadas más tarde como alternativa al uso de la equis y de la arroba.[63]​ El uso de la «e» permitía solucionar los problemas de pronunciación de las otras alternativas, permitiendo su uso en la expresión oral, dando origen a palabras como elle, nosotres o todes.[67][68]​ A diferencia de otras propuestas, el uso de la «e» como desinencia de género neutro cumpliría con el criterio de la economía del lenguaje, respondiendo a una de las críticas que se hace al desdoblamiento de género.

El uso de palabras con desinencia de género neutro o no binario no es reconocida por la RAE, aunque en los últimos años su uso ha ido creciendo en grupos asociados al feminismo, las diversidades sexuales y de género, y en personas más jóvenes.[69][70][71]​ Sin embargo, algunos manuales de lenguaje no sexista con perspectiva feminista y grupos de feminismo radical consideran incorrecto el uso de estos términos, ya que, al carecer de la forma femenina, invisibilizan a las mujeres.[53][72]​ Otros, la aceptan solo para textos de carácter informal y con poca repercusión institucional, como por ejemplo, anuncios, correos electrónicos personales, chats, blogs informales o privados, etc.[73]

Uso de pronombres neutros

Junto con la incorporación de variables de género neutro, en diversos idiomas que tienen marcas de género gramatical se ha promovido la utilización de géneros no binarios que permitan designar a personas no binarias u otros casos donde no fuera necesario marcar el género. El uso de un pronombre neutro ha sido reclamado por personas de género no binario u otras identidades de género que no se sienten cómodas en el uso de los pronombres tradicionales, diferenciados en género masculino y femenino. Diversos expertos han indicado la relevancia del uso de pronombres adecuados como base para el respeto de la identidad, la visibilización y la aceptación de personas no binarias o transgénero,[69][74][75]​ por lo que la creación de un pronombre específico permitiría solucionar el problema de no contar con pronombres adecuados para este grupo de personas.

En el caso del idioma español, se han propuesto diversos pronombres, muchas veces como adaptaciones de los pronombres tradicionales utilizando las variantes de género neutro con arroba, asterisco, equis u otros signos. Uno de los más utilizado es el pronombre elle (o elles en plural).[57]​ En otros idiomas se ha incorporado oficialmente un término neutro, como el caso del sueco, cuando en 2015 se sumó el término hen como pronombre no binario por la Academia Sueca.[76][77][78]​ En el inglés, el uso de they como pronombre singular es la versión más popularizada de un pronombre neutro.[69][79][80][81]

En otros idiomas romances como el español, también ha surgido el debate sobre la inclusión de pronombres y géneros neutros. En el caso del francés, se han propuesto los pronombres iel y on, aunque han sido rechazados ampliamente por la Academia Francesa, que ha calificado el uso de lenguaje no sexista como una “aberración”.[82]​ La Oficina Quebequesa de la Lengua Francesa tiene una postura más neutra, indicando que estos términos se utilizan de forma limitada en ámbitos de la diversidad sexual y de género.[83]​ En portugués, en tanto, se han propuesto algunos pronombres neutros como el, elu o ilu.[84]

La Real Academia Española intentó poner un freno al lenguaje inclusivo, publicando un manual en el que juzga "innecesario" el uso de la "e" en vez de la "o" para incluir a hombres y mujeres en los plurales. "No hay que confundir gramática con machismo", sentenció.

En su Nueva gramática de la lengua española (2009, sec. 2.2f) establece los conceptos de «género no marcado» y «género marcado» de la siguiente manera:

Y más adelante añade:

No obstante, en el punto siguiente precisa:

La Real Academia Española rechaza la pretensión del lenguaje no sexista en lo que considera según su criterio sus vertientes más radicales, alegando que presentan un uso indiscriminado de los desdoblamientos, argumentando el principio de economía de lenguaje, además de basarse en estudios del latín, que es de donde procede nuestra lengua: existen diversas teorías lingüísticas que afirman que la forma masculina no predomina debido a la discriminación de la mujer, dado que en latín, las terminaciones de los nombres, adjetivos y pronombres en acusativo singular suelen coincidir en sus formas masculina y neutra, lo que habría hecho que los géneros masculino y neutro se amalgamasen y fusionasen en la lengua hablada evolucionando como uno en prácticamente todas las lenguas romances, salvo en excepciones puntuales como el pronombre «ello» y el artículo «lo», lo que habría favorecido que la terminación de masculino pudiese adquirir también significado de género neutro o no marcado. Es preciso, según la RAE, llevar a cabo grandes estudios sobre nuestros orígenes lingüísticos, antes de juzgar de manera errónea.[cita requerida]

En un informe del año 2012, la RAE rechazó el uso de las llamadas guías de lenguaje no sexista. El informe fue elaborado por Ignacio Bosque y suscrito por 26 de los 44 académicos (incluyendo 3 de las 5 académicas), y se vuelve a insistir en el argumento del principio de economía del lenguaje. El informe,[85]​ titulado Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer,[86]​ presenta duras críticas hacia el lenguaje inclusivo, no sexista, acusándolo de violar varias reglas gramaticales y señalando lo siguiente:[87][88][89][90]

Por su parte, Inés Fernández-Ordóñez, una de las académicas que no suscribieron el informe, señala:[91]

El lenguaje lo crea y modifican las sociedades, es aprendido, es una práctica social (uso común) y suele ser modificado. Así lo declara la propia RAE pero siempre y cuando no deforme el idioma y no se vaya en contra de la estructura lingüística y gramatical de la lengua.

Se han publicado varios manuales que, dentro del marco teórico sostenido por el activismo feminista, proponen estrategias dirigidas a las instituciones deseando desarrollar una política de inclusión.

Además la RAE ha publicado:



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