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Libro del Éxodo



El Éxodo es el segundo libro de la Biblia. Se trata de un texto tradicional que narra la esclavitud de los hebreos en el antiguo Egipto y su liberación a través de Moisés, quien los condujo hacia la Tierra prometida.

En el judaísmo, el libro del Éxodo forma parte del canon, encontrándose contenido en la Torá y formando uno de los cinco libros del Pentateuco, que forman la primera parte de la Biblia hebrea.[2]​ En el cristianismo, el libro del Éxodo también forma parte del canon y se encuentra en el Antiguo Testamento.

El Éxodo se atribuyó tradicionalmente al propio Moisés, pero los eruditos modernos ven su composición inicial como un producto del exilio babilónico (siglo VI aC), basado en tradiciones escritas y orales anteriores.[3][4]​ El consenso entre los estudiosos del Éxodo se entiende mejor como un mito y no describe eventos históricos.[5]

Éxodo proviene del latín exŏdus, y este del griego ἔξοδος, éxodos, que significa ‘salida’.[6]

En el judaísmo, el texto tradicional es conocido en hebreo como Shemot (שׁמות), término cuyo significado literal es ‘nombres’.[7]

Es en la Septuaginta donde se lo titula Éxodos. Al realizarse la traducción al latín, se adoptó dicho nombre, que fue entonces expresado como exŏdus.[8]​ Las diferentes transformaciones en la grafía, necesarias según cada idioma, dieron lugar, en español, al término “Éxodo”.

El principal propósito del Éxodo es mantener vivo en la memoria del pueblo hebreo el relato fundacional de dicho grupo como nación, a partir de la salida de Egipto, una vez libre y dirigiéndose hacia la Tierra Prometida, el pueblo israelita adquirió por primera vez conciencia de su unidad étnica, filosófica, religiosa y nacional, dado que el Libro del Éxodo se refiere a la esclavitud de los hebreos en Egipto y la epopeya que condujo a liberarlos de tal condición, haciendo de ellos un grupo libre, con identidad nacional propia y a su vez provisto de Ley.[9]​ Significativas, en este contexto fue aquello que Moisés dijo al pueblo israelita:

A partir del citado pasaje bíblico que el pueblo de Israel ha considerado —y aún considera— su obligación el narrar el relato del Éxodo a lo largo de cada celebración pascual.[12]​ Ello tiene lugar cada Séder de Pésaj, cuando el pueblo de Israel lee y rememora los contenidos que se encuentran expresados en la Hagadá pascual.

El Libro del Éxodo establece también las bases de la liturgia y del culto del pueblo Israel; el libro en cuestión está a su vez dominado en toda su extensión por la figura del patriarca Moisés, quien se desempeñó como líder, conductor y legislador del pueblo de Israel.

El Libro del Éxodo no es exclusivamente narrativo, sino que contiene también leyes, himnos y oraciones.[13]

"La historia comienza con un pueblo esclavizado en medio de la idolatría egipcia y termina con un pueblo redimido morando en la presencia de Dios".[14]
1. Opresión en Egipto 1,1-11,10

2. Liberador de Egipto 12,1-14,31

3. Educación de los redimidos en el desierto 15,1-18,27

4. “Consagración de Los Redimidos en el Sinaí” 19,1-34-35

5. La adoración de los redimidos en el tabernáculo, sacerdocio y ritual 38,1-40,38

Tradicionalmente, tanto judíos como cristianos atribuyen el libro del Éxodo, así como también todos los demás libros del Pentateuco, a Moisés.[17]

Hipótesis documentaria. Según la así denominada hipótesis documentaria, los principales autores de este trabajo habrían sido los grupos de la tradición yavista, elohísta, sacerdotal y deuteronomista. La hipótesis documentaria estima que la poética Canción del mar y el Código del pacto (escrito en prosa) son trabajos originalmente independientes de autores pero de algún modo asociados a los grupos ya indicados. En esta hipótesis, los elohístas son identificados como únicos responsables del episodio del becerro de oro, y la tradición sacerdotal es autora de las instrucciones para crear el tabernáculo, las vestimentas y objetos rituales, así como de la descripción de la creación de los mismos. Tres autores o equipos de escritores tradicionales son a su vez también autores de cada una de las partes del código de la ley, la tradición elohísta, del Pacto; la sacerdotal, del decálogo ético; y la yavista, del decálogo de rituales. La hipótesis documentaria sostiene que las demás partes del libro del Éxodo emergieron a partir de versiones entremezcladas de la tradición yavista, elohísta y sacerdotal. La reconstrucción de las historias en esas fuentes, aplicando esta hipótesis, tiende a identificar diferencias y variaciones entre segmentos narrativos diversos.[18]

El tradicional relato que presenta el libro del Éxodo es conocido por los judíos hasta hoy en términos de leyenda pascual, durante la celebración de la pascua judía se lee la Hagadá (הגדה "relato") de Pésaj. Para muchos es un hecho histórico que conmemoran.

Los investigadores y científicos prácticamente no disponen de evidencia para corroborar o sustentar lo narrado, por eso, desde un punto de vista historiográfico crítico, el libro del Éxodo constituye antes que nada una narración de carácter religioso y cultural, un legendario mito fundacional, en el que los eventos relatados no deben ser interpretados como hechos reales, sino como una semblanza poética y una epopeya nacional identitaria de considerable valor simbólico, pero sin ningún valor histórico real.

Aun así, la posible historicidad del evento ha dado lugar a diferentes teorías especulativas. Una de ellas, por ejemplo, sostiene que los hebreos no habrían sido dejados en libertad sino que habrían sido expulsados de Egipto. Según esta teoría, el tema en cuestión se encontraría ligado a la expulsión de los hicsos, evento descrito en la literatura egipcia.[19]

La situación se complica además debido a que la tradición hebrea ha sido inicialmente y durante varios siglos una tradición de corte oral, de la que por el momento sólo se conocen documentos escritos que datan del siglo VIII a. C.

Existe también la así denominada “hipótesis de los dos éxodos”. Ante la ausencia de pruebas arqueológicas sobre el éxodo de los israelitas, algunos investigadores suponen que la tradición hebrea podría estar basada en fragmentos o restos de hechos reales y plantean la posibilidad de que haya ocurrido más de una expulsión de grupos semíticos desde Egipto en dirección a Canaán.[20]

Hay quienes a su vez suponen que el éxodo pudo haber tenido lugar en tiempos de Amenhotep IV, a quien se conoce también como “Akenatón”. Entre ellos se destaca Sigmund Freud, quien expresa tal convicción en su obra Moisés y el monoteísmo (1934-1939).[21]​ Freud sostiene que la conexión monoteísta entre Akenatón y Moisés es sugerente y bien podría constituir una solución para el enigma que emana del libro del Éxodo.

Existen por otra parte otras tantas hipótesis acerca del tema, algunas contemplan olas migratorias que pudieron haber dado lugar no solo a uno sino a varios éxodos. Sea como fuere, la “hipótesis de los dos éxodos” acaso responda mejor que otras a lo ocurrido en términos históricos al sugerir diferentes restos recogidos por la tradición oral hebrea que, con el paso del tiempo, fueron entremezclándose y por último se fusionaron, dando lugar a la narración del libro del Éxodo.

En La Biblia desenterrada, Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman plantean la inexistencia del éxodo hebreo.[22]​ En 2006, Finkelstein afirmó, «El éxodo no existió», sosteniendo que bajo la lupa de las indagaciones arqueológicas no hay prueba ninguna del éxodo; que décadas de búsquedas en Kadesh (Barnea) no arrojaron ningún resultado absoluto, a lo que se suma la completa inexistencia de evidencias egipcias —quienes, según él, eran fabricadas por “excelentes cronistas”—, y sobre todo —sostiene Finkelstein— porque la arqueología contradice sistemáticamente a la Biblia en este tema, hay evidencias de que en Canaán, (la Tierra Prometida), existían ya asentamientos protoisraelíes desde mucho antes que las posible fechas del Éxodo desde Egipto. En otras palabras, Finkelstein propone que no existió ninguna conquista comandada por el guerrero israelita Josué, sino que Canaán fue invadido pacíficamente varios siglos antes de Josué por parte de nómadas extranjeros protohebreos cuando el declive de las ciudades-estado cananeas.[22]

Se han planteado diferentes puntos de vista respecto a la historicidad del Éxodo considerándose la falta de registros, evidencia arqueológica y otros tantos factores. Se originaron también distintas críticas y teorías especulativas que difieren del relato bíblico original. Una de las teorías que se plantearon tenía que ver con la tremenda presencia militar egipcia que seguía la ruta costera del Mediterráneo hasta Canaán.[23]​ Esta teoría quedó descartada debido a que no guardaba concordancia a lo relatado en la Biblia, ya que en el texto se indica que los hebreos no siguieron la ruta del Mediterráneo, no fuera que se echaran atrás cuando vieran el ejército (Éxodo 13,17-18).

Otra crítica que se suele hacer es la falta de registros egipcios sobre el hecho, aunque es posible que los egipcios hayan tenido un documento escrito sobre ello, el egiptólogo británico Kenneth Kitchen manifestó ante este hecho que los enormes archivos de papiro que estuvieron almacenados en el antiguo Egipto se encuentran desaparecidos:

Según el libro bíblico del Génesis la familia del patriarca Jacob salió desde el valle de Beerseba en Canaán (Gen 46,5) y bajo el amparo de José, hijo del patriarca hebreo Jacob y primer ministro en Egipto,[24]​ los hebreos se establecieron en el valle de Gosén, en la región llamada Ramesés (Gen 47,6), y allí se multiplicaron.[25]​ José murió a la edad de ciento diez años (Gén,50,26), la esclavitud de los hebreos en el Antiguo Egipto comenzó tiempo después, más en un período aún indeterminado.

La ciudad egipcia de la cual salen los israelitas en el Éxodo también es llamada Ramesés, y según la tradición bíblica, se trató de unos 600.000 varones (sin contar a las mujeres, niños y ancianos, ni tampoco a las personas no hebreas que los acompañaron). Ramesés podría ser la actual Qantir en el Bajo Egipto, en la tierra de Gosén, donde vino a morar la familia de Jacob bajo el amparo de José y donde se multiplicaron los hebreos en aquellos tiempos (Gén, 47,1). Desde Sucot, los hebreos y quienes les acompañaban salieron a Etam, a la entrada del desierto (Éxodo, 13,20) y fueron a acampar a Pi-hahirot, "entre Migdol y el Mar de cañas (Yam Zuf, Mar Rojo) hacía Baal-Zefón".

En Génesis 15,13 aparece un relato en el que Dios le indica a Abraham que su descendencia morará en tierra ajena, y que una nación extranjera les afligiría, esto por un período de 400 años. Según la redacción de este pasaje tales 400 años pueden referirse tanto a la experiencia de ser forasteros como al período de esclavitud que empezó mucho después de la muerte de José en Egipto. En Éxodo 12,40 se indica que se cumplieron 430 años exactos de la "morada de los hijos de Israel en Egipto" el mismo día en que se liberó al pueblo hebreo mediante Moisés.

En Gálatas 3,17 el autor de la epístola señala que la Ley llegó a existir 430 años después de que Dios hiciera un pacto con Abraham y su descendencia, lo que parece dar a entender un punto de vista en que los 430 años incluyen la morada de Abraham en Canan. Esta opinión existía en el siglo I d.C, la Septuaginta tradujo este pasaje, “Pero la morada de los hijos de Israel que ellos (el códice Alejandrino, s. V d.C, añade "y sus padres moraron") en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán fue de cuatrocientos treinta años de duración”. El pentateuco samaritano también dice, “en la tierra de Canaán y en la tierra de Egipto”. De igual manera, Josefo escribió en Antigüedades judías, Libro II, capítulo 15, párr. 2, “Salieron de Egipto en el mes de xánticus (el mes macedonio que Josefo equiparó al mes de Nisán),... cuatrocientos treinta años después de la llegada de nuestro antepasado Abram a Canaán”. (Obras completas de Flavio Josefo, por L. Farré, 1961, tomo 1, p. 168.) Así, según esta opinión presente en el siglo I los 430 años se cuentan desde el tiempo en que Abrahán cruzó el Éufrates camino de Canaán hasta el tiempo en que los israelitas salieron de Egipto.

Posteriormente en la Biblia se explica que el Templo de Salomón se construyó alrededor de 480 años después de la salida de Egipto (1Reyes 6:1).

La datación de la composición cronológica del libro del Éxodo es dificultosa y, para alcanzar una certeza razonable, es necesario relacionar los eventos en él narrados con la historia del Antiguo Egipto.

Ha habido muchos intentos por ajustar las fechas de los eventos acontecidos en este libro para precisarlos de acuerdo al calendario gregoriano. Estas tentativas raramente toman en cuenta las siguientes consideraciones,

Pero, en general, se tiende a suponer que una correcta identificación del Faraón mencionado en el Éxodo sería la clave para establecer la cronología apropiada para el Éxodo. Algunos, sin embargo, cuestionan las evidencias arqueológicas que sostienen la fecha del Éxodo y la fecha de la conquista de Canaán, pero los asentamientos conocidos más antiguos de israelitas no aparecen hasta el 1230 a. C., mucho después que los muros de Jericó fueran destruidos, además de la falta de evidencia de un Éxodo de tamaña magnitud, y la ausencia de evidencia de un asentamiento en el desierto del Sinaí o Arabia. Tampoco hay evidencia de la conquista militar de Canaán.

Aun así han sido propuestos varios faraones y dinastías para el Éxodo, cubriendo tales posibilidades hasta dos siglos de diferencia,

Si se acepta esta última hipótesis, el faraón opresor inicial habría sido Seti I, cuyo gobierno tuvo lugar entre 1294 y 1279 a.C., y el Éxodo se habría desarrollado durante el reinado de Ramsés II (quien gobernó Egipto entre 1279 y 1213 a.C), considerándose en términos de investigación el año 1250 a.C.[26]

La Biblia no menciona por su nombre al faraón del Éxodo, ni da fecha exacta al Éxodo. En 1Reyes 6:1 se lee que el rey Salomón comenzó a construir el templo de Jerusalén en el cuarto año de su reinado, «480 años después que los hijos de Israel salieron de Egipto». La caída de Jerusalén ante el rey babilonio Nabucodonosor II sucedió aproximadamente en el año 586 a. C. El período de los reyes de Israel y Judá es difícil de determinar, pero a partir del relato paralelo del Primero y el Segundo libro de los reyes transcurren aparentemente 390 años hasta la muerte del rey Salomón; y otros 37 años adicionales abarcados por el gobierno de Salomón (incluyendo el cuarto año de su gobierno), daría la fecha de 1013 a. C. para la edificación del primer Templo de Jerusalén, de lo que puede deducirse que 480 años antes implicaría que la fecha del Éxodo habría sido en año 1493 a. C. (o 1513 a. C., si se data la caída de Jerusalén en el año 607 a.C., tomando al pie de la letra la duración de 70 años del exilio en Babilonia y la desolación del país mencionados en 2 Crónicas 36,21; Jeremías 25,11; 29,10; Zacarías 7,5 y Daniel 9,2).

Sin embargo, considerando la complicada cronología de los reyes de Judá e Israel, Enciclopedia judaica castellana expresa que,

De ello resulta que el cuarto año del reinado de Salomón debería haber sido el año 967 a. C. Por lo tanto, la fecha de Éxodo fue el 1447 a. C. (967 + 480), cuando gobernaba Tutmosis III o Amenofis II, si bien por el momento se desconoce cualquier tipo de documento o resto arqueológico que confirme tal acontecimiento.[28]

Desde el plano de la creencia, el judaísmo ortodoxo, por su parte, ubica el inicio del Éxodo del pueblo de Israel el 15 de Nisán de 2448, fecha que se corresponde en el calendario gregoriano con el año 1313 a.C.[29]

Dado que la Biblia indica que los hebreos partieron de la ciudad llamada Ramesés y a hacia Sucot,[30]​ ciudades que son datadas en el siglo XIII a.C., durante el período en que Ramsés II gobernaba Egipto, en el campo de la investigación se considera el año 1250 a.C.[31]​ H.W.F. Saggs observa en sus escritos académicos que,

En el relato bíblico se expone que, después de atravesar el Mar Rojo, los hebreos se adentraron en el desierto de Shur o Etam, y tres días después llegaron a Mara. En este lugar, la unidad del pueblo hebreo empezó a resentirse y hubo quienes murmuraron y, a pesar de los hechos que habían visto de Dios, se opusieron a Moisés (Éxodo, 15,24).

Desde Mara se trasladaron a Elim, un oasis de doce fuentes de agua, desde este lugar se adentraron el desierto de Sin en dirección al monte Sinaí orillando el mar Rojo; ya habían transcurrido dos meses desde la partida de Egipto. Aquí se verifica el evento del maná proporcionado por Dios.

Ya en el desierto de Sin, la congregación se trasladó desde locaciones como Dofca y Alús. En Refidim ―cerca del monte Horeb, en el desierto de Parán, un lugar sin agua― combatieron por primera vez como pueblo contra los amalequitas, venciéndoles (Éxodo, 17,13). En este lugar, Moisés golpeó una roca con su vara e hizo brotar agua potable.

Desde Refidim, el pueblo hebreo entró al desierto del Sinaí y acamparon en las postrimerías del monte Sinaí o del monte Horeb a los 90 días de haber salido de Egipto. En este lugar, Moisés pudo ver a Yahvé, quien le entregó los Diez Mandamientos. Además constituyó el sacerdocio de Aarón (o sacerdocio levítico), las primeras leyes civiles y religiosas en el pueblo judío, adicionalmente se construyó el primer Tabernáculo, el Arca de la Alianza. (Éxodo, 25,10). En este lugar permanecieron dos años y dos meses. Al salir del Sinaí, el pueblo de Israel estaba regido en todo aspecto legal, civil, moral y religioso (Éxodo, 10,11).

Desde el Sinaí partieron al desierto de Parán y habitaron en Kibrot-hataava (Éxodo, 11,35) para trasladarse a Hazerot, en pleno desierto. Desde este lugar, Moisés asignó a doce espías para que reconocieran la tierra de Canaán (Éxodo, 13) desde el monte Neguev (en el desierto del mismo nombre). Mientras tanto, la congregación avanzó a Ritma y de allí a Rimón-Peres.

La tierra de Canaán reconocida estaba habitada por jebuseos, anacitas, amalequitas, amorreos y cananeos.

La información conseguida en cuarenta días, fue mal recibida por la congregación, dado que diez de los doce espías incitaron a murmuraciones en contra de sus líderes, lo que provocó una funesta rebelión en el pueblo en contra de Yahvé debido a que pensaban que Dios los estaba llevando a la muerte ante gente aparentemente más poderosa que los mismos israelitas (Números 14) y muchos pugnaron por volver a Egipto.

Yahvé maldijo a los diez espías, quienes fallecieron de plaga (Números, 14,36) y además condenó al pueblo de Israel a perderse durante cuarenta años en el desierto del Neguev. Solo Caleb y Josué fueron autorizados a salir del desierto y adentrarse en Canaán (Números 14,30). Israel intenta rebelarse ante la condena en el desierto pero son derrotados por los amorreos liderados por el rey de Edom y los obligan a permanecer entre Cades, el desierto de Moab y el Neguev y allí permanecen casi 40 años. Aarón fallece en el monte Hor (Números, 20,22-29).

Cuando se cumplieron los 40 años, y hubo fallecido toda la generación adulta, la generación siguiente pudo por fin entrar a Canaán teniendo como líder a Josué (Deuteronomio, 2,14 -24). Yahvé no autorizó a Moisés a entrar a Canaán y solo le permitió observar la tierra de la herencia desde el monte Pisga o Nebo (Deuteronomio, 3,27 y Deuteronomio, 32, 48-52) para fallecer en este mismo lugar y ser enterrado en Moab.

La salida de Egipto y la revelación del monte Sinaí son dos hechos fundacionales en la historia del pueblo Israel. Significativamente, ambos son narrados en el libro bíblico del Éxodo. Según el judaísmo, el milagro de la liberación del pueblo hebreo demuestra y confirma al pueblo de Israel como el pueblo elegido por Yahveh y dicha liberación es a su vez determinante en el establecimiento de la liturgia yahvista.

Para los cristianos, la celebración de la primera Pascua prepara el camino para la resurrección cristiana. La formación del Pueblo de Dios es el antecedente de la Iglesia como asamblea y reunión de fieles a través de la liturgia.

El Nuevo Testamento reinterpreta muchos de los acontecimientos del Éxodo, Pablo de Tarso insiste en esto de manera especial (1.ª Corintios, 10,2-4), y luego compara el pasaje del mar Rojo con el bautismo y la eucaristía (1.ª corintios, 79,8). En el Evangelio de Juan se compara al mesías Jesucristo con Moisés, y Cristo opone el maná al “pan de la vida”. En más de una ocasión se ha hecho notar el paralelismo de la estructura del Éxodo con este evangelio, especialmente en los primeros capítulos.

Por último, en la Epístola a los hebreos se concibe la muerte como el éxodo de la vida hacia la Tierra Prometida del Cielo, el sacerdocio cristiano como el hebreo, el sacrificio de Cristo como el del Sinaí y la antigua alianza como la nueva, es sacramentada con la sangre de Jesús.

Hebreos en esclavitud en Egipto. Hagadá Barcelona, arte sefardí, 1350, fol. 30v. Inscripción en hebreo: "Esclavos fuimos de Faraón en Egipto."[33]

Moisés flotando sobre las aguas del Nilo. Ilustración de 1897

Signos sobre puertas de viviendas hebreas. Gouache de James Tissot, c. 1896-1902. Jewish Museum, Nueva York

El paso del ángel de la muerte, con los hebreos celebrando Pésaj, la Pascua judía. Grabado, 1897

Pésaj. Hagadá Kauffmann, siglo XIV

Los hebreos comen hierba amarga. Hagadá de Sarajevo, siglo XIV

El Éxodo. Hagadá de los Pajaritos, arte asquenazí, c. 1300. Museo de Israel, Jerusalén

Éxodo hebreo. David Roberts, Los israelitas yéndose de Egipto, óleo sobre lienzo, 1828

Los hebreos pasan ante un asentamiento egipcio (con las puertas cerradas), posiblemente Baal Tzafón. Hagadá Kauffmann, siglo XIV

Moisés abre las aguas del Mar Rojo, Hortus Deliciarum, c. 1118

El cruce del Mar Rojo. Óleo por Hans Jordaens III.

Miriam y las hebreas festejan haber cruzado el Mar Rojo. Hagadá de Sarajevo, Barcelona, siglo XIV

Los hebreos recogiendo el maná en el desierto. Boceto de Tiépolo, 1740.[34]

Los hebreos recolectan el maná y reciben la Ley. Hagadá de los Pajaritos: Dayenú, arte asquenazí, c. 1300. Museo de Israel, Jerusalén

La adoración del becerro de oro. Óleo de Poussin, 1634.[35]

Moisés con las Tablas de la Ley. Grabado de Doré, siglo XIX

Moisés recibe la Ley en Sinaí y la transmite a los hebreos. Biblia de Grandval, manuscrito carolingio, c. 840 E.C. Museo Británico, Londres

El Decálogo o Ley Mosaica. Jekuthiel Sofer, 1768. Bibliotheca Rosenthaliana, Ámsterdam

Moisés enseña los preceptos éticos al pueblo de Israel. Ilustración de Hartwell James, 1905-16

Moisés, Aarón y la erección del Tabernáculo (Éxodo 40:17-19). Figures de la Bible, 1728




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