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Manresa



La Seu y vista general

Manresa es una ciudad y municipio español, capital de la comarca del Bages, en la provincia de Barcelona, comunidad autónoma de Cataluña. Se encuentra situada en el pla de Bages, cerca del ángulo donde confluyen los ríos Llobregat y Cardener. Con una población de 78 245 habitantes (INE 2020), es la ciudad más poblada del Bages y de Cataluña Central. Se encuentra a 65 km al norte de la ciudad de Barcelona y marca el límite entre el área industrial alrededor de Barcelona y el área rural del norte.

La ciudad forma un lazo muy importante de comunicaciones, acentuado con el eje del Llobregat y el tranversal, entre la montaña y el mar, entre las planas interiores del Urgel y la Segarra y las comarcas orientales de la región. En cuanto a la economía, Manresa destaca por su industria textil, química y maquinaria, si bien en las últimas décadas ha sustituido la industria por el comercio. La ciudad también destaca por su conjunto medieval, con sus puentes sobre el río Cardener y su catedral de estilo gótico (llamada Seo, o Seu en catalán). Además, en está ciudad también se encuentran iglesias de estilo barroco, así como interesantes edificaciones modernistas.

Durante la Guerra de la Independencia Española, el somatén de Manresa venció a las tropas francesas en el coll del Bruc (junio de 1808), pese a que los franceses, ya en retirada, quemaron y derribaron gran parte de la ciudad. Después de la expulsión de las tropas napoleónicas, los manresanos reconstruyeron la ciudad mediante los escombros.

Situada en el centro de Cataluña, el río Cardener pasa por el sudoeste de la ciudad. Sin embargo, el municipio utiliza, para beber, el agua del río Llobregat, que pasa por el límite este del término. El agua es recogida a su paso por Balsareny y transportada a Manresa por una acequia (conocida como "La Acequia", "La Sèquia" en catalán) hasta el Parque de l'Agulla.

La orografía urbana está claramente marcada por la existencia de varios cerros (Puigcardener, Puigmercadal, Puigterrà, Puigberenguer y Tossal dels Cigalons).

El territorio, dentro de la cuenca de erosión del centro de la comarca, está rodeado por una serie de cerros marginales de poca elevación (Collbaix, 544 m s. n. m.; Bufalvent, 387 m s. n. m.; Montlleó, 361 m s. n. m.)

La ciudad mantiene un clima submediterráneo, estando situada a 242 metros de altitud sobre el nivel del mar y disfruta de un clima entre mediterráneo y continental. Se trata de un clima húmedo con veranos muy calurosos e inviernos fríos. La temperatura media calculada con base en los últimos diez años ha sido de 6,0 °C en invierno, 14,0 °C en primavera, 15,1 °C en otoño y 23,3 °C en verano. La lluvia, a lo largo de la última década, es de una media de 590 l por m² anuales. Se reparte en unos 94 días por año y se concentra, en su mayor parte, en la primavera y el otoño. La humedad y buena temperatura durante buena parte del año genera una situación propicia para la aparición y anidamiento del mosquito tigre. La máxima absoluta de temperatura registrada fue de 43,5 °C en agosto de 1987.

Dentro del término de Manresa existe indicios de población neolítica de cuatro mil años atrás. Unas cuantas fosas sepulcrales, objetos de cerámica e industrias líticas en la zona del bosque de las Marcetes, en el barrio rural de Viladordis, dan testimonio de su paso.

También se asentó un poblado íbero en el cerro del Puig Cardener. Recientemente se han recuperado diversos materiales, especialmente cerámicas, que permiten identificar la existencia de un poblado ibérico hacia el siglo VI a. C. que se mantendría hasta finales del siglo I a. C. Era, posiblemente, la capital de los lacetanos que habitaban las comarcas actuales de Bages, Solsonés, Anoia y Segarra.

Claudio Ptolomeo, geógrafo griego del siglo I, ya cita a una ciudad llamada Bacasis, y la sitúa a orillas del río, cerca de un cerro suave y rocoso. Podría ser, perfectamente Manresa y, de hecho, de esta palabra derivaría el nombre de la cormarca: Bages.

El Cónsul Catón tuvo que conquistar esta zona hacia finales del siglo I para evitar las luchas con los poblados costeros romanos. Se cree que los romanos bautizaron el primitivo núcleo urbano con el nombre de Minorisa (o Manorasa), con motivo de las varias veces que había sido destruida la ciudad durante guerras y batallas. Esta teoría, sin embargo, es cuestionada por otros historiadores, al no existir documentos de época romana que mencionen su existencia.[1]

La presencia de los árabes fue prácticamente testimonial. En 785 la abandonaron y quedó en tierra de nadie. Unos años más tarde, en 796, los cristianos la ocuparon y Manresa entró a formar parte de la Marca Hispánica. Pero de nuevo fue destruida en 827, durante la revuelta de Aissó, un noble godo que, ayudado por Guillemó hijo del conde Bera de Barcelona, empezó una guerra contra los francos con el apoyo de los árabes (incluso con la del emir Abderramán II). La resistencia del conde franco de Barcelona, Bernardo de Septimania, la hizo fracasar. La importancia de este episodio es muy relevante, ya que fue el único intento de oposición del pueblo indígena godo contra el nuevo dominio franco. En 841 o 842, los árabes volvieron a destruir Manresa.

La reconquista definitiva de Manresa se produjo a finales del siglo IX a manos de Wifredo el Velloso, que restauró el obispado de Vich. El nuevo obispo, Gotmar, pidió ayuda a su correligionario Ermemir para remitir una petición al nuevo rey de Francia Odón I (Eudes), en la que solicitaba lugar para sus iglesias y un conjunto de derechos fiscales que hasta el momento recogía el conde del valle de Arlés y de los pagus de Manresa. El rey se lo concedió y reconoció por medio de un documento (precepto o privilegio) que firmó el 24 de junio de 889 en la ciudad de Orleans, es conocido como el «privilegio de Odón» donde, por vez primera, aparece el nombre de Manresa.

Posteriormente, y a mediados del siglo X, se encuentra la primera referencia a Manresa como condado, que responde a una finalidad militar y de repoblación; las tierras centrales se habían despoblado casi por completo a causa de los enfrentamientos con los musulmanes de Lérida.

Después de la enésima destrucción sarracena acaecida hacia el año 1000, el obispo de Vich, el abad Oliva, acompañado por Ermesenda de Carcasona, el consejero Miró de Súria y otros nobles, clérigos, jueces y notarios, se reunieron y llamaron a seis testimonios, con fama de honrados y de posición para rehacer los archivos y escrituras. Estos hombres viejos fueron los presbíteros Gaufredo y Bonfill, Perna, Gidela, Honofredo y Ennec. Estos nombres, extraños, son los primeros manresanos que se conocen por su nombre propio. El juez condal Ponç Bonfill y el levita Guifré, juez episcopal, les tomaron declaración y extendieron el acta correspondiente, que fue firmada por el conde, la condesa y el obispo, por los nobles Gombáu de Besora, Bernat Guifré de Balsareny y Miró Súria, y por los clérigos Guillem, Guitard, Ermemir, Sunifredo y Viniá (también los primeros canónigos manresanos cuyo nombre se conoce).

La fisonomía de la pequeña ciudad del Puigcardener cambió radicalmente, se hizo una primera ampliación de las murallas, alargándolas y ensanchándolas, de manera que protegiesen, también, el Puigmercadal, llegando a rozar la pequeña iglesia de San Miguel, en la actual calle del mismo nombre.

Manresa tenía una gran importancia militar como sede de un condado sin conde, un territorio muy extenso que llegaba hasta las cercanías de Lérida, vigilado por la altas torres denominadas, precisamente, «torres manresanas». En el siglo XII se produjo un nuevo ataque sarraceno, pero la ciudad, mejor organizada, pudo rehacerse rápidamente.

A partir de ese momento, Manresa empezó a crecer, organizarse, enriquecerse, dirigiéndose hacia lo que sería su «gran siglo». El gran nivel de organización gremial se pone de manifiesto en las cofradías que ya aparecen en el siglo XVIII y que serán las verdaderas mecenas de las obras del siglo siguiente.

Este incremento de la actividad es gratificado con el aumento de los privilegios otorgados por los reyes a la ciudad. Destacan las dos ferias que le conceden: la de la Ascensión en 1283, por Pedro III, el Grande) y la de San Andrés en 1311, por Jaime II), unas ferias que todavía perduran en la actualidad.

En estas circunstancias, la ciudad experimenta un gran crecimiento demográfico; genera riqueza y trabajo, atrayendo excedentes de otras poblaciones, los segundones de las grandes masías acuden a ejercer actividades industriales y comerciales, e incluso la pequeña nobleza rural se siente atraída por la comodidad de la vida ciudadana y construye sus casas en Manresa. En estos momentos empieza la vida de dos barrios que adquirirán gran importancia: el de la Plana de San Miguel, con una población dedicada al comercio, y el barrio de las Codinas o Escodines, de población campesina.

Había también, en esa época, una importante comunidad judía, ubicada en la actual Bajada de los Judíos, en la que tenían una escuela y una sinagoga, se dedicaban, principalmente, al préstamo y profesiones liberales. Vestían de una manera peculiar que permitía identificarlos con facilidad. Su presencia nunca fue problemática ni se ha encontrado prueba alguna que delatara persecuciones o disturbios. Desaparecen, como comunidad, a finales del siglo XIV.

Durante la primera mitad del siglo XIV, Manresa entra en una época dorada que, con frecuencia, se denomina como el gran siglo manresano: el siglo gótico. Período de esplendor en los ámbitos demográficos, económicos y urbanísticos, con obras religiosas y civiles de gran envergadura: La Seu, iglesia del Carmen, de San Pedro mártir, de San Miguel, de San Andrés, de Santa Lucía, el convento de San Pablo, el monasterio de Santa Clara, el de Valldaura, Pont Nou y la obra principal de la ingeniería hidráulica del siglo XIV, la Sèquia de Manresa. Algunos historiadores han cifrado la población de Manresa, en esta época, en unos 3000 habitantes.

El rey Jaime I, en una visita a la ciudad, realizada en 1231, confirma el título de la ciudad que, desde el siglo XI había ido cayendo en desuso. Concede, asimismo, diversos privilegios referentes al régimen municipal que iría evolucionando hasta el Consejo de Ciento que acabaría en el siglo XIV. La visita de Jaime I no fue la última visita real, también fue visitada por Alfonso IV, Juan I y, sobre todo, por Pedro IV que tenía una especial predilección por Manresa ya que había estado hospedado en septiembre de 1344, julio de 1375 y, anteriormente, en 1351, cuando se encontró con su cuñado Carlos el Doliente, rey de Navarra alojándose, ambos, en la hostería del convento de los Predicadores.

El aumento demográfico se estancó a causa de la peste de 1348, año en que la población disminuyó hasta el punto que se consideró una crisis demográfica. La prosperidad de Manresa empezó a decaer, viviéndose un clima de perpetua inseguridad que favoreció la aparición de los bandoleros.

Siguiendo la tendencia general de Cataluña que entró en una etapa de decadencia respecto a otras tierras peninsulares, los siglos posteriores fueron de un crecimiento lento. Epidemias, problemas dinásticos y, sobre todo, la Guerra civil que enfrentó a la Generalitat con el rey Juan II durante el decenio de 1462 – 1472.

Un hecho tendría gran trascendencia posteriormente para la ciudad: la estancia de Ignacio de Loyola en los años 1522-1523, en la gruta ahora llamada cueva de San Ignacio.[2]

Después del Decreto de Nueva Planta (1714), la ciudad se confirmó como la capital del corregimiento de Manresa, que agrupaba los territorios del Bages, Lluçanés y Moyanés.

El esplendor de la ciudad, como tal, se recuperaría durante el siglo XX. Después de unos inicios de centuria marcados por la Guerra de la Independencia Española, en la que Manresa tuvo un destacado papel (quema del papel sellado y la batalla del Bruch, 1808), la ciudad consiguió consolidarse como uno de los centros industriales textiles más importantes de Cataluña.

En 1864 el industrial residente en la población de Manresa Juan Oliveras Gabarró, patentó un carruaje que denominó Velocífero y que, evidentemente funcionaba sin la necesidad de caballerías. Su tracción era mediante pedales accionados por el conductor, es decir, se trataba de un híbrido entre una bicicleta y un carruaje. Lo relevante de este carruaje es el estudio que su inventor hizo sobre la forma de emplear la fuerza humana sobre la rueda, analizando los existentes mediante pedales, cadenas y engranajes. Juan Oliveras optó por emplear la fuerza directamente sobre el eje, permitiendo el empleo simultáneo de pies y manos de una forma lo más natural posible, para aprovechar así la fuerza ejercida al máximo. El vehículo estaba dotado de tres ruedas, una delantera y dos traseras, en un chasis rígido sobre el que estaba montada la caja para los ocupantes, con un sistema de suspensión mediante muelles entre chasis y caja. Su inventor cifraba su velocidad entre los 10 y 12 km/h en llano. Por lo menos se sabe de la construcción de un ejemplar de este velocífero, que circuló entre las localidades de Manresa y Sant Fruitós del Bages el 1 de noviembre de 1866, día de Todos los Santos, cuyo viaje recogió el diario El Manresano en su edición del día 4: "El jueves, día de Todos los Santos, vimos en la carretera de Vich un elegante coche Velocífero, construido por un industrial de nuestra ciudad. Iban en el coche dos personas y, en breve tiempo se trasladaron al vecino pueblo de San Fructuoso del Bages, donde la nueva máquina movida sin el auxilio de caballerías, causó la admiración de aquellos vecinos."

La ciudad se extendió rápidamente por los alrededores de las carreteras de Vich y de Cardona, y por el Paseo de Pedro III. En el año 1892, la Asamblea Catalanista aprobó, en el salón de sesiones del Ayuntamiento las Bases de Manresa, primer documento escrito acerca de los objetivos políticos del catalanismo.

Durante los primeros años del siglo XX hubo una gran movilización política y social en la ciudad. En el primer decenio nacieron diversas fundaciones de signo cultural y social, que todavía se mantienen en activo y con proyección extraciudadana: Orfeón Manresano (1901); Centro de Excursionistas de la Comarca de Bages (1905) y el Esbart Manresano de Danzaires (1901). Durante el breve período de la segunda república (1931-1936), se construyeron importantes obras públicas de ámbito sanitario, educativo y cultural.

El año 1936 fue un año negro para la historia monumental manresana, se derribaron las iglesias del Carmen, Predicadores y de San Miguel.

Después de la Guerra Civil, la ciudad vivió unos años muy difíciles, pero reemprendió el camino del crecimiento económico y entró en una larga fase de expansión urbanística causada, en gran parte, por la afluencia de inmigrantes del sur de España. En 1989, Manresa celebró el milenario de su existencia como ciudad.

A 1 de enero de 2012 la población del municipio ascendía a 76 570 habitantes, 37 560 hombres y 39 010 mujeres.[3]​ A 1 de enero de 2015 la población del municipio descendió a 74 655 habitantes, 36 397 hombres y 38 258 mujeres y en 2017 volvió a ascender a 75 125 habitantes.

     Población de derecho (1900-1991) o población residente (2001) según los censos de población del INE.      Población según el padrón municipal de 2012 del INE.

El deporte estrella de la ciudad es el baloncesto y el principal equipo el Baxi Manresa, fundado en 1931 y que disputa la liga ACB, competición que ganó en la temporada 1997/1998. Los partidos se juegan en el pabellón del Nou Congost, con una capacidad de 5000 espectadores.

Josep Pla escribió: Manresa las fábricas se confunden con los conventos, y los conventos con las fábricas. Ambas cosas ya forman parte de la historia.

A pesar de que las actividades industriales y servicios son los más destacables, el sector primario no está totalmente marginado. El regadío, que aprovecha el agua de la histórica acequia de Manresa, se dedica, especialmente, a las verduras, legumbres y fruta, como también a los cereales, trigo, maíz, patatas y forraje. En el secano predominan los cereales y el forraje. La ganadería se centra, especialmente, en la producción del cerdo y bovino. La tradición industrial se remonta a los siglos medievales.[cita requerida]

El sector terciario es muy importante, como corresponde a una capital de comarca de sus dimensiones.

Su condición de núcleo radial de vías de comunicación es un factor relevante en la actividad comercial de Manresa.

El Ayuntamiento, donde tuvo lugar en 1892, la asamblea redactora de las Bases de Manresa, está situado en un edificio histórico del siglo XVIII, en la plaza Mayor, en el centro del núcleo antiguo, donde también se encuentra su consejo comarcal del Bages.

Además de diversos centros de educación primaria, secundaria, bachillerato y ciclos formativos, Manresa es sede de dos universidades: l' Escola Politècnica Superior d'Enginyeríes de Manresa EPSEM (antiguamente Escuela Universitaria Politécnica de Manresa y perteneciente a la Universidad Politécnica de Cataluña) y la Fundación Universitaria del Bages. Además alumnos de medicina de la UIC (Universitat Internacional de Catalunya) realizan sus prácticas en la XHUP del hospital Sant Joan de Deu.

Feria de L'Aixada. Fin de semana posterior a las fiestas de la Luz. Se trata de una feria medieval en la que en la parte vieja de la ciudad se recrea la vida del siglo XIV con multitud de representaciones y actos,(luchas medievales, cetrería, paradas de artesanos).[5]

Agosto

Octubre

Noviembre

Feria de l'Expobages i Ascensió (penúltimo fin de semana de mayo) Feria de Sant Andreu (el último fin de semana de noviembre) Feria de Santa Llúcia (13 de diciembre y fin de semana más cercano al 13)



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