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Mascaraque



Castillo Juan de Padilla e Iglesia Mascaraque

Mascaraque es un municipio español de la provincia de Toledo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha.

El término "Mascaraque" podría proceder de la raíz celta Mascaracu (m), con el sufijo -acus, junto a una base maska (r)- también de origen celta. Su significado no es fácil de precisar, pero podría ser el de 'negro, oscuro' referido al color de la piedra o el terreno.[1]

Relacionando Mascaraque con los numerosos topónimos que presentan un tema similar como Mascarat, Mascarell o Mascaró estaríamos según Corominas ante un origen prerromano con influencia árabe.[2]

El municipio se encuentra situado «en un llano con varios cerros ó colinas de poca consideración»[3]​ en la zona central de la provincia y al sureste de la capital. Pertenece a la comarca de los Montes de Toledo (comarca) y linda con los términos municipales de Los Cuartos, término segregado de La Guardia al norte, Villamuelas al noreste, Mora al sur y sureste, Orgaz al suroeste y Villaminaya y Almonacid de Toledo al oeste, todos de Toledo.

El término municipal tiene forma alargada de norte a sur, variando sus coordenadas geográficas entre los 39°39´ y 39°46´ de latitud y los 3°53´ y 3°42´ de longitud. Se encuentra a una altura medía del nivel del mar de Alicante de entre los 700 y los 720 metros. Es de clima continental y básicamente seco aunque no extremo ni en máximas ni en mínimas.

Hasta la localidad llega la Ruta del Quijote en su Itinerario-1 de Toledo a San Clemente, partiendo desde Mascaraque tres tramos: hacía La Guardia, hacía Tembleque y hacía Consuegra.

Por el término discurre, de sur a norte, el arroyo de Campo Rey que desemboca en el arroyo de Padilla de la Moncloa, afluente a su vez del río Algodor. Una primera parte del arroyo de Padilla de la Moncloa limita el término de Mascaraque con el de Los Cuartos y la otra junto con el curso del Algodor hace lo propio con Villamuelas. Cerca del río se encontraban las antiguas poblaciones de Yegros y de Campo Rey.

El origen de la Villa se remonta a los tiempos de la dominación árabe, época en que se construyó el castillo en el siglo XIV, que posteriormente pasaría a ser la Casa Fuerte-Palacio de Juan de Padilla (1518). Es en esta época cuando la localidad adquirió la categoría de Villa que la diferenciaba de las aldeas próximas. Contaba con cuerpo de regidores y justicias propios (véase Villa (población)). Además, Mascaraque demuestra hoy aún vestigios de las aspiraciones urbanas características de una Villa, con un Castillo-fortaleza (familia Padilla; Padilla (apellido)) y provista de Palacios con escudos distintivos dotados de entradas con arco rebajado formado por sillares almohadillados y escudos cuartelados en cruz de tarja.

Durante la guerra de la Independencia, se quemaron los archivos municipales por lo que se conocen pocos datos del pasado del municipio. Durante el siglo XIX, no fue nunca ocupado por los carlistas, siendo defendida la población con una milicia propia (partidaria de Isabel II de España) durante la primera guerra carlista. Durante la invasión por las fuerzas de Basilio (1837-1838), Mascaraque fue la única población de la zona que se negó a dar los suministros solicitados por este jefe carlista, por lo que el Gobierno les autorizó a que en el escudo de armas de la villa apareciera el lema NO TEMIERON.

A mediados del siglo XIX, tenía 170 casas y el presupuesto municipal ascendía a 8.725 reales de los cuales 2200 eran para pagar al secretario.[3]

En 1879 se abrió al tráfico la línea Madrid-Ciudad Real,[4]​ que permitió la conexión de la comarca con el resto de la red ferroviaria española. El municipio contaba con una estación de ferrocarril propia, que disponía de un edificio de pasajeros e instalaciones para mercancías. La línea se mantuvo en servicio hasta su clausura en 1988.[5]

Fuente: Instituto Nacional de Estadística de España - Elaboración gráfica por Wikipedia

El término está atravesado por la línea de ferrocarril Madrid-Sevilla (AVE), por la Autovía de los Viñedos CM-42 (salida-19) que a su vez es la continuación de la A-42 que parte de Madrid y está circunvalado por la Carretera Comarcal CM-400 de Toledo a Mora de cuya población, el núcleo urbano dista tan solo unos 3 Kilómetros.

Se espera que la futura Autovía de pago de Madrid-Andalucía, que según parece discurrirá más o menos en paralelo con la vía del AVE Madrid-Sevilla, cuente con una ramal de acceso a las localidades de Mora, Sonseca y Orgaz y ese ramal de acceso, de seguro, estará ubicado en las proximidades de Mascaraque[cita requerida].

El casco urbano de Mascaraque se asienta sobre una superficie de unas 100 hectáreas, tiene 29 calles y plazas, con algo más de 400 edificaciones urbanas. Sus calles y plazas son anchas, destacando la calle Real (antigua CM-400 antes de construirse la variante) que prácticamente divide el casco urbano en 2 mitades. Es de reseñar la cantidad de plazas con las que cuenta el casco urbano, entre las que destacan la Plaza del Pinar.

El municipio cuenta con diferentes parques, como el situado al mediodía del castillo, en la calle de la Zanja, un parque de menor dimensión y un tanto recoleto en la Plaza de Curato, el situado entre las calles Santa María y Goya muy arbolado y el de la Plaza Salinas. También destaca la Plaza de la Constitución como corazón y punto de encuentro de la población.

A principios del siglo XIX había una importante industria de cintería de seda con más de 100 telares mantenida por mujeres y niños. Actualmente su economía está basada fundamentalmente en la agricultura.

Los miércoles por las mañanas entre la plaza de la Constitución y la plaza de los Mozos se celebra un mercadillo.

Esta es una leyenda recurrente tanto en la Villa de Mascaraque, como en las vecinas Mora y Almonacid de Toledo. Se basa en la creencia de la existencia de dos pasadizos subterráneos de una legua de extensión cada uno, que comunica el castillo de Mascaraque con el de Almonacid al norte y el castillo de Peñas Negras en Mora de Toledo al sur.

La leyenda tiene una base bastante sólida, dado que es un hecho real y comprobable que en el amplio aljibe y pozo morisco que hay en el terreno del castillo de Mascaraque, arrancan dos galerías abovedadas justo en esas direcciones, y que son de idénticas características a las bóvedas interiores de las torres del castillo.

Por supuesto no se puede precisar, más allá de cualquier duda razonable, la existencia o no de dicho pasadizo secreto, lo único que podemos hacer es un análisis de las probabilidades de su existencia.

Lo primero que resulta poco creíble de esta leyenda es la composición del subsuelo de esta zona, extraordinariamente resistente en ciertas áreas, lo que se corrobora con la utilización de barrenos para la construcción de pozos hasta casi la mitad del siglo XX, por tanto una obra de tal envergadura, de haberse producido, estaría razonablemente documentada debido a la colosal envergadura de la obra, los medios utilizados, el tiempo necesario para conseguirla y la mano de obra necesaria para su culminación, cosa que no se tiene constancia documentada del hecho.

Otro aspecto muy a tener en cuenta es la diferencia de cota existente que deberían salvar cada uno de los pasadizos, pues a simple vista y sin necesidad de aportar datos adicionales, se puede ver el grado de dificultad que debería salvar este pasadizo al estar situados los castillos de Almonacid y el de Peñas Negras en sendas lomas con unos desniveles muy considerables en relación con el de Mascaraque.

Una pregunta que se puede hacer el lector es ¿entonces qué utilidad tendrían las galerías que arrancan del aljibe del castillo?

La respuesta en este caso sería: la misma que tienen las decenas de galerías que existen en el subsuelo del pueblo en el entorno del castillo, o sea, facilitar la entrada al castillo desde las viviendas en caso de ataques de diferentes grupos que arrasaban la zona durante la reconquista y que perduró durante muchos años.

Y finalmente la gran pregunta que se podría plantear para justificar su existencia es ¿qué utilidad tendría este pasadizo? Desde luego hay que olvidarse de pasiones ocultas como sucedía en tiempos atrás en casonas, villas y palacios, porque la envergadura de la obra haría imposible que pasase desapercibida, de modo que sólo podríamos enmarcarlo en razones estratégicas de guerras y guerrillas, pero también en este caso una simple ojeada al entorno nos dice de la inutilidad de tal pasadizo, porque una legua de distancia en terreno con tanta visibilidad y libre de obstáculos que propiciase emboscadas, se nos antoja misión totalmente inútil para tamaña obra.

No obstante lo aportado, en este caso queremos hacer bueno aquel viejo dicho periodístico “no permitas que la realidad te arruine una buena noticia”, en el caso que nos ocupa una buena leyenda, por eso a pesar de los datos y evidencias que hemos expuesto, defendemos la leyenda y apostamos por conservarla y enriquecerla con nuevos datos, pruebas o reseñas históricas.

Esta podría calificarse como la leyenda por excelencia, dado que reúne todos los ingredientes para interesar al lector: La búsqueda de un tesoro, la fascinación por el personaje, y el alto grado de probabilidades de que esta leyenda se ajuste más o menos a la realidad de lo acontecido.

Es un hecho histórico reseñado en diversas fuentes que María Pacheco, el 6 de octubre de 1521, entró en la Catedral de Toledo para “de rodillas coger la plata que había allí”. También es un hecho histórico y documentado que utilizó parte de ese tesoro para pagar a sus soldados y que el 3 de febrero de 1522 huyó de Toledo disfrazada de campesina para buscar refugio en Escalona en casa de su tío el Marqués de Villena y Duque de Escalona, pero este le negó la protección y finalmente fue acogida en Portugal, pero…

… también es un hecho histórico y parece que razonablemente documentado que en su camino de huida a Portugal hizo un desvío y pasó por Mascaraque. ¿Para qué?

Y aquí es donde nace una leyenda apasionante. Maria Pacheco podría haber pasado por Mascaraque para esconder el fabuloso tesoro que sacó de la Catedral de Toledo para enterrarlo en alguna galería existente en el pueblo, posiblemente en algún pasadizo secreto de los muchos que rodeaban el castillo. Y tendría sentido tal enterramiento, porque era de esperar que el emperador Carlos I, con el paso del tiempo decretara un perdón imperial, cosa que sucedió el 8 de octubre de 1522, pero La Pacheco no fue incluida en ese edicto y fue condenada a muerte, aunque en ausencia, en octubre de 1524 por lo que ya nunca pudo regresar a Mascaraque, pues murió de enfermedad en Portugal a los 35 años de edad en el año 1531.

También es un hecho que La Pacheco en su exilio de Portugal no gozó de posición privilegiada y tuvo que estar bajo la protección del Arzobispo de Braga en un principio y por el Obispo de Oporto finalmente, por tanto parece que hasta allí no fue a parar el tesoro de la Catedral de Toledo.

De ser cierta esta leyenda, algún vecino de Mascaraque podría estar durmiendo tan sólo a unos metros de un tesoro, pero sirva lo siguiente de aviso de navegantes: Esto es sencillamente una leyenda, que nadie lo confunda con un hecho histórico y que nadie caiga en la quimera del oro porque será inútil su empresa, pues el tesoro ya ha sido buscado hasta la saciedad en todo el pueblo, precisamente por la leyenda, de modo que lo único seguro de esta leyenda, es que se ha buscado y que no ha aparecido ni el más mínimo vestigio del Tesoro de La Pacheco.



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