Mercedes Cabello de Carbonera cumple los años el 7 de febrero.
Mercedes Cabello de Carbonera nació el día 7 de febrero de 1845.
La edad actual es 179 años. Mercedes Cabello de Carbonera cumplió 179 años el 7 de febrero de este año.
Mercedes Cabello de Carbonera es del signo de Acuario.
Mercedes Cabello de Carbonera nació en Moquegua.
Juana Mercedes Cabello Llosa (Moquegua, 7 de febrero de 1845 - Lima, 12 de octubre de 1909), más conocida como Mercedes Cabello de Carbonera, fue una escritora peruana. Influenciada por la corriente del positivismo y del naturalismo, fue la iniciadora de la novela realista peruana. Escribió seis novelas de contenido social e intención crítica, siendo las más exitosas Blanca Sol (1888), Las consecuencias (1890) y El conspirador (1892). Escribió también numerosos artículos y ensayos publicados en la prensa peruana, sobre temas literarios y sociales; en especial abogó por la emancipación de la mujer, por lo que se cuenta entre las primeras feministas de su país.
Nacida en la ciudad de Moquegua en el seno de una familia terrateniente de antiguo raigambre colonial, fue hija de Gregorio Cabello y Hurtado Zapata (hacendado), y Mercedes Llosa y Mendoza. Su padre era bisnieto de los condes de Cumbres Altas. Su madre era hija de Mariano de la Llosa y Vizcarra, magistrado moqueguano que fue presidente del Congreso Constituyente de 1827.
Se desconoce mucho sobre sus primeros años. Tuvo una excelente formación por parte de su padre y su tío que en los años 30 del siglo XIX habían viajado por Francia, trayendo una respetable biblioteca. Mercedes recibió lecciones con maestros privados que le enseñaron bien el francés, motivo por el que más tarde siempre se podía enterar enseguida de las corrientes literarias más recientes en Francia, con autores modelo tales como Honoré de Balzac y Émile Zola.
A los 22 años se trasladó a Lima, donde vivió en casa de un tío, que era cosmógrafo mayor de la República. A la edad de 24 años (1866) se casó con el médico Urbano Carbonera, quien le acercó a la ciencia y al positivismo. Pero el matrimonio fue poco feliz y no tuvo hijos; el marido más tarde se convirtió en jugador y tipo donjuanesco. Se separaron y él se fue a vivir a Chincha.
En Lima, Mercedes tomó parte activa en el mundo literario entonces imbuido en el romanticismo y colaboró activamente en diarios y revistas usando el seudónimo de Enriqueta Pradel, antes de animarse a usar su propio nombre. Aunque comenzó haciendo versos, rápidamente pasó a escribir ensayos en favor de la emancipación de la mujer.
Fue incorporada al Ateneo de Lima y asistió a las tertulias de la argentina Juana Manuela Gorriti donde aprendió el arte de novelar, es decir, escribir novelas. Si Gorriti era conocida por su romanticismo, Cabello de Carbonera abandonó esta escuela para cultivar el naturalismo y el realismo. En su ensayo La novela moderna abogó por el realismo porque admitía la psicología de los personajes, tendencia que abrazó completamente en su novela El conspirador (1892), una sátira de la actuación política del caudillo Nicolás de Piérola, que poco después llegó a ser presidente constitucional del Perú. Su novela Blanca Sol condenó el materialismo de aquel momento. Fue tan controversial que ofendió a su vieja maestra Gorriti quien era mucho más sutil en sus críticas a la sociedad.
Como Clorinda Matto de Turner, Cabello fue muy poco comprendida en su época y fue el blanco de fuertes críticas de autores masculinos, como Juan de Arona y Ricardo Palma, críticas que arreciaron a raíz del triunfo de la revolución de 1895, que encumbró a Piérola en el poder.
Tales críticas le afectaron sobremanera, por lo que se aisló, y por si fuera poco, empezó a padecer las consecuencias de una sífilis que le fue contagiada por su propio esposo. Esta enfermedad le causó una parálisis progresiva, demencia y terribles llagas, por lo que tuvo que pasar sus últimos años en el Manicomio del Cercado de Lima, hasta que falleció en 1909.
Dos años habían ya transcurrido desde que el colegio; como yo era aficionado a buscar la compañía de los que en los colegios se llama los grandes, me acontecía, con frecuencia, sentirme cruelmente humillado cuando alguno de ellos, con aire confidencial y con detalles y peripecias, relataba sus conquistas amorosas, las que yo escuchaba con secreta envidia.
Y si bien mi carácter era atrevido y aventurero, la vida del seminario, bajo la estricta disciplina religiosa que nos obligada a la humildad y al apocamiento de ánimo, debilitó mi espíritu, tornándose casi tímido y amilanado; lo cual se manifestaba más claramente, así que se trataba de empresas que llevaran mi acción fuera de las aulas estudiantiles. (…)
Yo pasaba revista a cuantas mujeres conocía y a todas las hallaba inaccesibles; y no porque fuera muy exigente en mis gustos, ni porque la deseara dechado de perfecciones, ni tampoco una Eloísa de pasión, ni una Cleopatra de gracia y sensualismo.
Cejijunto y desazonado, miraba pasar días y más días, sin hallar el tesoro que yo codiciaba: la deseaba mujer que, con toda propiedad, yo llamaba “mi adorado tormento “
Y no era solo la vanidad estudiantil, la que me llevaba a soñar y desear el amor de una mujer; era algo más que, hondamente, agitaba mi espíritu y estremecía mi cuerpo.
(…)
Me sonrió la idea de escribir y crecí un palmo, pensando que ya había hallado el camino por donde debía llegar hasta donde una querida.
Siguiendo el consejo de Ernesto, me resolví a escribir; de esta suerte obtendría la contestación y… ¡Batalla Ganada! , quedándome la prueba del triunfo .
La mujer a quien yo había resuelto seducir, era la costurera de mi tía, y la buena mujer que en todo podría pensar, menos en que yo pretendiera ser su seductor, me trataba con indiferencia generalmente o con fingido cariño, cuando se hallaba en presencia de mi tía.
No dejo de asombrarme, como era que antes no había caído en la cuenta que tenía a la mano la mujer que yo necesitaba… Una mujer casada y de treinta y cinco años... ¡Vaya! ¡Si no iba a dejar aturrullados a todos mis compañeros! Francamente tuve lástima de los que tenían por querida a la criada de la casa, o a la china de la vecindad.
Pero es el caso que, si antes no había parado mientes en la persona de doña Panchita, este era su nombre, era porque ella para mí no fue más que doña Panchita, algo así como una cosa que yo estaba acostumbrado a ver, desde que tuve uso de razón, sin que pudiera asegurar si era bonita o fea, joven o vieja, flaca o gorda y casi estoy por decir: hombre o mujer.
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