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Mercedes Formica



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Mercedes Formica nació el día 9 de agosto de 1913.


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Mercedes Formica-Corsi Hezode (Cádiz, 9 de agosto de 1913 - Málaga, 22 de abril de 2002), conocida como Mercedes Formica,[1]​fue una jurista, novelista y ensayista española especialmente conocida por su defensa de los derechos de la mujer en España.

Feminista en plena posguerra, impulsó la reforma del Código Civil[2]​ y sus denuncias lograron en 1958 la reforma de 66 artículos dando un primer paso para mejorar la situación de jurídica de la mujer casada, iniciándose así un largo proceso de reformas que culminaron en los años 80.[3]​A pesar de su nombre debería figurar en la memoria de juristas y en el de la historia de las mujeres en España,[2]​sus logros apenas tuvieron el reconocimiento público en el posfranquismo, a causa, según ella misma lamentó, de su «pasado falangista».[4]​También fue invisibilizada como autora a causa, según estudiosos de la literatura, de las dificultades por ser mujer en un mundo literario dominado por hombres.[5]

Pudo realizar una labor en pro de los derechos de las mujeres precisamente por su relación con el régimen franquista, algo que no pudieron hacer a causa de pertenecer a familia republicana personajes eminentes del feminismo como el jurista Plutarco Marsá Vancells.

Admiradora de José Antonio Primo de Rivera se afilió tempranamente a la Falange Española,[2]​ de la que se fue desvinculando al constatar la desviación del régimen franquista del pensamiento joseantoniano y lo poco que progresaban sus reivindicaciones feministas.[6]​ Simultaneó el periodismo con la literatura a partir de los años 40, al principio como autora de novelas rosas, firmadas con el seudónimo de Elena Puerto.

En 1944 se hizo cargo de la dirección del semanario Medina, editado por la Sección Femenina, y colaboró con publicaciones como ABC, Blanco y Negro, Gran Mundo, Teresa y La Ilustración Femenina.[7]

En 1950 publicó en la Revista de estudios políticos, una recensión de El segundo sexo, de Simone de Beauvoir en la que reivindica la independencia económica de las mujeres y critica el lugar secundario que siempre ocuparon en el ámbito profesional.[2]

En 1975 recibió el Premio Fastenrath de la Real Academia Española por su obra La hija de Don Juan de Austria (Ana de Jesús en el proceso al pastelero de Madrigal).[7]

Mercedes Formica-Corsi Hezode nació el 9 de agosto de 1913 en Cádiz.[8]​ Hija de José Formica-Corsi y de Amalia Hezode y Vidiella; era la segunda de seis hermanos; María Luisa, Elena, Margarita, José y Marita. De familia acomodada, vivió en su ciudad natal hasta los once años, cuando se estableció con su familia en Sevilla, debido a un traslado profesional de su padre, ingeniero industrial, que pasó a dirigir la Compañía de Gas y Electricidad en la capital andaluza; de eso trata su novela autobiográfica La infancia.

Al empeño de su madre, que sufría graves problemas en su matrimonio y que sufrió una separación en la que el "diligente buen padre de familia" dictó su ley,[2][9]​ se debió que quisiera que sus hijas estudiasen y pudieran mantenerse. Mercedes estudió el bachillerato, primero en el colegio de Santa Victoria de Córdoba y más tarde en el Valle de Sevilla. «Mi madre sufría la indefensión de la mujer educada "a la antigua"» y se preocupó por inculcar a sus hijas el camino de la independencia.[10]

En 1931 preparó en una academia el acceso a la universidad, y al año siguiente se matriculó en Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla. «Con los catedráticos tuve mucha fortuna. Pertenecían a la nueva hornada republicana y procedían de la Institución Libre de Enseñanza», recordaría muchos años después en sus memorias, aunque de los que cita sólo parece responder a ese perfil el catedrático de Historia del Derecho José Antonio Rubio Sacristán.[11]​ Siempre tuvo muy claro que su ideal no era el de la mujer abnegada, dependiente de marido recuerda el catedrático de derecho constitucional Octavio Salazar en una semblanza de Formica publicada en 2020, sino que siempre peleó por tener su habitación propia y su propia voz. "Solo me casaría por amor y el camino más fácil para conseguirlo era lograr la independencia económica".

En 1933 sus padres se divorciaron y su madre no consintió el divorcio «amistoso», aquella ley contraria a los débiles, y por eso se vio obligada a sobrevivir en Madrid con sus hijas y sin poder ver a su hijo, una experiencia que le hizo tomar a Mercedes conciencia de la situación y la suerte de las mujeres separadas en España.[4]​ Logró seguir con sus estudios en la Universidad de Madrid, pero la guerra civil interrumpió su carrera, y no obtuvo la licenciatura hasta 1948, momento en que empezó a ejercer como abogada, especializándose en temas relacionados con los derechos de la mujer.[6]

La primera vez que tuvo noticia de José Antonio Primo de Rivera fue en casa de unas amigas, cuando una mañana de octubre de 1933 oyó por la radio el discurso de la Comedia. Le llamaron la atención algunos párrafos del discurso y preguntó por el orador, cuya existencia hasta ese momento ignoraba.[12]

Un día decidió rellenar la ficha para afiliarse al Sindicato Español Universitario (SEU). Poco después fue nombrada delegada del SEU de la Facultad de Derecho.[6]​ Su vida se orientó desde entonces a compaginar sus estudios universitarios con la participación en actividades de Falange Española.

En 1936 el propio José Antonio la nombró delegada nacional del SEU femenino y por tanto miembro de la Junta Política de Falange Española.[4]

La guerra civil le sorprendió en Málaga, donde se había instalado unos meses antes con su familia. Allí vivió de cerca la experiencia del terror revolucionario —que recuerda con detalle en sus memorias y le sirvió de telón de fondo para su novela Monte de Sancha[14]​ hasta que consiguió escapar y llegar a Sevilla, en la zona sublevada.[15]​ Desde entonces, colaboró estrechamente con la Sección Femenina; en Málaga asistió a la jefa local de SF, Carmen Werner Bolín.[16]

El 20 de diciembre de 1937 se casó con Eduardo Llosent y Marañón —editor de la revista de Mediodía, órgano de la Generación del 27 en la capital hispalense— en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua, de la Catedral de Sevilla.[17]​ Allí residió la pareja hasta el final de la guerra, cuando Eugenio d'Ors, director general de Bellas Artes, nombró a Llosent director del Museo de Arte Moderno de Madrid.

Por su casa de Madrid pasaron escritores, pintores y dramaturgos de la posguerra y era frecuentada por los sectores menos integristas del régimen. Por su parte, Mercedes y su marido asistían a tertulias donde acudían Sánchez Mazas, Eugenio Montes, César González-Ruano, Edgar Neville, Sebastián Miranda, Pilar Regoyos, Natividad Zaro, Mary Navascués, Conchita Montes, etc. También se encontraban con Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales y Leopoldo Panero.[4]

A principios de 1944 Pilar Primo de Rivera le propuso la dirección del semanario de la Sección Femenina Medina, donde colaboraron personas procedentes de campos políticos no afines a Falange.[18]

En 1945 publicó en la revista Escorial su novela Bodoque, cuya trama principal gira en torno a un caso de separación.

En 1947 viajó con su marido a Argentina donde se presentó una muestra de artes plásticas, literatura, música y teatro español. Allí pasaron tres meses.[4]​Regresaron a España en diciembre y Formica decidió examinarse de las asignaturas que le faltaban para completar su titulación universitaria interrumpida por la guerra.

En 1948 termina la carrera de Derecho dispuesta a ingresar en el Cuerpo Diplomático, también se plantea realizar oposiciones de Abogado de Estado o Notarías, pero en todas, incluida la del Cuerpo Diplomático, uno de los requisitos que se pedían para opositar era «ser varón». Le produjo indignación recordar que «José Antonio, cuyo nombre tanto se aireaba, nunca fue contrario a las universitarias».[19]​ Pidió entonces el alta en el Colegio de Abogados y se convirtió en una de las tres mujeres que ejercían la abogacía en Madrid,[20]​ tarea que compaginó con su producción literaria.

Aceptó la dirección de la revista Feria —donde colaboraron, entre otros, Leopoldo Panero y Luis Rosales— pero la aventura no duró mucho tiempo, porque, privada de medios económicos, la revista desapareció.

Y en 1948 en el Instituto de Estudios Políticos, destinado a ser el think tank del régimen franquista, y que entonces dirigía Francisco Javier Conde, trabajó en una propuesta de reforma legal para permitir el acceso de la mujer a puestos de responsabilidad.[21]

Fue una de las primeras mujeres que ejercieron la abogacía en España. Estuvo colegiada en Madrid desde 1950 con el número 14.101.[22]

A lo largo de su vida Formica peleó contra la exclusión de las mujeres de las oposiciones que permitían solo a los varones acceder a la Judicatura, a la Abogacía del estado o a las Notarías titulando el primer capítulo de su último volumen de memorias "En busca de trabajo. La exigencia de cumplimiento imposible: ser varón".[2]

En 1950, en la Revista de estudios políticos publicó un trabajo sobre El segundo sexo, de Simone de Beauvoir reivindicando la independencia económica de las mujeres y criticando el lugar secundario que siempre ocuparon en el ámbito profesional.[2]

A comienzos de la década de los 50 Pilar Primo de Rivera le encargó una ponencia sobre «La mujer en las profesiones liberales» para presentarla en el I Congreso Femenino Hispanoamericano Filipino, convocado en Madrid en mayo de 1951. Para prepararlo buscó colaboradoras universitarias, que habían obtenido el título —en su mayoría— antes de la guerra: María de la Mora y Sofía Morales, periodistas; Carmen Llorca, Josefina Aráez y Pilar Villar, Filosofía y Letras; Carmen Segura, ingeniero industrial; Matilde Ucelay —que pertenecía al grupo de los vencidos— y María Ontañón, arquitectas; Mercedes Maza, médica; y Carmen Werner, licenciada en pedagogía. En el texto reivindicaron la plena incorporación de las mujeres al mundo laboral, pero los organizadores retiraron la ponencia tachándola de «feminista». Durante la elaboración de la ponencia Formica encontró tiempo para escribir una nueva novela: Monte de Sancha, finalista del Premio Ciudad de Barcelona.[4]

En 1952 empieza a firmar artículos en el diario ABC. El 7 de noviembre de 1953 el director, Luis Calvo, dio luz verde a la publicación de un artículo que había sido retenido por la censura: «El domicilio conyugal»,[23]​ escrito al conocer las doce puñaladas que sufrió Antonia Pernia Obrador a manos de su esposo, suceso recogido en los periódicos como «Mujer apuñalada por su marido». No era la primera vez que había discusiones en ese matrimonio, pero ese día el marido fue más lejos; aunque ella había intentado separarse, el abogado le había advertido de que perdería su casa, sus hijos, sus bienes... Así que sólo le quedó el recurso de aguantar y resignarse hasta el límite de jugarse la vida en el verano de 1953.

Su artículo desató una intensa polémica sobre la situación de las mujeres separadas y la legislación matrimonial que no daba opción a las mujeres, donde optar por la separación significaba perder hijos, hogar y bienes. Y el diario ABC abrió una encuesta entre juristas sobre la necesidad de modificar la legislación en estos aspectos.[22]

De acuerdo con los artículos 1.880 y siguientes de la Ley Procesal entonces vigente, la vivienda familiar se consideraba «casa del marido» y la esposa que pedía la separación —culpable o inocente— debía abandonar aquella para ser «depositada» en domicilio ajeno. El de sus padres si los tenía, o en un convento, siempre bajo la tutela de un «depositario».

El 7 de diciembre de 1953 la revista Time le dedica una página. El artículo termina con la frase que dicen haber escuchado a un madrileño: «Creo que empieza un gran torbellino. Gracias a Dios mi mujer no lee los periódicos».

Y Robert Capa, al frente de la agencia Magnum, envió a la fotógrafa austriaca Inge Morath, la primera mujer que se incorporó a la agencia, a inmortalizar a Mercedes Formica para un reportaje, «World of women», junto a otras tres mujeres destacadas de otros países —Federica de Grecia, la doctora Han Suyin, de Singapur; y la científica estadounidense Eugenie Clark—.[24]

El 20 de diciembre el semanario anarcosindicalista CNT dedica una extensa nota que terminaba así: «Interesante la cuestión planteada por Mercedes Formica, mucho más por lo que sugiere que por lo que expresan las opiniones terciadas [...] Esperamos sin embargo, que no haya sido dicha la última palabra. A la Iglesia como Institución tocará decirla cuando logre reponerse de la sorpresa».

Persiguiendo una reforma legal, Formica pronunció conferencias y escribió artículos, fue recibida por Franco y hasta el presidente del Tribunal Supremo, José Castán Tobeñas, se hizo eco de sus reclamaciones en la apertura del año judicial de 1954.

El ABC se benefició del éxito alcanzado por la abogada. Días después el periódico abrió una encuesta en torno a la reforma de la legislación denunciada dando también cabida en sus columnas a expertos juristas a la vez que a su redacción llegaban a diario cartas adhiriéndose a las reivindicaciones femeninas propuestas por Mercedes Formica. Al mismo tiempo publicó un editorial destacando el eco que tuvo el artículo y el planteamiento del problema de la capacidad legal de la mujer española añadiendo que la situación concreta que denunciaba su colaboradora «no es sino una de tantas manifestaciones de una característica de nuestro Derecho Civil que fue objeto de estudio en el primer Congreso Nacional de Justicia y Derecho…»[4]

El 10 de febrero de 1954, en el Círculo Medina de la Sección Femenina pronuncia una conferencia bajo el título «La situación jurídica de la mujer española», con un enorme éxito. Con el mismo título da otra en Barcelona donde, además, en La Vanguardia Española le hacen una entrevista que comienza con esta entradilla: «Mercedes Formica, abogada en ejercicio, del Colegio de Madrid, escritora, novelista, autora de Bodoque, Monte de Sancha, La ciudad perdida, El miedo (inédita esta última), defensora de los derechos de la mujer, disertará hoy en Conferencia Club, sobre este tema».[4]

En 1954 publica su novela A instancia de parte, donde muestra su preocupación como mujer y abogada por el doble rasero con que se medía los casos de adulterio entre hombres y mujeres[22]​ presentando el tema desde la complejidad de seis diferentes puntos de vista: el del esposo adúltero (Julián), el marido engañado y que no denuncia a la esposa (Chano), la esposa falsamente acusada de adulterio (Aurelia), la esposa adúltera que no ha sido denunciada por su esposo (Esperanza), la que sí fue denunciada y por lo tanto cumple condena (Fuensanta), la manceba o amante del esposo adultero (Bárbara).

Como consecuencia de la campaña creada por la abogada, en el mes de julio de 1956 en el Juzgado de Primera Instancia nº 3 de Madrid se emitió una sentencia en la que el magistrado resolvió que la esposa siguiera viviendo en el domicilio conyugal debiendo abandonarlo el marido. Esta sentencia animó a muchas mujeres que se dirigieron a la prensa exponiendo se precaria situación en la que quedaron después de una sentencia contraria a ellas.[4]

Cinco años después de la publicación de «El domicilio conyugal» se logró una tímida modificación del Código Civil: la reforma de 1958 sustituyó el concepto «casa del marido», por el de vivienda común del matrimonio, a efectos de determinar, en caso de separación, cuál de los cónyuges quedaría con el uso de la vivienda. Desde entonces los jueces pudieron decretar que fuese la mujer la que disfrutase de la vivienda conyugal tras la separación. También eliminó la figura degradante del «depósito de la mujer», ese derecho-obligación del marido de «depositarla» en casa de los padres o en un convento y permitió que las mujeres viudas que contrajesen nuevo matrimonio pudieran mantener la patria potestad sobre sus hijos.

Además se limitaron los poderes casi absolutos que tenía el marido para administrar y vender los bienes del matrimonio, dentro del marco establecido en la ley que, en su Exposición de Motivos, establece que si bien el sexo no puede originar desigualdades

Formica reclamó la eliminación de otros preceptos legales que atentaban contra la dignidad de la mujer, como el tratamiento discriminatorio de la mujer adúltera frente al hombre adúltero en el Código Penal.

La activa participación de Formica en el impulso de esta reforma hizo que fuese bautizada, con ironía, como «la reformica», aludiendo a su apellido y al limitado alcance de la misma. Pese a que fue un importantísimo primer paso en la defensa de los derechos de las mujeres. Como la propia jurista escribió en ABC.

La lucha contra el sistema de autoridad marital, la licencia marital y la obediencia al marido, fue una lucha feminista a cuyo frente estuvo María Telo, que logró que se aprobara la Ley 14/1975, de 2 de mayo, sobre reforma de determinados artículos del Código Civil y del Código de Comercio sobre la situación jurídica de la mujer casada y los derechos y deberes de los cónyuges. Hasta entonces, estuvo vigente en España el deber legal de obediencia de la mujer al marido y el régimen de licencias maritales.

«Mercedes Fórmica ha logrado atraer hacia el tema de la capacidad jurídica de la mujer, la atención de muchos de nuestros mejores profesionales del Derecho. Pero ha logrado todavía más y ha sido el despertar con ese mismo tema la atención delos no profesionales, de los hombres y las mujeres en general, es decir, de lo que se llama atención pública», escribió Antonio Garrigues,[26]​ sin embargo no tuvo ni el reconocimiento público general, ni el del movimiento feminista en particular.

Fascinada desde su juventud por el discurso de José Antonio Primo de Rivera, en sus memorias censura los planteamientos del Caudillo y asegura que hubiese preferido la disolución de Falange Española al «albondigón», nombre que ella utilizaba para referirse a la unión de tradicionalistas y falangistas decretada por Francisco Franco:

En los relatos sobre la Guerra Civil española que atraviesan una parte importante de sus memorias, Formica se rebela contra la barbarie que supuso aquella guerra. Por eso, no se calla a la hora de desenmascarar los cambios de camisa a los que asistió entonces, o lo mismo recuerda su relación con importantes poetas de la Generación del 27 que clama contra el fusilamiento de su admirado Federico García Lorca: «Dos días después, 18 de agosto, asesinaron en Granada a Federico García Lorca. Durante mucho tiempo me resistí a creerlo».[28]

«El gran problema de la generación del 36 —escribió refiriéndose a la suya, al término del primer volumen de sus memorias, en 1982— es un problema de olvido; que alguien explique a uno y a otro bando que olvidar no es sinónimo de traición».[29]

Y aunque la dictadura franquista no respondiese cabalmente a los ideales por los que en su juventud se adhirió al falangismo, su valoración no excluye elementos positivos. La actuación de la Sección Femenina (un grupo, en su opinión, «ejemplar», que algún día, «será estudiado con justicia»[27]​), las campañas para la reducción de la mortalidad infantil, la actividad de Regiones Devastadas y posteriormente el Instituto Nacional de la Vivienda, el seguro de enfermedad para el obrero, las escuelas de capacitación profesional, la creación de las universidades laborales, etc., merecen sus elogios. «La década de los cuarenta —escribió en sus memorias— fue el período de las grandes realizaciones, a pesar de sufrir las consecuencias de dos contiendas, la española y la mundial, con las miserias y escaseces que arrastraron consigo. Pero también con un derroche de buena fe, generosidad y esperanza».[30]​ Por el contrario, los años cincuenta «trajeron la fiebre de la construcción, el turismo, los nuevos ricos, la multiplicación de los trepadores». Con respecto a la vivienda, «falló el sistema de los repartos. Con frecuencia prevalecieron los "enchufes" y recomendaciones».[31]

Formica llegó a entrevistarse con Franco, a quien planteó la situación de los derechos de la mujer. De su encuentro salió «con la sensación de que había sido comprendida» porque el Caudillo también había asistido al igual que ella en su casa, a los problemas que vivió su madre, explica en sus memorias.[3]

En 1960 un tribunal eclesiástico declaró nulo su primer matrimonio.[9]​ En 1962 se casó en segundas nupcias con el industrial y político José María González de Careaga y Urquijo, que murió en 1971.

En los últimos años del franquismo cultivó la biografía: escribió la de María Ana y María de Mendoza, hija y amante, respectivamente, de Juan de Austria. Fue la novela La hija de Don Juan de Austria (Ana de Jesús en el porceso al pastelero de Madrigal), publicada en Revista de Occidente con prólogo de Julio Caro Baroja, que le valió en 1975 el Premio Fastenrath de la Real Academia Española. El historiador madrileño relata las numerosas ocasiones en las que se encontraba a Formica leyendo en el Archivo Histórico Nacional. Alaba su figura y aboga por un mayor protagonismo de la mujer en el terreno de la historia: "Y de esto solo una sensibilidad femenina nos podrá salvar". En la introducción de la obra, la autora gaditana aclara brevemente las andanzas de doña Ana de Austria (siglo XVI) y la forma tan injusta con la que se le ha tratado durante el paso de los siglos por los historiadores, que la tachaban de ignorante e incluso de arrogante. La obra fue recibida por la crítica internacional como una definitiva aportación al estudio del siglo XVI español y fue objeto de polémica en 1985 entre Formica y Antonio Gala, a quien acusó de plagio en un guion de éste para el programa de televisión Paisaje con figuras.[7]​.

En los años ochenta decidió escribir sus memorias: la novela autobiográfica La infancia (1987), los tres volúmenes de memorias titulados Visto y Vivido (1931-1937) (1982), Escucho el silencio (1984) y Espejo roto, y espejuelos (1998). Y la novela Collar de ámbar (1989), donde recreó el influjo de la cultura hebrea en España.

Afectada por la enfermedad de Alzheimer murió en abril de 2002.[32]

En 2013 con motivo de la reedición de sus memorias Luís Antonio de Villena escribió:

Por su parte, Rosa Regás puso de manifiesto la contradicción entre las reivindicaciones feministas de Formica y su apoyo a un régimen que las convertía en inalcanzables:

El 2 de diciembre de 2014 se inauguró en su ciudad natal un busto de Mercedes Formica en la plaza del Palillero en el centro de la ciudad, en reconocimiento a su lucha por los derechos de la mujer.[35]

El 6 de octubre de 2015 el Ayuntamiento de Cádiz retiró el busto y fue trasladado al interior de la Fundación de la Mujer, ubicándola en la biblioteca que lleva, hasta ahora, el nombre de la abogada.[36]

La decisión tomada por el nuevo consistorio liderado por el partido Podemos se interpretó por parte de algunos medios como un intento de borrar las huellas de la historia de la derecha en la calle, dado el pasado falangista de la jurista y abogada. En febrero de 2016 un grupo de intelectuales malagueños inició una campaña para recuperar el busto y recolocarlo en un lugar de honor en la ciudad de Málaga donde Formica vivió sus últimos años y escribió algunos de sus libros.[37]

En cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica el Ayuntamiento de Madrid aprobó en 2017 una edición especial del callejero oficial cambiando el nombre de 52 calles, momento en que se asignó una calle a Mercedes Formica.[38]



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