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Milagro del sol



El Milagro del sol (en portugués: Milagre do Sol), también conocido como Milagro de Fátima, fue un evento ocurrido el 13 de octubre de 1917 cuando una muchedumbre se reunió en Cova da Iria, cerca de la localidad portuguesa de Fátima, en respuesta a una profecía hecha por tres niños pastores, Lucía dos Santos, Francisco Marto y Jacinta Marto, para contemplar el sol. La profecía predecía que la Virgen María, conocida aquí bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, aparecería y realizaría milagros en la fecha señalada. Un gran número de personas que acudieron al lugar dijeron haber presenciado actividades solares extraordinarias, como ver al sol «danzar» o «zigzaguear», girar hacia la Tierra o emitir luz multicolor y colores radiantes. Según los informes, estos supuestos eventos habrían durado unos diez minutos, aunque muchos otros presentes dijeron no haber visto nada y la única fotografía del sol realizada ese día tampoco muestra nada inusual.[1]

Lo que hace único al Milagro del Sol es la cantidad de personas que, sin excepción, aseguraron ver al Sol bailar y hacer cabriolas en el cielo. Además, las distintas versiones que compartieron los asistentes con periodistas e investigadores fueron convergiendo con el tiempo y en pocas semanas todos coincidían en la historia. Todos, niños y ancianos, más o menos ilustrados, más o menos pobres.[2]

El diario portugués O Seculo tenía una orientación anticlerical y fue uno de los que publicaron los acontecimientos del 13 de octubre de 1917 en Fátima. (Foto: Hemeroteca PL) Avelino de Almeida, su corresponsal, escéptico a morir, terminó dando fe del portento: “Fue un espectáculo único, increíble”. [3]​ Según el testimonio de los niños, las apariciones marianas comenzaron el 13 de mayo de 1917. La situación política en Portugal en ese momento se caracterizaba por fuertes tensiones en el plano religioso tras la reciente revolución de 1910 y los intentos de secularización del Estado y la sociedad. En parte debido a ello, se produjo una avalancha de artículos en la prensa portuguesa durante las semanas posteriores a las primeras apariciones en Fátima –la primera aparición se produjo cinco meses antes del «milagro del sol». Las reseñas en esos meses previos se caracterizaron por ser muy entusiastas o muy críticas con los sucesos, desde artículos de gran devoción y alabanzas a la Virgen María, hasta artículos que hablaban de que todo lo concerniente a las apariciones de Fátima era un fraude. A nivel científico, las supuestas apariciones no despertaron interés y no fueron objeto de estudio hasta varias décadas después. Algunos periódicos guardaron silencio sobre las apariciones para evitar difundir lo sucedido, mientras que los periódicos católicos tampoco informaron del suceso hasta meses después, ya fuera por temor a un fiasco, falta de interés o miedo a que la Iglesia saliera desacreditada.[4]​ Una parte significativa de la jerarquía católica también dudaba por entonces de la veracidad de las apariciones y pensaba que era simple superchería.[5]​ Debido a esto, muy pocos clérigos estuvieron presentes el 13 de octubre y numerosos sacerdotes se mostraron relativamente críticos con los testimonios recogidos.[6]

Una vez sucedido el evento, el obispo local abrió una investigación canónica en noviembre de 1917 para analizar los testimonios y comprobar que las supuestas apariciones de María a los niños eran compatibles con la teología católica. El sacerdote del pueblo, encargado de la investigación, estaba particularmente convencido de la existencia del fenómeno solar debido a los testimonios de reporteros seculares, funcionarios gubernamentales y escépticos.[7]​ Los sucesos fueron aceptados oficialmente como un milagro por la Iglesia católica el 13 de octubre de 1930, cuando el obispo José da Silva declaró al milagro «digno de creencia» y permitió oficialmente el culto a Nuestra Señora de Fátima.[8]​ El 13 de octubre de 1951, el legado apostólico Federico Tedeschini dijo ante varios millones de personas que los días 30 y 31 de octubre y 1 y 8 de noviembre de 1950, el papa Pío XII había sido testigo del milagro del sol desde los jardines vaticanos.[9][10]​ Este supuesto evento y las profecías que lo rodean han sido objeto de un profundo y duradero interés que ha tenido un impacto significativo en la devoción y prácticas de numerosos católicos.[11]

Debido a que varias decenas de miles de personas, incluidos numerosos periodistas, fotógrafos y personas ateas y escépticas, acudieron a presenciar el profetizado suceso, este ha sido objeto de numerosos análisis. En términos científicos, los conocimientos actuales en astrofísica descartan la posibilidad de que el sol pudiera tener tal comportamiento y en todo caso, de haber sucedido, este fenómeno se habría tenido que ver en muchos otros lugares del mundo. Por otro lado, se subraya la posibilidad de que aquellos que dijeron haber visto «fenómenos extraordinarios» pudiera deberse a efectos ópticos producto de una exposición prolongada de la vista al sol u otros fenómenos atmosféricos.[12][13]​ Algunos análisis críticos desde el punto de vista sociológico y teológico se han centrado en que no todos los presentes contemplaron el suceso y que aquellos que dijeron haberlo visto narraban relatos inconsistentes y contradictorios,[14]​ o simplemente «vieron lo que querían ver».[13][15]



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