El molino de la Albolafia, también conocido como rueda de la Albolafia, es un molino hidráulico que se encuentra en la orilla derecha del Guadalquivir, cerca del puente romano de la ciudad de Córdoba, España. Se trata del molino de mayor antigüedad de los existentes en la ribera de la ciudad y está enmarcado en el espacio natural de los Sotos de la Albolafia.
Su importancia en la historia de la ciudad es tan relevante que su noria aparece en el escudo local desde el siglo XIV. Además, se encuentra dentro de los límites del Centro histórico de Córdoba, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984 y ampliado en 1994. También fue declarado Bien de Interés Cultural el 21 de julio de 2009.
Su origen se remonta al Imperio romano, las primeras referencias documentales pertenecen al siglo VIII, si bien el aspecto que presenta actualmente proviene de una restauración del siglo IX por Abderramán II. Tras la toma de Córdoba en 1236 por Fernando III de Castilla, mandó la entrega de una rueda de moler al obispo de Cuenca, otra a Tello Alfonso y las dos últimas a Alfonso Téllez, por lo que pasó a llamarse molino de don Tello.
Su función inicial fue la de proveer agua de riego de las huertas del Alcázar, aunque más tarde se convierte en molino harinero y batán. Durante los siglos XIV y XV tuvo cinco ruedas de moler, dos pertenecientes a la iglesia mayor y las tres restantes a miembros de la oligarquía local. En 1492, Isabel la Católica, durante su alojamiento en el Alcázar, mandó desmontar la noria al no poder soportar el ruido que producía.
El aspecto exterior del molino permaneció prácticamente invariable entre los siglos XVI y XIX, tal y como se aprecia en grabados históricos. Fue desamortizado en 1855, pasando a ser propietario Rafael Sánchez Castañeda en 1870. Una vez fallecido el dueño, sus hijas se hicieron cargo de la estructura, aunque posteriormente fue embargado por Hacienda en 1914, pasando a ser propiedad del Estado.
Más adelante, en 1965, se cedió al Ayuntamiento de Córdoba, cuyo alcalde en ese momento era Antonio Guzmán Reina. El político mandó al arquitecto Félix Hernández reformar el complejo ese mismo año, debido a su estado de total abandono, quien retornó la gran noria a su lugar original. La última intervención se llevó a cabo en 1992, tras sufrir un incendio, cuando se reconstruyó la noria y se aprovecharon las obras para excavar la base del molino y dejar al descubierto los canales de paso de agua.
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