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Mos maiorum



La locución latina mos maiorum o su equivalente en plural, mores maiorum se traduce como "la costumbre de los ancestros". De allí se entiende por mos maiorum a un conjunto de reglas y de preceptos que el ciudadano romano apegado a la tradición debía respetar.

Las mores eran de hecho la reglas de la comunidad romana arcaica, las costumbres y usanzas que hacían del romano un cives[1]​ si las seguía con respeto, siendo esta la mayor herencia dejada por los progenitores y a transmitir a los descendientes. En su totalidad eran también símbolo de integridad moral y del orgullo de ser ciudadano romano y por eso, a menudo se contraponían a las costumbres helenizantes y a las corrientes de pensamiento asiáticas.

La familia romana (mejor entendida como "casa" que "familia") era jerárquica, al igual que lo era la sociedad romana. Estas jerarquías tradicionales se perpetuaban a sí mismas, esto es, apoyaban y se apoyaban en el mos maiorum. El pater familias, o jefe de la casa, mantenía la autoridad absoluta sobre su familia, que era tanto una unidad autónoma dentro de la sociedad romana como también modelo para el orden social,[2]​ pero se esperaba que ejerciera este poder con moderación y que actuara con responsabilidad en nombre de su familia. El riesgo y la presión de la censura social si fallaba en colmar con las expectativas también era una forma del mos.[cita requerida]

La relación social distintiva de la Antigua Roma era aquella entre el patrón (patronus) y el cliente (cliens). Aunque las obligaciones de esta relación eran mutuas, también eran jerárquicas. La relación no era una unidad, sino una red (clientela), dado que un patronus podía él mismo estar subordinado a alguien con un estatus superior o de mayor poder, y un cliens podía tener más de un patrón, cuyos intereses podían derivar en conflicto. Si la familia era la unidad individual que subyacía en la sociedad, estas redes engranadas contrarrestaban esa autonomía y creaban los lazos que hacían posible una sociedad compleja.[3]​ Aunque uno de los principales escenarios de actividad dentro de las relaciones clientelares eran los juzgados, el patronazgo no era en sí mismo un contrato legal; las presiones para mantener las obligaciones individuales eran morales, cimentadas en la naturaleza de la fides, "lealtad" (ver abajo en Valores), y el mos.[4]​ El patronazgo servía como modelo[5]​ cuando conquistadores o gobernadores fuera de Roma establecían uniones personales como patrones con comunidades enteras, uniones que entonces habrían de ser perpetuadas como obligación familiar. En este sentido, mos se convierte más en una convención que en una tradición inamovible.[6]

El conservadurismo romano encuentra una clara expresión en un edicto de los censores del año 92 a.C., conservado por el historiador del siglo segundo Suetonio: "Todo lo nuevo que es realizado de manera contraria al uso y costumbres de nuestros antepasados no parece estar bien."[7]​ Pero dado que el mos maiorum era una cuestión de costumbre, no de leyes por escrito, las complejas normas que incorporaba evolucionaron con el paso del tiempo. La habilidad para preservar un fuerte sentimiento de identidad centralizada junto a la adaptación a circunstancias cambiantes posibilitaron el expansionismo que impulsó a Roma de ciudad-estado a un poder mundial.[8]​ El mantenimiento del mos maiorum dependió del consenso y moderación de la élite gobernante, cuya rivalidad por el poder y estatus pusieron al mos bajo amenaza.[9]

Las políticas democráticas impulsadas por el encanto carismático que gozaban los componentes populares entre el pueblo romano (populus) menoscabaron potencialmente el principio conservador del mos.[10]​ Dado que las altas magistraturas y sacerdocio eran originalmente la prerrogativa de los patricios, los esfuerzos de los plebeyos (la plebs) por acceder podría ser visto como una amenaza hacia la tradición (ver Conflicto de los ordines). La reforma se llevó a cabo por medio de la legislación, y la ley escrita reemplazó al consenso.[11]​ Cuando los plebeyos obtuvieron admisión a casi todas las altas magistraturas excepto para unos pocos sacerdocios arcanos, los intereses de las familias plebeyas que ascendieron a la élite comenzaron a alinearse con aquellos de los patricios, creando los nobiles de Roma, un estatus de élite social de definición difusa durante la República.[12]​ La plebs y su apoyo a los políticos populares continuó constituyendo una amenaza para el mos y el consenso de las elites durante la República tardía, tal como se refleja en la retórica de Cicerón.[13]

La auctoritas maiorum ("autoridad ancestral") podía ser evocada para justificar progresos sociales en nombre de la tradición. Tras el colapso de la República después de la muerte de Julio César, Augusto ocultó su programa radical por respeto al mos maiorum.[14]

Durante la transición hacia el Imperio cristiano, Símaco aseguró que la continua estabilidad y prosperidad de Roma dependía de preservar el mos maiorum, mientras que el poeta paleocristiano Prudencio desestimó la adherencia ciega a la tradición como "la superstición de los viejos abuelos" (superstitio veterum avorum) e inferior a la nueva verdad revelada del cristianismo.[15]



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