La novela bizantina, o libros de aventuras peregrinas, es un género literario narrativo en prosa que se desarrolla en España durante los siglos XVI y XVII a imitación de los autores helenísticos de la novela griega, en especial, Heliodoro de Émesa.
Es preciso deslindar claramente lo que es novela griega antigua de lo que es novela del Imperio bizantino. En esta última hay que mencionar Florio y Blancaflor; Rodante y Dosicles, de Teodoro Pródromo; Livistro y Rodamna; Imberio y Margarona; Calímaco y Crisórroe; Ismene e Ismenias y algunas más, todas ellas entre los siglos XII y XIV. Las griegas son muy anteriores.
Sin duda los más influyentes modelos para la novela bizantina moderna, nacida en el renacimiento del siglo XVI, están en la novela griega antigua. Sobre todo, la Historia etiópica o Los amores de Teágenes y Cariclea, de Heliodoro de Émesa, una novela griega del siglo III d. C. que narra la historia de una princesa etíope, Cariclea, abandonada en tierra extraña al nacer. Años después, esta conoce al joven Teágenes y se enamoran. A continuación, se ven obligados a iniciar un viaje repleto de peligros y pruebas que, a veces juntos, a veces separados, superan. Finalmente, son capturados por el rey de Etiopía que, cuando está a punto de sacrificar a Cariclea al dios Sol, la reconoce como hija. La obra acaba felizmente con el matrimonio de los protagonistas.
Los amores de Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio, novela griega del siglo II d.C., donde Clitofonte relata a un amigo las diversas aventuras que él y Leucipe tuvieron que superar antes de estar felizmente unidos.
Ya en la Edad Media se había visto la influencia de la novela griega en el libro de Apolonio del siglo XIII d.C., Sin embargo, este influjo no había sido directo, sino a través de la Historia de Apolonio, rey de Tiro (Historia Apolonii Regis Tyrii ), atribuida a Celio Simposio y escrita durante los siglos V y VI d.C que se inspiraba a su vez en la novela griega.
No es hasta el Renacimiento cuando se redescubre en Europa occidental la novela griega original y difunde ampliamente. Es fácil establecer una relación directa entre el redescubrimiento de estas obras y el nacimiento de la novela bizantina.
La Historia etiópica de Heliodoro de Émesa fue hallada en 1526 entre las ruinas de la biblioteca de Matías Corvino, rey de Hungría. A partir de este códice se realizó la edición princeps en 1534 y no tardó en ser traducido al latín y otras lenguas europeas. En 1554 apareció en Amberes la primera versión española y en 1587 la exitosa versión de Fernando de Mena que fue editada en tres ocasiones durante el siglo XVII.
Las aventuras de Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio se adaptó al español en 1552 por Alonso Núñez de Reinoso, pocos años después de la traducción italiana de Lodovico Dolce (Venezia, Giolito de Ferraris, 1547) de la que se sirvió este poco conocido escritor, que se apropió del texto, cambiándole significativamente el título en Historia de los amores de Clareo y Florisea y de los trabajos de Ysea, con otras obras en verso, parte al estilo español y parte al italiano, agora nuevamente sacada a luz, pero lo publicó no en España, sino en el mismo impresor veneciano que había tirado la versión italiana, Gabriel Giolito de Ferraris. Ya existía una traducción latina parcial, publicada en 1544 por Annibale della Croce. La primera traducción más fiel del texto en castellano, aunque no está claro de qué texto se sirviera, fue la de don Diego de Ágreda y Vargas, Los más fieles amantes Leucipe y Clitofonte, historia griega por Aquiles Tacio Alexandrino, traducida, censurada y parte compuesta por d. DAV (Madrid, Juan de la Cuesta, 1617).
La mayoría de las novelas bizantinas responden a un esquema común: dos jóvenes amantes, que desean casarse, encuentran graves obstáculos que se lo impiden (forzada separación, viajes peligrosos, naufragios, cautiverio, etc.) hasta que, finalmente, consiguen la realización de sus anhelos al encontrarse y comprobar, con satisfacción, que su amor ha permanecido fiel y se ha fortalecido en medio de tantas pruebas y contratiempos arriesgados.
Las obras adscritas a este género coinciden normalmente en los siguientes puntos temáticos:
Entre las técnicas narrativas más relevantes están:
Se trata de un género de estirpe clásica. Los valores descubiertos en cuanto a la técnica narrativa: verosimilitud de la acción y descripción de espacios, verdad psicológica de los personajes, ingenio de la composición y, sobre todo, en el contenido: visión moralizadora de la vida, exaltación del amor casto y de los afectos puros promotores de felicidad, castigo del amor ilícito, abundancia de máximas y sentencias, etc., convierten a estas obras en el modelo ideal de lectura humanista frente a la invasión de la literatura caballeresca.
Las novelas adscritas al género son pocas y se localizan en la segunda mitad del siglo XVI y primera mitad del siglo XVII.
Después, la novela bizantina adquirió una gran carga alegórica y moral que impulsó su crisis como género narrativo. Esta etapa la testimonian obras como el León prodigioso (1634) y Entendimiento y verdad (1673) de Cosme Gómez Tejada de los Reyes, y El Criticón (1651, 1653 y 1657) de Baltasar Gracián.
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