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Nuestra Señora de la Altagracia



Nuestra Señora de la Altagracia o Virgen de la Altagracia es una advocación mariana católica considerada como la «madre protectora y espiritual del pueblo dominicano».[1][2]​ Su fiesta patronal es el 21 de enero, día festivo/no laborable en la República Dominicana en el que muchos fieles devotos de la Virgen concurren desde todo el territorio dominicano a la basílica de Higüey, en la provincia La Altagracia.

Algunos historiadores y párrocos de la Iglesia católica mencionan que a partir del 12 de mayo de 1502 la imagen es llevada a una parroquia en la Villa de Salvaleón de Higüey, bajo las órdenes del obispo de Santo Domingo, García Padilla, ya que en esa época habían llegado a Higüey los hermanos Trejo: Alonso y Antonio, quienes habrían traído la imagen de la Virgen de la Altagracia al país; estos provenían de Plasencia, localidad de la Comunidad Autónoma Extremadura, España con familia en Garrovillas de Alconetar; fue en Extremadura en la localidad de Garrovillas de Alconetar , según cuenta la Historia, donde la Virgen María se le apareció a una pastorcilla encima de una peña. La niña se llevó la pequeña imagen en su zurrón a la cabaña pero a la mañana siguiente había desaparecido volviendo a aparecer en la misma peña. La niña intentó llevarse la imagen varias veces pero siempre ocurría lo mismo hasta que las personas del lugar oyeron la historia y al escavar debajo de la peña encontraron la imagen que se venera hoy en día en la hermita que levantaron en su honor.

El canónigo Luís Gerónimo de Alcocer escribió otra versión acerca de la llegada de la Virgen a la colonia. En su relación de 1650, De Alcocer dice lo siguiente:

Algunos historiadores dicen que la fiesta oficial de Nuestra Señora de la Altagracia es el 21 de enero porque en ese día de 1691 se llevó a cabo la Batalla de la Sabana Real en la parte este de la isla de Santo Domingo, donde el ejército español, encabezado por Antonio Miniel derrotó al ejército francés.[3][4]

También hay una versión que dice que los españoles le pidieron a la Virgen de la Altagracia que les ayudara a ganar la batalla. El 21 de enero realizaron una gran fiesta religiosa con motivo de veneración a la Altagracia, aunque su fiesta debería ser el 15 de agosto, debido a que en dicha fecha fue llevada la imagen de la Altagracia a la colonia.

Según algunos historiadores el origen de la Virgen provendría de un hecho acaecido a un campesino español de la comunidad autónoma de Extremadura. El campesino señaló que caminaba por el bosque cuando se le apareció la Virgen María en la altura de las ramas de un árbol, de ahí procede su nombre "Señora de la Altagracia" o "Virgen de la Altagracia proveniente de la gracia del señor". En los últimos viajes de Cristóbal Colón un grupo de españoles trajeron el retrato de la virgen a la isla, hasta la región de Higüey, de ahí el pueblo y la Iglesia católica comenzaron a venerarla, como madre de Dios que es y virgen protectora del pueblo dominicano. A partir de esa fecha se fue extendiendo por toda la isla el fervor de los cristianos dominicanos por su madre, al difundirse los numerosos milagros que la Virgen de la Altagracia realizaba en la isla, comenzando así la tradición del pueblo dominicano de visitar cada 21 de enero la basílica de Higüey, donde se encuentra actualmente La Virgen de la Altagracia.

Las fechas del 21 de enero fue declarada como fiesta oficial religiosa por el poder eclesiástico de la Iglesia católica, según una carta del arzobispo Isidoro Rodríguez Lorenzo, quién daba a conocer en 1692 como portavoz de la iglesia por primera vez la designación de una fecha como fiesta religiosa ante la autoridad eclesiástica aprobando como buena y válida la fiesta el 21 de enero. Aunque fue en la gestión de Monseñor Arturo de Meriño, arzobispo de Santo Domingo que se pidió a la Santa Sede la concesión de Oficio Divino y Misa Propia para el día de la Virgen de la Altagracia suplicando, además, que fuese como festividad de precepto el 21 de enero, ya que el 15 de agosto no se podía debido a que la Iglesia celebraba en esa fecha el Misterio de la Asunción de la Virgen de los Cielos.

En la República Dominicana fue aprobada por ley la declaración oficial del 21 de enero como día no laborable, de fiesta nacional y religiosa en todo el territorio del país. Esto fue ejecutado durante el gobierno de Horacio Vásquez, quien era devoto de esa advocación.

El peregrinaje y celebración de la festividad de Nuestra Señora de la Altagracia data del período colonial.[5]

En el siglo XX, Nuestra Señora de la Altagracia fue coronada dos veces: por el papa Pío XI y por el papa Juan Pablo II. Su primera coronación fue el 15 de agosto de 1922, cuando el pontífice Pío XI se encontraba en la República Dominicana. En 1924 el Congreso decretó la celebración de Nuestra Señora de la Altagracia como fiesta nacional el día 31 de enero. El 31 de octubre de 1927, el papa Pío XI la declaró festividad de la Iglesia, a través de un breve apostólico.[5]

Durante la primera visita del papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1979 bendijo el Santuario de la Altagracia (hoy Basílica de Higüey) y el 12 de octubre de 1992 en su segunda visita al país, Juan Pablo II coronó personalmente a la imagen de la Virgen de la Altagracia con una diadema de plata sobredorada.

La imagen de Nuestra Señora de la Altagracia representa la escena del Nacimiento de Jesús en el Pesebre de Belén, donde se destaca la maternidad de la Virgen. En el cuadro se encuentra la Estrella de Belén, la cual tiene ocho puntas y simboliza el cielo y tiene dos rayos extendiéndose hacia el pesebre, en el cual Dios está bendiciendo a su hijo Jesús. Por encima de la Virgen hay doce estrellas, las cuales representan las tribus de Israel y, a la vez, los 12 Apóstoles de Jesús. Alrededor de María hay un resplandor, el cual puede ser encontrado con más detalle en Apocalipsis 12:1.

La Altagracia lleva una corona en su cabeza por ser la Reina del Cielo, y un velo sobre la cabeza porque está casada con José. Está vestida de rojo, blanco y azul, el rojo, según los expertos, lo lleva porque es un ser humano pulcro, el blanco por ser una mujer sin pecado concebido y el manto azul porque "el poder del Altísimo vendrá sobre ti" y porque ella es la reina de los cielos. Delante de la Madre se encuentra el Niño Jesús, desnudo, dormido sobre pajas y bien detrás está San José, vestido con una capa roja y una vela en su mano izquierda.

Llama la atención la figura de María en actitud de adoración, con sus manos unidas en forma de arco. Sobre su pecho se distingue una especie de rayo blanco en forma de triángulo —expresión del nacimiento virginal de Jesús— que sube desde el pesebre donde duerme el niño hasta casi los hombros de la Madre.

El rostro de María se muestra sereno, con los ojos bajos, sin indicar ni seriedad ni tristeza, sino más bien alegría y paz, en una actitud de meditación. Su cabeza está cubierta con un velo azul oscuro que le llega hasta los hombros y con una corona de perlas, símbolo de su condición de reina, por ser la Madre del Rey y alrededor doce estrellas, que representan a la Iglesia católica, fundada sobre los Doce Apóstoles. Detrás se destaca una gran estrella, la misma que acompañó a los Magos, para darles a conocer al Salvador. Su manto está salpicado de dieciséis pequeñas estrellas. Detrás hay una columna, que significa que la cueva o pesebre del nacimiento es un templo porque allí habita Dios mismo, el niño Jesús.

La devoción de Nuestra Señora de la Altagracia se inició en Higüey y se fue extendiendo al paso de los años hasta convertirse en nacional, y formar parte de la identidad de los dominicanos. Esa devoción se manifiesta como la principal peregrinación del pueblo.

Según el historiador dominicano Alejandro Paulino Ramos, la devoción altagraciana se inició a mediados del siglo XVI en La Española, tanto en el área de Santo Domingo como en la entonces villa de Higüey.

El historiador resalta el hecho de que el día principal de su devoción era en ese momento el 15 de agosto, debido a que en dicha fecha fue traída la imagen de la Altagracia a la isla y que el mismo se debía celebrar en la ciudad del Este porque, de acuerdo con las tradiciones, era el lugar donde Dios quería que ella estuviese, aunque otros afirman que fue el lugar donde los hermanos Trejos se alojaron desde su llegada a la isla. Según Mons. Ramón Benito, es la versión de los hermano Trejo que parece la más lógica porque, “ellos viene de Extremadura; allí es popular la Altagracia; se sabe que al dejar la patria cada uno llevaba consigo la devoción lar de su región; estos dos hermanos se establecieron en el Higüey de la Isla Española; allí llevaron la imagen de la Virgen de su devoción”

Existen diversos testimonios y leyendas acerca del origen de la Virgen de la Altagracia en la República Dominicana, uno de los testimonios más recientes es la publicación del libro de 'John Fleury, el cual tiene como nombre "Historia de Nuestra Señora, la Virgen de la Altagracia"; en este libro se afirma que las creencias o fe hacia la Virgen de la Altagracia no debe ser asentada en mitos y supersticiones, sino sobre hechos y datos que han sido comprobados por la Iglesia Católica.

Los franceses se habían apoderado de la isla Tortuga y de los territorios de la Isla Grande. Con el tiempo y debido a la imposibilidad de España para controlar esos territorios, los franceses se habían decidido por el control total de la isla de Santo Domingo, apoderándose de Santiago y otros territorios, provocando que el gobernador y capitán gral. Ignacio Caro organizara una columna al mando de Francisco Segura y Sandoval.

Se hicieron los preparativos militares en la Sabana Real, y utilizando el factor sorpresa, los españoles-dominicanos vencieron a los franceses, entonces estando los españoles en desventajas, y siendo la mayoría de los que formaban las milicias provenientes de las zonas de El Seybo e Higüey, estuvo presente la fe que profesaban en la Virgen de la Altagracia, pues ellos eran practicantes del culto altagraciano.

Antes de entrar en el combate temprano en la mañana, los españoles-dominicanos imploraron la ayudad de la Virgen de las Mercedes y la protección de la Señora de la Alta Gracia, para que por su gracia los ayudara a salir victoriosos.

Monseñor Juan Pepén en su libro "Dónde floreció el naranjo", cita el testimonio de Juan Elías Moscoso en 1907 que habla de un colonizador español que vivió hace más de tres siglos en la Villa de Higüey y se dedicaba a vender ganado, por lo que viajaba constantemente a la ciudad de Santo Domingo. Según Juan Pepén en su libro "El Padre", en unos de sus viajes a Santo Domingo, sus dos hijas le pidieron un encargo: su hija mayor le pidió que le comprara vestidos, cintas, encajes y otros accesorios femeninos; en cambio la hija menor solo le pidió que le llevara la imagen de la Virgen de la Altagracia, ya que ella la había visto en sueños. Para todos fue extraño, ya que nadie había escuchado hablar de tal Virgen. Cuando el padre de las niñas llega de regreso con los regalos de la hija mayor, le dio pena no haber conseguido la Virgen de la Altagracia para la niña, a pesar de que la buscó por todos lados, pero no la encontró, incluso fue y preguntó a los Canónigos del Cabildo y al mismo Arzobispo, quienes le contestaron que no existía tal advocación.

Al pasar por la localidad Los Dos Ríos, se quedó a pasar la noche en la casa de un viejo amigo. Mientras cenaba con la familia, refirió el caso de la Virgen desconocida, manifestando el sentimiento de aparecerse en su casa sin llevar el encargo que le había hecho su hija predilecta.

Esa misma noche, un viejo que iba de paso pidió posada en la casa, entonces, el padre de la niña, estaba hablando de la Virgen y el viejo dijo que él la tenía consigo, entonces el viejo sacó de su paquete el pergamino de la pintura de la Altagracia, y el viejo le dio la pintura de una preciosa imagen que era la de María adorando a un recién nacido que estaba en sus pies en una cuna. El padre de la niña, fue a buscar al viejo al llegar el día, pero lo más extraño fue que el viejo jamás volvió a aparecer.

Al llegar el hombre a la casa de sus hijas, le dio los respectivos regalos a sus hijas, y la niña al pie del naranjo que aún se conserva a pesar de los siglos, mostró a los habitantes de la zona el día 21 de enero, su soñada imagen y, desde ese momento, quedó establecido el venerado culto de la Virgen de la Altagracia, confundida en sus principios con el nombre de la Virgen de la Niña.

Juan Pepén, también cuenta que la niña recibió a su padre en el mismo lugar donde hoy se encuentra el antiguo santuario de Higüey y que allí, un 21 de enero, al pie de un naranjo mostró a quienes se encontraban presentes la imagen, estableciendo ese día el venerado culto de la Virgen de Altagracia. La niña fue sepultada a los pies del naranjo, y durante más de un mes el retablo aparecía en el árbol bajo el cual se hallaba su dueña.[6]

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