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Olegario Molina Solís



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Olegario Molina Solís (1843 - 1925) fue un abogado, ingeniero, empresario y político mexicano, miembro del partido liberal, que fue dos veces gobernador de Yucatán y secretario de Fomento en el gobierno de Porfirio Díaz; también fue dos veces diputado federal.[1]​ Fue el personaje más conspicuo de la denominada Casta Divina, la oligarquía yucateca que controlaban la política y economía del estado de Yucatán a principios del siglo XX.[2]

Nació en Bolonchén de Rejón, Campeche (cuando era parte de Yucatán), hijo de Juan Francisco Molina Esquivel y María Cecilia Solís Rosales, personas de condición humilde,[3]​ que procrearon nueve hijos y una hija, entre lo que se destacan el periodista Audomaro Molina y del historiador Juan Francisco, del mismo apellido.[1]​ Cinco de sus hermanos optarían por una carrera eclesiásitca.[4]

Habiendo perdido el ojo izquierdo desde los cinco años por la aplicación errónea de un medicamento, hizo sus primeros estudios en Bolonchén y en Hecelchakán, antes de trasladarse con su familia a la ciudad de Mérida.

Estudió en el Seminario Conciliar de San Ildefonso, donde aprendió ahí el idioma inglés y el francés. Continuó sus estudios en el Instituto Literario de Yucatán, recibiéndose como licenciado en derecho y, años después como ingeniero.

Se casó con María Dolores Figueroa Milán y tuvo la siguiente descendencia:

Su hija, María, se casó con Avelino Montes Linaje, un inmigrante español que se haría cargo de los negocios de su suegro cuando este ejercía su carrera política.

Tuvo que trabajar desde muy temprano para sostenerse y para ello estableció un pequeño negocio de carbón.

En 1861 con Yanuario Manzanilla, fundó una escuela primaria que dirigió y en la que dio clases. Organizó en esa época una sociedad de beneficencia para hacer escuelas dominicales dirigidas a obreros adultos en los suburbios de Mérida.

También escribió en un periódico que era de don Eligio Ancona denominado La Píldora y luego Yucatán, en el que se combatió vigorosamente a la intervención francesa en México y al imperio que de ella se derivó.

Durante la intervención francesa, fue secretario particular del general Manuel Cepeda Peraza quien luchó contra el imperio de Maximiliano, habiendo entrado con él a Mérida el 15 de junio de ese año, en la víspera de que este general se autoproclamara gobernador de Yucatán.

Fue diputado federal de 1869 a 1871 y después de 1873 a 1875. Desde la legislatura pidió, primero, que el gobierno de México reconociera la beligerancia de los combatientes cubanos que iniciaban entonces la lucha por su independencia de España. Después, también desde el Congreso de la Unión, solicitó un subvención federal para que se estableciera un servicio regular de vapores entre la península de Yucatán y Cuba y los Estados Unidos. Esto, con el fin de incrementar el comercio internacional de la península que a la sazón se encontraba desarrollando su agroindustria henequenera.

En 1875, después de ser diputado al Congreso de la Unión por segunda vez, fue nombrado fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Yucatán, cargo al que renunció para dedicarse a ejercer sus dos profesiones de abogado e ingeniero y para impulsar sus negocios henequeneros.

Durante la administración de Cepeda Peraza, Molina fue nombrado director del Instituto Literario de Yucatán que acababa de ser reorganizado como un instituto de estudios superiores secular, gratuito y laico. Ahí conoció por primera vez a Joaquín Casasús que fue su alumno en la carrera de Derecho durante la primavera 1872.[5]​ Casasús después se convertiría en banquero y destacado miembro del grupo de Los Científicos, asesores tecnocrátas de Porfirio Díaz. El apoyo político y financiero de Casasús sería esencial para el ascenso de Molina.

En sociedad con Casasús y con José Rendón Peniche, Molina promovió la construcción del ferrocarril Mérida-Progreso, que habría de inaugurarse en 1881; esta fecha es considerada el inicio de su carrera empresarial. Fue el primer superintendente y director del ferrocarril, una obra que fue importante para la región pues "por primera vez un sistema adecuado de transportación bajó dramáticamente los costos de transporte o embarque, y conectó mercados distantes con regiones previamente aísladas".[4]

Mientras el principal rival de Molina, Eusebio Escalante, operaba Ferrocarriles Unidos de Yucatán, Molina fundó la compañía Ferrocarriles Sud-Orientales que se propuso enlazar la línea yucateca con Quintana Roo. En la compañía participaron como inversionistas varios políticos cercanos al Porfiriato, incluyendo a Manuel Sierra Méndez y Bernardo Reyes. La empresa no fue exitosa y en 1903 se decretó la disolución y liquidación de la empresa ya que todos "los trabajos fueron suspendidos por falta absoluta de pago."[6]

Asociándose nuevamente con Rendón Peniche y con Rafael Hernández Escudero, tuvo una participación en una casa exportadora de henequén. Al morir Rendón Peniche, pagó su parte a Hernández Escudero y fundó la firma Olegario Molina & Cía:

"Con la creación de la compañía, Molina inició una ascendente carrera en el ámbito económico de Yucatán, aumentando su prestigio dentro del negocio henequenero durante la década de los noventa del siglo pasado, lo que le permitió consolidar una posición importante, producto del control que comenzó a ejercer en las tareas de la exportación de la fibra y por lo cual fue considerado como uno de los empresarios más hábiles e importantes de la entidad. En esta misma década comenzó a tener una mayor presencia en el escenario político regional, que trascendió hacía una esfera más amplia con relaciones en la ciudad de México.[4]

En octubre de 1902, Molina se reunió en La Habana con Cyrus McCormick, fundador de la International Harvester, y consumaron un pacto secreto mediante el cual el conglomerado norteamericano se comprometía a importar exclusivamente el henequén que le vendiera la firma de Molina, actuando como intermediario entre los hacendados henequeneros y los mercados norteamericanos. A cambio, Molina se comprometía a usar “cuantos esfuerzos estén en su poder para deprimir el precio de la fibra de sisal” y que McCormick le “pagarán solamente aquellos precios que de tiempo en tiempo serán dictados por la I.H. Co.”[7]

Si bien el pacto secreto y su poder político convirtieron a Molina en "el mayor terrateniente del estado y el mayor productor individual de henequén", [8]​ también se convertía en "en el principal enemigo de sus colegas."[7]​ El poder omnímodo que quería acumular Molina, cuya riqueza se acababa de acuñar, resultó particularmente irritante para un grupo de capitalistas “compuesto por las tradicionales familias latifundistas, encomenderas y estancieras, cuyo prestigio venía desde la época virreinal y que ‘demostraron una misteriosa habilidad para adaptarse al cambiante orden económico’.”[4]​ Entre este grupo se encontraron Eusebio Escalante, José María Ponce Solís, Carlos Peón y Raymundo Cámara Luján. Varios de ellos apoyarían al Pinismo (variante yucateca del Maderismo) en contra del Porfiriato.

En 1890, Eusebio Escalante y varios capitalistas yucatecos importantes, incluyendo a Raymundo Cámara Luján, Joaquín A. Peón, Eulegio Duarte y Rafael Otero Dondé, fundan el Banco Mercantil Yucateco S.A. Se trata de la primera entidad bancaria en la región con el propósito de "ayudar a financiar el creciente comercio de henequén, agregar liquidez a una economía pobre en efectivo y aumentar el capital para desarrollar proyectos de infraestructura”.[8]

No deseando ser superado por sus rivales, ese mismo año, Olegario Molina impulsa la fundación del Banco Yucateco, S.A. del cual funge como presidente del Consejo de Administración, Nicanor Ancona y como primer director Manuel Pinelo Montero.

Ante el pánico financiero de 1907, una aguda crisis económica internacional, ambos bancos se vieron afectados a tal grado que sufrieron un proceso de fusión bajo la tutela de la Secretaría de Hacienda, constituyendo el Banco Peninsular Mexicano, S.A.

La Compañía tenía sus orígenes en la "East Coast of Yucatán Colonization Company", una firma fundada por capitalistas británicos pero financiada por el Banco de Londres y México, que se dedicaba a comerciar palo de tinte, chicle, tabaco, vainilla, maderas para construcción y ganadería en terrenos que hoy día son parte de Quintana Roo.[9]

Los créditos que le debía la empresa británica no pudieron ser liquidados y la compañía quedó en manos del banco en 1904 y se vendió a un grupo de capitalistas mexicanos encabezados por Molina; en esta compañía también tuvieron acciones varios miembros del grupo de los Científicos, cuya incursión en la economía de Yucatán “se denota como parte de las acciones para detener la expansión de los henequeneros yucatecos, aspecto que se reforzó con la erección del Territorio de Quintana Roo.” [10]

Como había sido el caso la exportación de henequén y varios otros negocios, la empresa se enfrentó a la competencia de aquellos capitalistas yucatecos a quien el gobierno pretendía frenar. Este grupo incluía a Eusebio Escalante, Raymundo Cámara Luján, Agustín Vales Castillo y otros capitalistas minoritarios. Se trataba de la “Compañía Agrícola del Cuyo y Anexas, S.A.” que llegó a emplear más de mil quinientos empleados y controlaba un latifundio de 2,627 km² en la zona noroeste de Yucatán.

Las conexiones que, con el apoyo de Casasús, había fomentado Molina con el grupo de Los Cíentificos fueron esenciales para asegurar que Molina ocupara la gubernatura de Yucatán. Su predecesor, Francisco Cantón, había contado con el apoyo de su pariente Joaquín Baranda que había sido secretario de Justicia entre 1882 y 1901, sin embargo, al apartarse este del poder, Cantón perdió el apoyo que tenía en la Capital.[11]

“El prestigio de Molina trascendió de las esferas de poder regional al nacional; sus contactos en la ciudad de México se fueron multiplicando, sobre todo con el grupo de los llamados científicos con quienes compartía los principios fundamentales del progreso y de la modernización. El perfil de Molina fue lo que permitió que hombres tan poderosos como Limantour, Casasús y Sierra se fijaran el él y lo promovieran como el candidato indicado para ocupar la silla gubernamental. La correspondencia de intereses entre estos grupos consolidó un proyecto que planteaba un nuevo orden de cosas para Yucatán. Con don Olegario lo negocios y la política caminarían de la mano, en beneficio de un pequeño grupo de familiares, empresarios y hacendados.”[4]

Así las cosas, en 1901 fue elegido gobernador de Yucatán por primera vez para el cuatrienio entre 1902 y 1906. Durante su administración, desarrolló importantes obras materiales organizativas y legislativas en el estado: se pavimentaron calles y banquetas en la Mérida y en las principales poblaciones de Yucatán. Se perforaron pozos absorbentes en las calles para resolver el problema de la ausencia de drenaje pluvial que aún caracteriza a las poblaciones de la península de Yucatán. Se modernizó el trazo vial de la capital y se concluyó la construcción del famoso Paseo de Montejo.[12]

Se construyeron hospitales, escuelas, casas o palacios municipales (sede de los poderes) en las cabeceras de los municipios del interior del estado. Se creó la Facultad de Medicina. Se construyó el observatorio meteorológico así como estaciones termopluviométricas para permitir el estudio de los fenómenos climáticos que afectan la producción agrícola y la actividad pesquera. Se fundaron varias escuelas que hasta la fecha existen dotándoseles de equipo y material pedagógico acorde a sus necesidades. Se fundó el catastro de la propiedad urbana y rural. En materia legislativa, se expidió un nuevo código civil y otro penal; se promulgó la ley orgánica del ministerio público y se reformó significativamente la constitución política del estado

Además de la suma de 50,000 pesos que de su propio peculio ofreció para la construcción del Hospital O’Horán, cede, para el mismo fin, sus sueldos correspondientes a su cuatrieno como gobernador. También contribuyeron para la edificación del hospital otros filántropos: Agustín Vales Castillo, Demetrio Molina y Leandro Ayala..

La obra material que se realizó fue en buena medida posible gracias a un impuesto creado en 1902 sobre la producción henequenera y a una administración rigurosa de los fondos públicos.

Durante el gobierno de Olegario Molina se dio la segunda escisión del territorio de la península de Yucatán para crearse el entonces territorio federal de Quintana Roo, hoy estado del mismo nombre. En efecto en 1902, por una iniciativa del Presidente Díaz, el congreso de México aprobó que el estado de Yucatán fuera segmentado de su porción más oriental. Ésta había sido el reducto de los indígenas mayas sublevados durante la guerra de castas, que venía entonces de terminar con la toma de Chan Santa Cruz por parte de tropas federales. Al darse la segmentación territorial Yucatán perdió cerca de la mitad de su territorio en aras de un control mayor por parte del gobierno federal, que así restaba peso geográfico y político a Yucatán. El gobierno de Molina se limitó a describir y oficializar los nuevos límites estatales.[13]

Al término de su gestión gubernativa, Olegario Molina buscó ser reelegido para un segundo período, de 1906 a 1910.[14]​ No sin oposición política, particularmente del grupo encabezado por el exgobernador Cantón. No obstante, logró la reelección y asumió nuevamente sus funciones. Invitó a su toma de posesión al presidente Porfirio Díaz quien asistió a ella en lo que fue la primera visita de un presidente de la república al estado de Yucatán. Se dice que el presidente quedó sumamente impresionado por la obra material y la prosperidad que percibió en Yucatán.

Al poco tiempo de iniciado este segundo tramo, solicitó licencia para efectuar un viaje a Europa, separándose temporalmente de su encargo en abril de 1906. Lo sustituyó interinamente, por nombramiento del congreso local, Enrique Muñoz Arístegui, un cercando colaborador de Molina.

En diciembre del mismo año de 1906, al retornar de Europa, recibió la invitación del presidente Porfirio Díaz para integrarse a su gabinete como secretario de Fomento, Colonización e Industria,[15]​ cargo que aceptó, trasladándose a la Ciudad de México para desempeñarlo del 20 de mayo de 1907 al 25 de marzo de 1911.

Mientras se encontraba al frente de la secretaría de Fomento, Estados Unidos sufrió el pánico financiero de 1907 tuvo consecuencias muy graves para la industria henequenera en Yucatán que de pronto vio frenadas las órdenes de sus principales socios comerciales en Norteamérica. Varias casas exportadoras, incluyendo la de Molina ahora encabezada por su yierno, Avelino Montes, se vieron en aprietos económicos. La firma Eusebio Escalante e hijos, que había sido el principal rival de Olegario Molina en la exportación de henequén, intentó conseguir el apoyo del gobierno federal para evitar la quiebra; sin embargo, la presencia de Molina en el gabinete federal pudo haber jugado en su contra:

“En un intento desesperado pero inútil para evitar la bancarrota, Nicolás Escalante Peón viajó a la Ciudad de México en mayo y junio de 1907 para entrevistarse con los ministros Molina y Limantour. Lo que estaba en juego era más que solo la quiebra de una de las firmas henequeneras más importantes de la península […] El secretario Limantour acordó un rescate de los bancos yucatecos autorizando que el Banco Nacional de México extendiera un crédito de 10 millones de pesos de la época al Banco Yucateco y al Banco Mercantil […] Aunque el gobierno federal había intervenido para recatar a los bancos peninsulares durante la crisis financiera, no rescataron a la Casa Escalante. Nicolás Escalante Peón y algunos de sus acreedores luego llegarían a sugerir que Molina intencionalmente trabajó para subvertir cualquier arreglo financiero que pudiera rescatar a la Casa Escalante de la quiebra […] Como resultado directo de la quiebra de la Casa Escalante en julio de 1907, Avelino Montes S en C. hundió a su principal rival, obtuvo control de Ferrocarriles Unidos de Yucatán y los bancos peninsulares y utilizaría su influencia para adquirir una nueva línea de barcos de vapor en 1908. Pocas veces en la historia se ha beneficiado tanto un negocio de la desgracia de otro. La caída de los Escalante aseguró el dominio de Molina sobre los sectores clave de la economía regional”.[16]

En mayo de 1911, tras la celebración de los Tratados de Ciudad Juárez, el presidente Díaz renuncia, con la que dio inicio el proceso revolucionario que habría de trastocar el poder público en México y transformar las estructuras de la sociedad mexicana.

Molina emigró a Cuba en condición de autoexiliado, desde donde seguiría capitaneando al grupo de hacendados yucatecos durante el el proceso revoluionario en Yucatán. Ahí, habría de fallecer el 28 de abril de 1925. Sus restos mortales fueron más tarde trasladados según los deseos de su familia a la capilla de la hacienda Sodzil (aún existente en el recinto de una propiedad privada, en el norte de la ciudad de Mérida) que fuera de su propiedad en Yucatán.[1]

El periodista estadounidense John Kenneth Turner visitó México en 1908, en particular el estado de Yucatán, para conocer la realidad de la situación social en el país. Como resultado de su visita escribió un reporte que más tarde se editó como libro intitulado México Bárbaro. Respecto de Yucatán dice, mencionando a Olegario Molina:



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