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Pan (mitología)



Pan (en griego, Πάν) era el dios de los pastores y rebaños en la mitología griega. Era especialmente venerado en Arcadia, a pesar de no contar con grandes santuarios en su honor en dicha región. En la mitología romana se identifica a este dios como un Fauno.

Pan era también el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina. Dotado de una gran potencia y apetito sexual, se dedicaba a perseguir por los bosques, en busca de sus favores, a ninfas y muchachas.[1]​ En muchos aspectos, el dios Pan tiene cierta similitud con Dioniso.

Era el dios de las brisas del amanecer y del atardecer. Vivía en compañía de las ninfas en una gruta del Parnaso llamada Coricia. Se le atribuían dones proféticos y formaba parte del cortejo de Dioniso, puesto que se suponía que seguía a este en sus costumbres. Era cazador, curandero y músico. Habitaba en los bosques y en las selvas, correteando tras las ovejas y espantando a los hombres que penetraban en sus terrenos.

Portaba en la mano el cayado o bastón de pastor y tocaba la siringa, a la que también se conoce como Flauta de Pan. Le agradaban las fuentes y la sombra de los bosques, entre cuya maleza solía esconderse para espiar a las ninfas.

Se dice que Pan era especialmente irascible si se le molestaba durante sus siestas. Los habitantes de Arcadia tenían la creencia de que, cuando una persona dormía la siesta, no se la debía despertar bajo ningún motivo ya que, de esa forma, se interrumpía el sueño del dios Pan. En este caso, Pan se aproxima a la noción de Demonium Meridianum (Demonio del Mediodía).

Por último, como deidad, Pan representaba a toda la naturaleza salvaje. De esta forma, se le atribuía la generación del miedo enloquecedor. De ahí la palabra pánico que, en principio, significaba el temor masivo que sufrían manadas y rebaños ante el tronar y la caída de rayos.

Pan tiene diecinueve genealogías diferentes; en la mayoría de ellas su padre fue Hermes, en tanto que el nombre de la madre varía (usualmente ésta pertenecería a la raza de las ninfas; una hija de Dríope, Timbris, Sose, Calisto u Orneo).

Según una de las tradiciones, cuando Hermes pastoreaba los rebaños de Dríope, tuvo una relación amorosa con una de las hijas de este, de la que nació el dios Pan. Según esta versión, cuando nació, presentaba sus miembros inferiores en forma de macho cabrío y el resto del cuerpo con apariencia de hombre. En la cabeza tenía dos cuernos y su cara era arrugada, con una barbilla prominente, con todo el cuerpo cubierto por una espesa capa de pelo. Se dice que, apenas nacido, escapó a las montañas, donde Hermes tuvo que buscarlo para llevarlo al Olimpo envuelto en una piel de liebre. Una vez allí, lo llamaron Pan, puesto que era la diversión de todos.

Otra de las tradiciones cuenta que Penélope, durante la ausencia de su esposo Odiseo, tuvo varios amantes, quedando encinta de uno de ellos. De esta manera, nació Pan, nombre que significa hijo de todos.

Otra de ellas decía que, tras el regreso de sus viajes, Odiseo repudió a Penélope por sus infidelidades y que, una vez abandonada, concibió al dios Pan, fruto de su unión con Hermes.

Otras tradiciones apuntan a que fue hijo de Zeus y de la ninfa Hibris, de Zeus y Calisto o de Hermes y una ninfa.

En cuanto a su descendencia, varía según el autor. En las Dionisíacas de Nono se dice que Pan engendró a los doce Panes, una raza de sátiros menores que colaboraron con Dioniso. En otras fuentes aparece como padre de Croto (con Eufeme), Acis (con Simetis), Eurimedonte (sin especificar la mujer), Creneo (con la ninfa Isménide o Ismenis), Iinge (con la ninfa Eco) y finalmente el también célebre Sileno (habido con la Oceánide Melia).

En cuanto a sus relaciones, se dice que tuvo amores correspondidos con la ninfa Pitis, que también era pretendida por Bóreas. Este último, arrastrado por los celos, arrojó a Pitis desde lo alto de una roca. Sintiendo pena, la diosa Gea la transformó en pino, siendo Pan, desde entonces, coronado con las hojas del pino. También existe la creencia de que el pino gime cuando sopla Bóreas.

Asimismo, Pan estaba intensamente enamorado de la ninfa Siringa, quien no le correspondía. Se dice que una vez, mientras huía de Pan, se lanzó al río Ladón. Quedó acorralada y pidió ayuda a sus hermanas las ninfas quienes, conmovidas, la convirtieron en un cañaveral. Se cuenta que, cuando Pan llegó, sólo pudo abrazar las cañas que se mecían por el viento y el rumor que producían le causó tal agrado que decidió construir un nuevo instrumento musical con ellas. Así, creó la flauta siringa, en recuerdo de la ninfa de igual nombre.

Del mismo modo, sedujo a Selene regalándole un vellón de gran blancura.[2]​ Desde entonces, ambos fueron venerados en una caverna del monte Liceo.

Según cuenta Heródoto, unos días antes de la batalla de Maratón, un mensajero ateniense que volvía de pedir ayuda a Esparta encontró al dios y este le prometió que vencerían a los persas. Por ello, tras ganar efectivamente la batalla a causa de un súbito pánico en las filas enemigas, fue incluido entre los grandes dioses reconocidos por el estado. En la propia ciudad de Atenas se le consagró una de las grutas de la vertiente norte de la Acrópolis y se decretó en su honor una fiesta anual donde se realizaban carreras de antorchas.

También estaban consagrados a Pan los montes Ménalo, Lampea y Nomia, todos ellos en Arcadia.[3]​ Por otra parte, en Licosura existía un santuario oracular de Pan.[4]

Los ritos de fertilidad originales fueron asumidos a partir del siglo V por las Bacantes, que duraron hasta bien entrada la Edad Media. Desde entonces, y hasta nuestros días, la imagen tradicional de Pan se asocia con la imagen del diablo (en forma de macho cabrío) y los aquelarres.[5]




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