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Pasífae



En la mitología griega, Pasífae (en griego Πασιφάη Pasiphaê, ‘la que brilla para todos’, un nombre de la Luna) era la hija de Helios y la ninfa Creta (también llamada Perseis). Era hermana de Circe y Eetes. Fue criada como una princesa en la Cólquida, y dada entonces en matrimonio al rey Minos de Creta.

Según Pausanias,[1]Diodoro Sículo[2]​ y Apolodoro,[3]​ Pasífae, como la diosa Luna, fue madre con Minos de Acacalis, Ariadna, Androgeo, Glauco, Fedra y Catreo. Con el dios Hermes tuvo a Cidón y con el dios Zeus al libio Amón (el héroe oracular del Oasis de Amón, posteriormente igualado con Zeus).

Según Diodoro Sículo,[2]​ Pausanias,[4]​ Virgilio,[5]​ y Apolodoro,[3]​ el dios Poseidón hizo que Pasífae se enamorase de un toro blanco que, por su belleza, Minos no había querido sacrificar a este dios. Ella confió su pasión zoofílica a Dédalo, el famoso artífice ateniense que vivía desterrado en Cnosos deleitando a Minos y a su familia con las muñecas de madera animadas que construía para ellos. Dédalo prometió ayudarla y construyó una vaca de madera hueca que cubrió con un cuero de vaca. Le puso ruedas ocultas bajo las pezuñas y la llevó a la pradera de las cercanías de Gortina donde el toro de Poseidón pacía bajo las encinas entre las vacas de Minos. Luego de enseñar a Pasífae cómo se abría la portezuela corrediza situada en la parte trasera de la vaca, y de ayudarla a entrar con las piernas metidas en los cuartos traseros, se retiró discretamente. El toro blanco no tardó en acercarse y montar a la vaca de madera (de donde se deduce sin duda que Dédalo también afirmó las ruedas al piso), de modo que Pasífae vio satisfecho su deseo y a su tiempo dio a luz al Minotauro, criatura con cabeza, cola de toro y cuerpo humano.

Otros autores dicen que Pasífae había dejado durante varios años de propiciar a Afrodita, quien la castigó haciéndole sentir ese deseo zoofílico, o bien que el castigo fue motivado por el rencor de Afrodita hacia Helios y su descendencia desde que este revelara a Hefesto su adulterio con Ares, o que el toro del que Pasífae se enamoró era en realidad el animal en que se había transformado Zeus.[6]

Según Apolodoro,[3]​ Minos consultó a un oráculo para saber cómo podía evitar mejor el escándalo y ocultar la deshonra de Pasífae. La respuesta fue: «Ordena a Dédalo que te construya un retiro en Cnosos». Dédalo lo hizo y Minos pasó el resto de su vida en el recinto intrincado llamado el laberinto, en el centro del cual ocultó a Pasífae y al Minotauro. En Ovidio,[7]​ en cambio, sólo se encierra al Minotauro y no a Pasífae. En contraposición con otros autores, Ovidio[8]​ establece como plazo entre los sacrificios humanos que se realizaban para aplacar al minotauro nueve años.

Según Apolodoro[9]​ y Antonino Liberal,[10]​ las numerosas infidelidades del rey Minos enfurecieron de tal modo a Pasífae que le maldijo: cada que vez que tenía relaciones con otra mujer no eyaculaba semen sino serpientes nocivas, escorpiones y ciempiés que hacían presa de los órganos vitales de la amante.

En una ocasión, para tener relaciones con la cazadora Procris la sobornó regalándole a Lélape (un sabueso que nunca dejaba escapar a su presa) y una flecha infalible. Ambos regalos le habían sido dados por la diosa Artemisa. Procris aceptó pero le obligó a beber una bebida profiláctica —una cocción de raíces mágicas preparada por la hechicera Circe, hermana de Pasífae— para que él no le llenase las entrañas de víboras y escorpiones. La bebida hizo el efecto deseado, pero Procris temía que Pasífae la embrujara, por lo que escapó de Creta.

Pasífae era adorada como una diosa oracular en la ciudad laconia de Tálamas, fuera de Esparta. El geógrafo Pausanias describe el santuario como pequeño, situado cerca de un curso de aguas claras, y flanqueado por estatuas de bronce de Helios y Pasífae.

Su relato también equipara a Pasífae con Ino y Selene (Leucótea, la ‘diosa blanca’, personificada por la Luna).

Hera, Pasífae e Ino eran nombres de la triple Diosa, la interdependencia de cuyas personas era simbolizada por el trípode en que se sentaba su sacerdotisa.

Cicerón escribe en De natura deorum que los éforos espartanos dormían en el templo para recibir sueños proféticos que les ayudasen a gobernar. Según Plutarco,[11]​ durante el reinado del rey Agis, varios éforos llevaron a la gente a la revuelta por culpa de los oráculos del santuario de Pasífae, que prometían perdón de las deudas y redistribución de la tierra.

En un caso, un éforo soñó que las sillas de algunos de sus colegas eran retiradas del ágora, y que una voz gritaba que «esto es mejor para Esparta». Inspirado por esto, el rey Cleómenes II actuó para consolidar su poder real.



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