Patriarcado es un término utilizado en la teoría feminista para referirse a todo tipo de organización social en la que el varón tiene una situación de supremacía sobre la mujer, tanto en la esfera pública como en la esfera privada. La diferencia sustancial del significado del término en la teoría feminista con el significado tradicional en la sociología es que para el feminismo el patriarcado no existe solo en las sociedades primitivas, sino también en las civilizaciones complejas, existiendo una continuidad histórica entre el patriarcado de las sociedades antiguas y el patriarcado de las sociedades contemporáneas. El patriarcado presupone el machismo, una forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón.
Gerda Lerner define al patriarcado como «la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general». Para María Milagros Rivera Garretas, este sistema se fundamenta en las relaciones sociales de parentesco, los roles de género y la heterosexualidad normativa.
En su sentido literal, el patriarcado se refiere al gobierno del «padre» y sociológicamente ha sido usado para designar la organización social en que el varón jefe de la familia ejercía el poder y era dueño del patrimonio, del que formaban parte sus hijos, sus esposas, sus esclavos y sus bienes. Sin embargo, los debates sobre el patriarcado fueron retomados por el movimiento feminista de los años sesenta en la búsqueda de un modelo que diera cuenta de la situación de dominación que sufren las mujeres y posibilitara su liberación. Según Carol Pateman, se trata de un concepto útil porque es el único singulariza todas las formas de sujeción que sufren las mujeres en cuanto mujeres y todas las formas de derecho político que ejercen los varones en cuanto varones.
Celia Amorós señala que el entendimiento del patriarcado como poder de los padres llega hasta la modernidad, en que el ascenso de la burguesía hace que sea necesario darle otro fundamento. Para esta pensadora, se conforma entonces una «fratria», en que los varones pactan su poder como hermanos, y se constituye el patriarcado moderno. En la línea del feminismo marxista, Heidi Hartmann define al patriarcado como «un conjunto de relaciones sociales entre los hombres que tienen una base material, y aunque son jerárquicas, crean o establecen interdependencia y solidaridad entre ellos que los capacitan para dominar a las mujeres», es decir, no se trata solo de la opresión del colectivo de varones al colectivo de mujeres, sino de todos los varones individuales a todas las mujeres individuales.
En el feminismo radical, Kate Millett entiende que la sexualidad femenina es prioritaria en la constitución del patriarcado y que las relaciones sexuales son relaciones políticas mediante las que los varones dominan a las mujeres.
En el feminismo materialista, Christine Delphy afirma que hay una «relación de producción entre marido y mujer en la familia nuclear moderna, consistente en la relación de una persona o jefe, cuya producción se integra al circuito mercantil, con otra que le está subordinada, porque su producción, que no se integra a ese circuito, es convertida en algo invisible». Lidia Falcón va un paso más allá y reconoce que los varones no solo se apropian de la fuerza productiva de las mujeres, sino también de su fuerza reproductiva.
Marta Fontenla propone entonces una definición completa del término, integrando las distintas corrientes del feminismo:
Además, se pueden incluir algunas características del patriarcado:
El trabajo clásico sobre el tema, desde el punto de vista de la teoría feminista, es el libro La creación del patriarcado (1986),escrito por Gerda Lerner. Lerner considera que el patriarcado contemporáneo es relativamente reciente y tiene su origen en algunos puntos del llamado «viejo mundo», hace unos 10.000 años, cuando comenzaron a formarse los primeros Estados, durante la revolución neolítica.
No hay consenso entre los académicos sobre la existencia o no del patriarcado en las sociedades paleolíticas, pero un creciente número de estudios considera como errónea idea tradicional de la sociología, que considera que el patriarcado es un hecho natural que ha existido «desde siempre» y que ya se encontraba presente en las sociedades humanas primitivas. Algunas autoras como Sally Campbell (2006), y Encarna Sanahuja (2002), consideran que lo más probable es que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, los seres humanos hayan vivido en grupos comunitarios que mantenían una relativa igualdad las personas, con bajos grados de violencia y sin mayores diferenciaciones relacionadas con el sexo.
En América, la conquista europea iniciada en 1492 -coincidente con la llamada «caza de brujas»-, impuso el «patriarcado occidental» en sus colonias. Los estudios y puntos de vista discrepan sobre la situación de las mujeres en las diversas culturas existentes a lo largo del continente americano: algunos sostienen que los pueblos originarios tenían un tipo de organización patriarcal al que denominan como «patriarcado originario», mientras otros sostienen que muchos pueblos originarios no estaban organizados de manera patriarcal.
En la actualidad, todos los países del mundo tienen una organización patriarcal, que, debido al proceso de occidentalización del mundo de los últimos cinco siglos, ha adoptado la forma del patriarcado occidental, combinado en algunos casos con formas patriarcales locales.
Las maneras en que el patriarcado se manifiesta son distintas para las diversas sociedades y han cambiado a lo largo de la historia. Algunos autores resumen las características con las que se presentan en la actualidad para las sociedades occidentales ―se toman ejemplos de España a comienzos del siglo XXI―. Algunas de ellas son:
Algunos teóricos, entre los que se destacan Michael Kimmel, Robert Connel y Michael Kaufman, también han escrito sobre el rol de los varones en el patriarcado. Los tópicos que suelen emplearse son «masculinidad hegemónica», realzada por el patriarcado, y «nuevas masculinidades», búsqueda de nuevas identidades asociadas a los procesos de liberación de las mujeres.
Blanca Muñoz, socióloga y profesora universitaria española, entiende que la pelea de las mujeres por su emancipación ha sido un proceso en que se han ido presentando numerosos obstáculos y agrega que los más difíciles de superar son los de carácter ideológico. En este contexto, la autora introduce los términos «neopatriarcalismo» y «neomachismo», contrastándolos con el patriarcalismo y el machismo tradicionales e históricos, a los que supone como etapa primitiva de la humanidad. Este nuevo fenómeno se caracterizaría por una reacción defensiva de los hombres ante el progresivo cambio del rol social y cultural de la mujer.
En otras palabras, el feminismo considera que existe un machismo cultural o una dominación simbólica cuyos mecanismos se van introduciendo en el inconsciente de las personas a lo largo de sus vidas, consiguiendo que se naturalicen o normalicen. Esta forma de subordinación se evidenciaría, por ejemplo, en los cánones estéticos y en los roles de género.
Sin embargo, como se trataría de una construcción histórica y social, la propuesta feminista supondría en reemplazarlo con un modelo social más justo e igualitario.
Además, como toda posición de poder implica la posibilidad de ser derrocado, algunas fuentes arguyen que la pelea por preservar los derechos adquiridos se tendría que perpetuar.
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