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Península Arábica



Arabia (conocida asimismo como península arábiga)[2][nota 1]​ es una península situada en la confluencia de África y Asia, entre el golfo Pérsico, el golfo de Adén, el mar Arábigo y el mar Rojo.

Es una región mayoritariamente atravesada por el trópico de Cáncer y de clima desértico, donde destaca el inhóspito Rub al-Jali y el desierto de An-Nafud (en el centro de la planicie de Nechd).

El sur y el este integran una región donde las altas montañas aprovechan las lluvias de los monzones: Yemen y Omán poseen una agricultura desarrollada.

En su geografía destaca Badia, cercana a Siria y Mesopotamia.

Desde el punto de vista geológico, lo más apropiado sería llamarlo «subcontinente arábigo», puesto que ocupa una placa tectónica propia, la placa arábiga. No obstante, esta denominación no suele usarse en español. Habitualmente, se dice que su importancia se relaciona con el hecho de que es el cruce de los tres continentes del Viejo Mundo, que son Europa (por el norte), África (por el oeste) y Asia (por el este), además de tener acceso al mar Mediterráneo.

La región fue tradicionalmente habitada por pueblos nómadas, debido a que la escasez de agua y la aridez del suelo la transforman en un lugar inhóspito para la agricultura. Durante muchos años, la mayor parte de los países que la conformaron estuvieron atrasados en los ámbitos de la tecnología y el desarrollo socioeconómico. En el siglo XX, el hallazgo de enormes reservas de petróleo en la península permitió a los países fomentar un importante desarrollo económico, y sus casas reales se encuentran entre las más ricas del mundo.

Más allá del crecimiento debido a la exportación del petróleo, la inestabilidad política de la región y el todavía incipiente desarrollo de las áreas económicas no relacionadas con la explotación de hidrocarburos hacen peligrar el futuro de la región cuando las reservas comiencen a agotarse.

A pesar de los avances producto del petróleo, hoy en día los beduinos continúan llevando su vida errante, aunque en muchos casos han reemplazado los camellos por vehículos con motor y muchos miembros, que ven peligrar el futuro de esta forma de vida, han emigrado a las ciudades. Incluso, desde el propio Gobierno saudí se ha tratado de incentivar a estos grupos para que se asienten en alguna urbanización.

Medina y La Meca, las dos ciudades sagradas del islam, se encuentran ambas en Arabia Saudita. Los musulmanes deben peregrinar a La Meca al menos una vez en su vida, por lo cual cada año llegan cientos de miles de musulmanes de todo el mundo a visitar la ciudad.



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