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Piratería en Somalia



La piratería existente en las costas de Somalia ha sido una amenaza para el transporte marítimo internacional y la pesca en aguas somalíes desde la guerra civil iniciada en aquel país a principios de los años 1990.[1]​ Desde 2005, varias organizaciones, incluyendo la Organización Marítima Internacional y el Programa Mundial de Alimentos, expresaron su preocupación ante el aumento de este tipo de actos.[2]​ Uno de los medios utilizados por la comunidad internacional para enfrentar esta situación fueron patrullas militares navales organizadas en la Operación Atalanta de la Unión Europea, la Operación Escudo del Océano de la OTAN y la Task Force 150 de una coalición liderada por Estados Unidos, que operan en el golfo de Adén, el golfo de Omán, el mar Arábigo, el mar Rojo y el océano Índico.[3]​ A partir de 2011 se empezó a permitir y generalizar la contratación por parte de las navieras de empresas de seguridad privada para proteger sus barcos en la zona de riesgo. Desde 2011 se ha constatado un descenso pronunciado del número de ataques a buques. El último secuestro de embarcación por piratas somalíes tuvo lugar en 2012.

Los piratas somalíes, en su mayoría se dedicaban a la pesca artesanal. En 1990, tras la caída del dictador somalí Mohamed Siad Barre, Somalia se enfrentó a una fragmentación política y social así como una severa crisis económica y estos pescadores se vieron en la necesidad de buscar nuevas fuentes de ingreso. En un principio, estos pescadores formaron un grupo autodenominado «Guardia Costera Voluntaria de Somalia», denunciando que los verdaderos bandidos del mar son los pescadores clandestinos que saquean nuestros peces, en clara alusión a los barcos pesqueros de países desarrollados,[4]​ y recuerdan, a su vez, el grave problema de contaminación que sufren, debido al vertido de sustancias contaminantes radiactivas que estos países realizan en su litoral.[5]

Si bien los actos de piratería en la región no eran nuevos,[6]​ el estado caótico de Somalia en la década de 2000, al no contar con un gobierno central, sumado a la ubicación del país en el denominado Cuerno de África, fueron los factores que facilitaron el surgimiento de la piratería en aquel país. Desde la caída del gobierno a principios de los años 90, flotas extranjeras comenzaron a practicar la pesca ilegal en aguas somalíes, así como vertidos tóxicos y nucleares.[7]​ Los piratas decidieron proteger la costa antes de que la milicia se viera envuelta. Esta actividad empezó a decaer tras el alzamiento de la Unión de Cortes Islámicas en 2006. Sin embargo, la piratería volvió a crecer luego de que Etiopía invadiera Somalia, en diciembre de ese mismo año.

Algunos de los piratas eran pescadores, quienes reclaman por la presencia de barcos extranjeros en aguas somalíes. Debido a las ganancias que obtienen a raíz de los secuestros, los piratas han recibido el apoyo de «señores de la guerra», quienes facilitan este tipo de actividades a cambio de una parte de los beneficios.[8]​ Los piratas no causan daño a las víctimas de sus secuestros para luego poder exigir algún tipo de rescate a cambio.[9]

Los intentos por acabar con esta práctica se ven limitados por la barrera que significa el mar territorial de Somalia. Las persecuciones a embarcaciones piratas se ven interrumpidas cuando estas ingresan al mar territorial, ya que no existe un permiso por parte del gobierno para poder entrar.[10]​ Por otro lado, el gobierno de Puntlandia ha logrado cierto progreso en el combate de la piratería, reflejado en sus recientes intervenciones.[11]

En junio de 2008, respondiendo a la carta enviada por el Gobierno Transicional de Somalia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aceptó de forma unánime el permiso que este gobierno concedía a algunas naciones para entrar en el mar territorial de Somalia con el fin de combatir la piratería.[12]​ La medida, que fue propuesta por Francia, Estados Unidos y Panamá, tendría una duración de seis meses. Francia propuso extender la medida a otras zonas como África occidental, pero fue rechazada por los representantes de China, Vietnam y Libia, quienes decidieron limitar el rango de acción a un solo país.[13]

Entre los casos más sonados de ataques se encuentran el realizado al buque petrolero Sirius Star, en noviembre de 2008,[14]​ y el carguero Mærsk Alabama en abril de 2009, donde el FBI intervino para apoyar las negociaciones de liberación.[15]​ A raíz de los acontecimientos relacionados con esta embarcación —que resultaron en la liberación por la vía armada del capitán de la nave—, el presidente de Puntlandia instó a las naciones de los barcos secuestrados a llevar a cabo «acciones militares» en vez de pagar rescates; además, pidió ayuda de la comunidad internacional, hacia su administración, para combatir el flagelo.[16]​ Incluso el congresista estadounidense Donald Payne efectuó una visita a Mogadiscio el 13 de abril para discutir la situación con las autoridades gubernamentales; fue el primer arribo de un alto funcionario de ese país desde 1994.[17]​ Las primeras reacciones de los piratas ante el revés de la pérdida del rehén del Maersk Alabama y las bajas sumadas a la del yate Tanit, fueron de amenazas de muerte a marinos de Estados Unidos y Francia que transitaran en las aguas bajo su control.[18][19]

De hecho, los bandidos habían cesado los asaltos en el primer trimestre de 2009 a causa de la presencia de fuerza internacional en el golfo de Adén. Ante esto, optaron por operar en zonas más lejanas a las zonas vigiladas, evitando a la vez el mar picado frente a la costa somalí.[20]​ Hasta el 11 de abril se estimó que había unos 270 rehenes y 18 embarcaciones retenidas en poder de los piratas,[21]​ cifra que aumentó, el día 14, a 340 tripulantes y 21 naves de diversas nacionalidades, lo que se considera un monto mayor a cualquier año.[22]​ En un informe del International Maritime Bureau's Piracy Reporting Centre dado a conocer en mayo, se informó que de los 102 ataques piratas a nivel mundial, un total de 61 fueron realizados por los saqueadores somalíes en los primeros tres meses del 2009.[23]

Por otro lado, de acuerdo al Programa Mundial de Alimentos, la situación en la región ha impedido el envío de ayuda humanitaria a naciones del este de África; especialmente los envíos al puerto de Mombasa, esencial en la distribución de asistencia a Sudán, Uganda, Ruanda, Kenia y la misma Somalia.[24]​ Asimismo, el costo de asegurar una embarcación se ha incrementado debido a la inestabilidad de la zona; incluso las empresas navieras han considerado evitar la entrada del Golfo de Adén y rodear África por el Cabo de Buena Esperanza, opción que encarecería considerablemente los costos del transporte.[25]

Dentro de las reacciones oficiales a nivel internacional, la Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, anunció el 15 de abril el incremento de la vigilancia en «las aguas somalíes y el decomiso de las ganancias que puedan hacer los piratas con su actividad, incluyendo la sanción a empresas que les vendan armas o equipo de comunicaciones»;[26]​ además de buscar soluciones mediante encuentros con las autoridades de Somalia, líderes regionales y empresas navieras.[27]​ También, bajo iniciativa de la ONU y la Unión Europea, el 23 de abril de 2009 se desarrolló un encuentro internacional en Bruselas para buscar el aumento de la ayuda a Somalia y el fortalecimiento de su estado de derecho.[28]​ En tal asamblea, los representantes de las naciones asistentes —inclusive de la Unión Africana— se comprometieron a brindar una ayuda de, al menos, USD 213 millones.[29]

Asimismo, algunos gobiernos de las naciones afectadas por los ataques han llevado a sus respectivos tribunales a los piratas capturados. Tales son los casos de España, Estados Unidos,[30]​ Francia,[31]Países Bajos[32]​ y Kenia, donde en algún momento se consideró establecer una especie de tribunal especial contra estos crímenes.[33]

A finales del mes de mayo, líderes religiosos locales y ancianos de clanes tribales exhortaron a un grupo de piratas para acogerse a una amnistía ofrecida por el gobierno de Puntlandia que incluiría rehabilitación e integración a la sociedad, propuesta que tendría como motivo la preocupación por el nivel de corrupción alcanzado en las comunidades del área. La reunión dio como resultado la renuncia a las actividades ilegales por parte de Abshir Abdullahi Abdulle y su facción conocida como la «banda de Boyah» compuesta por unos doscientos hombres.[34][35]

En un recuento de los primeros seis meses de 2009, los ataques piratas llegaron a un monto de 86 en el golfo de Adén, comparados a 44 del año 2008 en el mismo periodo.[36]​ En total, de 406 reportes de ataques piratas alrededor del mundo en 2009, un total de 217 fueron atribuidos a somalíes.[37]​ Para 2010, un total de 49 naves fueron asaltadas cerca de la costa de Somalia, y se reportaron un total de 1016 personas secuestradas.[38]

Los involucrados en estas actividades ilegales son jóvenes de zonas pobres que tienen en la piratería una aspiración.[39]​ Las cuantiosas sumas de rescate pedidas rondan entre los 250 000 y el millón de euros.[39]​ De acuerdo al testimonio de uno de los saqueadores, fue el acaparamiento de la pesca por parte de barcos extranjeros lo que incitó a involucrarse en el crimen. En cuanto a lo robado, se asevera que es distribuido «con justicia».[39]​ Además de pescadores, las bandas las integran excombatientes y técnicos expertos en aparatos de última tecnología.[40]​ Hasta abril de 2009 se calculaban unos 1500 individuos implicados en el pillaje, a diferencia de la centena estimada siete años atrás.[41]​ Generalmente los ataques son realizados por un pequeño grupo (de siete a diez individuos), y en rápidos botes con motores fuera de borda, que usualmente parten desde una nave nodriza;[42]​ aunque, una vez realizado el abordaje, permanecen unos cincuenta piratas en la nave, y una suma similar espera en la costa por cualquier eventualidad.[43]

Entre el armamento utilizado en los asaltos se encuentran fusiles AK-47, ametralladoras PKM y lanzacohetes RPG-7.[44]​ En sus operativos se emplean teléfonos satelitales y GPS. El asalto al barco es efectuado sujetándolo con ganchos (algunos impulsados a manera de proyectil), para después trepar con cuerdas y escaleras. También, a manera de disuasión, los piratas optan por atacar previamente al objetivo para forzarlo a parar y así abordar con facilidad.[42]

El poblado de Eyl se ha desarrollado gracias al beneficio que indirectamente recibe de los despojos, pues se ha convertido en centro de las actividades piratas.[42]​ Los habitantes no son extraños a las últimas innovaciones tecnológicas ya sea en celulares, laptops o automóviles. Incluso restaurantes han sido acomodados para los secuestrados. Entre los involucrados en las actividades hay quienes se especializan en las negociaciones y otros ejercen de contadores.[43]​ Un traductor puede ganar unos 5000 por subirse a un barco y conversar con los rehenes.[39]​ El flujo de dinero por los cuantiosos rescates ha resultado en una vida ostentosa para los piratas, pues les permite construir nuevas casas y tener dos y hasta tres esposas.[40]​ Por el contrario, todo esto ha resultado en el encarecimiento de la economía local por el alto monto de dólares que varía las tasas de cambio de moneda; aparte de que el poder de compra motiva al consumo de drogas —entre ellas el khat[45]​ y el alcohol.[40]​ Con todo, se especula que los más favorecidos en el lucro son los jefes de milicias, que dominan parte del país, y los financistas de estos operativos, que residirían afuera de Somalia.[46]​ Por otro lado, a través de una información emanada de Cadena SER de España en mayo de 2009, se conjeturó que los bandidos recibirían apoyo de inteligencia desde Londres en cuanto a la elección previa de sus presas.[47]

Testimonios recabados de los mismos piratas denotan cierta organización entre los involucrados. Tales revelaciones indican la existencia de un supuesto consejo de jefes oculto entre las montañas de Eyl que dirimiría las diferencias surgidas entre los grupos. Asimismo, un sistema de normas regularían las operaciones sobre la base de ciertos aspectos como el respeto a los rehenes tomados de los barcos, la prohibición del hurto dentro de la nave, penas de ejecuciones sumarias a quien atente contra un compañero, premios a quien aborde primero la nave (que podría ser un automóvil, una casa o esposa). Este nivel de ordenamiento les diferenciaría de las extremistas milicias locales.[48]

De acuerdo a estimaciones del International Maritime Bureau, el provecho obtenido por los piratas, en 2008, llegaría a unos USD 30 millones producto de los rescates exigidos. Otras estimaciones indican unos USD 80 millones. Los delincuentes obtendrían un 30% del botín, alrededor de USD 1 a USD 2 millones por barco. Lo restante se repartiría con un 20% para los cabecillas, 30% para sobornar funcionarios locales y 20% para compra de municiones y avituallamiento.[41]​ Según informes dados a conocer en diciembre de 2009, los piratas habrían creado una bolsa de valores en la localidad de Haradheere para todo aquel que desee obtener ganancias de los asaltos, ya sea de manera directa —participando en un abordaje— u obteniendo dividendos aportando armas o dinero.[49]

En el mes de agosto, por el barco de bandera alemana Hansa Stavanger (retenido por siete meses), los atracadores recibieron alrededor de USD 2,7 millones en pago del rescate.[50]

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