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Pragmática Sanción de 1767



La Pragmática Sanción de 1767 fue una orden del rey Carlos III por la que se dictaba la expulsión de los jesuitas de todos los dominios de la corona de España, incluyendo los de Ultramar, lo que suponía un número cercano a los 6000. Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del patrimonio de la Compañía de Jesús. Previamente se había producido su expulsión de Portugal (1759), de Francia (1762), y posteriormente se produjo la supresión de la Compañía de Jesús por el papa (1773, breve apostólico Dominus ac Redemptor), aunque sobrevivió en Rusia y volvió a autorizarse por Pío VII en 1814.

La orden de los jesuitas desde su fundación por Ignacio de Loyola fue objeto de críticas en el seno de la propia Iglesia católica a causa fundamentalmente de las novedades que intentaba introducir en el catolicismo. También se despertaron recelos debido al éxito inmediato que cosecharon los jesuitas especialmente en el ámbito educativo.[1]

Los monarcas católicos también desconfiaban de la Compañía de Jesús a causa del cuarto voto de la orden, que ordenaba la obediencia absoluta al papa, y de la doctrina del tiranicidio o regicidio que se atribuía a toda la orden aunque sólo la había defendido el sacerdote Juan de Mariana en su tratado De Rege, obra que fue quemada en público en París en 1610. A pesar de ello los jesuitas obtuvieron la confianza de muchos soberanos católicos que tomaron como confesores a algún miembro de la orden. La culminación de su ascensión "política" se produjo con la llegada de los borbones a la Monarquía de España ya que tanto Felipe V como Fernando VI tuvieron confesores jesuitas, el Padre Guillaume Daubenton y el Padre Francisco Rábago y Noriega, respectivamente —aunque ninguno de los dos fue un modelo de conducta—.[2]

La difusión del jansenismo —doctrina y movimiento de una fuerte carga antijesuítica— y de la Ilustración a lo largo del siglo XVIII dejó desfasados ciertos aspectos del ideario jesuítico, especialmente, según Antonio Domínguez Ortiz, "sus métodos educativos, y en general, su concepto de la autoridad y del Estado. Una monarquía cada vez más laicizada y más absoluta empezó a considerar a los jesuitas no como colaboradores útiles, sino como competidores molestos".[3]​ Y la llegada al trono del nuevo rey Carlos III en 1759 supuso un duro golpe para el poder y la influencia de la Compañía, pues el nuevo monarca no era nada favorable a los jesuitas, y, rompiendo la tradición de sus antecesores, nombró como confesor real al fraile descalzo Padre Eleta.[4]

En la primavera de 1766 estalló el Motín de Esquilache cuyo trasfondo fue una crisis de subsistencias a consecuencia de un alza muy pronunciada del precio del pan. Los motines que se iniciaron en Madrid y luego se extendieron a otras ciudades fueron duramente reprimidos y el orden restablecido.[5]​ En la "pesquisa" secreta llevada a cabo por el fiscal del Consejo de Castilla Pedro Rodríguez de Campomanes se culpó a los jesuitas de haber sido los instigadores de la revuelta, por lo que el rey Carlos III decretó su expulsión.[6]

La Pragmática Sanción fue dada por Carlos III en El Pardo el 2 de abril de 1767, con este título o encabezamiento: «Pragmática sanción de su Magestad en fuerza de ley para el estrañamiento de estos Reynos a los Regulares de la Compañía, ocupación de sus Temporalidades, y prohibición de su restablecimiento en tiempo alguno, con las demás prevenciones que expresa». Decía lo siguiente:



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