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Pío VII



Pío VII (en latín: Pius PP VII), de nombre secular Barnaba Niccolò Maria Luigi Chiaramonti (Cesena, 14 de agosto de 1742-Roma, 20 de agosto de 1823), fue el 251.er papa de la Iglesia católica entre el 14 de marzo de 1800 y su muerte.

Durante su juventud vivió como monje de la Orden Benedictina con el nombre de Gregorio, y destacó como teólogo y obispo. Sería elegido papa luego de la sede vacante acaecida a la muerte de Pío VI, y al igual que él, su papado estaría fuertemente marcado por la presencia del general francés Napoléon Bonaparte y las consecuencias de sus invasiones en la península itálica, siendo incluso apresado por este.[1]​ Sin embargo, su persona permanece eclipsada frente a la del francés: sufrió la afrenta de perder los Estados Pontificios y el poder temporal de la Iglesia; pero, por otra parte, logró dar muestras de fortaleza frente a Napoleón.[2]​ Su gran labor, aunque más desconocida, radica en su apoyo a las artes, la cultura y la educación.

Actualmente se encuentra en proceso de canonización, cuya causa fue abierta por el papa Benedicto XVI en 2007, otorgándosele el título de siervo de Dios.[3]

Barnaba Chiaramonti nació en Cesena, en 1742, penúltimo hijo del conde Scipione Chiaramonti y su esposa Giovanna Coronato Ghini, hija del marqúes Barnaba Eufrasio Ghini, de fuerte carácter religioso. Ella pasaría sus últimos años en un monasterio carmelita, y sería uno de los principales modelos a seguir para Chiaramonti, sobre todo durante su posterior pontificado.

Su familia era de orígenes nobles, pero de clase media, y tal como sus hermanos, asistió al Collegio dei Nobili de Rávena. Sin embargo, a la edad de 14 años, decidió entrar a la Orden de San Benito, hecho concretado el 2 de octubre de 1756, al entrar como novicio a la Abadía de Santa María del Monte de Cesena. Dos años más tarde, el 20 de agosto, realizó su profesión solemne con el nombre de "Gregorio". Entonces sus superiores decidieron que siguiera estudios en el Pontificio Colegio San Anselmo de Roma, adyacente a la Abadía de San Pablo Extramuros, que estaba abierta a recibir a los estudiantes más prometedores de la Orden benedictina.

El 21 de septiembre de 1765 sería ordenado sacerdote, y poco después, recibiría su doctorado en teología. Comenzaría a enseñar en la Abadía de San Juan de Parma en 1766, lugar abierto a nuevas ideas y pensamientos, sobre todo los frutos que L'Encyclopédie de Denis Diderot y los pensamientos de John Locke y Étienne Bonnot de Condillac aportaban al conocimiento del hombre. Los amantes de la cultura estaban ansiosos por una educación al modelo que poco a poco se iban imbuyendo las ciudades italianas.

En 1772, Chiaramonti sería galardonado con el grado académico de "lector", por lo que la Orden le posibilitó enseñar teología y derecho canónico. Volvió a Colegio San Anselmo en 1772, y se mantendría hasta 1781, como profesor de teología y bibliotecario. También será nombrado abad titular de Santa María del Monte, su otrora lugar de comienzo como religioso.

El joven monje Chiaramonti buscaba, por una parte, volver a la inspiración original de la vida monástica, al estilo de Benito de Nursia; pero por otra, modernizar los planes de estudio, llevando a los jóvenes monjes a un contacto más directo con la realidad del momento.

En 1773, se convirtió en confesor del cardenal Angelo Braschi, quien le tenía un alta estima además de ser pariente de él, por lado de su madre.[4]

Dos años más tarde, en 1775, Braschi sería elegido papa con el nombre de Pío VI, e iniciaría una serie de promociones a Chiaramonti, como la de abad in commendam de la Abadía de San Pablo Extramuros, a sus 34 años.

Consciente de los problemas acaecidos en San Pablo, Pío VI cambia las responsabilidades de Chiaramonti, nombrándolo obispo de Tivoli, siendo consagrado en diciembre de 1782 en la Catedral de San Lorenzo de Tivoli. Tres años más tarde, cuando tenía 42 años, será nombrado cardenal presbítero de San Calixto,[5]​ y el 27 de junio de 1785 es nombrado obispo de Imola,[6]​ cargo al que renunciara recién en 1816, ya papa.

En Imola, Chiaramonti sería recordado por su amor por la cultura: su biblioteca permanecía abierta, y era posible encontrar incluso un ejemplar de L'Encyclopédie. Además, era conocido por su abertura a las ideas modernas: en su homilía de Navidad de 1797, Chiaramonti afirmó que no había oposición entre una forma democrática de gobierno y ser un buen católico: la virtud cristiana hace de los hombres buenos demócratas.... La igualdad no es una idea de los filósofos, sino de Cristo... y no creo que la religión católica esté en contra de la democracia.[7]

En junio de 1796, la diócesis de Imola será invadida por las tropas revolucionarias francesas de Pierre François Augereau. Llegará a Roma en 1797, y Pío VI buscará pactar por medio del Tratado de Tolentino. A partir de una política moderada, Chiaramonti logrará evitar desgracias para los habitantes de su diócesis, sobre todo de enfrentamientos directos con el general Augereau, cosa que ocurrió con los habitantes de Lugo, que se habían mostrado poco pacíficos. Sin embargo, varios estragos se sucedían a nivel de la Iglesia. En Roma, la muerte del general Leónard Duphot daba la excusa a Napoléon Bonaparte para una invasión a los Estados Pontificios, la que se concretó con la ocupación de la capital el 11 de febrero de 1798. Fruto de ello, Pío VI debió renunciar a su poder temporal y limitar sus poderes espirituales.

Posteriormente se le obligaría a salir de Roma prisionero, viajando por Italia hasta llegar a la ciudad francesa de Valence. El papa, que ya contaba con más de 80 años para entonces, no resistió el largo viaje desde Roma, sucumbiendo apenas seis semanas luego de llegar a su destino. A pesar de la agitación, el papa había recibido varias muestras de respeto y compasión por los habitantes franceses. Apodado el "Papa Bello", luego de su muerte se pensó que el Papado había terminado como institución.

Advirtiendo la inminente escalada de hechos en Italia, el 17 de enero de 1797 y el 13 de noviembre de 1798, Pío VI dejó instrucciones para que el Decano del Colegio Cardenalicio convocara el cónclave a su muerte en la ciudad donde pudiera reunirse el mayor número de cardenales. Ocupada Roma por las tropas napoleónicas, se decidió celebrar el cónclave en el Monasterio de San Giorgio en Venecia, lugar que contaba con la protección de Francisco I de Austria, y quien además se había comprometido a cubrir los gastos del cónclave.

Aunque el cónclave se inició el 30 de noviembre de 1799, no se pudieron determinar los tres candidatos principales hasta marzo del año siguiente. Solo 34 cardenales habían logrado llegar (el número más bajo desde el cónclave de 1513), y más tarde se les uniría Franziskus Herzan von Harras, representante del emperador de Austria, y que utilizaría su poder de veto dos veces.

El secretario del cónclave, Ercole Consalvi, se convertiría en el hombre decisivo a la hora de decidir la elección, mientras Carlo Bellisomi y Hyacinthe Sigismond Gerdil eran vetados por Austria en favor de su compatriota Alesssandro Mattei que, sin embargo, no lograba el número de votos necesarios. Jean-Sifrein Maury, uno de los cardenales neutrales, sugirió el nombre de Chiaramonti como candidato, el cual se encontraba pidiendo nuevamente a su amigo ayuda para costear sus alimentos y alojamiento. Aunque inicialmente rechaza esta proposición, Consalvi insiste en ello, y logra ser elegido papa el 14 de marzo, luego de 104 días de cónclave y 227 días de la muerte de Pío VI. En homenaje a su predecesor, apodado ya como el "Papa mártir", tomará también el nombre de Pío.[7]

El emperador de Austria se apresuró a pedir al nuevo papa la venta de las legaciones de Bolonia, Ferrar, Imola y Ravena, a lo que Pío respondió negativamente (Chiaramonti conservará su cargo de obispo de Imola hasta 1816). Sumado a que su candidato no había sido elegido finalmente, los austriacos no permitieron que el nuevo papa fuera coronado en la Basílica de San Marcos, por lo que Pío, posteriormente, rechazará la invitación de Francisco I de viajar con este a Viena. El 21 de marzo de 1800 se celebra su inusual coronación en una pequeña capilla anexa al Monasterio de San Giorgio, con una tiara hecha de papel maché donada por las mujeres venecianas y adornada con sus joyas, a falta de los ornamentos pontificios, que estaban todos en Roma. Será coronado por el protodiácono Antonio Maria Doria Pamphilij.

Pío se mantendrá en el Véneto durante algunos meses, visitando casi todas las iglesias y recibiendo el homenaje de todas las congregaciones religiosas de la zona. El 14 de junio, en la batalla de Marengo, Francia logró arrebatarle el norte de Italia a Austria. El nuevo papa, todavía en Venecia, está de pronto bajo el dominio francés. Para Napoleón, el papa Pío no es un desconocido: en 1797, luego de su famosa homilía de Navidad, Bonaparte le había llamado "jacobino". Sin embargo, reconocerá al nuevo papa.

A pesar de la oposición del emperador de Austria, Pío decide dejar Venecia y viajar a Roma. Viajando en el Bellona, un barco austriaco que carecía de galera, en 12 días llegó a Pesaro, desde donde viajaría por la Vía Flaminia hasta Roma. Antes de llegar, rendiría homenaje a su madre fallecida como carmelita en Fano.

El 3 de julio de 1800, el papa finalmente hace su entrada en Roma, siendo recibido por la nobleza y el pueblo. Al llegar, las arcas estatales estaban prácticamente vacías: lo poco que habían dejado los franceses ya había sido robado por los napolitanos, y ante inminentes batallas, declara a los Estados Pontificios neutrales. En agosto nombra a Consalvi cardenal y secretario de Estado, rechazando las influencias de las potencias extranjeras en el nombramiento, especialmente de los austriacos.

Con ello comenzará a buscar la estabilización de los Estados Pontificios, modernizando administración, bajo la dirección de Consalvi. Forma cuatro congregaciones de cardenales para examinar las reformas del Estado. Su trabajo se resume en la bula Post diuturnas del 30 de octubre. En ella Pío VII restaura las instituciones, permitiendo entrar a funcionarios seculares a la administración estatal, específicamente en la prefectura de la anona y el ejército. Un breve apostólico establece la libertad de comercio de alimentos. Se intenta una reforma monetaria en 1801 para detener la inflación, y una reforma fiscal para generar más ingresos. Se ordena, así también, drenar las Marismas Pontinas para ampliar las zonas de cultivo, y se establece la creación de fábricas de lana y algodón, buscando con ello dar trabajo a los más necesitados. Esto generará rechazo en el Colegio de cardenales, mientras la nobleza se ve insatisfecha, a pesar de la creación del cuerpo de Guardia Noble en 1801.

Consalvi sería clave a la hora de pautar las relaciones con la Francia de Napoleón, quien en noviembre de 1799 se había hecho con el cargo de primer cónsul, derrocando al Directorio. El nuevo papa no albergaba una preconcebida indisposición hacia el general francés, ni se mostraba beligerante contra el orden político que el régimen francés pretendía instaurar en los países de su órbita. Pío seguía la política moderada que había diseñado cuando era obispo de Imola, evitando el derramamiento de sangre a través de la sumisión a los nuevos señores de la República Cisalpina. Tampoco Napoleón siguió las tendencias anticlericales de las primeras fases de la revolución. En su pragmatismo político tuvo bien presente que las creencias religiosas estaban muy enraizadas en el pueblo francés y que era provechoso para sus designios mantener una amistosa relación con los poderes eclesiásticos, en especial con el papa.

La atención de Pío se centró de inmediato en el estado de anarquía en el que se encontraba la Iglesia francesa, afectada por el gran cisma causado por la constitución civil del clero, que había descuidado la disciplina: la mayoría de las iglesias se habían cerrado, algunas diócesis se encontraban sin obispo, y otras tenían incluso más de uno, mientras que el jansenismo y la práctica del matrimonio de los clérigos se fueron extendiendo entre los fieles, que lo recibían entre la indiferencia y la hostilidad. Luego de su nombramiento, Consalvi viajó a Francia, donde inició las negociaciones del Concordato de 1801 con Napoleón. Aunque no se realizaba un retorno efectivo al antiguo orden cristiano, sí logró proveer ciertas garantías civiles a la Iglesia, reconociendo a la Católica, Apostólica, y Romana religión como la practicada por la mayoría de los ciudadanos franceses.[8]

Los principales términos del Concordato incluían:

Al ratificar el Concordato, Pío VII pudo, relativamente, normalizar las relaciones entre la Santa Sede y Francia. Nombrará a Giovanni Battista Caprara como nuevo legado apostólico en Francia, para ejecutar el Concordato.

Sin embargo, el 18 de abril de 1802, Francia proclama unilateralmente 77 artículos orgánicos, tendientes a hacer de la Iglesia de Francia una iglesia nacional, que dependa en lo mínimo de Roma, y sometida al poder civil. Estos artículos establecían limitantes al poder papal, no pudiendo contrariar las decisiones de los concilios ecuménicos, debiendo respetar las prácticas nacionales, perdiendo su infabilidad y poder sobre los juramentos de los súbditos. Así, el galicanismo parcialmente se restaura, algo que Pío no puede aceptar, ya que prácticamente, la Iglesia se encuentra bajo poder total del Estado, desde la revisión de las bulas hasta las reuniones y sínodos diocesanos, haciendo de los sacerdotes empleados del Estado.

Para 1804, Napoleón buscaba realizar su ceremonia formal de investidura como emperador. Luego de algunas dudas, Pío VII fue persuadido de participar en la ceremonia, que se llevaría a cabo en la Catedral de Notre Dame de París, en contra del consejo de la Curia romana. La intención del papa era lograr convencer a Napoleón de derogar los artículos.

En la ceremonia del 2 de diciembre, Pío solamente se limitó a bendecir a Napoleón, mientras este se autocoronaba. El nuevo emperador le dará pocas concesiones, buscando resaltar el carácter secundario del pontífice. Sin embargo, el papa declinó aceptar los artículos orgánicos. Según la reunión sostenida con los cardenales, el 16 de mayo de 1805, Pío se sentía optimista de su visita a Francia. A propósito de ello, Pasquino dirá: por mantener la fe, un Pío perdió la Sede; por mantener la Sede un Pío perdió la fe.

Sin embargo, las relaciones entre Napoleón y el papa no mejoraron luego de la visita de este último a Francia. En 1805, Pío se niega a conceder el divorcio entre Jerónimo Bonaparte y Elizabeth Patterson, mientras el emperador continúa su política expansionista, tomando el control de Ancona, Pontecorvo, Benevento y Nápoles luego de la batalla de Austerlitz, haciendo a su hermano José nuevo monarca de la región con el título de "rey de Roma".

En 1806 las hostilidades entre la Santa Sede y Napoleón se intensifican. Aquel año, el emperador buscaba incluir a los Estados Pontificios en su alianza continental contra Inglaterra. El 13 de febrero escribe a Pío: Su Santidad es soberano de Roma, pero yo soy el Emperador; todos mis enemigos sean los suyos. El papa mandó su negativa como respuesta, argumentando que al ser "Pastor universal", debe ser neutral. La respuesta de Napoleón no se hizo esperar a través de una dura represión, reduciendo al mínimo el Patrimonio de San Pedro para 1808. Pío VII pide la renuncia a su secretario de Estado Consalvi, mientras la situación se vuelve caótica. El 2 de febrero de 1808 Roma es ocupada militarmente, al año siguiente, el 10 de junio, Pío responderá exasperado en su bula Quum memoranda, excomulgando a los ladrones del patrimonio de Pedro, usurpadores. Sin embargo, esto le llevará a nuevos problemas.

La noche del 5 de julio, el general Étienne Radet, ayudado por un millar de hombres, policías, soldados o reclutas de la Guardia Cívica de Roma, hace su entrada a las escalinatas del Palacio del Quirinal, donde el papa residía. Luego de que las ventanas y puertas fueran forzadas, y al oír el tumulto de los hombres que habían entrado, el papa ordenó abrir sus habitaciones. Luego de cenar, y escuchar a Radet, Pío respondió "Señor, un soberano que no tiene de qué vivir más que con una corona al día no es un hombre que se deja intimidar fácilmente".

Luego de la insistencia de Radet, el papa respondería con su famosa frase: "Non possiamo, non dobbiamo, non vogliamo" ("No podemos, no debemos, no queremos"), en referencia a que no renunciaría a la soberanía temporal de los Estados Pontificios, ni levantaría la bula de excomunión. Sin necesidad del uso de fuerza, el papa dejó en silencio el Palacio, subiendo a un carruaje escoltado por gendarmes, empezando sus días como prisionero real de Estado. Luego de ser llevado a un monasterio en Florencia, pasará por Alessandria y Grenoble, antes de llegar a Savona.

Su carcelero Antoine Brignole-Sale, prefecto de Montenotte, era un noble genovés que atenderá gratamente al pontífice durante su período como prisionero. Pío VII le apodará mi buen carcelero, y mantendrán una relación de amistad, luego de la caída de Napoleón. Mientras tanto, el papa se negó a aceptar los requerimientos de Napoleón, ya que no quería convertirse en un títere del gobierno francés: se negó a tocar los 2 millones en ingresos que garantizaban el traspaso de Roma al Imperio, así protestó por la conducta de Napoleón y rechazó aceptar los nombramientos de los obispos hechos por el emperador en Francia. Antes de salir del Quirinal, ordenó destruir su anillo del pescador, para que ningún usurpador pudiera utilizarlo sin su conocimiento. Es el único caso registrado en que el anillo papal se destruye en vida de su titular.

Mientras tanto, el emperador no pudo reunir a los trece cardenales que pedía para que asistieran a su matrimonio con María Luisa de Austria, que ya había sido rechazado por el papa, quien firma su orden de exilio. El Pontífice se enfurece al no tener ninguna información sobre el Concilio de París, convocado en 1811, y rechaza aceptar cualquier acta discutida allí. Mientras tanto, el emperador toma conocimiento de la correspondencia secreta que el papa mantiene en Savona, por lo que en vísperas de su campaña a Rusia, decide trasladarlo a Fontainebleau, bajo pretexto de que los británicos podrían liberarlo. Pío contaba ya con 70 años de edad, y el viaje le resultaría más duro de lo que se esperaba. En el Paso de Mont Cenis, el papa cae gravemente enfermo y se le administra la extremaunción en un hospicio cercano. Sin embargo, se recupera y sigue su camino.

El 20 de junio de 1812, Pío VII llega al Palacio de Fontainebleau. El doctor Balthazard Claraz, cirujano, le atenderá durante los dos primeros meses de su cautiverio. Hasta el 23 de enero del siguiente año, el papa no abandonará sus habitaciones. Para el 25 de enero, Napoleón viaja a Fontainebleau y se entrevista con el papa. Entonces Pío decide firmar el Concordato de Fontainebleu, que lo obliga a abdicar su soberanía temporal, parte de su autoridad espiritual y aceptar ir a residir a Francia (Napoleón tenía planeado que viviera en París). Sin embargo, apoyado por los cardenales Consalvi y Bartolomeo Pacca, el 24 de marzo se retrae de su firma, debido a que había realizado aquello bajo presión. El papa es vuelto a tomar prisionero e inicia una serie de contactos directos con el emperador, donde se alternan la adulación y las amenazas. En mayo, Pío desafía abiertamente al emperador, declarando nulos todos los actos oficiales realizados por los obispos franceses.

Para inicios de 1814, Napoleón está pasando por una situación difícil, y su derrota es inminente. El 19 de enero restaura los Estados Pontificios, y el 23 de enero el papa abandona Fontainebleu, ya libre, junto a sus cardenales y otros exiliados. Luego de una breve estancia en Savona, y paradas en Imola, su antigua diócesis, donde celebraría la Pascua; además de Niza, Bolonia y Cesena, su ciudad natal, se detendrá en el Santuario de Loreto, para agradecer por su liberación. Entra finalmente en Roma el 24 de mayo. Han pasado más de 5 años desde el arresto de Pío en el Quirinal. Al entrar, los romanos sueltan los caballos del carruaje del papa y toman a este sobre sus hombros, llevándolo a la Basílica de San Pedro.

Libre de actuar, una de las primeras medidas de Pío será restaurar al cardenal Consalvi en la Secretaría de Estado. Sin embargo, tendrá que salir de nuevo de la ciudad, a refugiarse en Viterbo y en Génova, luego que Joaquín Murat, rey de Nápoles, invade los Estados Pontificios durante la campaña de los Cien Días. Pío VII regresará definitivamente a su palacio del Quirinal, el 22 de junio de 1815. En los meses siguientes, permitirá la entrada, como refugiados políticos, a familiares de Napoleón.

En su lucha contra la masonería, el papa mandó publicar el 15 de agosto de 1814 un edicto en el que calificaba a las logias como «infernales conventículos» y «criminales agregaciones y asociaciones masónicas», y en el que se establecían para sus miembros penas de excomunión, penas corporales, confiscación de bienes y expulsión del territorio pontificio.[9]

Buscando reorganizar la Europa postnapoleónica, se convoca el Congreso de Viena en 1814, donde el cardenal Consalvi asegurará el retorno de casi todos los territorios de los Estados Pontificios, a excepción del Condado Venaissin, que permanecerá en manos francesas y de una franja de tierra (Ariano nel Polesine, Canaro, Córbola y Occhiobello), que será anexionada al Imperio austriaco.

Tuvo que abandonar de nuevo Roma del 22 de marzo al 7 de junio de 1815, durante la Guerra austro-napolitana.

Aún al propio Pío VII, que había dado muestras de comprensión de las fórmulas democráticas de gobierno, le pareció que su aplicación a terceros países podía constituir un régimen aceptable pero que en el caso de los estados de la Iglesia era ir demasiado lejos.

En Roma, Pío derogó la mayor parte de las disposiciones legislativas aprobadas durante el periodo de ocupación francesa, si bien, como rasgo de modernidad y porque los tiempos que corrían así lo demandaban, mantuvo en la Constitución con la que dotó a sus estados la supresión de los derechos feudales de la nobleza. Además, restaurará la Inquisición y el Index librorum prohibitorum, mientras se le encarga a Consalvi ejecutar el motu proprio Quando per ammirabile disposizione, por medio del cual deberá reformar a los Estados Pontificios. El territorio se dividió en trece delegaciones y cuatro legaciones (Bolonia, Ferrara, Forlì, Rávena), más el distrito de Roma. Sin embargo, las arcas del Estado estaban en muy malas condiciones, mientras el descontento popular se enfoca a los carbonarios, sociedad secreta de inspiración liberal, que será prohibida por el papa en 1821.

En los últimos años del pontificado de Pío VII la ciudad de Roma fue muy hospitalario con todas las familias gobernantes, cuyos representantes fueron allí a menudo; el pontífice fue especialmente amable con los reyes en el exilio, mostrando una generosidad notable y singular incluso hacia la familia de Napoleón.

El 6 de octubre[10]​ de 1822, a través de una bula, restaura 30 diócesis en Francia. Fue después de largas negociaciones con el gobierno de Luis XVIII que Pío VII accedió a restaurarlas.

En 1773, la Compañía de Jesús había sido suprimida por el papa Clemente XIV, por medio de su breve Dominus ac Redemptor. Su decisión se debió la presión de varios países de tradición católica, y en ellos fue cabalmente ejecutada; mientras que en otros, sobre todo en Prusia y Rusia, el breve no se promulgó, principalmente debido a la calidad de la educación que los jesuitas dictaban en las universidades de su territorio. A principios del siglo XIX, la situación política en Europa había cambiado por completo. Muchas solicitudes de restauración de la Compañía fueron recibidas tanto por Pío VI como por Pío VII.

El 7 de marzo de 1801, poco después de su elección, Pío VII emitió el breve Catholicae fidei, donde se aprobaba la existencia de la Compañía de Jesús en Rusia y nombraba como Vicario temporal a Franciszek Kareu, Superior General de la Compañía de Jesús en Rusia. Este fue el primer paso hacia la restauración de la orden religiosa.

Trece años después, por fin libre de Napoléon para tomar sus propias decisiones, Pío VII firmó la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum, restaurando universalmente a la Compañía de Jesús,[11]​ el 31 de julio de 1814. Para esta ocasión, el papa celebró la Misa en el altar de San Ignacio en la Iglesia del Gesù en Roma. Allí leería la bula, y abrazó personalmente a una centena de antiguos jesuitas que se habían llegado a la iglesia para la ocasión. Al mismo tiempo, confirmó a Tadeusz Brzozowski como Superior General.

Luego de su retorno a Roma en 1814, Pío VII, con la ayuda del cardenal Consalvi, renovó las relaciones diplomáticas con todos los países europeos, y mantiene una fructífera correspondencia con los diversos jefes de Estado europeos. Una de sus preocupaciones era la abolición de la esclavitud, luego de que, tras cinco años privado de libertad, el tema de la esclavitud se había vuelto de gran importancia y sensibilidad para Pío. En una carta fechada el 20 de septiembre de 1814, escrita al rey de Francia, describe su total rechazo al comercio de esclavos, definiendo la venta del negro como la de un simple ser vivos, no como el hombre que es. En la misiva también prohíbe el comercio para todo eclesiástico o civil que apoye este comercio.

A pesar de las negativas patentes de los gobiernos de España, Portugal y Brasil, Pío logrará ganar una pequeña batalla en el Congreso de Viena. En febrero de 1815, representando por el cardenal Consalvi, logrará acordar la prohibición de la esclavitud al norte de la línea del Ecuador.

Debido a los avatares de su tiempo, Pío VII no tiene un gran peso, teológicamente hablando, en la historia de la Iglesia. Sin embargo, es el primero en ratificar una forma de separación entre la Iglesia y el Estado, un quiebro importante en lo referente a las relaciones político-religiosas de la era contemporánea.

El 15 de mayo de 1800, poco después de su elección, envía la encíclica Diu satis a los fieles católicos, en la que aboga por un retorno a los valores del Evangelio. En 1801 concede una indulgencia apostólica para reparar los pecados por blasfemia. En 1814, universaliza la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores (15 de septiembre); y establece a perpetuidad el 24 de mayo para la fiesta de Nuestra Señora del Auxilio, en conmemoración de la fecha en que retorna a Roma luego de su exilio.

El 3 de junio de 1816, Pío VII condenó las obras del Obispo melquita Germanos Adam, en las que se apoyaba el conciliarismo.[12]​ En su encíclica Ecclesiam a Jesu Christo, del 13 de septiembre de 1821, el papa condenó la masonería y el movimiento de los carbonarios.

Reorganizó la Congregación para la Propagación de la Fe, que iba a jugar a los siglos XIX y XX un papel crucial en el esfuerzo misionero de la Iglesia. En 1822 ordenó al Santo Oficio dar su visto bueno a las obras de Canon Settele, donde las teorías de Nicolás Copérnico se presentaban como un logro de la física, y no como una hipótesis.

Asimismo, estableció varias diócesis para la reciente nación de los Estados Unidos. La diócesis de Baltimore fue elevada a archidiócesis, a la vez que crea las diócesis de Boston, Nueva York, Filadelfia y Bardstown. Más tarde, Pío VII añadirá las diócesis de Charleston, Richmond y Cincinnati en 1821.

El 30 de enero de 1816 Pío VII promulgó su encíclica Etsi longissimo terrarum dirigida a los obispos de la América hispana, tras culminar un año de negociaciones con los representantes del rey de España Fernando VII, exhortándolos a:

Pío VII canonizó a Ángela de Mérici, Benito de Palermo, Coleta de Corbie, Francisco Caracciolo y a Jacinta de Mariscotti el 24 de mayo de 1807. Así también, Pío beatificó a 27 personas, destacando Peregrino de Falerone, José Oriol, Giuseppe Maria Tomasi y Crispín de Viterbo.

En 1802, Pío VII autorizó excavaciones arqueológicas en Ostia, las que revelaron un conjunto de ruinas notable, entre los que se encontraban caminos con tumbas, calles, termopolios, tiendas, spas, palestras, elementos de seguridad contra incendios, teatros, un foro, una basílica, una curia, mercados, santuarios, además de un templo capitolino. También ordenó excavar alrededor del lago Trajano. En Roma, en 1807, comprometió muros de contención, construcción de paredes de ladrillo y arbotantes para salvar de la ruina al Coliseo. Además, restauró el Arco de Constantino y ordenó la construcción de la fuente de Monte Cavallo. Reodenó la Piazza del Popolo y erigió el obelisco en el Monte Pincio.

Bajo el reinado de Pío VII, Roma se convierte en el lugar de reunión de los principales artistas de la época. El veneciano Antonio Canova, el danés Bertel Thorvaldsen (a pesar de su protestantismo),.[14]​ el austríaco Joseph von Führich, y los alemanes Johann Friedrich Overbeck, Franz Pforr, Johann Gottfried Schadow y Peter von Cornelius se dan cita en la Roma de principios del siglo XIX.

Pío VII enriqueció la Biblioteca Vaticana con numerosos manuscritos y volúmenes impresos. Colegios ingleses, escoceses y alemanes son reabiertos, y se abren más vacantes para poder ingresar a la Universidad Gregoriana.

Nuevas salas son abiertas en los Museos Vaticanos, construyendo la parte llamada Braccio Nuovo, inaugurada en 1822 y más tarde renombrada como Museo Chiaramonti, en honor a su mecenas. Este museo alberga numerosas estatuas romanas y copias de antiguas estatuas griegas, mientras que el suelo está recubierto de mosaicos.

También fue Pío VII el aprobó la bandera amarilla y blanca que sigue siendo actualmente la de la Santa Sede, como respuesta ante la invasión napoleónica de 1808.[15][16][17]

El 6 de julio de 1823, el papa realizó su habitual paseo por los jardines interiores del Palacio del Quirinal, el día de aniversario de su arresto por el general francés Radet 14 años antes. Volvió a su oficina, quedando totalmente solo, a pesar de las recomendaciones del cardenal Consalvi. Intentó levantarse de su silla, apoyándose en su escritorio y en un cordón de seda que colgaba de la pared para tal efecto. Sin embargo, su mano debilitada soltó el cordón, perdiendo el equilibrio, y cayendo bruscamente al suelo, fracturándose la cadera izquierda. Fue escuchado por los chambelanes y prelados domésticos de las habitaciones contiguas, quienes lo llevaron a su cama, de la cual, no volvería a levantarse. Mientras tanto, el pueblo romano se agolpó fuera del Palacio desde el día 7 de julio, sin abandonar la vigilia.

Desde París, el rey Luis XVIII envió una cama mecánica especial para aliviar el sufrimiento del papa. Durante este último mes de vida, la Basílica de San Pablo Extramuros, en cuya abadía había estudiado y liderado en su juventud, había sido arrasada por un incendio; noticia de la cual nunca tuvo conocimiento.

El 19 de agosto, su condición empeoró, a la vez que nombraba las ciudades de Savona y Fontainebleau,[18]​ lugares donde había sido encarcelado. Durante la madrugada, el cardenal Francesco Bertazzoli le había administrado la extremaunción, y Pío sólo volvió a musitar palabras latinas en voz baja, señal de que se encontraba orando. A las cinco de la mañana del día 20 de agosto, acompañado de su amigo y secretario de Estado Consalvi, Pío VII falleció, luego de un gobierno de 23 años, 5 meses y 6 días.

Luego de los procedimientos embalsamatorios, su cuerpo fue velado en el Palacio del Quirinal, donde una densa multitud apareció para despedirlo. El 22 de agosto fue llevado a la Basílica de San Pedro, y sus exequias se celebraron el día 25,[19][20]​ siendo enterrado brevemente en las grutas vaticanas, mientras su sepulcro era finalizado.

Su amigo Consalvi, quien moriría pocos meses después que él, dejó estipulado en su testamento que los regalos recibidos de monarcas extranjeros, durante su larga carrera diplomática, fueran vendidos, y con el dinero recaudado se finalizaran las obras de reparación de las fachadas de varias iglesias de Roma, además de ser entregada otra parte a los pobres, y otra a pagar la tumba de su papa.

Conforme a su voluntad, en el transepto izquierdo de la Basílica de San Pedro, el escultor danés Bertel Thorvaldsen elaboró el monumento a Pío VII. Su obra representa a Chiaramonti con actitud seria, rodeado de dos figuras alegóricas, que representan a la fuerza y a la sabiduría; a ello añade los genios de la historia y el tiempo. Los restos mortales del papa fueron trasladados allí en 1825. Ésta es la única obra de arte de la Basílica Vaticana en ser llevada a cabo por un artista no católico, en este caso protestante.[14]​ La inscripción tallada recuerda el cariño que Consalvi le tenía a Pío VII.

El 15 de agosto de 2007 la Santa Sede se puso en contacto con la diócesis de Savona-Noli para comunicar que Benedicto XVI había declarado el nihil obstat (nada se opone) para la causa de beatificación del pontífice, tras lo cual se abrió el proceso en la diócesis para ella. Posee actualmente el título de siervo de Dios.[3]

Frente a la historia en general, Pío VII y su predecesor Pío VI (ambos reúnen 47 años de reinado) se encuentran en la interfaz entre el Antiguo Régimen y el nacimiento de un mundo nuevo, industrial, marcado por el nacionalismo, las aspiraciones a la democracia y el pluralismo de ideas. Con él finaliza la lucha, que provenía del medioevo, entre el papa y el Emperador: en 1870, los Estados Pontificios caerán definitivamente, y en 1929, con los Pactos de Letrán, el poder temporal de los Papas se verá limitado totalmente, pero con la libertad necesaria para poder ejercer su poder espiritual. La mayoría de los Estados occidentales del siglo XX formalizarán la libertad de culto a través de sus Constituciones. Aunque permanece dominante con respecto a otras instituciones, la Iglesia católica perdió gran terreno, sobre todo al poder presentarse nuevas opciones filosóficas, religiosas y educativas.

Pío VII era multilingüe (sabía italiano, francés, inglés y latín) y traductor. Chiaramonti había dedicado muchos años de su vida a leer, estudiar (en el Colegio San Anselmo había sido bibliotecario) y enseñar (dictando clases en la Abadía de San Juan de Parma, en el Colegio San Anselmo y en la Abadía de Santa María del Monte). Su biblioteca privada, cuyos libros hoy se atesoran en la Biblioteca Malestiana de Cesena, es increíble: con más de 5000 ejemplares, incluyendo códices medievales, obras de historia, arqueología, numismática, economía política y ciencia. Según Jean Leflon, Chiaramonti recurrió a métodos positivos para tratar con la teología y la filosofía; e incluso patrocinó el método de Condillac.[21]​ Difícilmente se puede apreciar que aquella biblioteca es de un religioso, ya que varias de las obras pertenecen, de hecho, al Index librorum prohibitorum.

En su acción política, restauró a la Compañía de Jesús. Roma establece el libre comercio; la apertura de la Curia a colaboradores laicos (entre 1800 y 1806); forja relaciones diplomáticas con Rusia, Inglaterra, Estados Unidos, países que no católicos; reorganiza escuelas en los Estados Pontificios y deroga el feudalismo. Por otra parte, su edicto de 1814 contra la masonería fue elogiado por monarcas absolutistas como Fernando VII quien, en su lucha contra liberales e ilustrados, mandó pasar el documento a la Inquisición española. El edicto papal sirvió finalmente de modelo al edicto de gracia que este tribunal eclesiástico publicaría el 2 de enero de 1815 con la misma finalidad de persecución de los masones en España.[9][22]

Culturalmente, Chiaramonti trabajó por la modernización de la enseñanza. Ya papa, buscó poner de relieve el pasado antiguo de Roma (ordenando excavaciones arqueológicas en Ostia, reforzando el Coliseo) y embelleciendo la ciudad. Crea un museo para conservar los tesoros de la Antigüedad, abre escuelas y enriquece enormemente la Biblioteca Vaticana.




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