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Principado de Moldavia



El Principado de Moldavia (en rumano: Principatul Moldovei; en ant.esl. Землѧ Молдавскаѧ Zemlya Moldavskaya[1][2][3][4]​) fue un principado medieval europeo, situado en el terreno entre los Cárpatos orientales y el río Dniéster.

El rey Luis I de Hungría decidió fundar un Estado al oriente del reino húngaro para proteger su Estado de los constantes ataques tártaros. Para ello nombró regente al noble rumano Dragoș, quien tenía un cargo oficial en Hungría como jefe de una comunidad rumana en la región de Máramaros. De esta manera, abandonando su cargo anterior, este gobernó en calidad de regente de la nueva entidad territorial entre 1351 y 1353. No fue independiente de Hungría, sino que cumplió con su función original y tras la muerte de Dragoș su hijo Sas lo sucedió en el gobierno entre 1351 y 1358. Posteriormente tras la muerte de Sas, su hijo Balk tomó el lugar de su padre siendo electo por un breve periodo, pues fue derrocado por otro noble rumano, quien ascendió al trono bajo el nombre de Bogdan I de Moldavia. A partir de este momento Moldavia se convirtió en un Estado nuevo e independiente en su totalidad de Hungría, y Balk huyó hacia la protección del rey Segismundo de Hungría, donde se asentó y tuvo descendencia.

El principado de Moldavia existió desde el siglo XIV hasta 1859, cuando se unió con el principado de Valaquia, para formar el Reino de Rumania.

El principado histórico incluía las regiones de Besarabia (anexionada por el imperio ruso en 1812), Bucovina (anexionada por el imperio austriaco en 1775) y, durante el reinado de Esteban el Grande, también la de Pocutia. Hoy en día la parte oeste de la Moldavia histórica pertenece a Rumanía, la parte este (la mayor parte de Besarabia) a la República de Moldavia, y las partes norte (el norte de Bucovina) y sureste (el sur de Besarabia) a Ucrania.

Hasta el siglo XVII, el principado de Moldavia se heredaba entre varones (las mujeres estaban excluidas del título) de sangre principesca.[5]​ Bien el príncipe nombraba al heredero, que podía no ser su hijo primogénito o ser un hijo bastardo o, si no había designado uno, lo escogían los terratenientes del principado a su muerte.[6]​ A continuación, el elegido era ungido por el metropolitano moldavo, que lo proclamaba soberano por derecho divino.[7]​ Cuando se extendió por la región el poder otomano, el candidato al trono moldavo debió contar asimismo con el beneplácito del sultán para obtener el título.[7]​ El sistema, aunque en general aseguraba que el cargo lo ostentase un hombre de carácter, también fomentaba las luchas intestinas por obtenerlo y las invasiones de los ejércitos extranjeros llamados para sostener a los distintos aspirantes.[7]​ En el siglo XVI, por ejemplo, hubo más de veinte príncipes, de reinados efímeros.[7]



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