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Pueblo yanomami



Los yanomamiös o yanomamis son una etnia indígena americana dividida en tres grandes grupos: sanumá, yanomam y yanam. Aunque hablan lenguas diferentes, se entienden entre ellos. Se denominan también la nación yanomami. Habitan principalmente en el estado Amazonas de Venezuela y en los estados brasileños de Amazonas y Roraima. También destacan por ser uno de los grupos étnicos de menor estatura promedio en el mundo.[1]​En Venezuela viven de acuerdo con el censo del 2001 33 diferentes pueblos indígenas. En total suman más de 536.000 personas. Los pueblos indígenas representan un 2,3% de la población venezolana. La mayoría de los pobladores indígenas en Venezuela viven en zonas rurales y tropicales en el noreste del país, especialmente en el Delta del Orinoco, en el estado Bolívar hasta la frontera con Guyana y Brasil, en la zona amazónica y en el suroeste del país en el estado de Apure y el noroeste del estado de Zulia. La mayoría de la población indígena venezolana vive en zonas de protección del medio ambiente (Area Bajo Régimen de Administración Especial - ABRAE). En general se trata de parques nacionales, reservas forestales, monumentos naturales, áreas protegidas, reservas de la biosfera, etc. Algunas de estas zonas fueron clasificadas como Patrimonio de la Humanidad.

Entre los pueblos indígenas más numerosos se cuentan los Piaroa, Warao, Yukpa, Yanomami, Barí, Pemó, Wayúu, Makiritare, Panare, Pumé, Wayúu y los Kari'ña.


La situación jurídica de los pueblos indígenas ha cambiado con la enmienda constitucional de 1999. Con el cambio constitucional se fortalecen los derechos integrales de los pueblos indígenas y se les da un papel activo en el país. Del mismo modo, la Constitución venezolana reconoce la existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y económica, sus costumbres culturales y religiosas, sus lenguas y hábitat. El derecho a la propiedad colectiva de sus tierras también está garantizado. Las lenguas indígenas son lenguas oficiales para los pueblos indígenas y en todo el territorio de la República deben ser respetadas, ya que representan una riqueza cultural de la nación y de la humanidad. A los pueblos indígenas se les concede además una activa participación y representación política en el Parlamento.


La Organización de los Pueblos Indígenas en el Amazonas (ORPIA) lucha desde su fundación en 1993 por los intereses de la población indígena venezolana en el Amazonas. ORPIA tiene como objetivo materializar los ideales de los pueblos indígenas para preservar su identidad biosico – social, histórico y cultural. Sus metas consisten en fijar líneas de acción en las áreas de Territorio, Educación, Ciencia y Tecnología, Protección Ambiental, Derechos Humanos, Salud en pro del bienestar, progreso y desarrollo armónico de las etnias del Amazonas

Se ha apuntado que la razón por la que en muchos idiomas se conocen como yanomami se debe a que fueron los misioneros salesianos de origen italiano los que se encargaron de las misiones católicas en la región de los yanomamos y en italiano el plural de yanomamo es yanomami. Así el padre Cocco, misionero italiano que pasó muchos años viviendo entre los yanomamos, los señalaba con este nombre y no con el plural en italiano.[2]​ Por otra parte existen dos autónimos nativos que son yąnomamö [jãnomamə] y yąnomami [jãnomamɨ] que son formas de singular.

Varios investigadores están de acuerdo que los yanomamos tienen un origen poligénico, y que no son el resultado de la fusión de diferentes etnias de orígenes heterogéneos.[3]

Alrededor de 20 000 individuos que integran los yanomamis viven desperdigados por la selva tropical, en aldeas separadas por muchos kilómetros de tierra deshabitada. Alrededor del 70 por ciento de esta población ocupa el sur de Venezuela, en el estado Amazonas, mientras que el resto se distribuye por zonas adyacentes a Brasil, en concreto en una zona que comprende parte del estado de Roraima y del Amazonas. Las comunidades yanomamis se concentran en la zona de la cuenca del río Mavaca, en los afluentes del Orinoco, y en la sierra Parima.

A pesar de que los contactos del pueblo yanomami con la sociedad dominante se iniciaron hace más de dos siglos, a consecuencia de la colonización de los portugueses en el Amazonas y el río Negro, estos permanecieron relativamente aislados en territorios de refugio, En Venezuela viven de acuerdo con el censo del 2001 33 diferentes pueblos indígenas. En total suman más de 536.000 personas. Los pueblos indígenas representan un 2,3% de la población venezolana. La mayoría de los pobladores indígenas en Venezuela viven en zonas rurales y tropicales en el noreste del país, especialmente en el Delta del Orinoco, en el estado Bolívar hasta la frontera con Guyana y Brasil, en la zona amazónica y en el suroeste del país en el estado de Apure y el noroeste del estado de Zulia. La mayoría de la población indígena venezolana vive en zonas de protección del medio ambiente (Area Bajo Régimen de Administración Especial - ABRAE). En general se trata de parques nacionales, reservas forestales, monumentos naturales, áreas protegidas, reservas de la biosfera, etc. Algunas de estas zonas fueron clasificadas como Patrimonio de la Humanidad.

Entre los pueblos indígenas más numerosos se cuentan los Piaroa, Warao, Yukpa, Yanomami, Barí, Pemó, Wayúu, Makiritare, Panare, Pumé, Wayúu y los Kari'ña.


La situación jurídica de los pueblos indígenas ha cambiado con la enmienda constitucional de 1999. Con el cambio constitucional se fortalecen los derechos integrales de los pueblos indígenas y se les da un papel activo en el país. Del mismo modo, la Constitución venezolana reconoce la existencia de los pueblos y comunidades indígenas, su organización social, política y económica, sus costumbres culturales y religiosas, sus lenguas y hábitat. El derecho a la propiedad colectiva de sus tierras también está garantizado. Las lenguas indígenas son lenguas oficiales para los pueblos indígenas y en todo el territorio de la República deben ser respetadas, ya que representan una riqueza cultural de la nación y de la humanidad. A los pueblos indígenas se les concede además una activa participación y representación política en el Parlamento.


La Organización de los Pueblos Indígenas en el Amazonas (ORPIA) lucha desde su fundación en 1993 por los intereses de la población indígena venezolana en el Amazonas. ORPIA tiene como objetivo materializar los ideales de los pueblos indígenas para preservar su identidad biosico – social, histórico y cultural. Sus metas consisten en fijar líneas de acción en las áreas de Territorio, Educación, Ciencia y Tecnología, Protección Ambiental, Derechos Humanos, Salud en pro del bienestar, progreso y desarrollo armónico de las etnias del Amazonas mediados del siglo XX (década de los cincuenta) cuando comenzaron contactos más directos y permanentes con población no indígena. Expertos antropólogos como Jacques Lizot y otros autores afirman que los yanomamis migraron de la zona entre el río Blanco y el río Negro en Brasil, y de alguna manera se refugiaron en un territorio más seguro como la sierra Parima, cadena montañosa entre Venezuela y Brasil.[4]​ Tras este asentamiento se dieron ciertas condiciones para que la población yanomami creciera númericamente y se expandiera hacia ciertas zonas del alto Orinoco y sus afluentes.

A mitad del siglo XX los yanomamis mantuvieron encuentros tensos y no amigables con criollos venezolanos y brasileños que se internaron en su territorio para la explotación cauchera, los cuales condujeron a varios enfrentamientos violentos con saldos de personas muertas y el rapto de otras por parte de los yanomamis. En la segunda mitad de dicho siglo, sobre todo a partir de la década del cincuenta, se realiza la expedición venezolano-francesa que descubrió las fuentes del Orinoco y se comienzan a establecer en el territorio yanomami un grupo de misiones religiosas que representan la primera presencia permanente y estructurada de personas no indígenas con actividades directas en la zona; en consecuencia los contactos son cada vez más crecientes entre estos y las comunidades yanomamis ubicadas en áreas de difícil acceso.

Viven en aldeas pequeñas, de entre 40 o 50 personas, que se construyen en círculo completamente abiertas. Sus viviendas tienen forma cónica y viven en grupos de familias. La situación de las cabañas puede variar y, en numerosas ocasiones, en lugar de formar un círculo, forman una hilera. Las familias comparten con las otras familias de la comunidad los productos obtenidos de la caza, la pesca o la cosecha (dentro de cada shabono conviven varias familias como una comunidad).

Los yanomamis tienen una tradición mitológica muy rica que continúa hasta el día de hoy, pese a la conversión de muchos pemones al catolicismo o al protestantismo. Varios de los mitos más importantes describen los orígenes del Sol y de la Luna, la creación de los tepuyes (monte Rorarima o Dodoima en pemón[5]​) y las actividades del héroe creador Makunaima y sus hermanos.

Una de las costumbres de esta etnia es la práctica del canibalismo endogámico como ritual sagrado: en una colectiva ceremonia funeraria se comen las cenizas de los huesos de su pariente muerto. Creen que en los huesos reside la energía vital de la persona fallecida y que al ingerir sus cenizas la reintegran al grupo familiar.

Utilizan la sustancia tóxica de unas plantas para impregnar las puntas de sus flechas. Este veneno (curare) paraliza al animal cazado sin alterar su consciencia ni la sensibilidad.

Las mujeres se adornan atravesando con un palo pequeño su tabique nasal y las comisuras de los labios. Utilizan también pinturas corporales. La etnia lleva siempre el mismo corte de pelo, con flequillo y la coronilla rasurada (estilo capuchino). Las cicatrices son muestra de valor y madurez. Tienen una pequeña estatura y solo se visten con un cinturón tubular los hombres y un pequeño fleco las mujeres.

La primera persona que estudió de manera formal los mitos y el lenguaje de los yanomamis fue el etnólogo Theodor Koch-Grünberg, quien visitó Roraima en 1912.[6]​ Posteriormente, en los años setenta, por medio de la beca de la Fundação de Auxílio à Pesquisa do Estado de São Paulo (Fapesp) para estudiar a la tribu, la fotoperiodista húngaro-brasileña Claudia Andujar realizó sus primeros trabajos con la comunidad, lo que la llevaría a desarrollar un comprometido trabajo de registro y conservación del pueblo.

Los yanomamis se desplazan continuamente, es decir, son nómadas. Estos desplazamientos están motivados por el corto periodo de la productividad de sus cultivos. Cultivan en sus huertos la mayoría de alimentos: plátano, ñame, batata y malanga. Un cultivo dura dos o tres años. Cuando la tierra se agota, el poblado crea una nueva plantación en otro lugar. También recolectan productos silvestres y comen ranas.

Practican la caza todo el año, individualmente o en grupos, y utilizan el arco y la flecha. La pesca se practica con menos frecuencia y para pescar utilizan la flecha y el timbó, es una especie de planta que pulverizan y esparcen en el agua para aturdir a los peces y de esta manera poder capturarlos fácilmente.

Al basar su economía en principios básicos de autoconsumo (elaboración de sus propias pertenencias, como cestas, garrotes, arcos y flechas), no tienen relaciones comerciales con pueblos vecinos. Actualmente siguen utilizando motivos "decorativos" ancestrales en sus cuerpos, los cuales se estampan con ciertos pigmentos naturales. Utilizan un veneno llamado curare, que untan en la punta de las flechas para cazar su alimento. También consumen la planta "epená" o virola, que contiene una sustancia alucinógena que utilizan en rituales curativos por los chamanes para comunicarse con los espíritus. Se utiliza en poca cantidad y en polvo, y se introduce en el chamán por medio de las fosas nasales soplándola a través de un palo hueco.

Debido a las condiciones climáticas, su vestimenta es muy ligera. Se visten con fines ornamentales más que protectores; un hombre bien vestido no lleva nada más que unas cuantas cuerdas de algodón en muñecas, tobillos y cintura, y el prepucio sujeto a la cuerda de esta última. También usan ramas enrolladas al cuerpo que tienen el nombre de "guayuco".

La vestimenta de las mujeres es igualmente escueta. Generalmente, se pintan el cuerpo con muchos colores, principalmente rojo y negro además se ponen collares, plumas en la cabeza y atadas a los brazos y pendientes.

La vida social se organiza en torno a los principios tribales tradicionales: relaciones de parentesco, descendencia de los antepasados, intercambios matrimoniales entre familiares o grupos con un parentesco común y la autoridad transitoria de jefes distinguidos que intentan mantener el orden en la aldea y son responsables de establecer las relaciones de la comunidad con otras aldeas. El liderazgo suele estar vinculado al parentesco y los vínculos matrimoniales: los hombres grandes o líderes, proceden de las familias más numerosas de las aldeas. Según su ingenio, sabiduría y carisma pueden convertirse en autócratas, aunque la mayoría de los jefes se limitan a actuar como superiores ante sus iguales. No están exentos de limpiar los huertos, recolectar, cosechar, plantar y cazar.

Son al mismo tiempo pacificadores y valientes guerreros. La pacificación pasa a menudo por la amenaza o el uso de la fuerza, de ahí que la mayoría de los jefes tengan fama de waiteri o fieros.

Fue un conflicto armado en el año 1953, en Haximu, Brasil, cerca de la frontera con Venezuela. Sin embargo, el informe 32/12 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, indica que las autoridades de Brasil y Venezuela se trasladaron al lugar de los hechos en los meses de agosto y septiembre de 1953, y determinaron que la aldea Haximu se encontraban en territorio venezolano. Unos dieciséis yanomamis fueron asesinados por un grupo de garimpeiros.

En un boletín de noticias publicado el 7 de agosto de 1966 el Consejo Indigenista Misionario (CIMI) informa que:

Al comentar este caso, la ONG Survival International dijo: “La convención de la ONU sobre genocidio, ratificada por Brasil, dice que la matanza ‘con la intención de destruir, enteramente o en partes, un grupo nacional, étnico, racial, o religioso’ es genocidio. La sentencia de la Corte Suprema es muy significativa y sirve como advertencia importante para aquellos que continúan cometiendo crímenes contra pueblos indígenas en Brasil.”[8]

Survival International y Wataniba, organizaciones que defienden los derechos de pueblos indígenas, alertaron en junio de 2018[9]​ sobre un brote de sarampión que afecta a varias comunidades amazónicas de yanomamis residentes en Brasil y Venezuela. Al haber entrado en contacto con la sociedad industrializada hace pocas décadas, los yanomami son altamente vulnerables a enfermedades contagiosas por no haber desarrollado inmunidad contra enfermedades comunes.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) confirmó en junio el brote de sarampión, señalando en su informe epidemiológico[10]​ 995 casos notificados en Brasil: 611 en Amazonas y 384 en Roraima, los dos estados con mayor presencia de indígenas yanomami.



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