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Real Monasterio de Santo Tomás (Ávila)



El real monasterio de Santo Tomás es un edificio de estilo gótico que se encuentra en la ciudad de Ávila. Su fundación, en 1480, se debió al tesorero de los Reyes Católicos, Hernán Núñez de Arnalte, quien otorgó poder a favor de su esposa, María Dávila, y de fray Tomás de Torquemada para que actuasen en su nombre para la fundación de un convento de dominicos en Ávila en honor de Santo Tomás de Aquino.

Ha sido expresamente declarado en 1985 Patrimonio de la Humanidad, como elemento individual integrante del conjunto Ciudad vieja de Ávila e iglesias extramuros (ref. 348-011, con un ámbito protegido de 1.02 ha).[1]

En 1482, bajo la dirección de Martín de Solórzano,[2]​ comenzaron las obras, que duraron hasta 1493, con donativos dispuestos por don Hernán, y otros otorgados por los Reyes Católicos, quienes eligieron el nuevo convento para residencia de verano y enterramiento del heredero de la corona, el príncipe don Juan, en el sepulcro realizado años después (1510) por Domenico Fancelli, por encargo de Fernando el Católico. El epitafio del sepulcro dice lo siguiente:

Fue empleado como tribunal de la Inquisición. Sus estancias albergaron los últimos años de fray Tomás de Torquemada hasta su fallecimiento ocurrido el 16 de septiembre de 1498. También fue casa de estudio y posteriormente universidad.

De estilo Reyes Católicos, el monasterio de Santo Tomás es una de las joyas de Ávila. Es un monasterio de gran tamaño, llegando a tener hasta tres claustros diferentes.

La fachada de la iglesia se distingue por su inmensa portada dibujada por un gran arco escarzano y dos machones. Estos forman una "H", letra inicial de Hispanidad. Las bolas que corren a lo largo de los machones abundan en todo el edificio. Además, podemos ver diez estatuas del arte burgalés de Gil de Siloé y Diego de la Cruz, bajo doseles y pináculos. Las más cercanas a la puerta representan la Anunciación. En la mitad de la fachada se sitúa un gran rosetón que da luz al coro y la iglesia y un poco más arriba, el escudo de los Reyes Católicos sostenido por un águila.

La nave principal tiene unas medidas de 53 metros de largo por 10,50 de ancho y el crucero mide 28,80 metros de largo por 10,30 de ancho. Es pues una joya de la arquitectura flamígera. El crucero, delimitado por cuatro columnas, semejando ramas de palmera, forma un joyero para el sepulcro del Infante Don Juan.

En las ocho capillas podemos encontrar esculturas como el sepulcro de los Dávila, ayos del Príncipe Don Juan, o el grupo que representa a Domingo de Guzmán y Francisco de Asís, obra de Luis Salvador Carmona (1709-1767). Destaca también la Capilla del Cristo de las Angustias o de la Agonía, donde se encuentra el confesionario de Santa Teresa, y donde ella tuvo una visión el 15 de agosto de 1561. Tras la restauración realizada en octubre de 2014 al Cristo de Santa Teresa por la empresa Édolo Conservación Restauración SL, y tras haber realizado un estudio científico por parte de Virtudes Jiménez Torrubia, se ha podido atribuir tal talla al escultor Gil de Siloé junto a su policromador Diego de la Cruz.

Pero el retablo mayor, realizado por Pedro Berruguete (1440-1504), es la obra más importante de la iglesia junto con el sepulcro del Infante Don Juan. Es una de las joyas de Pedro Berruguete, que realizó también una parte del retablo mayor de la catedral de Ávila. Fue empezado en 1494, un año después del final de la construcción del monasterio.

Diecinueve pinturas están colocadas en esta magnífica obra de estilo gótico de 21 metros de alto. El retablo está estructurado en tres partes, que contienen cinco grandes tablas relativas a diversos episodios de la vida de Santo Tomás de Aquino.

En la predela podemos ver de izquierda a derecha: San Esteban, San Agustín, San Juan evangelista, San Mateo, San Jerónimo y San Sebastián

El coro sorprende por su gran tamaño y su magnífica sillería. Esta se compone de cuarenta y cinco sillas en la parte superior y treinta y cuatro en la parte inferior. Este conjunto de sillas en nogal es de estilo gótico flamígero. La sillería tiene forme de "U" y las dos sillas finales más cercanas y frente al Altar Mayor eran ocupadas por los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón.

Fue realizado por Martín Sánchez de Valladolid, quién realizó también la sillería de la Cartuja de Miraflores en Burgos.

Todos los tableros de los respaldos están cubiertos de trazados geométricos y de figuras de plantas o animales fantásticos, pero con tal variedad que no hay dos iguales. El símbolo de los Reyes Católicos, el yugo y las flechas, está también muy representado, además de la granada.

El infante don Juan era el único hijo varón de los Reyes Católicos, pero murió prematuramente antes de llegar al trono. Su madre, Isabel, quiso dejar en su testamento un sarcófago de mármol para su hijo.

El sepulcro es obra de Domenico Fancelli. Fue esculpido en Génova en los años 1511-1512 y luego colocado en la iglesia del monasterio. Doménico Fancelli se inspiró en el sepulcro de los Reyes Católicos (capilla real de Granada) y en el arte italiano (bronce del papa Sixto IV en la Ciudad del Vaticano, realizado por Pollaiuolo).

El príncipe, vestido de guerrero, reposa con actitud serena y muestra unos rasgos jóvenes y bellos. Los pliegues del manto son de una gran perfección. A los pies una inscripción recuerda las cualidades del príncipe y lamenta su muerte prematura. El sepulcro está adornado con virtudes, alegorías y santos. Además hay unos guanteletes a los lados del infante, lo que indica que no murió en batalla.

Varios de los magníficos relieves fueron mutilados durante la Guerra de la Independencia en 1809. La verja de plata que rodeaba el sepulcro fue robada por los franceses que, además, profanaron los restos del Príncipe Juan, cuyo paradero sigue siendo hoy un misterio.

Es el primero y más antiguo de los tres claustros del monasterio. Sus pequeñas dimensiones (12,70 x 14,40 metros) y su falta de ornamentación le da una gran sobriedad.

Este claustro es de estilo toscano. Tiene dos pisos desiguales, en granito, de 20 arcos y 20 columnas sin basamento y de sección octogonal, mientras que en el piso superior, los arcos son escarzanos y de amplias circunferencias.

El detalle más original de este claustro es el pozo, que en lugar de estar en el centro del patio, se encuentra en un lateral.

Llamado también de los Difuntos porque los frailes eran antes enterrados aquí.

El claustro tiene unas medidas de 19,40 por 20,90 metros y tiene dos plantas. Consta de 18 arcos, con dos puertas de acceso en su parte interior, y de 38 arcos polilobulados en su parte superior.

Destaca abajo en primer lugar, la bóveda de crucería, claramente de estilo gótico. Los adornos que decoran la bóveda son casi en su totalidad de 1935. Los capiteles que ornamentan la parte inferior del claustro y que sostienen las pilastras son distintos. Los muros del interior permiten contemplar un total de siete puertas que comunican con distintas dependencias, todas ellas con arcos y estructuras diferentes. El claustro cuenta también con un rincón recoleto donde los religiosos se lavaban las manos antes de pasar al refectorio.

Arriba, en el exterior del claustro, los lienzos que se ven están ornamentados a base de yugos y flechas (símbolos de los Reyes Católicos), del escudo de los dominicos y de la flor de lis. Las ataduras de los yugos y las flechas, así como los ramilletes de flores, son todos distintos. Por un friso corren ramas de granadas semiabiertas.

Se llama así porque era la zona destinada a palacio de verano de los Reyes Católicos.

El claustro es muy amplio y luminoso. Lo forman 40 arcos por su parte inferior y 56 en la superior. Comparado con el claustro del Silencio, carece casi de ornamentación, a no ser las bolas que rodean los arcos inferiores, algo propio, por otra parte, de monumentos abulenses. De ahí su nombre: Perlado abulense.

Según las últimas investigaciones[cita requerida], el tercer claustro no habría sido construido por los Reyes Católicos, sino por Carlos V.

En el ala sur de este claustro se hallan las aulas, ya remodeladas, de la desaparecida Universidad de Santo Tomás de Ávila, establecida aquí a mediados del siglo siglo XVI y clausurada en el siglo XIX, donde se graduaría Gaspar Melchor de Jovellanos.



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