Reino de la Corona de Aragón y parte de la Monarquía Hispánica
El Reino de Mallorca fue creado por Jaime I el Conquistador tras su conquista de la isla de Mallorca en 1231.
En 1260 murió Alfonso, el primogénito del rey (quien iba a heredar la Corona de Aragón). Entonces, Jaime I redactó un nuevo testamento por el que otorgaba Mallorca a su hijo Jaime II. Esta disposición constituye el origen del Reino privativo de Mallorca, estructurado de forma definitiva en el testamento de 1272. Así, cuando Jaime I falleció en 1276, la Corona de Aragón quedó para el hijo mayor, Pedro (conocido como Pedro el Grande), y el reino de Mallorca para el siguiente, Jaime, que reinaría con el nombre de Jaime II.
El reino de Mallorca comprendía las islas Baleares; Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera, así como los condados del Rosellón y la Cerdaña, el señorío de Montpellier, el vizcondado de Carladés, en Auvernia, y la baronía de Omeladés, contigua a Montpellier. En cuanto titulares de estos dominios continentales, los reyes de Mallorca eran vasallos de los de Aragón.
La herencia de Jaime era escasa y débil pero significativa: un enclave mediterráneo estratégico y unos territorios entre dos grandes reinos, la Francia de los Capetos y la Corona de Aragón, los cuales estaban también en constante lucha. Consciente de la fragilidad del reino de Mallorca, Jaime I proyectó la conquista de Cerdeña para unirla al nuevo reino. Igualmente entró en negociaciones para concertar el matrimonio de su hijo Jaime con Beatriz de Saboya, hija del conde Amadeo de Saboya. Ninguno de los planes tuvo éxito.
A la muerte de Jaime I, el rey de Mallorca no prestó homenaje a Pedro el Grande. Ocupado este en diversos problemas dentro del reino, no sería hasta 1279 cuando el monarca mallorquín, que había apoyado la fallida rebelión nobiliaria de Roger Bernat de Foix contra su hermano, se avino a reconocer que tenía sus estados en feudo del rey de Aragón. Una de las consecuencias sería que el reino de Mallorca no tendría Cortes, y que el rey de Mallorca tendría que acudir a las de Aragón para prestar homenaje al rey de Aragón. Mediante el tratado de Perpiñán (1279), fruto del desequilibrio de poder entre la Corona de Aragón y el reino de Mallorca, se mantuvo el control político-económico de Aragón sobre el reino de Mallorca, restableciendo la unidad jurisdiccional de la Corona de Aragón, rota por el testamento de Jaime I. Este hecho condicionaría durante toda la existencia del reino de Mallorca las relaciones entre ambos. La falta de Cortes agravaría posteriormente la escasa vertebración de un reino ya de por sí disperso, al carecer este de una institución común más allá de la monarquía.
La desaparición del reino privativo de Mallorca era inevitable en el contexto internacional de la época, caracterizado por diferentes conflictos:
En este contexto no era posible permanecer neutral, sobre todo porque la neutralidad requería, en primer lugar, fortaleza. Y este no era el caso del reino de Mallorca, el cual, para mayor infortunio, tenía vínculos vasalláticos con las coronas de Francia (a través de Montpellier) y de Aragón. Por otra parte, los intentos de financiar los costes del mantenimiento de la neutralidad mediante el aumento de impuestos produjo reacciones adversas por parte de sus súbditos.
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