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Reino leonés



Cruz de Asturias.svg

Flag of Castile.svg (1028)
PortugueseFlag1143.svg (1139)
Banner of arms crown of Castille Habsbourg style.svg (1230)

El reino de León (en latín, regnum Legionense; en asturleonés, reinu de Llión; en gallego, reino de León; en portugués, reino de Leão) fue un reino medieval independiente situado en la región noroeste de la península ibérica. Fue fundado en el año 910 cuando los príncipes cristianos del reino de Asturias, en la costa norte de la península, trasladaron su capital desde Oviedo a la ciudad de León. Tuvo un papel protagonista en la Reconquista y en la formación de los sucesivos reinos cristianos del occidente peninsular. De él surgieron los condados de Castilla y Portucale, que posteriormente dieron lugar a los independientes reinos de Castilla en 1065, y Portugal, en 1139. Los territorios restantes de la corona leonesa se unieron con los del emergente reino castellano para formar la corona de Castilla en 1230.

Desde 1296 a 1301, durante un enfrentamiento sucesorio, el reino de León tornó temporalmente a ser independiente, para finalmente reintegrarse como parte de la corona de Castilla. Los territorios aproximados que formaron dicho reino fueron reconsiderados como región en el siglo XIX por medio del Real Decreto del 30 de noviembre de 1833, en la que se definió la moderna demarcación territorial española. La región de León quedó dividida en las modernas provincias de León, Zamora y Salamanca. En 1981, esas tres provincias se incluyeron junto con otras seis provincias de la antigua región de Castilla la Vieja para crear la comunidad autónoma de Castilla y León. Sin embargo, importantes partes del antiguo reino integran hoy esas tres provincias y las comunidades autónomas de Extremadura, Galicia y Asturias.

El reino de León se enmarcaba en el noroeste de la península ibérica; en su máxima extensión abarcaba el norte de Portugal, las actuales comunidades autónomas de Galicia, Principado de Asturias, Cantabria, las provincias de León, Zamora y Salamanca,[cita requerida] Castilla la vieja, la actual provincia de Cáceres, la de Badajoz y el norte de Huelva.

Los primeros años de existencia del territorio cristiano aparecen envueltos en la oscuridad, debido a la parquedad de las fuentes que apenas descubren alguno de los interrogantes que surgieron de los primeros años del reino de Asturias y su lucha por la supervivencia. Tras la conquista de la península por los ejércitos ismaelitas en el 711, aparecieron focos de resistencia localizados en la zona cantábrica y en la figura de Don Pelayo. Pelayo, refugiado en el monte de Auseba, acaudilló los hostigamientos a las tropas árabes que supusieron el comienzo de la resistencia cristiana. Pero realmente fue Alfonso I de Asturias (737-757), yerno de Pelayo, quien en un intento de organizar los territorios, fundó la monarquía como tal, extendiendo el reino hasta la Cordillera Cantábrica. En tiempos de Alfonso II (791-842) se instaló la capital en Oviedo, y es en esta época cuando se descubrió el Santo Sepulcro. Ordoño I, en el año 856, repobló y reconstruyó las murallas de la ciudad de León y Astorga. Alfonso III el Magno (866-910) fue quien trasladó la frontera hasta el Duero, repoblando Zamora, siendo el suyo uno de los grandes reinados de la dinastía astur.

La ciudad de León se convirtió en un punto estratégico en el reino debido a su historia, su potente fortificación romana, así como un centro neurálgico del territorio astur, cuya capital se había encontrado veinte kilómetros al sur, en la ciudad de Lancia.

Tras la muerte de Alfonso III el Magno, el reino de Asturias se divide y queda repartido entre sus hijos:

Al morir García I en 914 sin descendientes, Ordoño II se trasladó a León donde fue aclamado rey, lo que supuso que Galicia y León compartieran el mismo monarca, y el que trasladó definitivamente la capital del reino de Asturias desde Oviedo a León. Ello supuso la creación de un nuevo reino, el de León, que aglutinó al asturiano, ya que Fruela II permaneció en Asturias, pero reconociendo la primacía del reino leonés.

En el marco de las luchas entre Alfonso IV y su hermano Sancho Ordóñez, el reino de Galicia y el de León dejaron de compartir rey, ya que Sancho se refugió en Galicia huyendo de su hermano en 926, coronándose como rey de Galicia y manteniendo el reino independiente hasta su muerte en el año 929. A su muerte, el gobierno de ambos reinos recayó en la persona de Alfonso IV.

Uno de esos levantamientos condujo a la coronación en Galicia de Bermudo II de León (982). El nuevo rey derrotó a Ramiro III de León y acabó unificando de nuevo ambos territorios.

Con la formación del nuevo reino continuó la reconquista contra los musulmanes e incluso la lucha contra otros reinos cristianos como el de Navarra.

El reino de León se expandió hacia el Duero y el sistema Central hasta la actual Extremadura y logró hitos como la dotación de fueros de Alfonso V, la creación de un arte de repoblación leonés y un gran desarrollo de los sistemas administrativos.

En el siglo XI, Sancho III El Mayor de Navarra adquirió el condado de Castilla como herencia. En 1035 dejó dicho condado a su hijo Fernando. Fernando I estaba casado con Sancha, hermana, a su vez, de Bermudo III de León. Fernando provocó una guerra en la que murió el soberano leonés en la batalla de Tamarón contra la coalición castellano-navarra. Al no tener descendencia Bermudo III, su cuñado (Fernando I) se apropió de la corona leonesa esgrimiendo los derechos de su mujer, tomando el título de rey de León con gran oposición entre los leoneses, que no quisieron ver convertido en monarca al hombre que mató a su rey. Así, Fernando volvió a unir el condado de Castilla al reino de León. A la muerte de Fernando I en 1065, su testamento siguió la tradición navarra de dividir los reinos entre los herederos:

Sancho II de Castilla, no conforme con el reparto, pues su hermano menor obtuvo el reino más importante, comenzó una guerra. Junto con Alfonso VI conquistó Galicia. Sancho no contento con Castilla y media Galicia, atacó a su hermano y ocupó León con la ayuda de El Cid. Gracias a Urraca, en Zamora se refugió el grueso del ejército leonés, al que Sancho puso cerco; fue el famoso cerco de Zamora, donde el rey castellano fue muerto por el noble leonés Vellido Dolfos, retirándose las tropas castellanas. De este modo, Alfonso VI recuperó todo el territorio, gobernando como rey de León, Castilla y Galicia.

En el reinado de Alfonso VI se consolidó el poder del monarca leonés sobre Castilla, siendo reconocido «Emperador de los Reinos Hispanos» por el papa Gregorio VII. Además, con Alfonso VI se produjo un acercamiento al resto de reino europeos, especialmente a Francia, pues casó a su hija Urraca con Raimundo de Borgoña (1090) y más tarde a Teresa con Enrique de Borgoña (1095). En el concilio celebrado en Burgos en el 1080 se sustituyó el rito mozárabe, usado hasta entonces en León, por el romano.

En la época de Alfonso VII El Emperador (1126-1157), reyes de toda la península ibérica y sur de Francia se declararon sus vasallos. Pero tras una etapa de esplendor imperial la unidad se desvaneció, desapareciendo también el título de emperador de León.

Ya bajo Alfonso VII, Portugal se independizó de León, creando un reino gobernado por la hija de Alfonso VI, Teresa, casada con Enrique de Borgoña, y se recrudecieron las luchas fronterizas con Castilla, y a su muerte, el hijo de Alfonso, Fernando II, heredó el reino de León, y Sancho III, el de Castilla.

Su sucesor, Alfonso IX, se convirtió en uno de los más afamados monarcas del reino de León. Bajo su mandato se convocan las Cortes Leonesas de 1188, primeras cortes europeas en las que participó el tercer estado. En ellas se reconoció la inviolabilidad del domicilio, del correo, la necesidad del rey de convocar Cortes para hacer la guerra o declarar la paz, y se garantizaron numerosos derechos individuales y colectivos. A estas Cortes le siguieron las de Benavente (1202), en las que se fijaron los principios y derechos económicos de la Corona de León y sus habitantes, y otras nuevas en León un lustro después. En las Cortes de Benavente de 1202 se referenció que la Corona de León estaba compuesta por cuatro entidades territoriales: León, Galicia, Asturias y Extremadura.

Con Alfonso IX el reino se extendió por Extremadura, logrando una gran expansión territorial. El s. XIII fue un periodo en que los reinos peninsulares vivieron un auge de los sentimientos nacionalistas. La expansión territorial de los reinos de Portugal y Castilla, que amenazaban con cerrar la salida al sur del reino de León y la pretensión de los reyes de Castilla de anexionarse el reino provocó constantes conflictos bélicos entre los reinos de León, Portugal y Castilla. Estas guerras tenían como aliados ocasionales a los reinos de taifas, que participaban alternativamente del lado de cualquiera de los reinos cristianos. Consecuencia directa de ello fue que el reino de León no participara en la batalla de Las Navas de Tolosa, llegando por ello a ser excomulgado el soberano leonés por el papa. A su muerte, el rey ordenó mantener la independencia de León, declarando herederas a sus hijas, y garantes de la misma a las órdenes de caballería. Sin embargo, Fernando III de Castilla, contraviniendo el testamento de su padre, logró que las jóvenes herederas del reino de León le cedieran su trono, por lo que el reino de León pasó a ser anexionado por Castilla para formar la Corona de Castilla en 1230. Como dato adicional, Alfonso IX también creó el Estudio General que en tiempos de Alfonso X de Castilla se convirtió en la actual Universidad de Salamanca.

Las ciudades comenzaron a desarrollarse cerca de fortalezas, monasterios o en las antiguas civitates romanas. Algunas de estas ciudades fueron potenciadas por el camino de Santiago y comenzaron a conocerse como burgos, diferenciándose de las aldeas rurales en la preponderancia de la actividad económica no ligada al cultivo de la tierra.

En la ruta del camino de Santiago surgieron burgos desde Aragón hasta Galicia a partir del siglo XI. León también se benefició del paso hacia el lugar santo. Pero otros burgos también se desarrollaron al margen del camino francés, en las orilla del Duero, como Zamora o Valladolid, esta última alcanzó un gran desarrollo tras la llegada del conde Pedro Ansúrez a finales del siglo XI.

Sobre León, el geógrafo y viajero árabe Al-Idrisi escribió en el siglo XII:

Al sur del río Duero, en las entonces conocidas tierras Extremaduras, el nacimiento de ciudades era con un objetivo defensivo, pero con el paso del tiempo se comenzó también a desarrollar una actividad económica y comercial de importancia similar a las ciudades del norte del Duero.

Aparecieron los burgueses, que eran los habitantes de los burgos (no confundir con la acepción actual del término burgués), que se añadían a clérigos y nobles. Los burgueses se dedicaban principalmente al comercio y la producción de objetos manufacturados y su crecimiento se encontraba limitado en lo económico y social por la nobleza (principalmente dedicada a la tierra), por esta razón en el siglo XII hubo revueltas burguesas contra las autoridades señoriales. De estas revueltas, los habitantes de los burgos consiguieron ciertas reivindicaciones.

También merece acepción la llegada de comunidades judaicas durante los siglos XI y XII por la intransigencia almorávide en al-Ándalus, quienes comenzaron como artesanos, mercaderes y agricultores principalmente.

En el siglo XII Europa contempló un gran avance en el terreno intelectual gracias a León y a Castilla. A través del Islam, se recuperaron obras clásicas anteriormente olvidadas en Europa y se puso en contacto con la sabiduría de los científicos musulmanes.

El Camino de Santiago no hizo sino potenciar el intercambio de saber entre los reinos de Castilla, León y Europa, en ambos sentidos.

En el siglo XII también aparecieron múltiples órdenes religiosas a semejanza de las europeas, como las de Calatrava, Alcántara y Santiago y se fundaron multitud de abadías cistercienses.

La muerte de Fernando I de León, que rigió el imperio en nombre de su esposa Doña Sancha, hermana de Bermudo III, da nacimiento al reino de Castilla al cedérselo como tal a su primogénito Sancho. Tras la muerte del monarca en 1065 los reinos se dividieron entre sus hijos. En una guerra civil contra sus hermanos Alfonso y García, este reunió dinásticamente por primera vez los reinos de León y de Castilla. Posteriormente se produjo una segunda unión desde el 1072 con Alfonso VI hasta el 1157 a la muerte de Alfonso VII. Hacia el año 1230 con Fernando III el Santo, rey de Castilla desde 1217, los reinos de León y de Castilla quedaron bajo un mismo soberano leonés que por circunstancias diversas fue primero Rey en Castilla.

En 1230 murió Alfonso IX de León, que había hecho donación de sus reinos a sus hijas,[2]​y tras muchas gestiones Fernando III firma un acuerdo (Concordia de Benavente) por el que sus hermanas (Sancha y Dulce) renunciaron a los derechos sucesorios[2]​ al reino de León, tardando más de dos años en hacerse con el control del territorio debido a la oposición del pueblo de León y de sus nobles,[3]​ que cierra las puertas de las murallas de su capital al nuevo monarca.[4]​ Los reyes de la Corona de Castilla (Juana I) poseían los títulos de rey de Castilla y rey de León.

Aunque los dos reinos compartieran el mismo soberano, las Cortes de León continuaron durante mucho tiempo; incluso se legislaba por separado a cada uno de los dos reinos aunque hubiera una reunión conjunta. En 1349 Alfonso XI celebró en la ciudad de León las Cortes de este reino.

Durante mucho los reinos singulares y las ciudades conservaron sus derechos particulares (entre los cuales se hallaban el Fuero de León, el Fuero Viejo de Castilla o los diferentes fueros municipales de Castilla, Extremadura y Andalucía, los concejos de León, el fuero de Oteruelo otorgado en 1417), mientras se iba articulando un derecho territorial común en torno a las Partidas (h. 1265), el Ordenamiento de Alcalá (1348) que todavía mantiene al Pisuerga como raya tradicional entre León y Castilla[cita requerida], y las Leyes de Toro (1505).

La situación de inestabilidad creada tras la muerte en 1295 de Sancho IV y la subida al trono de su hijo Fernando IV, de nueve años de edad, fue aprovechada por distintos nobles para rebelarse contra el joven monarca. Entre ellos se encontraba el infante Juan, tío de Fernando, que reclamó sus derechos al trono y se proclamó rey de León, Galicia y Sevilla. Aunque llegó a ser coronado como tal en León en 1296, finalmente la situación interna comenzó a estabilizarse y acabó renunciando a sus derechos y jurando fidelidad a Fernando IV en 1300.

Existieron durante todo el siglo XIV varios intentos de independizar el reino de León, lográndolo de facto, aunque por un escaso tiempo, Juan de Gante a mediados del siglo XIV.[5]​ Este fue derrotado por Juan I y se volvieron a integrar los dos reinos en una misma corona.

El reino de León mantuvo sus estructuras durante la Edad Moderna, conservando sus características de organización territorial, lo que se reflejó en la cartografía de los siglos XVI, XVII y XVIII e instituciones propias, como el Adelantamiento o Merino Mayor del reino de León, el Defensor del reino de León, etc.

La última aparición incidental del reino de León en la historia se produjo entre el 1 de junio y el 25 de septiembre de 1808, cuando la Junta Patriótica de León asumió la soberanía del reino de León en la Guerra de la Independencia hasta que la cedió a la Junta Suprema Central en el acto de su constitución.

En 1833 se produjo la definitiva (y actualmente vigente) división provincial promovida por Javier de Burgos, que eliminó definitivamente anteriores divisiones territoriales. Con la creación de las provincias se incluyó una adscripción de dichas provincias a regiones, sin ningún tipo de competencia administrativa o de otro tipo. Una de dichas regiones es la de León.

Este título fue adoptado desde el siglo X por los monarcas leoneses, como expresión de una idea hispánica unitaria, que implicaba la supremacía política de León frente a los demás reinos peninsulares que se estaban formando. Los reyes leoneses aspiraron a restaurar el estado hispanogodo, creyéndose herederos directos del último monarca visigodo, Don Rodrigo. Ya en la Asturias del siglo IX tuvo aceptación la idea imperial, especialmente bajo el reinado de Alfonso III, llamado magnus imperator o imperator noster.

Ordoño II (imperator legionense), Ramiro II (magnus basileus), Ramiro III, Alfonso V, Bermudo III y quizá Sancho III el Mayor de Navarra tras haber heredado León y Castilla (aunque este título solo se documenta en una moneda de ejemplar único, hoy comúnmente atribuida al reinado de Alfonso VII de León),[6][7][8]​ adoptaron el título de emperador.

Fernando I fue llamado rex imperator, y Alfonso VI de León llegó a titularse Imperator totius Hispaniae. En 1135, Alfonso VII fue coronado solemnemente emperador en León. Entre sus vasallos se contaban los reyes de Aragón, Navarra y Portugal, el conde de Barcelona y varios monarcas musulmanes, quienes a la muerte del Emperador, rechazaron la teórica supremacía política del título.

Como todo reino medieval, el poder supremo por la gracia de Dios recaía en el rey. Pero comenzaron a surgir comunidades rurales y urbanas para tomar decisiones sobre problemas de la vida cotidiana.[9]

Así comenzaron los concejos, o concilium, como una manera de autogobierno de núcleos de población en las que todos los vecinos tenían representación como atestigua el Concejo de Berbeja, San Zadornil y Barrio (955):[9]

Estos concejos abiertos evolucionaron a concejos cerrados, en los que una parte de los vecinos representaba al resto. Asimismo consiguieron un mayor poder como la elección de magistrados y oficiales, los alcaldes, pregoneros, escribanos,...[9]

Ante el creciente poder de los Concejos, surge la necesidad de la comunicación entre el rey y estos, y he aquí el nacimiento de las Cortes en el año 1188 en León. En las Cortes leonesas medievales, los habitantes de las ciudades eran un grupo reducido, conocidos como laboratores y no tenían facultades legislativas, pero era un punto de unión entre el rey y el reino, algo en lo que el reino de León había sido pionero en la Europa medieval. Las cortes estarían así constituidas por tres estamentos (clero, nobleza, representantes de las ciudades) y aparecen como un diálogo entre el rey y la curia, por un lado, y los representantes de las ciudades y villas por otro.[9]

La UNESCO declaró en 2013 este sistema de Cortes cuna del sistema parlamentario europeo.[10]

El reino de León produjo algunos de los textos con rasgos de una lengua protorromance más antiguos de la península ibérica: la Nodicia de Kesos.[11]



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