Por relaciones de producción se entienden, dentro del marxismo, las relaciones que los distintos seres humanos mantienen entre sí en tanto que son agentes del proceso de producción. Estas relaciones se establecen en función del lugar que ocupan los agentes respecto a si son poseedores o no de los medios de producción.
El término relaciones de producción aparece por primera vez en textos de Karl Marx y es constitutivo para la teoría de los modos de producción social. La categorización de cada modo de producción requiere que las relaciones económicas se definan como un tipo de relación social, específicamente: entre los hombres respecto de las cosas, y no de los hombres con las cosas. En el materialismo histórico de Marx, cada formación social específica cuenta con unas determinadas relaciones de producción y, a la vez, un grado especial de desarrollo histórico de las fuerzas productivas materiales. Existen relaciones de producción primitivas, antiguas, feudales, y capitalistas, cada una de ellas correspondiente a diferentes formas de división social del trabajo y propiedad de los medios de producción.
Una relación social puede tomar las siguientes formas:
El grupo puede ser étnico o de afinidad, una institución social u organización, una clase social, una nación, familia, etc. La relación social no es entonces idéntica a la relación interpersonal o la individual, aunque cada una presupone a las otras.
Las relaciones sociales de producción significan para Marx:
En el último capítulo del tomo I de El capital, Marx desarrolla el concepto en relación a la teoría de la colonización de Edward Gibbon Wakefield's:
En otras palabras, las relaciones de producción inglesas no existían en Australia; no había un sistema de derechos de propiedad ni obligaciones legales establecidas ni ningún aparato estatal que pudiera imponer tales relaciones. Por lo tanto no había forma de obligar a unas personas a vender su fuerza de trabajo a otras. Los obreros podían abandonar al Sr. Peel y producir sus medios de vida por su cuenta, ya que los medios de producción (por ejemplo: la tierra) no les eran ajenos.
Combinadas con las fuerzas productivas, las relaciones de producción constituyen un modo de producción históricamente específico. Karl Marx contrasta las relaciones sociales de producción con las técnicas; en el primer caso son las personas (sujetos) las que están relacionadas, mientras que en el segundo, la relación es entre sujetos y objetos en el mundo físico que ambos habitan (dichos objetos son, lo que Marx llama medios de producción o de trabajo).
Sin embargo, Marx agrega que con el crecimiento de la economía de mercado, esta distinción se vuelve oscura y se distorsiona. En el capitalismo se definen, simbolizan y manipulan las relaciones entre objetos, producidos por sujetos (personas), abstrayéndose de las relaciones sociales y técnicas subyacentes. Marx dice que esto conduce a la reificación (cosificación o Verdinglichung) de las relaciones económicas, y ve en el fetichismo de la mercancía un ejemplo primario.
Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores.
A lo largo de la historia siempre ha habido clases enfrentadas. En las sociedades esclavistas (Grecia y Roma en la Antigüedad) fueron antagónicos los propietarios libres y los esclavos; en el seno de la sociedad feudal estamental el enfrentamiento se estableció entre nobles y eclesiásticos por un lado y siervos por otro.
En el seno de la sociedad capitalista ocurre igual: la lucha de clases es protagonizada por la burguesía, propietaria de los medios de producción (capital, fábricas, máquinas, transportes, etc.) y por el proletariado que, al disponer únicamente de su fuerza de trabajo, se ve obligado a venderla a cambio de un salario que escasamente sirve para satisfacer la supervivencia.
Los intereses de ambas clases son antagónicos e incompatibles y conducirán indefectiblemente al enfrentamiento. A medida que el capitalismo vaya desarrollándose el número de obreros se incrementará, lo que unido al deterioro de sus condiciones de vida, conducirá a la revolución.
La revolución tendrá como objetivo conseguir una sociedad perfecta donde no existan ni explotadores ni explotados. Para ello será imprescindible la abolición de la propiedad privada, es decir, la socialización los medios de producción, evitando la mera sustitución de los antiguos propietarios por otros nuevos.
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